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De: Thenard (Mensaje original) |
Enviado: 19/05/2010 21:00 |
ASANAS: POSTURAS SAGRADAS
Desde la antigüedad las orillas del río Ganges y las cuevas del Sagrado
Himalaya han sido el escenario de miles de yoguis que se retiraron de la
vida cotidiana y se adentraron en la mística y la abstinencia con la
finalidad de experimentar el Samadhí y de irrumpir en el vacío
iluminador
En Occidente, todos asociamos el yoga con un cierta gimnasia oriental, a
través de cuyas posturas o asanas se consiguen grandes beneficios
físicos y mentales. En realidad, el yoga es algo mucho más serio y
profundo, y la cuestión de las posturas o asanas no es sino un punto
dentro de la sagrada ciencia del yoga. Por tanto, practicar asanas sin
profundizar en los demás aspectos del yoga resulta algo demasiado
superficial e incompleto. Sin embargo, si verdaderamente queremos
profundizar en la ciencia de la meditación debemos coger lo mejor del
yoga y, en este contexto, el estudio y práctica de las asanas resulta
imprescindible y trascendental.
El Maestro Samael resalta en su obra muchas veces la importancia de las
asanas, especialmente cuando habla de la meditación y del tantra yoga.
Como veremos los pasos que el yoga marca son los mismos que el Maestro
señala para orientarnos en la ciencia de la meditación, las exóticas
palabras con las que el Maestro define los diferentes estadios de la
meditación vamos a encontrarlas en todo su esplendor y con todo lujo de
detalles en el yoga de hace miles de años.
La antiquísima sabiduría de la India explica que los estadios del yoga
son ocho; yama, niyama, asana, pranayama, pratyahara, dharana, dhyana y
samadhí.
Todos ellos se hallan integrados pero, por una cuestión de conveniencia
pedagógica, se estudia cada componente como toda una ciencia en sí.
Así como un árbol tiene raíces, tronco, ramas, hojas, corteza, savia,
flores y frutos, y cada uno de estos componentes posee una identidad
separada, pero cada componente no puede constituir él solo un árbol. Lo
mismo ocurre con el yoga. Al igual que todas las partes reunidas
conforman un árbol, así también los ocho estadios reunidos forman el
yoga.
Hablando en terminos metaforicos, se prodría decir que los principios
universales de yama son las raíces, y las disciplinas individuales de
niyama conforman el tronco. Las asanas son como varias ramas
extendiéndose en distintas direcciones. El pranayama, que ventila el
cuerpo con energía, es como las hojas que ventilan todo el árbol.
Pratyahara evita que la energía de los sentidos fluya al exterior, igual
que la corteza protege el árbol para que no se pudra. Dharana es la
savia del árbol que mantiene firme el cuerpo y el intelecto. Dhyana es
la flor que al madurar se convierte en el fruto que es el samadhí.
A través de los ocho estadios del yoga el sadhaka (aspirante espiritual)
desarrolla la comprensión y la sabiduría, dentro de su conciencia. Va
avanzando paso a paso desde lo conocido, su cuerpo, hasta lo
desconocido, el Espíritu, pasando por el puente que es el Alma.
La ciencia del yoga es una doctrina sistemática de enseñar al ser humano
a ir con meticulosidad y eficacia en pos del encuentro con la divinidad
que se halla en su interior. Desentraña al hombre desde su cuerpo hasta
su interior. Avanza pasando del cuerpo a los nervios, y de los nervios a
los sentidos. Desde los sentidos se adentra en la mente, controladora
de las emociones. Desde la mente penetra en el intelecto, que guía la
razón. Desde el intelecto, su senda conduce a la voluntad, y de ahí a la
conciencia (chitta). La última fase va de la conciencia a su realm Ser,
Atman.
Así, el yoga conduce al sadhaka (chela o discípulo) desde la ignorancia
al conocimiento, desde la oscuridad a la luz y desde la muerte a la
inmortalidad.
Filosofía del yoga
El gran sabio hindú Patanjali es el exponente más antiguo de la
filosofía del yoga y su obra ha sido el referente para los posteriores
tratados de yoga. Se le considera como uno de los avataras del Señor. En
el "Yanavalkia Smriti" deja atrever que fue Hiranyagarbha el maestro
original del yoga. Es decir, que Patanjali fue sólo quien compiló o
explicó los preceptos, las doctrinas y las enseñanzas yóguicas.
