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EL ISLAM
El Islam es una religión monoteísta abrahámica cuyo dogma se basa en el Corán, escritura revelada por Alá (El Dios) a Mahoma a través del ángel Gabriel. Surgió en el año 622 en La Meca, actual Arabia Saudita. Según el Vaticano, el Islam es la religión más extendida del mundo con aproximadamente 1.200 millones de creyentes que superan el número de católicos apostólicos, pero en realidad es la segunda religión si se toma en cuenta la totalidad de las ramas del Cristianismo.
Islam proviene de la raíz árabe trilítera “s l m” que deriva del verbo aslama que significa rendirse, entregarse, someterse. Entonces, Islam significa entrega, completa sumisión a Dios. Muchos asocian a esta raíz palabras tales como "salám" (paz) y "sálim" (salvo, sano). Según esta corriente, el Islam significa la entrega a Dios que produce paz y seguridad.
Los seguidores del islam se denominan musulmanes (del árabe muslim, 'que se somete'). En occidente también usan el término mahometismo para el Islam (por Mahoma, su profeta), pero esto para los musulmanes no solo es erróneo sino ofensivo, dado que Mahoma no creó la religión sino que fue el portavoz de Dios. Al igual que el judaísmo y el cristianismo, el Islam es una religión semita. El origen de este término se remite al origen de la creación común a los tres credos: el primer hombre fue Adán, cuyos descendientes llegaron hasta Noé, que tenía un hijo llamado Sem. Semita significa “descendiente de Sem”, el hijo de Noé. Los descendientes de Sem llegaron hasta Abraham, por tal motivo es una religión abrahámica.
De hecho, Mahoma no pretendía establecer un nuevo credo, sino reafirmar la religión de Abraham en un contexto de amoralidad y violencia reinante en Arabia, que profesaba un politeísmo animista.
“La religión de Dios es el Islam” (Corán, 3:17) indica que la religión es someterse a la voluntad divina. En este sentido el Islam se parece al cristianismo: Jesús no quería formar una nueva religión, sino purificar y afianzar la existente. Así como el cristianismo surgió a partir del reconocimiento de Jesús como mesías en contraste con los que lo rechazaban como tal, el islam se surgió a partir del reconocimiento del Corán como escritura sagrada, y a Mahoma como profeta.
Los profetas
Con respecto a los profetas, el Islam acepta principalmente –pero no de forma exclusiva- a los post-diluvianos: Abraham, Moisés, Salomón y Jesús. Mahoma es el último de los profetas enviados por Dios, por eso es llamado el sello de los profetas: después de él no habrá ninguno.
El Islam no acepta la divinidad de Jesús pero lo reconoce como un profeta auténtico. También cree en la virginidad de María, por eso Jesús es considerado, junto con Adán, como una creación directa de Dios. Esto no implica que los musulmanes crean que Jesús es Su hijo, o que tenga atributos divinos. Dios es infinito, sin forma e irrepresentable: cualquier intento de unir lo humano y lo divino —como la noción de un Dios-Padre, un Hijo-Dios o un Hombre-Dios— es rechazada por antropomórfica. Aun así, el Corán reprocha a los judíos que lo condenaron: “Los judíos imaginaron artificios contra Jesús. Dios los imaginó contra ellos y, en verdad, Dios es el más hábil” (3: 47).
VIDA DE MAHOMA
Mahoma fue pastor, caravanero, exilado, soldado, legislador, gobernante, profeta-predicador y místico. Quedó huérfano a temprana edad, estuvo muchos años casado con una mujer mayor que él, fue viudo y por último, el marido de muchas mujeres, algunas mucho más jóvenes que él. Todos los papeles los cumplió de forma ejemplar y por esta razón Mahoma es admirado, respetado y amado por los musulmanes. Cada vez que dicen su nombre agregan: “la paz y las bendiciones sean con él”. Aun así, nunca lo confunden con la base terrenal de su fe, lugar reservado al Corán, escrituras sagradas reveladas a Mahoma y el único milagro de importancia relacionado con el profeta, que era iletrado.
Infancia y juventud
Mahoma (que significa “muy alabado”) nació en la principal tribu de La Meca, la koreish, aproximadamente en el año 560 d. C. Su infancia estuvo atravesada por tragedias: su padre murió antes de que él naciera y su madre cuando tenía seis años. Su abuelo lo cuidó hasta sus ocho años, y cuando murió lo adoptó un tío. Su nueva familia lo recibió con amor, pero como eran muy pobres lo hicieron trabajar de forma constante, principalmente cuidando el rebaño. Desde chico lo describen como un corazón puro, un ser dulce y gentil y amado por todos. A medida que crecía, comenzaron a llamarlo “El Verdadero”, “El Recto” y “El fidedigno” por su conducta impecable. A Mahoma le disgustaban las repetidas luchas entre las tribus y la vulgaridad y el cinismo reinantes.
