El “Mindfulness” y la meditación
El arte del “mindfulness”, muy de moda en los últimos tiempos, nos ayuda a relajarnos pero también a enfocarnos en las cosas que realmente deberían importarnos. Por ello, muchas personas creen que se trata de una técnica de meditación, donde tenemos que sentarnos en posición de loto (con las piernas entrecruzadas), cerrar los ojos y dejar la mente en blanco.
Sin embargo, el “mindfulness” es mucho más que ésto. Pero antes de comenzar a desmenuzar este concepto, quizás sería bueno que sepamos bien qué es la meditación, para luego comprender en qué se diferencia una técnica de la otra.
Pues bien, la meditación es una práctica que busca lograr un estado de relajación total, no pensar en nada en particular, concentrarnos en nuestra respiración, el silencio y los latidos del corazón. Existen otros tipos de meditación, como por ejemplo los que se centran en lo religioso o hasta en la salud (física, emocional y mental). La meditación que más se acerca al “Mindfulness” es la que se centra en la auto aceptación y la conciencia plena.
Dicho esto sobre la meditación (aunque es verdad que se necesitan más que algunas líneas para tener una idea más concreta de esta técnica ancestral), hablemos del “Mindfulness”.
El objetivo de esta técnica es lograr un profundo estado de conciencia y para ello implementa diferentes ejercicios. En primer lugar, tenemos que relajarnos y no elaborar juicios sobre las sensaciones, los pensamientos o sentimientos que experimentamos. El momento que importa es el presente y nada más. De esta manera, podremos replantearnos ciertos patrones (cosas que hacemos sin darnos cuenta) y ordenar lo que está sin orden en nuestras vidas.
De la misma forma que ocurre con un deporte o actividad física, el cerebro es un músculo que necesita ser entrenado gradualmente, esto quiere decir que no podemos pretender en un sólo día conseguir grandes resultados. Estos beneficios solamente se alcanzan con la práctica regular y sistemática. Es una inversión a medio plazo en tu vida que merece la pena.
Para empezar, los mejor son sesiones de Mindfulness de diez minutos y luego ir aumentando el tiempo. Así, lograremos construir diferentes estadios mentales, como si fueran peldaños de una escalera a la que debemos ir subiendo paso a paso.
Según los expertos en Mindfulness, para practicar esta técnica se necesita estar en un ambiente similar al que se precisa para hacer meditación (de allí reside el hecho de que muchas personas confunden ambas disciplinas). El lugar “perfecto” para lograr una consciencia total es una sala o habitación silenciosa, con luz tenue y una temperatura que oscile entre los 18 y los 25°C.
Igualmente, no podemos ponernos tan exquisitos y exigentes, con que estemos cómodos, es suficiente, al menos para comenzar. Todo dependerá de nuestros gustos, ya que hay personas que eligen practicarlo en un parque, otros en el patio de su casa, algunos en su dormitorio o hasta en la oficina.
Una vez elegido el sitio. Ahora, ¿Qué hacemos? Nos sentamos en el piso con algunos cojines. Puede ser o no en la posición de loto, ya que a algunos les molesta o cansa estar así varios minutos. Si no vas a quedarte dormido, también puedes acostarte en el suelo o en una colchoneta. Lo importante es que la columna esté recta y los brazos y piernas relajados.
El siguiente paso es concentrarnos en la respiración, se aconseja mantener los ojos cerrados para tener una percepción más profunda y no perder la concentración fijando la mirada en los objetos de la habitación. Presta atención a cómo ingresa el aire en tus pulmones, como nutre de oxígeno todo tu cuerpo y como sale, llevándose con él todo lo malo y negativo.
Una vez que hayamos dominado bien esa técnica (quizás al principio sea lo único que realices cada sesión), es momento de los ejercicios más avanzados del Mindfulness.
“Dejar la mente en blanco” puede ser muy difícil pero también necesario. Mantén una actitud mental neutra, es decir, sin pensar en nada en concreto y dejando que los pensamientos se vayan como llegaron, como si fueran nubes en el cielo, que se mueven por la acción del viento. No juzguemos las “jugadas” del cerebro para que estemos alerta, simplemente dejemos pasar lo que nos ofrece.
Pero, ¿Para qué sirve entonces el “Mindfulness”? Para aliviar los síntomas de la depresión y la ansiedad, para mejorar la memoria y la concentración, para curarnos de enfermedades y para sacar todo el provecho a nuestra inteligencia. ¡Vale la pena intentarlo! Con sólo diez minutos al día, tendrás una conciencia plena de lo que ocurre a tu alrededor.
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