5 pasos para cambiar tu personalidad
La gente no cambia su forma de ser. O, ¿Sí lo hace?
Durante mucho tiempo, se ha creído que la personalidad no se podía cambiar, o que si se podía cambiar solo se podía hacer en los primeros años de vida. Sin embargo, la propia realidad se ha encargado de demostrar que esto no es cierto.
Seguro que conoces a alguien – si no lo has experimentado tú mismo- que ha cambiado de manera drástica su forma de ser. A veces por el propio paso del tiempo, a veces porque ha vivido un acontecimiento que ha calado profundamente en su vida y otras veces porque simplemente no le gustaba como era y ha apostado por el cambio.
Así, la personalidad ha sido un campo de estudio muy importante dentro de la psicología; no en vano, en torno a la personalidad se han construido muchos modelos. La mayoría de éstos están formados por dimensiones, o dicho de otra manera, por escalas en las que todos nos situamos.
Hablando en términos sencillos, los expertos en Psicología de la Personalidad han dedicado grandes esfuerzos a intentar encontrar “una tabla periódica” de la personalidad. Es decir, han intentado encontrar una serie de dimensiones sencillas mediante las cuales pudieran componer la personalidad de cada uno de nosotros.
Pero, por fortuna o desgracia este trabajo no ha resultado tan sencillo como con la materia y lo que ha sucedido es que en la actualidad no contamos con una única tabla periódica, sino con muchas.
¿Cuál es la buena?
Ninguna, o dicho de otra forma, si han sobrevivido varias es que ninguna nos termina de convencer a todos. Así, como es imposible describir en un solo artículo todas las teorías que hay os vamos a contar dos de las que han sido más relevantes.
En primer lugar, podemos hablar de la Teoría de Eysenck. Este psicólogo afirma que podemos describir la personalidad de cada uno de nosotros en tres dimensiones: psicoticismo frente a control de los impulsos, extraversión frente a intraversión y neuroticismo frente a estabilidad.
Otro de los grandes modelos, que tomó fuerza en la década de los 90, es el que considera que nuestra personalidad está dividida en cinco grandes rasgos:
- Apertura a la experiencia o apertura al cambio. Los elementos que conforman el extremo que da nombre a la dimensión son: la imaginación activa, la sensibilidad estética, la atención a las vivencias internas, gusto por la variedad, curiosidad intelectual e independencia de juicio.
- Escrupulosidad o responsabilidad. Esta dimensión tiene sus bases en el auto-control, no sólo de impulsos sino que también en la planificación, organización y ejecución de tareas.
- Extraversión e introversión: la persona extravertida se caracteriza por la alta sociabilidad, tendencia a la compañía de otros, atrevimiento en situaciones sociales y por manifestar una tendencia a evitar la soledad. Por el contrario, la persona introvertida se caracteriza por disfrutar de la soledad, preferir las actividades individuales, no comunicar más allá de lo imprescindible y tener una gran parte de su mundo interior reservada para ellos.
- Amabilidad. En su lado más positivo, hablamos de una persona que es: altruista, considerado, confiado y solidario. En su polo opuesto, hablaríamos de una persona escéptica, ruda, egocéntrica y competitiva. La amabilidad está muy relacionada con la sensibilidad y la empatía.
- Neuroticismo. La persona neurótica es la eterna preocupada, imperfeccionista y focalizadora de su atención mental. Suelen vivir en una contínua angustia porque sienten satisfacción en pocos momentos.
La noción de la personalidad como algo inmutable ha hecho que no se planteara la posibilidad de intervenir sobre ella durante décadas. Por ejemplo, las personas diagnosticadas con trastornos de la personalidad, se han sentido condenados a una vida de malestar. Los hemos condenado, encerrándolos en lugares apartados como si hubieran muerto en vida o hemos practicado sobre ellos algunas intervenciones que ahora nos ponen los pelos de punta.
Afortunadamente, la realidad es cabezota y en este caso ha terminado por imponerse y afortunadamente, acompañando a este cambio en la manera de ver la personalidad, estamos empezando a crear pautas y terapias para poder intervenir sobre ella.
Pero, cuidado, no nos engañemos, la personalidad se puede cambiar pero también es una de las tareas más complicadas porque si miramos durante un momento nuestra vida veremos que la tenemos diseñada para intentar sentirnos lo más a gusto posible. Todos los días llevamos a cabo hábitos que concuerdan con nuestra personalidad.
¿Cuáles son los cinco factores esenciales para cambiar tu personalidad?
Vamos con ellos:
- Creer que es posible cambiar. Si piensas que es imposible, entonces será imposible para ti.
- Ver y ser dueño del problema. Debes querer cambiar.
- Estar dispuesto a hacer el trabajo durante un período prolongado.
- Ser capaz de imaginarse a sí mismo de ser diferente.
- Ser capaz de seguir intentando a pesar de los fracasos y contratiempos.
Aunque el cambio no es fácil de hacer, el proceso en sí es, en realidad, sorprendentemente sencillo. Éstos son los cinco pasos a seguir para cambiar una parte de tu personalidad:
- Identificar un rasgo de la personalidad específica y, concretamente, cómo quieres que sea diferente.
- Tomar conciencia de cualquier ambivalencia que tiene sobre el cambio, y desarrollar un plan para su gestión.
- Visualízate siendo la nueva forma, vívidamente y con frecuencia.
- Si te falta una habilidad necesaria, comenzar a aprenderla.
- Estate atento a las oportunidades de ser diferente, y utilizar cada una para practicar el nuevo rasgo.
Si quieres cambiar, adelante. Usa estas pautas y ponte en camino. No solo puedes intentar hacer que tu vida se parezca lo más posible a aquella que quieres sino que tú mismo puedes construirte para intentar parecerte a aquella persona que quieres.
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