Mahoma trabajaba de caravanero cuando conoció, a los 25 años, a Jadiyah, una rica viuda de 40 años, para la cual comenzó a trabajar. Jadiyah estaba tan impresionada por el carácter recto de Mahoma, que terminó casándose con él a pesar de la diferencia de edad. Tras la boda, quince años de preparación pasaron antes de que Mahoma asumiese su ministerio. Esos años los pasó retirándose a una cueva del monte Hira, en las afueras de La Meca.
La noche del Poder
Ramadán era el mes tradicional de retiro; y fue una noche hacia finales de Ramadán cuando Mahoma, a sus cuarenta años, estaba solo en la cueva y vino a él un Ángel en forma de hombre. El Ángel le dijo: "¡Recita!" y él contestó: "No soy un recitador". Después, tal como Mahoma relató, "el Ángel me oprimió en su abrazo, y de nuevo cuando había llegado al límite de mi resistencia me soltó y dijo: "¡Recita!" y yo volví a decir: "No soy un recitador." Entonces, por tercera vez me oprimió como antes; luego me soltó y dijo:
¡Recita en el nombre de tu Señor, el que todo ha creado!
Ha creado al hombre de un coágulo de sangre.
¡Recita! Tu Señor es el más Generoso,
Él, que ha enseñado con la pluma,
ha enseñado al hombre lo que éste no sabía. (Corán, 96: I-3)
Mahoma recitó estas palabras después del Ángel, que entonces lo abandonó, y dijo él: "Fue como si las palabras hubieran sido escritas en mi corazón" (1.1. 153). Mahoma abandonó la cueva, y cuando había recorrido la mitad de la ladera de la montaña escuchó una voz por encima de él, que decía: "¡Oh, Muhammad!, tú eres el mensajero de Dios y yo soy Gabriel". Aterrorizado, Mahoma levantó los ojos hacia el cielo y allí estaba su visitante, todavía reconocible pero ahora claramente como un Ángel, abarcando todo el horizonte, y de nuevo repitió la misma frase. Dondequiera que Mahoma mirase, el norte o el sur, el este o el oeste, el Ángel estaba siempre allí. Finalmente, el Ángel desapareció y el Profeta descendió la ladera y fue a su casa.
Atemorizado y lleno de dudas, Mahoma contó todo a su mujer y le expresó su miedo a estar perdiendo la razón. Jadiyah, que era piadosa y valiente, le brindó consuelo y le aconsejó que confiara en la veracidad de su experiencia. De hecho, se convirtió en su primera seguidora. Para tranquilizar aun más a su marido, fue a consultar a su primo Waraqah, un anciano ciego. “Ciertamente, Muhammad es el profeta de su pueblo, que esté seguro”, le confirmó. Más tarde el propio Mahoma fue a visitar al anciano, que le repitió lo mismo pero esta vez agregó: "Se te llamará mentiroso y serás maltratado, te expulsarán y te harán la guerra, y, si yo vivo para ese día, Dios sabe que apoyaré Su causa". (1.1.153-4)
La reacción a su mensaje
Las revelaciones siguieron, pero Mahoma se negaba a proclamarse como un hombre milagroso: “Dios no me ha enviado para hacer milagros; me ha enviado para predicar. Nunca he dicho que los tesoros de Dios se encontrasen en mis manos, que yo conociera las cosas ocultas o que fuese un ángel. Solo soy un predicador de las palabras de Dios, el portador del mensaje de Dios a la humanidad”.
Sin embargo, su mensaje fue recibido con hostilidad y violencia, tal como lo advirtió el tío de su mujer, principalmente por tres razones:
1) Su absoluto monoteísmo amenazaba las creencias politeístas y los ingresos que recibía La Meca de los peregrinajes a sus 360 templos (uno por cada año lunar)
2) Sus enseñanzas morales exigían poner fin al libertinaje y la violencia a los que se aferraban los ciudadanos.
3) Su contenido social era inconveniente para las prácticas injustas de la época.
Los líderes de La Meca se sentían tan amenazados que estaban decididos a rechazar las enseñanzas de Mahoma. Comenzaron sus ataques a Mahoma y sus seguidores utilizando el ridículo, luego el abuso, la calumnia, las amenazas directas y por último hicieron uso de la violencia física, tirándoles tierra, excrementos y piedras, y una vez apresados les daban azotes y los encarcelaban sin alimentos. Sin embargo, la persecución solo afianzó la fe de sus seguidores, que si bien al principio tuvo pocos (en tres años menos de cuarenta), con el correr del tiempo se fueron sumando creyentes de forma lenta pero sostenida. Al finalizar la década, cientos de familias lo consideraban el auténtico mensajero de Dios.
La emigración victoriosa
Mahoma enfrentaba la crisis más grande de su misión cuando recibió la visita de una delegación de Yatrib, una ciudad a 450 kilómetros al norte de La Meca. Yatrib era víctima de rivalidades internas y necesitaba un líder fuerte como Mahoma. La delegación prometió adorar solamente a Alá y seguir los preceptos del Islam. Cuando Mahoma recibió la señal de Dios de aceptar el cargo, comenzó a preparar el éxodo, y setenta familias lo precedieron. Cuando los líderes de La Meca se enteraron, hicieron todo lo posible para impedir que se fuera de la ciudad, pero Mahoma logró eludir a la guardia.