En estas enseñanzas se define al yoga como un esfuerzo consciente y
prolongado hacia la auto-perfección. El propósito del yoga son muchos,
pero en especial es el de aquietar la mente para que ésta pueda reflejar
sin ninguna distorsión al Atman que se halla presente en cada ser vivo.
Los grandes Iniciados de la ciencia del yoga explican y recomiendan lo
siguiente:
"El yoga refrena los sentidos y controla la mente”
“Es necesario meditar regularmente”.
“Es prudente observa y buscar dentro del interior de uno mismo”.
“Tratemos de eliminar los defectos. Éste es el más difícil y verdadero
sadhana o práctica espiritual".
“La oración y la meditación son los grandes pilares de la religión.”
“La vida de servicio desinteresado y de sacrificio, acompañada de
oración y meditación, constituye la forma más elevada de religión.”
En la practica de la ciencia del yoga, el progreso interno se produce
principalmente de un modo gradual, silencioso e imperceptible, como el
suave abrir del capullo que se convierte en flor durante las horas de la
noche. Por lo tanto no es bueno el desanimo ni deprimirse con la idea
de que no se estas progresando.
Si se practica el yoga de la meditación, se tendrá un cuerpo y una mente
sana y la voz será dulce, no ofensiva, el rostro será brillante y
reflejarán la serenidad del Alma en su estado de libre acción. Los ojos
se volverán brillantes y se permanecerá siempre calmado, tranquilo y
pausado. Se estará siempre alegre, contento, sin miedo y desapasionado.
Si se practica el yoga no se sentirá atracción por las cosas del mundo, a
las cuales los humanos damos tanta importancia. Las cosas que antes nos
molestaban no lo harán ya más, Tendremos una mente imperturbable.
Seremos capaz de llevar a cabo la introspección sin interferencias
mentales egoicas. Tendremos una mente firme, aguda y sutil. Anhelaremos
dedicarnos más a la meditación y la oración. Experimentaremos ver luces e
imágenes, captaremos olores con cierto sabor divinos.
La idea de que todas las formas son formas del Señor se arraigará en
nosotros más y más. Sentiremos en todas partes la presencia de Dios.
Tendremos una postura o asana muy firme que nos permitirá estar largo
tiempo en la misma posición recibiendo la energía sublime del “prana”.
Desarrollaremos un deseo ardiente de dedicarnos al servicio
desinteresado por la humanidad."
Asanas
Como nos dicen, en la meditación conseguir una buena asana es un punto
fundamental. De acuerdo con el "Yoga Sastras", existen 84.000 asanas, de
las cuales destacan 84. Asana significa postura. Las asanas pueden
dividirse ampliamente en dos grupos principales: posturas de meditación y
culturales.
Algunos autores enseñan que las posturas básicas de meditación son
cuatro o cinco, generalmente citan la postura del loto o padmasana,
siddhasana, swastikasana, sukhasana y la conocida como vajrasana, la
cual pueden utilizar aquellas personas incapaces de servirse de las
cuatro principales.
Estas posturas son las apropiadas cuando los estudiantes se sientan para
los ejercicios de respiración y meditación. Uno tiene que ser capaz de
sentarse en cualquiera de estas posturas de meditación durante una o dos
horas sin moverse.
En primer lugar, con ellas se consigue una posición erecta de la espina
dorsal, se mantiene a ésta en su natural curvatura. En segundo lugar,
acostumbrando al cuerpo a permanecer sentado durante largos períodos sin
movimiento, se reduce al mínimo su proceso metabólico.
Esto va a contribuir notablemente a serenar la mente. Más aún, una
espina dorsal derecha ayuda a los estudiantes a concentrarse, porque en
la posición recta hay flujo estable de la corriente nerviosa o corriente
de energía a través del cuerpo. Cuanto más quieta es la postura, más
fácil resulta concentrarse y enfocar la mente en un solo punto.
Seleccionada la postura que se prefiera, se empieza con quince minutos.
