Ayer al despertarme, encontré a Nico casi en coma, y eso que en la noche estaba superbién. Rápidamente corri a pasar lista y ver al resto mientras me ponía algo de ropa y tomaba dinero, pasando a velocidad, llegó vivo al supervet. Luego de los primeros auxilios apenas si mostró algo de mejoría, pero casi me sacan y me mandan a dormir. No dormí, le rezaba a Dios por su bienestar ya sea que viva o viajara al cielo.
En la mañana la vet me llama y me dice que no mejora, pero que aún no debo pensar en eutanasia. Sali del trabajo un poco antes y hasta se enojaron algunos pacientes y corrí al lado de Nico. Hablé con él y si demostró que me reconocía, con un suave, ronco maullido. Mis ojos y los suyos se miraban mientras le decía que yo lo había llevado allí, no para abandonarlo, si no porque pensaba que su cuerpo resistiría, pero que se veía muy dañado para seguir funcionando. Le dije que Dios debería haber mandado a buscarlo y que por mí no se quedara. Le pedí que se fuera al cielo, que como todos morimos algún día, yo lo alcanzaba después, cuando fuera mi hora.
Movió ligeramente la cabeza y dijo otro miau, sus pupilas se dilataron y dejó de respirar.
Anoche, mientras el stress me comía por dentro, mi hermano llegó a casa con una pequeñita. me dijo que había pasado en su taxi por una calle, donde unas mujeres gritaban y pedían "déjenlo, no lo lastimen" y se detuvo para ver que unos adolescentes pateaban a la bebita. Se tuvo que enfrentar a ellos para quitársela y yo al verla, rompí en llanto pues ya sabía la rutina: uno se va y otro llega.
Busque el biberón, la leche y aquí estoy, sepultando a uno y cuidando a otra.
Tilcia
PD: los otros están bien.