Era el año 622. La emigración – en árabe Hijra-, es considerada por los musulmanes como el punto de inflexión en la historia, y su calendario comienza en el año en que se produjo. Luego de un tiempo, Yatrib comenzó a ser llamada Medinat al –Nabi, la Ciudad del profeta, y después simplemente Medina, “la ciudad”.
Su nuevo rol
Allí, Mahoma tuvo un rol distinto al que cumplía en La Meca como profeta, porque tuvo que dedicarse a la administración. Se transformó en un gobernante magistral que resolvía situaciones altamente complejas con presteza, justica y piedad. Sin embargo, su humildad seguía intacta: vivía en una casa de barro, ordeñaba sus propias cabras y atendía día y noche a los más necesitados. Los medinenses lo amaban y obedecían por igual porque poseía, en palabras de un biógrafo, “el don de influenciar a los hombres y la nobleza de hacerlo solo para el bien”.
La Meca y Medina eran dos ciudades que se disputaban el control de toda Arabia. Dos años después de la Hijra, los medineses triunfaron frente a un ejército mecano mucho mayor, a pesar de que Mahoma resultó herido en la batalla. Luego de otra batalla con resultados opuestos al año siguiente, siguieron dos años de calma. Finalmente los mecanos sitiaron la ciudad de Medina, pero fracasaron. A partir de este resultado, la balanza se inclinó a favor de Mahoma y al cabo de tres años –ocho desde su emigración a Medina- regresó a La Meca como conquistador y resultó victorioso. Sin embargo, no se aprovechó de la victoria y perdonó el pasado. Aceptó la conversión masiva de la ciudad y regresó a Medina. Dos años después, en el 632 d. C. Mahoma murió cuando tenía a toda Arabia bajo su control.
Antes de terminar el siglo, sus seguidores habían conquistado Armenia, Persia, Siria, Palestina, Irak, el norte de África y España. De ahí atravesaron los Pirineos y entraron a Francia. Muchos historiadores coinciden en que, si los musulmanes no hubiesen sido derrotados por Charles Martel en 733, todo Occidente podría ser hoy musulmán.
SUS ENSEÑANZAS
Las sagradas escrituras
Para los musulmanes, hablar de las enseñanzas de Mahoma es un sinsentido: él era un portavoz de Dios, que le dictó los versos de El Corán. El significado literal de la palabra árabe al-qu´ran es recitación. Mahoma recibió los versos del Corán en segmentos a través de Yibrīl (Gabriel) a lo largo de 23 años. Actualmente es considerado uno de los libros más recitados y memorizados por la humanidad, además de uno de los más influyentes. Mahoma lo consideraba el único milagro de importancia que Dios había obrado a través de él. El hecho de que el profeta apenas pudiera escribir su nombre lo evidenciaba, sobre todo tratándose de escrituras gramaticalmente perfectas y poéticamente inspiradoras: “¿Me pedís un milagro más grande que este, oh incrédulos, que el haber sido vuestro idioma elegido para este Libro incomparable, una de cuyas partes avergüenza a vuestra dorada poesía?”
El Corán no es un libro extenso, su volumen equivale a las cuatro quintas partes del nuevo Testamento. Está dividido en 114 capítulos o suras que, salvo el primer verso, están por orden de longitud decreciente. Por ejemplo, el segundo sura tiene 286 versos, el tercero 200, y el último, sólo seis.
El Corán y las escrituras del judaísmo y cristianismo
El Islam considera al Corán como una continuación y culminación del Viejo y el Nuevo Testamento, dado que estos son las revelaciones anteriores de Dios. “Hicimos un convenio con los Hijos de Israel (y) vosotros no tenéis nada que os guíe hasta que observéis la Torá y el Evangelio”. (5:70, 68). Esto da derecho a judíos y cristianos a ser incluidos con los musulmanes como “Pueblo del Libro”.
Con unas pocas excepciones, los conceptos teológicos básicos del Islam son virtualmente idénticos a los del judaísmo y cristianismo, sus precursores. Según los musulmanes, las revelaciones a la humanidad se hicieron en tres grandes momentos. En el primero, Dios reveló el monoteísmo a Abraham. En el segundo, reveló los diez mandamientos a través de Moisés. En el tercero, reveló la Regla de Oro a través de Jesús: Ama a tu prójimo como a ti mismo, no hagas a otros lo que no te gustaría que te hicieran a ti. En el cuarto, reveló a Mahoma cómo hacerlo: “La gloria del Islam consiste en haber incorporado los hermosos sentimientos de Jesús en leyes definitivas”, explica Ali en su libro “El espíritu del Islam”.
A pesar de la intolerancia de muchas facciones musulmanas con respecto a otras creencias, el Corán las reconoce y valida expresamente:
“Cada comunidad tiene un enviado… te hemos contado previamente de algunos enviados, de otros no” (10:47, 4:164).
