Hace más de dos años, mi pololo recogió a una gatita que nadie quería adoptar. Era pequeña y debía tener pocos meses de vida. Así es que – como buen amante de los animales – decidió llevársela. Lo que supimos al poco tiempo fue que no sólo era una la nueva mascota ¡sino 7! Sí, Pascuala – así la llamó – tendría gatitos. ¡Qué lindo!
Los pequeños nacieron al poco tiempo y eran simplemente hermosos: dos azules rusos, dos “atigrados” y otros dos iguales a ella. Dos machos y cuatro hembras. Y la gatita fue la madre más cariñosa que puedan imaginar. Se preocupaba de acarrearlos por la casa, donde ella fuera, junto con amamantarlos y limpiarlos. ¡Incluso llevaba juguetes para divertirlos!. Así es, porque “monito” que pillaba tirado en el piso, lo acarreaba donde sus hijos para entretenerlos.
El amor que Pascuala entregó a sus gatitos fue simplemente conmovedor. Demostró ser una madre excelente. Lamentablemente, no pudo verlos crecer: gente mala y dañina siempre hay, en todas partes. Y una de esas personas se topó en su camino, golpeándola con un fierro. Mortalmente herida, la gatita intentó llegar hasta la casa para ver a sus cachorritos. Pero la vida se le extinguió subiendo la escalera, sin alcanzar a despedirse de los pequeños.
Hoy recuerdo a Pascuala al cumplirse dos años desde el hermoso nacimiento de sus seis gatitos. Y le rindo este homenaje, porque podrán pasar mil veranos y siempre recordaremos lo maravillosa mamá que fue. Dio una hermosa lección de vida y es su testimonio de ternura el que hoy quiero compartirles. ¿Y los gatitos? En las mejores manos. Con mi pololo y mis suegros han tenido una hermosa existencia… Aunque siempre con el peligro latente de que se cruce otro humano desquiciado en su camino.
Fotos: Archivo personal