Desventuras de una fotógrafa novel.
Al comprar mi cámara digital vi cumplido uno de mis sueños más deseados: sacar fotos de mis gatos, fotos bonitas donde se les viera tal y como a mí me gusta verlos. Jugando, durmiendo, mirándome con esos ojos tan expresivos...
Soy una fotógrafo penosa, con la cámara de fotos normal, desenfoco las fotos, salen sin orejas o desencuadradas. Eso se acabó con mi nueva cámara digital, la foto defectuosa se borra y se acabó.
Primera desventura: Acechar la presa.
Veo la oportunidad de sacar esa foto maravillosa, uno de mis gatos juega entretenido con un juguete, corro a por la cámara y al volver a la escena tierna y divertida, el gato se ha escondido detrás de un mueble y me mira con desconfianza. Son inútiles mis esfuerzos de volver a encelarle con el juguete para que se distraiga y vuelva a jugar, me mira desde la distancia y huye de mí.
Después de un par de fracasos, decido empezar por algo más fácil, tal vez una foto de mis gatos dormidos.
Espero la ocasión, los tres dormiditos y adorables encima del sillón, la luz entra por la ventana iluminando la escena, emocionada corro a por la cámara de fotos, al volver, los tres me miran con los ojos como platos, las orejas atentas y tiesas, la gata incluso con medio cuerpo en actitud de salir corriendo. ¡Horror! Hice mucho ruido y se asustaron, ya se qué hacer la siguiente vez.
Segunda ocasión de fotografiarles dormidos. Sigilosa voy a por la cámara de fotos, vuelvo al salón, ¡Sí! No se han despertado. Doy al encendido de la cámara y se oye como el zoom se pone en marcha y unos ruidos de que la cámara hace cosas por dentro. Los gatos automáticamente han huido despavoridos debajo de la mesa, se asoman con mucha prevención mirando hacia la cámara que sostengo inútilmente en mis manos. Interiormente tengo unas palabras de agradecimiento para el fabricante y su familia más inmediata.
Bien, no perdamos la paciencia, es cuestión como todo lo demás, de ser más lista que ellos. La siguiente vez encenderé la cámara en otra habitación e iré sigilosa a sacar la foto. ¡Premio! Logro hacer la foto. ¿Ves? No era para tanto, basta con no hacer ruido.
Segunda desventura: ojos reflectantes.
La cámara digital es una maravilla, lo hace todo automáticamente, enfocas, pulsas y listo. Hoy los gatos se han portado bien, ya no desconfían de mí mientras les hago fotos y les he hecho 300 fotos mientras jugaban. Inmediatamente descargo las fotos para deleitarme. ¿Cómo puede ser? ¿Tengo tres vampiros en casa? Todas las fotos salen con los ojos amarillos o rojos, no se salva ni una. Maldito flash y la madre Naturaleza que será muy sabia pero no está adaptada a los tiempos tecnológicos que corren. ¿Y ahora dónde encuentro yo lo de quitar el flash? Doscientas treinta y cinco opciones para sacar fotos programadas y ninguna para sacar fotos a un gato. ¡Pero si incluso tengo una opción para sacar fotos a velas encendidas! ¿Para qué quiero sacar fotos de una vela? Yo quiero que a mis gatos se les vea guapos y hermosos. ¿En Japón no fotografían gatos?
Tercera desventura: Siempre dos segundos después.
Porqué, porqué Dios mío, nadie me explicó que no sale la foto que ves con el ojo, sino que la cámara fotografía dos segundos después de darle al botón. ¿Cuándo bostezó mi gato? Si yo le veía perfectamente mirando al infinito, posando con gracia y dignidad egipcias cuando apreté el botón. ¿Y esa foto espantosa de mi gata con la lengua fuera y la pata levantada, si lo que yo veía en el visor eran sus ojos tiernos mirándome fijos, en un encuadre perfecto donde se apreciaba hasta el último pelo brillante de su cuerpo?
Paciencia, tranquilízate, Roma no se construyó en un día. Calma.
Cuarta desventura: Lleva siempre un método y un orden castrense.
No me lo creo. El gato no se mueve, está posando perfectamente quieto en esa foto espectacular que no me atrevía a soñar. Saco dos, tres fotos, muevo el mando de la cámara a otra opción, pruebo con la de retrato; el gato no se mueve, nerviosa, cambio el mando, pongo en interiores (no te muevas, no te muevas), otra foto con la función macro activada (quieto bonito, quieto), sin función macro, (quieto, quieto) perdida la compostura saco fotos con todas las opciones de la cámara, incluso la de las velas a ver qué sale. Por fin el gato se aburre y se va. Yo me quedo con una sonrisa inmensa de satisfacción, he debido hacer 30 o 40 fotos y seguro que son todas espectaculares. Las descargo en el ordenador y compruebo apenada que sólo un par de ellas son buenas, eso sí, son muy, muy buenas. Sonrío satisfecha, hasta que una duda horrible me viene a la mente. ¿Cómo hice esas fotos? ¿Con macro? ¿Era la del retrato? ¿Puse el flash? ¡Maldición! ¿Cómo demonios programé la cámara para que saliera la foto así de bonita?
Moraleja: seguir siempre el mismo orden al sacar fotos con las opciones de la cámara, así se puede saber cómo hiciste la foto.
Quinta desventura: los momentos obedecen un orden caótico.
No se si lo lograré en un futuro, pero todavía no lo he hecho. Jamás he fotografiado ese momento memorable que he visto con mis ojos. Incluso sabiendo que la foto lo captó, luego en el papel, la mirada del gato no era así, o la postura no queda tan graciosa como creías. En cambio tengo fotos preciosas, fotos interesantes, fotos espectaculares en que sabías cuando apretabas el botón que el gato se había movido o que otro se coló en la foto, y sin embargo quedaron de concurso captando esa mirada que no vas a lograr por mucho que te esfuerces.
Mis más sinceras felicitaciones a los fotógrafos de animales, son verdaderos artistas de la ocasión y el momento.
Lines.