“Ciertamente, los que creen, y los que siguen la religión judía, y los cristianos, y los sabios, en una palabra todo el que cree en Dios y en el juicio final y que haya obrado el bien: todos estos recibirán una recompensa de su Señor, el temor no les alcanzará y no estarán afligidos”. (2:59)
Aun así, los musulmanes critican dos aspectos del Antiguo y Nuevo Testamento. Por un lado, que dicen solo parte de la verdad, y por otro, que fueron parcialmente distorsionados en la transmisión. Otro aspecto que observan es que la Biblia relata principalmente hechos, y en el Corán Dios habla en primera persona a través de Gabriel. Por esta razón, consideran al Corán como revelación final de la voluntad divina: “Esta es la Escritura exenta de dudas”, dice un verso del segundo capítulo. Paralelamente, Mahoma es el “Sello de los profetas”. Esta designación tiene dos consecuencias: que su palabra resulta la última y definitiva, y la imposibilidad de la aparición de nuevos profetas.
Al-lâh (El Dios)
Al igual que otras religiones, en el Islam todo se centra en Dios, su objetivo religioso máximo. Se podría decir que el monoteísmo del Islam es el más estricto, dado que no hay Trinidad, ni adoración de ídolos o imágenes, ni mesías, ni hombres con atributos divinos. Dios es el Creador inmaterial e invisible. Dios es omnipresente, omnisciente y omnipotente. Este poder infinito inspira miedo, y de hecho los musulmanes temen a Alá. Sin embargo, aunque a primera vista “el Dios” del Islam aparezca como un juez implacable, colérico y dominante, en el Corán hay 192 referencias a su compasión y piedad, en comparación con sólo 17 referencias a su ira y venganza.
Los siguientes nombres de Alá hacen alusión a su aspecto bondadoso:
“El Santo, el dador de Paz, el Guardián de sus siervos, el Protector de los huérfanos, el Guía de los errabundos, el Mitigador de toda aflicción, en Su mano está el bien, Él es el Señor generoso, el Dulce, el Misericordioso, el Oyente, el Próximo, el Compasivo, el Clemente, el Indulgente, y su amor por el hombre es más tierno que el del ave madre por sus hijos”.
Los 99 nombres
La existencia de los 99 más bellos nombres de Alá se debe a un hadiz (dicho atribuido al profeta Mahoma): "Dios tiene noventa y nueve nombres, cien menos uno. Quien los comprenda entrará en el Paraíso. Él es el singular, y le gusta el non (número impar)". El número impar contrasta con la dualidad de la creación, ya que Dios es no-dual. La repetición de estos nombres trae protección, elevación, purificación y bendiciones. Todos ellos hacen referencia a sus atributos divinos. Al-lâh es descripto al mismo tiempo cercano e inasible, trascendente e inmanente. Es visible en todo lo creado, pero no puede ser fijado en nada, ni comparado con nada, ni representado. Según el Islam, la dificultad de comprender esta paradoja reside en nuestra mente dual, que funciona con pares de opuestos y no puede captar a Dios en su mismidad; que no es criatura sino anterior a toda criatura, y por tanto no está sometido a las mismas condiciones espacio-temporales que lo creado.
La relación de Dios y el hombre
Aunque para el Islam lo humano y lo divino son cabalmente distintos, están íntimamente próximos, tal como expresa el siguiente verso del Corán:
“¿No está Él más cerca que la vena de tu cuello? No necesitas elevar la voz, porque Él conoce el susurro secreto y lo que hay en lo más oculto…” (6:12, 59).
El Islam afirma que Dios le expresó a la humanidad lo que debe hacer por su propio bien. Para tal fin, envió profetas para que transmitieran Su palabra al hombre. Este debe pensar siempre en Dios y estar agradecido a Él, y obedecer las órdenes que le dio a través de Sus profetas.
Los deberes principales del musulmán son dos: el primero está relacionado con el nombre de la religión, Islam, que significa rendirse, entregarse a Dios. El Islam apunta a un compromiso total en el que nada se oculta a lo divino. Esto explica por qué Abraham es, de lejos, la figura más importante del Corán: él pasó la prueba máxima al estar dispuesto a sacrificar a su propio hijo si esa era la voluntad de Dios.
Otro deber primordial de todo musulmán es la gratitud por la vida, un regalo del Creador. En árabe, la palabra infiel define tanto a quien carece de gratitud como al no creyente (en Dios).
El Islam cree en la individualidad del alma y en la vida después de la muerte. Según el resultado del Juicio final, el alma irá al cielo o al infierno, que el Corán describe de forma vívida y contrastante. La intensidad del contraste está destinada a sacar al hombre del letargo inducido por el ghaflah, el olvido del origen divino. Este concepto es el que más se aproxima al pecado original cristiano. En contraste, el Islam considera que la naturaleza de toda la creación, incluido el hombre, es buena, porque refleja la bondad del Creador. Por lo tanto, la humanidad no está manchada por ninguna caída y cada uno es responsable de sus actos: “Quien peca, peca en realidad, en detrimento propio… quien se extravía, se extravía en realidad en detrimento propio” (4:11, 10: 103). Cada alma tendrá que asumir la responsabilidad de sus actos en la Tierra y su destino después de la muerte dependerá de estos.