Se aumenta gradualmente hasta una hora o dos. Se mantiene siempre la
cabeza, el cuello y tronco formando una línea recta. Los beneficios de
la postura dependen de la comodidad con que se realicen y para ello se
necesita cierta flexibilidad que se adquiere con la continua repetición
de la postura. El meditador debe esforzarse en mejorar poco a poco su
asana e incluso antes de ponerse con ella a meditar la practicará en
cualquier momento del día, mientras lee, escribe... preocupándose por
mejorar cada movimiento. Sentarse en la asana cuantas veces sea posible
es lo más adecuado.
Sentarse
Ya tenemos una idea general y ciertas claves para empezar a meditar. Lo
importante es empezar a practicar, entonces experimentaremos ciertos
beneficios y no pocas dificultades que harán que abandonemos o empecemos
a revisar este tema desde el principio poniendo más atención en muchos
detalles básicos que se nos habían pasado desapercibidos. Comprenderemos
porque la postura o asana es uno de los ocho puntos básicos, y toda una
ciencia, dentro de la sabiduría yóguica y de la meditación.
Empezaremos a reconocer que sentarse para la meditación es toda una
ciencia y un arte cuyo objetivo, muy importante, es permanecer inmóvil y
derecho, con la espina dorsal recta, de manera que nuestro cuerpo
descanse relajado pero firme y alerta.
Todo el que lo haya intentado, sabe lo difícil que resulta algo tan
simple como mantenerse sentado inmóvil y relajado. A los pocos minutos
nuestra mente se distrae con pensamientos variados y la posición nos es
molesta, nos movemos cada poco.
Por tanto no es de extrañar la importancia que en el Zen dan al zazen.
El ejercicio básico del Zen consiste en sentarse en relajación y dejar
que se aquiete la mente. A eso se le llama zazen (“za" = sentarse). El
zazen es algo así como permitir que un vaso de agua arcillosa se vaya
aclarando. El agua se hará más clara por sí sola si dejamos de removerla
durante un tiempo. La calma interior requiere quietud. En particular,
los practicantes del Zen han descubierto que la mejor manera de
controlar la mente es controlando el cuerpo. Cuando el cuerpo está
completamente inmóvil la mente también se va aquietando.
El zazen formal se hace en postura sentada. Budha llegó a la Iluminación
mientras estaba sentado. De las cuatro posturas, yacente, sentados, de
pie y en movimiento, se considera la postura sentada como la más
apropiada porque podemos permanecer quietos y vigilantes durante un
periodo prolongado sin que ello nos fatigue. La espina dorsal erguida
permite un estado de vigilancia y facilita que la energía fluya a través
del cuerpo. La postura tradicional, la de loto completo, en la que cada
pie se apoya sobre el muslo de la pierna contraria, es muy estable y
equilibrada.
Cuando alguien comienza a sentarse a meditar, al principio, y aunque tan
sólo lo haga durante quince o veinte minutos, se encuentra con todo
tipo de incomodidades físicas que producen distracción. Y a eso se añade
el hecho de que la mente parece incapaz de permanecer concentrada en
una sola cosa. Cuando nos quedamos quietos y vigilantes, la mente tiende
a reaccionar, tratando al máximo de volver a conquistar una posición
predominante y de control, entonces el practicante ha de limitarse a
seguir quieto y a observarla con desapego.
Con toda la importancia que tiene, el trabajar tan sólo con la mente no
es suficiente. Antes debemos saber trabajar y dominar el cuerpo. Debemos
aprender las posturas de meditación que son las más cómodas y eficaces
para este fin. Si no adoptamos la postura correcta, uno podrá ignorar
las quejas corporales hasta un punto, sin embargo, con frecuencia la
incomodidad física demandará nuestra atención antes de que hayamos
podido concentrarnos y, a menos que hagamos algo al respecto, no seremos
capaces de continuar con nuestra práctica. Además, si no existe firmeza
y quietud en la postura no se puede realizar correctamente ninguna
técnica de respiración rítmica (pranayamas). Uno se da cuenta de que
sólo cuando se ejecutan correctamente las asanas, la respiración
pranayámica se instala fácilmente.
La mayoría de los occidentales, al principio, encontramos difícil
sentarnos con las piernas cruzadas, y en las clases de meditación para
principiantes rara vez se trata el tema de la postura con detenimiento.
