Pasa el viento en silencio. ¿Puede callar el viento? No, que arrastra rumores; no es el viento, es la brisa; el viento es carcajada, no sabe de sonrisa; ésta es muda, es el ángel del enternecimiento.
Si una mano invisible te roza la mejilla, si ves las hojas verdes del álamo temblar, y si el rizo del agua se te acerca a la orilla, alguien, no ya la brisa, te quiere sondear.
Brevería Nº 1951
Ángel y fiera
Se me acercó al umbral del alma, blanda como el desmayo de una virgen, llena de hambres horizontales, su melena, tropel de alondras que clamor desbanda.
Toda ofrenda, sin prisa, sin demanda, provocativa y a la vez serena; su voz, sensual zumbido de colmena, y en sus ojos la miel. En la baranda
de los míos quedóse, tan vibrante, tan plácida, tan densa…, tan amante, como esperando un signo sugerente.
Y lo vio. No sé cuál, ni en qué manera; me besó, la besé, y ángel y fiera triunfó en mi piel y me absorbió la mente.