LOS CINCO PILARES DEL ISLAM
Así se llaman a los cinco principios que regulan la vida privada de los musulmanes en relación a Dios, que son las prácticas que deben llevar a cabo para mantener viva la religión.
1) La Fe: el primer pilar es el credo principal del Islam, conocido como Shahadah, que consiste en una sola oración: “Hay un solo Dios y Mahoma es su profeta”. La primera parte en árabe es: ilaha illa Llah: "no hay más divinidad que Dios". ilaha (divinidad o dios con minúscula) se refiere a cualquier cosa que el creyente quiera poner en lugar de Dios. “illa ´Lah” significa "sino Dios", la fuente de toda la Creación. La segunda parte de la Shahadah es “Muhammadun rasulu ´Llah”: "Muhammad es el mensajero de Dios”.
2) La oración: el segundo pilar del Islam es orar con constancia. Las oraciones se rezan cinco veces al día, indicación dada a Mahoma en la conocida Ascensión Nocturna al Cielo. En el Islam no hay autoridad jerárquica ni sacerdotes, y las oraciones las dirige una persona letrada que conozca el Corán. Estas cinco oraciones contienen versículos del Corán y se rezan en árabe, la lengua de la revelación. También se pueden dirigir a Dios oraciones personales en la propia lengua.
3) La caridad: En árabe se dice Zakat, que significa purificación y crecimiento. Uno de los principios del Islam es que la riqueza pertenece a Dios, que la otorga a los hombres como un préstamo. Así, las posesiones se purifican repartiendo una parte a los más necesitados. El Corán prescribe un impuesto gradual del 2.5% sobre los pudientes para aliviar las circunstancias de los menos afortunados. Esta cifra parece modesta a primera vista en comparación con el diezmo de otras religiones, pero en realidad se aplica tanto a los ingresos como a las posesiones. Si la propia inclinación es dar más, tanto mejor, sobre todo si se hace con discreción (sin publicidad).
4) El ayuno: Ramadán es el mes del calendario islámico en que Mahoma recibió su primera revelación y cuando, diez años después, hizo su histórica emigración de La Meca a Medina. Para conmemorar ambas ocasiones, los musulmanes que pasaron la pubertad y están en buenas condiciones físicas hacen ayuno durante todo el mes, desde el alba hasta que la puesta del sol. Recién entonces pueden comer y beber de forma moderada, pero se abstienen de las relaciones sexuales. Si una persona padece de un impedimento físico permanente, debe alimentar a un necesitado por cada día que no cumple el ayuno. Además de considerar que el ayuno es beneficioso para la salud, los musulmanes lo llevan a cabo principalmente como medio de disciplina y purificación. Al abstenerse de las comodidades mundanas aunque sea por un corto período, desarrollan una mayor compasión hacia los que sufren hambre, a la vez que profundizan su vida espiritual.
5) La peregrinación (Hajj): Cerca de dos millones de personas acuden cada año a La Meca, en Arabia Saudita, desde todo el mundo. La peregrinación anual es una obligación sólo para los que pueden hacerla, tanto física como económicamente. De todas maneras, la religión recomienda el Hajj al menos una vez en la vida. El Hajj anual comienza en el mes duodécimo del año islámico, que es lunar. Los peregrinos visten de forma especial: ropas sencillas que borran las diferencias de clase para que todos sean iguales ante Dios. La clausura del Hajj se celebra en todas las comunidades musulmanas del mundo con una fiesta, la Eid al-Adha, en la que se reza y se intercambian regalos. Esta fiesta y la del Eid-al Fitr, el día que conmemora el final del Ramadán, son las principales celebraciones del calendario islámico.
Además de estas cinco prácticas obligatorias, todo musulmán también debe abstenerse de las prácticas prohibidas como apostar, robar, mentir, comer cerdo, tomar alcohol y ser sexualmente promiscuos.
LAS ENSEÑANZAS SOCIALES
Al observar a Arabia antes y después de Mahoma, el progreso moral de tanta gente en tan corto tiempo –medio siglo- es un hecho notable e históricamente inaudito. Antes de la llegada del Profeta, la violencia entre las tribus era irrestricta. Las desigualdades sociales se aceptaban como un orden natural y, aunque a occidente le cueste creerlo, el trato a las mujeres era mucho más cruel y degradante. Para dar solo un ejemplo, si nacía una niña estaba permitido enterrarla viva en la arena.
“¡Hombres, escuchad mis palabras y acogedlas en vuestros corazones! Sabed que cada musulmán es hermano de todos y que sois una hermandad”. Estas palabras que pronunció Mahoma antes de morir resumen uno de los ideales más enfatizados del Islam y simbolizan el fin de una serie de prácticas injustas, amorales y violentas.
