Cuando un valor humano como la libertad, se pierde, el camino para llegar a ella de nuevo, es largo y difícil, lo que a veces hace a algunos detenerse.
Una sociedad que disfruta del derecho a la libertad, necesita personas preparadas para vivir en libertad: necesita personas libres. Por tanto, lo principal no es pensar en la libertad que nos "dan o nos quitan", sino en la libertad que tenemos como hijos de Dios y en nuestra capacidad para usarla.
¡Ah!, ya esto es más difícil, porque de la falta de esta libertad no podemos culpar a nadie. Es nuestra responsabilidad hacer un uso adecuado de esta libertad que nadie puede arrebatarnos. Cuando se habla de esta libertad, se habla de actitudes que demuestren un espíritu libre.
Esta libertad implica lucha constante por la verdad, por la justicia, que son los pilares de una libertad real. Quien finge o miente, se ata. "La verdad os hará libres" (Jn.8-32). Para tener esta libertad hace falta independencia. No se trata de vivir aislado del mundo ni ajeno a la realidad. Se trata de vivir en interrelación, sin dependencia. No es libre quien depende de alguien o de algo para pensar, para actuar, para vivir. No es libre quien no puede vivir sin el cigarro, el alcohol o las drogas. No es libre quien tiene complejos o prejuicios. No es libre quien es presa de la envidia, de la hipocresía, del egoísmo, del interés o del rencor. Con dependencia no hay libertad.
No podremos ser libres sin bríos. Si mantenemos una actitud apática, desanimada, no estaremos luchando. Hay que tener mucha fuerza para ser libres. ¿De dónde sacarla? Solamente hay que convencerse de que puede llegarse al final. La fuerza nacerá de la esperanza.
Si queremos ser libres, no podremos evitar el enfrentamiento. Si esgrimimos siempre la verdad, tendremos que enfrentarnos a la negación de ésta. Debemos tener claro que hay que enfrentarse abiertamente a la mentira, a la maldad; lo cual no significa enfrentarse a las personas que mienten o actúan con malicia.
Nos sentiremos más libres en la medida en que nos sintamos más seguros y para sentirnos seguros es necesario que reflexionemos, que pensemos con profundidad y no actuemos o hablemos "a la ligera". Si reflexionamos bien, podremos fundamentar nuestros actos y expresiones (aunque estos puedan ser equivocados).
Debemos recordar que no llegaremos al final del camino sin tenacidad. Hay que poner todo empeño en conseguir nuestra liberación.
Es fundamental ser tenaces, no dejarnos vencer por el desaliento o el pesimismo y estar listos para, en cualquier momento volver a empezar. Si creemos que un paso es poco, jamás daremos dos.
El cobarde no se libera. Para ser libres se necesita audacia. Hay que atreverse, hay que arriesgarse, puesto que ser libre implica ser diferente al resto del mundo. Toda persona que piense y actúe libremente, se arriesga y para afrontar el riesgo, se necesita valor.
Por último debemos saber que por el camino no vamos solos. Dios creó al hombre para que fuera libre. Si reconocemos esto y nos dejamos acompañar por Él, que se hizo hombre para liberarnos, viviremos con esa mística, que nos impedirá caer en el conformismo y la resignación. Con Él alcanzaremos a comprender el verdadero sentido de la libertad. Caminando en su presencia, refrenaremos los ímpetus de una libertad sin límites, que no respete la libertad del otro o que perjudique el bien común.
Si nos fijamos, la palabra libertad, nos da las claves para conseguirlas:
Lucha
Independencia
Bríos
Enfrentamiento
Reflexión
Tenacidad
Audacia
Dios
Es importante que comprendamos que en la misma medida en que se expanda nuestra libertad individual, se irá ampliando forzosamente el espacio para desarrollarla. Cada persona libre empujará, aunque sólo sea un centímetro, los muros que la encierran. Si usted no es libre, no sabrá qué hacer con libertad. Pero cada vez que usted sea mas libre, será una vez menos que podrá vivir sin libertad. Y tendrá que luchar por ella.
María C. Gálvez Chiú
Rosa