Me comprometí contigo, no con tu familia
“Todas las familias felices se parecen entre sí;
las infelices son desgraciadas en su propia manera”.
León Tostói
Uno puede elegir a la persona con la que pasar el resto de su vida, pero no a las personas que la acompañan. Los familiares y amigos de la pareja pueden llegar a ser un problema en la vida de pareja, pudiendo llegar a a causar la ruptura.
Una frase que justifica las malas relaciones o la distancia que se crea con los parientes políticos es “yo no me comprometí con tu familia, sino contigo”. Sin embargo, debemos saber que cuando nos comprometemos con alguien también lo hacemos con el mundo que le rodea. No estamos obligados a congeniar con las personas de ese mundo, pero sí a tratar de mantener una relación cordial.
Por otro lado, que nos llevemos mal o bien depende de varios factores, porque cada familia es un mundo. Una cosa es vivir a cientos de kilómetros de los suegros y cuñados y algo muy diferente es compartir la misma casa o estar a dos mazanas de distancia.
Las mujeres suelen establecer un vínculo más estrecho con la familia del esposo (en términos generales), este vínculo puede ser una gran fuente de felicidad cuando es compartido y cuidado pero, por otro lado, la cercanía también aumenta la probabilidad de que se produzcan roces.
La peor situación a la que nos podemos enfrentar en este sentido se produce cunado una de las partes, bien sea la pareja o la familia, presiona a la persona para que elija entre uno de los dos “bandos” que han formado. No nos atrevemos a dar una solución única para este conflicto ya que requiere un análisis profundo de cada situación pero sí podemos decri algunas cosas.
Aún, después de este momento crítico las cosas se pueden reconducir. No es extraño que las personas que plantean la elección lo hagan como un órdago, como una forma de demandar más atención o de ganar un poco de espacio frente a la otra parte. Si lo consiguen, van a retirar su demanda sin mayores complicaciones.
Por otro lado, cuando hay sobre la mesa una elección de este tipo suele haber detrás un largo camino de disputas que no se ha sabido reconducir a tiempo. Como hemos dicho antes, se pueden dar mil situaciones y la que voy a describir ahora igual no es la tuya, pero sí es de las más comunes. En muchas parejas, aún cuando las dos personas que las forman han alcanzado la mayoría de edad, alguno o varios de los progenitores siguen pensando que su hijo o hija es un dulce retoño indefenso ante un mundo lleno de peligros.
Así, no dudan en pretender seguir cuidando de ellos de una manera sobre-protectora, controladora y en algunos casos hasta dictatorial. Es complicado que la pareja de la persona que tiene un progenitor así se sienta cómoda. Imaginen que planean sus vacaciones e informan a sus respectivos padres y que además alguno de estos se opone al plan que han hecho, lo manifiesta abiertamente y trata de sabotearlo utilizando estrategias psicológicas poco nobles (Ej: el chantaje emocional).
De todas formas, un padre o una madre entrometidos no suelen tener mucho efecto a menos que el hijo o la hija lo consienta. Normalmente, cuando se dan los problemas serios es cuando progenitores e hijos no han madurado. Así, uno quiere proteger y otro ser protegido. De otra forma, serán los hijos los que pongan distancia con sus padres cuando se dan cuenta de que, aunque con buenas intenciones, se están entrometiendo en su felicidad.
Por otro lado, creer que una mala relación con la familia política es siempre culpa de la familia política que no ejerce bien su papel sería faltar a la verdad. Hay otros muchos casos en los que la personas que no hace bien la cosas es la pareja. Un situación habitual, habitual en este sentido, suele producirse cuando hay hijos pequeños de por medio y no quiere que compartan tiempo con su familia política sin una razón justificada. O cuando hay fiestas señaladas y la persona utiliza estrategias psicológicas poco nobles para que siempre se celebren con su familia.
¿Es posible llevarse bien con la familia política?
Salvo en raras excepciones, la respuesta es que sí. No hay un motivo a priori que te impida llevarte mal con tu familia política o con la persona que tu ser querido ha elegido para que forme parte de tu familia. Ahora, bien es verdad, como hemos dicho antes, que hay personas que lo ponen más difíciles que otras.
Para simplificar, vamos a ponernos en el lado de una chica joven que lleva con su novio ya un tiempo y juntos han decidido que es el momento de empezar a hacer las presentaciones familiares. Lo cierto es que esta situación suele causar tensión las primeras veces que se produce porque las personas que participan de ella asumen que están ante un contexto de evaluación.
Ésta interpretación del contexto puede desaparecer y con ella la ansiedad o puede permanecer. Hay chicos que han compartido ya bastantes veces mesa y mantel con sus “suegros” y aún siguen temiendo que en cualquier momento el padre de su pareja saque la escopeta a paseo. Entiéndase esto como un pequeño chiste, pero también como un retrato de lo que a veces sucede a menor escala.