Uno de los aspectos distintivos del Islam es la forma detallada en que explica cómo lograr los ideales que propone, y probablemente esta sea la causa de la transformación real de tantos en tan corto tiempo. Estos detalles no sólo abarcan el ideal personal sino que, a diferencia de otras religiones, también tratan sobre el ideal social. Así, el Islam une la fe a la política y a la sociedad, y no puede concebirlas por separado.
El alcance de la ley islámica es muy amplio, y abarca estos cuatro aspectos sociales:
1. Economía
El Islam no rechaza la parte material de la existencia, que por ser una creación de Dios es real, buena y significativa: “No ves ninguna contradicción en la creación del Compasivo. ¡Mira otra vez! Tu mirada volverá a ti cansada, agotada” (67:4). Esta falta de desprecio por lo terrenal hizo que las ciencias florecieran en Medio Oriente mucho antes que en Europa, donde comenzaba la Edad de las tinieblas.
Esta consideración de lo material tiene otra consecuencia: los musulmanes saben que si no se satisfacen las necesidades básicas del cuerpo, no podrán desarrollarse inquietudes más elevadas. Así como la salud de un organismo requiere que todas sus partes sean atendidas y provistas con lo necesario, la salud de la sociedad necesita que los bienes materiales sean distribuidos de forma adecuada y amplia. Mientras se respeten las leyes que aseguren que la riqueza circule, el Islam no pone objeciones a obtener beneficios ni a emprender desafíos empresariales, tanto que algunos describen al Corán como “un libro para hombres de negocios”. Sin embargo, sí establece que las adquisiciones y competencia sean equilibradas por un juego limpio y por una compasión tan fuerte como para poder compartir su riqueza con los demás: “Los que dan limosna de día y de noche, en secreto o en público, recibirán la recompensa de Dios” (2:275). Para ratificar esto, la ley establece el impuesto para los pobres antes mencionado. Otra de las medidas para prevenir el exceso de riqueza en pocas manos fue prohibir la primogenitura, declarándola ilegal. Así, la herencia es compartida por todos los herederos, sean varones o mujeres. A pesar de que las últimas reciben la mitad que sus hermanos, esta disparidad está económicamente justificada. En el Islam es el varón el que debe pagar a la mujer para casarse y el responsable de la manutención familiar.
Con respecto a la usura, el verso 276 del segundo capítulo del Corán la prohíbe expresamente y advierte que el destino del usurero es el infierno. Sin embargo, los excesos del capitalismo occidental hicieron su mella en la sociedad islámica no solo en este aspecto sino en otros, como la gran concentración de riqueza en manos de unos pocos. Estos excesos quedarían nivelados si se aplicaran debidamente las reglas igualitarias del Corán.
2. Las relaciones raciales
El Islam hace hincapié en la igualdad de razas. La prueba concreta es que celebran matrimonios interraciales. Como modelo tienen al profeta Abraham, que contrajo matrimonio con Agar, una mujer negra a quien los musulmanes consideran su segunda mujer más que su concubina. El avance del Islam en África es una prueba más del principio que mantiene esta religión.
3. El uso de la fuerza
Si bien el Corán no aconseja poner la otra mejilla ni practicar el pacifismo, tampoco hace llamados a la violencia o al uso de la fuerza. Cuando las circunstancias lo permiten, enseña a perdonar y a devolver el mal con el bien, pero tampoco predica la no resistencia al mal. Lejos de exigir que el hombre se deje pisotear por los crueles, el Corán aplica a los delincuentes castigos tan grandes como el daño que ocasionaron (22:39-40). La justicia es importante porque si se elimina la reciprocidad, la moralidad desciende.
Si se extiende este principio de justicia a la vida colectiva, tenemos el jihad, el concepto musulmán de la guerra santa, donde los que mueren se aseguran el cielo: “Si morís luchando en la senda de Dios, os alcanzan la indulgencia y la misericordia de Dios. Esto vale más que las riquezas que amontonáis” (3:151). En el Corán figuran también otros versos reprochando a los politeístas y a los judíos su apego por la vida.
Sin embargo, en todos los casos se refiere a las guerras santas en defensa propia contra los politeístas que intentaban matar a Mahoma y sus seguidores, y ningún pasaje del Corán promueve la inmolación o el suicidio. “No os matéis. Ciertamente Dios es misericordioso” (4:33) incluye tanto la prohibición de matarse entre los hombres, como la del suicidio. Esto se debe a que en la frase figura la palabra árabe “naf” que comprende varios significados: persona, individuo, alma, uno mismo.
Con respecto a la conversión, hay dos versos en el Corán que prohíben el uso de la fuerza para lograr la conversión de los idólatras o infieles:
“Nada de violencia en religión”. (2: 257)
“A cada uno os hemos dado una norma y una vía. Dios, si hubiera querido, habría hecho de vosotros (la humanidad) una sola comunidad (de una religión), pero quería probaros en lo que os dio. ¡Rivalizad en buenas obras! Todos volveréis a Dios. Ya os informará Él de aquello en que discrepabais” (5:48).
