Hoy quiero hablar de mis amigos los gatos. Son mi alegría. Me gusta todo de ellos su gracilidad al andar, su elegancia, su independencia, su equilibrio, su sensibilidad, y su lealtad aunque muchas personas que no los conozcan digan lo contrario. Es por ello que comparto mi vida con tres.
Siempre he tenido gatos, recuerdo mi niñez con un gato adulto al menos, y diversos gatitos pequeños que hacían mis delicias y los días mas felices de mi existencia infantil. No obstante, cuando llegué a la adolescencia, mi contacto con ellos se fue desvaneciendo, de tal forma que hubo un periodo, al cambiarnos de la casa a un piso mas pequeño, que no tuve la compañía de mis queridos mininos. Por ello, en cuanto tuve la posibilidad de comprar un pequeño apartamento, me traje conmigo a mi pequeña gatita romana. Se llamaba Tuffi. Era viva y cariñosa como ella sola, pero sus genes de gata salvaje, de madre y padre criados en la Sierra, hicieron aparición bien pronto con su primer celo, ni siquiera una operación para castrarla, calmaron sus ánimos amorosos, hasta el punto que, loca de amor, se marchaba fuera de casa hasta tres días seguidos en busca de su galán gatuno. Mi gata no tenía siete vidas, creo que gastó al menos catorce, y dos de ellas en accidentes bastante graves, que la llevaron el primero de ellos a encontrarme la tras tres días con un gran boquete abierto en el costado, y el segundo de ellos a tenerle que hacer una operación de cadera. Tres veces fue intervenida además la pobre para quitarle los quistes que le salían uno tras otros en las mamas hasta que finalmente murió. Era la primera vez que un animal tan querido para mi me dejaba.
Nani es mi gata querida, mi gatita, mi niña, mi incomprendida. A ojos de todos tiene un carácter huraño, y esquivo, pero a poco que nos quedamos solas se muestra cariñosa y alegre. Es una gata persa romana, y tiene el caminar mas elegante que jamas se haya visto en felino alguno. Su espesa capa de pelo, se vuelve mas fina cuando empieza a subir la temperatura, sus pequeñas patitas más cortas y mas robustas que la de los gatos comunes, sus pequeñas orejitas, sus grandes bigotes, su pequeña naricita a penas asoma un poquito por su cara. Es una cazadora fantástica, pero ella no se entretiene con pequeños roedores, ni lagartijas, ni saltamontes, para ella un buen manjar es siempre un pajarito, lo que la lleva a andar por los tejados a darse su vuelta matutina o vespertina, según tenga ganas.
Nani ha tenido cachorritos en varia ocasiones, la primera vez que fue mamá, le busqué un noviete bien guapo, persa como ella, grandote, chato y blanquito como la nieve. Así nació mi gato Pope, mi pequeña bolita de nieve. Pope era sueve y esponjoso, era como un pompón para empolvarse la nariz, como una gran bola de algodón. Silencioso, maullaba lo estrictamente necesario para transmitirnos, según su tono, su gravedad y extensión de su maullido lo que queria en todo momento. Él si era más terrenal, y eso de subirse a los árboles y a los tejados no iban con su personalidad, por lo que, en honor a su gran madre cazadora, iba a buscar todos los días una presa que echarse a la boca, eso si, ninguna que volara. Así que todas las noches, sin excepción, se adentraba en el pequeño campito que hay detrás de la casa para buscar su postre. Quien tenga gatos sin duda sabrá, que a veces nos quieren hacer pequeños regalos, a nosotros sus amigos los humanos, y así mi gato, cuando su pancita estaba llena o la caza había sido abundante, me traía a la puerta de mi dormitorio un pequeño ratón, o una gran rata, que apenas se cómo pudo cazarla, porque a punto estuvo de comérselo a él. Un maullido ronco y largo, me decía: " mira lo que te traigo" "¿a que soy un estupendo cazador?", y yo, porque él no se sintiera mal, le daba un par de caricias en su suave,blanco y peludo lomito. Subía su cabecita, cerraba sus ojitos, echaba las orejitas hacia atrás, cuarvaba su lomito y erguía su colita. Se daba media vuelta y dejaba su presente. Yo sin que me viera, iba por el recogedor, y claro está, lo tiraba a la basura. Pope murió un día, tras una corta,silenciosa y cruel enfermedad, tenía cancer en los instentinos. Ese fin de semana no estaba en casa, pero si mi marido, cuando llegué mi Popín ya no estaba, estaba enterrado en nuestro jardín.
Garfield si está entre nosotros, llegó a casa meses antes que Pope nos dejara. Lo ví por internet y me enamoré de él. Yo buscaba un gato exótico de pelo corto, un gato rubio...en definitiva el gato garfield de los dibujos animados. Y lo encontré. No sólo es igual físicamente al gato animado; quien lo creó seguro que tenía uno, y ha recreado exactamente su personalidad. Gordito, comilón, lento,dormilón y perezoso, mueve la boca, abriendo y cerrando, en movimientos rápidos y repetitivos, igual que un viejito sin dientes con un caramelo al que le cuesta trabajo chupar. Es suave, achuchable, estrujable y comestible...es un osito de peluche. Su carita es totalmente plana, y cuando tiene sus ojitos cerrados sus rasgos se componen de dos lineas horizontales, que son sus ojos y dos verticales inclinadas, que dibujan su boca, su nariz aparece en la confluencia de todas las líneas como un botoncito pequeño. Es un amor...eso si como gato de abolengo, papeles y pedigree, hijo de una larga raza de campeones acostumbrados a los grandes lujos de sus casas...él no caza, ni salta a los árboles, ni sube al tejado...maulla de vez en cuando en busca no sabe exactamente de qué...pero no mucho, para no cansarse..."aquí no viene gatita alguna, así que me voy a dormir de nuevo".
El 25 de abril de 2006, nació, fruto de una escapada de Nani y un romance corto e intenso con un gato callejero, el más revoltoso entre los revoltosos, el más descarado, el mas sinvergüenza, zalamero, pillo, travieso...es el bicho que le picó a Camilo, que no qué bicho sería pero seguro que era más bueno que mi gato Félix. Felix es negro y blanco. En su carita, nariz y boca una mancha blanca y simétrica en forma piramidal, le continúa hacia su pellerín y su pancita. Sus cuatro patitas se calzan con calcetines blancos. Felix me ayudó en esos oscuros días, tan tristes para mi, y me hizo levantarme de la cama en días en los que me gustaría haberme quedado tapada, me hizo sonreir, y me hizo reir a carcajadas. Es un regalo que me dió la vida en momentos difíciles.
Todos los días, les debo a ellos, a mis gatos, gran parte de mis sonrisas, por ello los quiero tanto.
Cada vez se escucha más las grandes propiedades terapéuticas que tienen la compañía de animales en los humanos, yo no lo dudo.