Si esta sensación nunca desaparece es muy complicado que haya una buena relación entre pareja y “suegros” ya que a nadie le gusta estar continuamente en un contexto en el que se siente evaluado. En esta situación la mayoría de nuestros comportamientos son artificiales y no nos sentimos nosotros mismos. Además, en un marco como éste es muy fifícil la comunicación sincera y abierta, fundamental para resolver un conflicto.
Así, una relación tensa sin motivos de enfrentamiento se sostiene, pero con motivos de enfrentamiento es muy complicado que se mantenga porque no se han creado los canales de comunicación adecuados para resolverlo. Lo que suele suceder, si la situación no se vuelve dramática, es que las dos partes terminan apuntando el enfrentamiento en su lista de cosas pendientes por si alguna vez hay que afrontar una batalla en la que luchar por la persona que se quiere.
En situaciones como esta, la persona que está en el medio tiene un papel realmente desagradable. Por uno y otro lado tiene que escuchar cosas de personas a las que quiere que no le gustan y que la entristecen. Aún así, que la situación mejore o empeore va a depender mucho de sus habilidades sociales, de su capacidad para ser un buen canal comunicativo cuando su pareja y su familia política no lo han creado.
Esta respuesta sólo la tendrás tu dependiendo de la situación en particular. Debes recordar que es muy importante mantener una buena relación con la familia del esposo/a, desde antes de dar el si en el altar o firmar la libreta en el registro civil.
No se trata de una obligación, de poner una linda cara cada vez que van a comer a casa o de odiarlos en secreto, sino de aprender a aceptar que esas personas estaban en la vida de tu pareja desde hace mucho tiempo, seguramente antes de que tú la conozcas.
Para poder responder a la pregunta de si es posible o no llevarse bien con la familia política, quizás sería bueno que te pongas en “la vereda contraria”. Esto quiere decir, ¿te gustaría que tu pareja te haga elegir entre tu familia o él/ella? ¿Cómo quisieras que fueran los domingos familiares, los festejos de cumpleaños o las fiestas de diciembre? ¿Qué pasaría si tu esposo/a te dice que no soporta a tus padres?
Es bueno ser objetivos y asumir que todos tenemos cualidades y defectos. No podemos pretender que los demás cambien si nosotros no lo hacemos primero. Entonces, si la familia de tu pareja no es la “ideal”, aprende a identificar aquellas cosas que son positivas (todos tenemos algo que destacar).
Además, si realmente amas a tu esposo/a tal vez deberías saber que aceptaste estar con él/ella el resto de tu vida más allá de las adversidades. Claro, porque una familia política entrometida o muy presente puede incluirse dentro del grupo de “problemas a sortear en pareja” y que los ayudará a reforzar los vínculos entre ustedes.
¿Qué cosas puedo hacer para llevarme mejor con mi familia política?
¿Podemos aceptar a la familia de nuestra pareja hasta tal punto que parezca que nos hemos casado también con ellos? Los extremos nunca son buenos. Ni que estén presentes hasta en nuestra alcoba ni tampoco que no los veamos nunca. Más allá del afecto que tengas por ellos, la pareja debe estar lo suficientemente “impermeabilizada” para no dejar que terceras personas se entrometan en las decisiones y la vida de pareja.
Sin embargo, existen algunos consejos para que puedas llevarte bien con ellos y que no todo sea una batalla campal, una discusión, o un silencio tenso así como tampoco una mala tarde o noche:
En primer lugar deberías establecer ciertos límites. Saber qué es lo que puedes aceptar y lo que no cuando visitas a la familia de tu pareja o ellos van a tu casa. Deja claro desde el principio cuáles son esas barreras infranqueables. ¿Con quién hablarás sobre este tema? Con tu esposo/a, por supuesto. Puede que tengas la suficiente confianza como para charlar directamente con las personas implicadas, pero eso no siempre es una buena idea. Algunos pueden ser bastante susceptibles y generar problemas adicionales. Ten cuidado.
No pongas a tu pareja “entre la espada y la pared”, obligándolo a decidir entre su familia o tú. Todos tenemos derecho a mantener nuestros vínculos. Además, los padres son los padres y eso no se cambia por nada. Si la situación e vuelve insostenible no compartáis tiempo juntos pero no obligues a tu pareja a renunciar a ellos salvo que le estén haciendo daño a ella.
Otra manera para llevarse bien con la familia política es pensar en quién tenemos al lado, no en nosotros mismos todo el tiempo. Esto quiere decir, que si tienes que ir a comer con tus suegros, hazlo por la felicidad de tu pareja. Será un detalle que probablemente valorará.
Intenta ser tú mismo. No seas alguien artificial en la medida de lo posible. Tus “suegros” no dejan de ser personas con intereses, necesidades y muchas ganas de que a su hija/o le suceda lo mejor. Si eres tú mismo probablemente tu pareja te reconocerá más en los momentos que pases con tu familia política y desprenderá una mayor sensación de felicidad. Si habitualmente eres una persona alegre y en ese momento eres la más amargada del planeta, es complicado que tu pareja te reconozca como la persona de la que está enamorado y por extensión, que se lo trasmita a sus padres.
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