La pionera y estrella del llamado “zero waste” [cero desperdicio] es Bea Johnson,
quien junto con su esposo y dos hijos no ha producido prácticamente ni
un kilo de basura desde 2006. Su obsesión ha servido de mucho. En
Estados Unidos cada vez hay más personas que, aunque no lo lleven al
extremo de Bea, siguen su ejemplo para reducir la cantidad de basura que
producen al día. Pero una mujer en Nueva York logró imitar perfecto su
modelo y ahora vive una realidad completamente distante de la de todos
nosotros, y tiene sólo 23 años.
Aunque lo primero que viene a la mente es quizá que es una hippie o una mentirosa, es en realidad todo lo contrario. Lauren,
quien trabajaba como gerente de sustentabilidad para el Departamento de
Protección Ambiental de Nueva York, comenzó a hacer el cambio hace 3
años. Se dio cuenta de que su vida era absolutamente incongruente con lo
que profesaba y defendía en su trabajo. Su refrigerador, dice, estaba
repleto de alimentos empacados de una u otra manera en plástico (como el
de la mayoría de nosotros), y decidió dejar el plástico y aprender a
hacer todos los productos en casa.
Ello incluyó pasta de dientes, productos de limpieza y de belleza,
etc., todo lo cual se puede aprender a hacer en línea. Los pasos que
siguió para reducir su huella en el mundo fuera de su casa fueron, a
grandes rasgos, los siguientes:
- Dejar de pedir popote cuando tomas algo en un establecimiento.
- Dejar de pedir recibos con tus compras.
- Llevar tus propias bolsas y frascos al supermercado.
- Comprar productos en mercados (llevando tus propias bolsas de tela).
- Dejar de comprar ropa nueva y comprar usada.
- Regalar o vender la ropa y utensilios que no usas.
Los beneficios, cuenta, fueron los siguientes:
1. Ahorro de dinero
Comprar sólo lo que realmente necesitas y
comprar a granel significa no pagar extra por el empaquetamiento. No
comprar ropa nueva y comprarla usada tiene descuentos enormes.
2. Mejor alimentación
Al comprar productos no empaquetados, las opciones son mucho más nutritivas.
3. Ser más congruente (y por lo tanto feliz)
Una semana típica en un estilo de vida zero waste
es ir a la tienda (o mercado) una vez por semana y dedicar algunas
horas para preparar todo lo que consumirás esa semana. Te sientes mucho
más ligero porque sabes que tu huella en el mundo es lo más limpia
posible. Haces un relevante contrapeso por vivir en una ciudad que ya de
por sí contamina con el solo hecho de que la recorras.
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