Todas las
diversas comunidades de las naciones debieran ser unidas. El género humano
debiera convertirse en una familia. Entonces el mundo se volvería un
paraíso. Si se permite que crezcan las diferencias, las naciones se
desintegrarán. Quienes promueven las diferencias entre la gente están
destruyendo el amor y la compasión en los corazones humanos. Están
dividiendo al género humano en fragmentos. No existe pecado mayor que
éste. Lo que el mundo necesita hoy es la fuerza redentora y unificadora
del amor – un amor que se expanda de contínuo y que abarque cada vez a más
gente. Al desechar las estrechas ideas referentes a la religión, nación o
casta, desarrollando una perspectiva amplia y cultivando la compañía de
los buenos, pueden elevar sus vidas e infundirles sentido y satisfacción.
Asimilen buenos pensamientos y desarrollen una generosa actitud hacia
todos, tomando a pecho y practicando las sabias palabras de los mayores.
No dilapiden ni la vida ni el dinero. Les deseo felicidad a todos.
- Divine Discourse, 25 Dec 1985.
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