Ya están aquí, una vez más, las fiestas navideñas.
Unos días para sacar del armario, cajas llenas de figuritas de belén,
luces de colores, espumillón y bolas navideñas, panderetas y
villancicos, junto con la alegría, buenos deseos, amabilidad,
generosidad y solidaridad: lo mejor que guarda el corazón de cada uno.
En estos días, aunque pocos en el calendario, quitamos el enfoque en desavenencias y problemas y prestamos atención a lo bello, divertido, armonioso y pacífico. Y funciona. Las familias se reúnen en torno a la mesa, en las calles la música es alegre y todo está iluminado y brilla.
¡Que buen momento para un re-nacimiento, una
renovación! Si funciona unos días, puede funcionar una quincena más, un
mes más, todo el año. La luz, el brillo, la alegría está en nuestro interior y es solo una decisión consciente el expresarla. Lo bueno, bonito, divertido, generoso, siempre está presente, al lado de lo que es feo,
horrible, egoísta y violento. Todo está, en el interior, con nuestra manera de pensar y creer y en el exterior, reflejo de nuestra actitud.
Es cuestión de elegir donde mirar,
que atender, a que prestar oídos, que defender, a favor de que estar.
Vaciar nuestro corazón de todas las emociones positivas, acogedoras y
pacíficas que guíen nuestros comportamientos y acciones para el amor, la
paz y el bien de todos y que lo reciba otro corazón: nos volverá
multiplicado.
Este espíritu navideño es cuestión de nuestro compromiso y actitud,
por lo que nada externo le puede afectar, salvo que así lo decidamos.
Al contrario, sus efectos suavizan y alivian las crisis, desesperanza,
angustia y malestar.
¿Por qué limitarnos a unos cuantos días de calendario, si no tiene fecha de caducidad?
Que el maravilloso ser de amor, bondad y paz que eres, nazca y se renueve cada día de tu vida.
Feliz Navidad.
Ana Novo
Rosa