Estimadas amigas del maravilloso mundo de los gatos:
Para los gatos, la forma más emocionante de jugar es cuando uno participa. Una de los conocidos juegos es la vara, que en mi opinión son magníficas, sobre todo para que también los niños puedan jugar con seguridad.
Los juguetes que contengan lana, hilos o cuerdas, se debe tener cuidado, porque el minino le gusta el tacto de estos materiales en la boca, pero si se los tragan, pueden sufrir consecuencias devastadoras.
Los juguetes con cuerdas y varas, garantizados para lograr que el gato “más vago” se mueva, son una gran oportunidad de acercarse más al minino, además de lograr que practique ejercicio.
Todos los mininos, pero sobre todo los de interior, disfrutan con los juegos. Si le damos la oportunidad de jugar con otros gatos o con juguetes, se sentirá más estimulado mental y físicamente. Los muebles para gatos, como árboles o gimnasios, son alternativas excelentes a las vallas y los árboles de verdad.
El juego enriquece al gato en cuanto a que le permite liberar toda su energía física y emocional. Un nivel alto de juego está relacionado con una mayor sensación de bienestar y seguridad. Un nivel bajo, está relacionado con un aumento de irritabilidad y depresión.
El juego es tan importante para los gatos adultos como para los cachorros. Para el gato joven, los juegos son una práctica para la independencia de la vida adulta. El juego también es una parte integral del desarrollo de la conciencia social de los gatos: los cachorros que no pueden jugar o tienen dificultades para relacionarse con otros gatos, suelen acabar siendo retraídos y antisociales.
Para el gato mayor, sobre todo el de interior, el juego no es sólo una actividad física, sino que también le proporciona estimulación mental. Jugar es fácil, y se puede motivar al gato con el juego más sencillo: a la mayoría creo que les encanta golpear y empujar una pequeña bola con las patas.
Los gatos caseros conservan muchas de las conductas naturales de los gatos que viven en el exterior. Su máxima actividad se concentra al amanecer y al atardecer, y suelen despertar a sus dueños porque quieren comer o jugar. Siguen patrullando en busca de roedores, pero en su ausencia persiguen moscas o mariposas. Sin embargo, aunque no les molesta convivir con nosotros en un espacio reducido porque somos lo suficientemente distintos, pocas veces están dispuesto a compartir este terreno con un nuevo gato desconocido, porque pueden contemplarlo como una amenaza.
Los gatos caseros desarrollan estrategias de adaptación imaginativas para satisfacer sus necesidades biológicas: marcar el territorio, esconderse, cazar, trepar, investigar, explorar y mantenerse activos mentalmente. Por ejemplo, delimitan su territorio con marcas ostentosas que demuestran que son los propietarios de un espacio. Un buen ejemplo de ello son los arañazos en los brazos de los sofás, porque los gatos son conscientes de si visibilidad. Para el gato, trepar por una cortina o encaramarse en la nevera es el equivalente de subirse a un árbol.
Siempre es más fácil empezar con una vida limitada al interior que convertir a un felino de exterior en uno de interior. Los gatos tímidos suelen estar contentos de evitar el estrés añadido de una vida en el exterior, pero para otros pasar a vivir dentro es una experiencia desconcertante y estresante. Cuando, por la razón que sea, un gato de exterior no pueda vivir dentro, se debe aumentar el tiempo de juego y actividades. Puede que el veterinario sugiera un pequeño tratamiento con ansiolíticos, pero según mi experiencia, pocas veces ayuda.
La vida casera garantiza la seguridad del gato, pero también implica la imposibilidad de realizar actividades al aire libre, como marcar el territorio. En consecuencia, los gatos caseros pueden tener más problemas de conducta que los gatos semilibres o asilvestrados.
Si se ofrece al gato los estímulos necesarios, no deseará salir al exterior. De hecho, muchos gatos, aunque tengan la oportunidad, no intentarán salir fuera de casa. Los gatos que han vivido en casa desde que eran cachorros no suelen querer salir, aunque a veces quede una puerta o ventana abierta. Es un gato que no conoce otro tipo de vida, es doméstico en todas las acepciones de la palabra, a esto llamo yo “un gato con felicidad hogareña”.
Cariños
SERGIO CUADRAS
KAL EL