Un estudio reciente trata de explicarlo y entenderlo, empleando la genética como herramienta.
Muchos de nosotros compartimos nuestra casa con gatos. Y es que se trata de una de las especies domesticadas más habituales en nuestros domicilios. Por eso resulta curioso que sepamos tan poco sobre cómo y cuándo adoptamos a estos animales como parte de nuestro entorno más inmediato.Antes de entrar en el estudio, hay un hecho que hace falta comentar. Tal y como explican los investigadores en su artículo, los gatos sólo están medio domesticados. Aún son capaces de reproducirse con las variedades salvajes sin ningún problema, y tanto su comportamiento como sus necesidades demuestran su independencia de los humanos.
Pero por el simple hecho de convivir con los humanos, se han dado una serie de cambios a nivel genético en ellos. El mecanismo es muy sencillo. Se trata de lo que se conoce como “selección artificial” - para diferenciarla de la natural evolutiva – o selección de variedades o razas.
Los grupos humanos no permiten que cualquier animal comparta su vivienda. Escogemos con cuidado a los animales que presentan unas ciertas características. En el caso de los gatos, algo importante es que sean dóciles.
En su entorno natural, los gatos son carnívoros solitarios. Y muy territoriales. Es decir, cada uno de estos animales vive solo y se enfrenta a otros individuos. Sean felinos también, o incluso humanos. Así que, para evitarse problemas, los humanos escogieron a aquellos que menos problemas pusieran.
Esto se refleja perfectamente en su genoma. Los científicos centraron su atención en genes que se relacionan con el comportamiento, y pudieron comprobar que las razas de gato doméstico tenían unas variantes distintas de las que presentan sus “primos” salvajes.
Otros cambios que también han podido contrastar son secuencias relacionadas con la memoria y con la búsqueda de recompensas. Explicar el cambio en la memoria es sencillo: un animal doméstico debe saber cuál es su hogar. No sólo físico, si no también quiénes lo forman. Y para ello hace falta escoger a los que tengan mejor memoria.
La búsqueda de recompensas se relaciona más con el cómo se domesticaron que cualquier otro factor. Cualquier animal doméstico supone una “competencia”, un “consumo de recursos”. Hay que darle de comer, guardarle un espacio...
En el caso de los gatos se justifica de manera muy sencilla: los roedores. Los felinos domésticos acaban con ellos, protegiendo nuestras despensas de visitantes indeseados. Pero para que la relación funcione, los gatos deben recibir un beneficio extra. Un premio, vaya. Que si no se escoge a los individuos que se presten a ello, no servirá de nada.
Estos son sólo algunos de los factores que explican el cómo se domesticaron, y qué consecuencias tiene. El cuándo había que confirmarlo, se tenían datos aproximados pero hacía falta afianzarlos. Ocurrió hace 9.000 años, relativamente reciente si lo comparamos por ejemplo con los perros – 30.000 años con nosotros.
Pero no hay que llamarse a engaño. Tal y como explican los investigadores, los gatos sólo están semi-domesticados. Un carnívoro solitario no pasa a ser completamente dócil en, relativamente, tan poco tiempo. Lo que explica su carácter independiente, algo que también hemos favorecido.