Toda condición que interfiriera con esta libertad de conciencia se consideraba una contravención de la ley islámica. En las propias palabras de Mahoma: “La creencia solo procede de Dios, ¿obligaríais entonces a un hombre a creer?”.
En lo que respecta a si los musulmanes cumplieron este principio de tolerancia, la cuestión es más compleja. En la historia se observan casos de violencia masiva por la negación a convertirse de los pueblos conquistados, como la perpetrada por los mongoles (ver Sijismo, edición julio 2010), violencia que todavía persiste por parte de las ramas más fundamentalistas del Islam. Sin embargo, todas las grandes religiones, exceptuando al budismo, han sido utilizadas por algunos para enmascarar la violencia y la sed de poder. Los musulmanes opinan que su historia no es más oscura que la del cristianismo con sus cruzadas, su Inquisición, su potro, su hoguera y sus guerras santas.
Estos excesos son deformaciones de la fe. Con respecto al Islam, Mahoma no promovía ni el ataque ni los abusos. Cabe recordar que la hostilidad constante de los idólatras (politeístas) obligó a Mahoma a tomar las armas en defensa propia, para no desaparecer junto con su comunidad y con su fe. Como destacado general que fue, el profeta dejó muchas directivas sobre la conducta a observar en la guerra, tales como respetar los acuerdos, evitar la traición y no abusar de los abatidos (heridos, mujeres, niños).
4. El rol de la mujer
Este quizás sea uno de los aspectos más controversiales del Islam. Occidente lo ha acusado de degradar a la mujer, porque permite al hombre tener varias y por los castigos que sufre por adulterio. Si se aborda la cuestión desde un punto de vista histórico, su situación antes de Mahoma era mucho peor: no solo existía la poligamia, sino que los acuerdos matrimoniales eran tan imprecisos que la mujer quedaba totalmente desprotegida. Ella era un objeto tanto para padres como para maridos, y el infanticidio –prohibido por el Corán- estaba permitido en el caso de las niñas. También prohíbe el incesto en todas sus formas, protegiendo definitivamente a la mujer de los acosos de sus hermanos, padres, tíos y abuelos.
Aun cuando el Corán al regular la poligamia la permite, también prescribe la monogamia: “si no puedes tratar de forma equitativa y justa (a más de una esposa) te casarás solo con una”. Otros pasajes dejan en claro que esta equidad se refiere tanto a las obligaciones materiales como al amor y la estima.
Actualmente muchos musulmanes incluyen en el contrato matrimonial una cláusula por la que renuncian de manera oficial a ejercer su derecho de tener una segunda esposa de forma simultánea. De hecho, con excepción de las tribus africanas en que la poligamia es habitual, hoy en día son pocos los casos de esposas múltiples en el Islam.
Como el divorcio está permitido en el Corán, tanto el hombre como la mujer pueden casarse nuevamente, pero aquella no puede conservar a sus hijos. Esto es así porque el que decidía la separación era el marido, y las mujeres debían abandonar la casa: “Los que se abstienen de sus mujeres tendrán un plazo de cuatro meses para reflexionar y no separarse a la ligera (2: 226). Si el divorcio es firmemente resuelto, Dios sabe y entiende todo” (2: 227).
Aun así, el Corán se asegura de dejarlas económicamente protegidas: “Un pasar decoroso es debido a las mujeres repudiadas” (rechazadas luego del matrimonio) (2: 242).
En cuanto a los derechos civiles de la mujer –educación formal, voto y vocación-, amén de que en esa época no existían, estos se fueron reconociendo a medida que los países musulmanes se modernizaron. Las mujeres han ocupado cargos de Primer Ministro, como en Pakistán, y están a la cabeza de partidos políticos. Desde un principio, las musulmanas podían tener propiedades a su nombre, mientras que las mujeres de Estados Unidos no tuvieron ese derecho hasta el siglo veinte. Tampoco las obligan a inmolarse tras la muerte de su marido, como sucedía en India hasta hace unos cien años, si bien esta práctica nunca fue prescripta por sus escrituras sagradas (Vedas, Upanishads, Bhagavad Gita).
Con respecto al uso de los velos y a la reclusión general de la mujer, el mandato del Corán no es muy explícito: “¡Profeta! Di a tus esposas, a tus hijas y a las mujeres de los creyentes que se cubran con el manto. Es lo mejor para que se las distinga y no sean molestadas” (33:59). Los extremos en la interpretación de esta orden son más una cuestión de costumbres locales que de prescripción religiosa, que por otro lado estaba dirigida a proteger a la mujer.
En cuanto a la lapidación, si bien era una práctica común de la época que aun se practica en las sociedades musulmanas, el Corán no la prescribe para las mujeres en ningún caso, ni siquiera en caso de adulterio: “Si vuestras mujeres cometen la acción infame (adulterio), llamad a cuatro testigos, si sus testimonios concurren contra ellas, encerradlas en casa hasta que la muerte las lleve o hasta que Dios les procure algún medio de salvación” (4:19). Además de que en la práctica es difícil probar un adulterio mediante cuatro testigos, la última frase deja entrever la posibilidad de salvación.
