Neurocientífica describe cómo fumar DMT cambió su forma de ver el mundo
La doctora Michele Ross narra su experiencia fumando DMT y la transformación subsecuente
No hay duda de que la ciencia cada vez está más abierta a experimentar con psicodélicos –aunque las regulaciones siguen haciéndolo difícil. Esta apertura se explica claramente porque los pocos estudios que se tienen y sobre todo la gran cantidad de experiencias personales muestran que sustancias psicodélicas como el DMT, el LSD, el MDMA y la psilocibina, entre otras, son seguras y tienen numerosas aplicaciones terapéuticas y medicinales. Poco a poco estamos viviendo un renacimiento de la medicina psicodélica; y esto, en buena medida, es el resultado de las vivencias transformativas de todo tipo de personas que experimentan con psicodélicos.
Tal es el caso de la neurocientífica Michele Ross, quien en esta entrevista relata su experiencia fumando DMT. La experiencia de Ross no tiene la misma intensidad lírica de las famosas experiencias psiconáuticas de Terence McKenna, pero, desde su mente científica, nos acerca al misterio del DMT y su inusitada facilidad para producir experiencias espirituales en personas que no tienen creencias espirituales. Seguramente muchos científicos han tenido experiencias con psicodélicos (como es el caso de Francis Crick, el descubridor de la doble hélice del ADN o Carl Sagan con la marihuana), pero hasta la fecha sigue siendo tabú entre la comunidad científica salir del clóset y revelar este otro tipo de experimentación. Relata Ross:
Después de fumar empecé a ver formas geométricas, un túnel inicial de geometría sagrada, un screensaver cósmico –no parecía tener sentido pero era muy hermoso–, sentí que mis neuronas estaban disparando en un patrón hermoso que nunca iba a disparar otra vez… luego empezó a cambiar como en una caricatura, vi unos gatos comiendo helados, muy raro… lo que estaba viendo parecía un mundo en 4D en el que el espacio y el tiempo se doblaban, sentía que caía a un agujero negro, cayendo, cayendo y luego sentí que estaba flotando en un mundo luminoso diamantino, como el cielo, con entidades influyentes, con personas que me querían, extrañamente emocional y abstracto y luego era un lugar como en la Última Cena y no soy religiosa pero me dio la impresión de haber estado en el cielo. Caí y de manera extraña entré al cielo. Y luego mis amigos me dijeron que habían tenido muchas experiencias similares de “cruzar al otro lado”. Me preguntaba por qué mi cerebro me llevó a un lugar espiritual, cuando yo no tengo esto. Todo esto sucedió en 6 minutos pero pareció horas…
En otros viajes sentí que me levantaban unas personas muy altas que están encima de la Tierra, no sé que sean, si son dioses o algo así y tenían un ojo inmenso y me dejaban ver a través de su ojo y me hacían saber que no importa lo que pase, todo está bien y hay alguien cuidándome.
El viaje de Ross recuerda a la experiencia cercana a la muerte del médico de la Universidad de Harvard, Eben Alexander, quien a partir de una experiencia cercana a la muerte se atrevió a publicar un libro en el que sostiene que su experiencia le brinda la seguridad de la existencia del cielo y de la vida después de la muerte. Una aseveración por la cual ha sido duramente criticado, pero que de cualquier manera, para su mente y su percepción es real.
Más allá de la difícil cuestión de si los mundos a los que viajamos durante experiencias cercanas a la muerte o a través de psicodélicos son reales y autónomos y no son sólo la fabricación de nuestra mente en un estado alterado y alucinatorio, lo que parece ser algo con lo que ciertamente se puede trabajar en este plano es el gran potencial de transformación y de otorgar significado a la vida que tienen los psicodélicos. Más allá de lo numinoso, lo terapéutico (para lo cual es importante que se regulen y se puedan utilizar de manera controlada bajo la supervisión de especialistas). Dice Ross: “Antes trabajaba sólo por la data y encontrar resultados y publicar; ahora lo que quiero es ayudar a las personas”.
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