Si bien el Corán prescribe regulaciones para la protección de la mujer, acuerda con la época en su concepción de lo femenino: “Los hombres son superiores a las mujeres, a causa de las cualidades por las cuales Dios ha elevado a estos por encima de aquéllas, y porque los hombres emplean sus bienes en dotar a las mujeres” (4: 38). Este es quizás uno de los pasajes más cuestionados del Corán, sobre todo por tratarse de la palabra de Dios. Muchos creyentes aducen que Dios habla de acuerdo al grado de conciencia espacio-temporal de una comunidad, diciendo solo lo que puede ser comprendido según la conciencia de una sociedad que, como hemos visto en el caso de Arabia, era muy primitiva. En el balance final, el Corán aporta reconocimiento, protección y beneficios para la mujer en una época en que era objeto de degradación y crueldad. Muchos opinan que la sociedad islámica actual todavía tiene pendiente equilibrar aun más la balanza a favor de la mujer, tal como lo hizo su profeta.
El SUFISMO
Uno o dos siglos después de la muerte de Mahoma, aquellos que dentro de la comunidad islámica portaban el mensaje del Islam llegaron a ser conocidos como sufís. Viendo el sesgo mundano que tomaba el Islam, procuraron purificarlo y elevarlo desde dentro. Para esto, los sufís recurrieron a los maestros espirituales (shaikhs) con los que formaron círculos que, a partir del siglo XII, se convirtieron en órdenes sufís (tariqahs). La base del sendero místico del Islam es la idea de la unidad de todos los seres, de toda la existencia. El objetivo último del sufismo es la unificación de la aparente multiplicidad en la Unidad Esencial.
Según los propios sufíes, no es ni más ni menos que la práctica del verdadero Islam. En este sentido, la esencia del sufismo no difiere de las ramas esotéricas de otras religiones, como la Kabbalah judía o el misticismo cristiano, ni de los textos budistas o hindúes, en especial los que se refieren al advaita (la no dualidad).
El sufismo sostiene que la unidad sólo es posible mediante la aniquilación de todas las apariencias en Dios y, sobre todo, de la apariencia del propio yo, y marca tres pasos en este proceso:
El primero es la ma" buda illa Llah -"no hay nada digno de adoración excepto Allah.”
El segundo es la maqsuda illa Llah - “no hay propósito ni objetivo sino Allah.”
El tercero es la mawjuda illa Llah - “nada existe sino Allah.”
El primer nivel no se diferencia del Islam exotérico, que da por cierto la dualidad puesto que el mundo, al existir el adorador, aun parece que existe.
En el segundo nivel “no hay propósito ni objetivo sino Alá,” el problema aun persiste. Aunque Alá se convierte en el único objeto de deseo, en la negación de otros objetos su existencia aun está implicada y el yo continúa ahí.
La verdadera unidad solamente se alcanza en el tercer nivel “nada existe sino Alá.” Por tanto el objetivo no solo debe ser el rechazo de la multiplicidad del deseo y la percepción sino encontrar el propio ser en el Único y Uno Siempre Existente.
El sufismo sostiene que el origen y la causa de la perfección es Dios, el Único Existente. La maldad y la deficiencia surgen de la experiencia ilusoria del hombre, que en realidad no existe. Lo temporal es como una corriente de aire. El ser verdadero solo puede ser eterno. La unidad del ser es la desaparición de lo temporal en lo eterno.
El método de enseñanza
Todos los atributos y todas las acciones pertenecen únicamente a Dios. No hay otra existencia sino la de Él. El objetivo final es la experiencia de desaparecer en Él y ser uno con Él. En el misticismo islámico el buscador intenta conseguir este objetivo mediante un sistema de educación que tiene cuatro etapas:
El primero es denominado la enseñanza de la negación y la afirmación. Durante este periodo el novicio recita y se concentra en la declaración divina “La illaha illa Llah” – no hay dios sino Alá. (el primer pilar del Islam o Shahadah).
El segundo es denominado pureza y consolidación. En éste el estudiante recita y se concentra en la frase illa Hu "nada sino Él”- Siendo Hu (El) el nombre perfecto de Alá.
El tercero se denomina fana’ fi Llah, “perdiéndose uno mismo en Alá”, un estado avanzado en el que el estudiante invoca y busca Al-Haqq “la verdad absoluta”.
El estado final es el nivel de baqa" bi Llah, “existiendo en Alá”. Es el estado del hombre perfecto en el que ya no hay un buscador de la verdad, puesto que el buscador se ha convertido en la Verdad.
Bibliografía consultada:
El Corán
Las religiones del mundo, Huston Smith, Océano.
Inspirations on the Path of Blame (1993, Threshold Sufi Classics) del Sheij Badruddin de Simawna.
Spirit of Islam, Ameer Ali, 1922.
TEXTO TOMADO DE H2H LATINO
http://www.h2hlatino.org/articulos.php?id=103#leer_noticia
OM SRI SAI RAM