Esto hace que se desarrollen ciertos malos hábitos que luego costarán
corregir y que nos van a incapacitar para proseguir con éxito los
siguientes pasos de relajación de la mente, concentración, etc. Cuando
nos sentemos a meditar, debemos aprender, como punto inicial, a dirigir
la atención al cuerpo físico, hacia la asana, ésta es la primera base
necesaria y el punto de partida para la práctica de meditación. No es
posible meditar sólo con la mente. El cuerpo y la mente conforman una
sola unidad. La toma de conciencia de nuestro cuerpo nos ayuda a
desarrollar una buena postura física, ésta, a su vez, nos ayuda a que
entremos en el mundo de la meditación.
Características de una buena postura de meditación
Una buena postura de meditación es la que proporciona la mejor posición
posible para la relajación física y la concentración de la mente. En
dicha posición, debemos ser capaces de sentarnos completamente quietos
por tanto tiempo como deseemos. Para relajarnos por completo, el sistema
corporal deberá ser capaz de funcionar con un mínimo gasto de energía,
al mismo tiempo, la mente tendrá que estar alerta y serena, para lo que
es mejor mantener el cuerpo vertical. La posición sentada es la mejor,
ya que el esfuerzo que las piernas realizan es mínimo. Los brazos y las
piernas deberán encontrarse equilibrados, para evitar cualquier tipo de
tensión.
Para meditar podemos sentarnos en una silla normal, sin embargo, es más
fácil pasar un tiempo considerable inmóvil sentándonos en el suelo con
las piernas recogidas cerca del tronco; esto minimiza el gasto de
energía de los músculos y facilita la circulación sanguínea.
Los problemas con la postura
El problema que surge más frecuente al sentamos en una postura, en
particular por un periodo largo de tiempo, es la incomodidad física.
Tarde o temprano empiezan a dolernos las rodillas, o comenzarnos a
sentir punzadas en el cuello y la espalda. Dichas molestias, en un
principio, pueden estar relacionadas con la falta de práctica por no
estar acostumbrados a sentamos quietos en el suelo. Sin embargo con
frecuencia la causa de los dolores es simplemente la tensión, dado que
los músculos se encuentran tensos o estirados cuando deberían estar
relajados. Dicha tensión puede deberse a una postura mal equilibrada,
que pone demasiada presión en ciertas áreas, o puede tener sus causas en
nuestro estado emocional y mental. Por ello, todo meditador debe tener
siempre en cuenta, durante todo el día, los dos primeros pasos de la
meditación: yama y niyama. Sino cuando nos sentemos a meditar nuestro
estado físico, mental y emocional estará demasiado alterado, disperso o
lleno de mil y un preocupaciones que nos estorbaran continuamente.
De todas formas, si simplemente mantenemos el cuerpo más erguido, sin
encorvar la espalda, relajando el cuello y la cabeza, hallaremos que
podremos mejorar nuestro estado mental. La relación entre el cuerpo y la
mente, o entre la postura y las emociones también tiene un lado
positivo: un estado emocional agradable naturalmente se reflejará
favorablemente en la forma en que nos sentamos y movemos y viceversa.
Así que al ejercitarnos con una asana, nuestro caos mental inicial se
calma, tenemos mayor claridad, empezamos a sentir más ligero el cuerpo y
más relajados y las constantes incomodidades que nos distraen se
reducen gradualmente. Entonces nuestra espalda empezará a enderezarse,
nuestro pecho a abrirse y nuestros brazos y hombros a relajarse. Es
importante que por lo menos nos demos cuenta hasta que grado nuestro
cuerpo normalmente se encuentra tenso y hasta qué grado esto nos
influye. Una espalda más derecha y un pecho más abierto nos harán sentir
más naturales y comenzaremos a adquirir un conocimiento intuitivo de lo
que puede ser una buena postura de meditación.
La postura como un método de meditación
La postura, además de servir como una importante base para la salud
física y para la práctica de meditación, puede ser vista como una
especie de meditación en sí misma. Una buena postura de meditación puede
ayudar a contrarrestar algunos de los obstáculos más comunes de la
meditación. La tradición budista habla específicamente de 5 obstáculos
(nivaranas), éstos son: 1. Deseo de experiencias sensuales. 2. Odio. 3.
Pereza y letargo. 4. Agitación y ansiedad. 5. Duda e indecisión.
Observemos por un momento el obstáculo de la "pereza y letargo". Algunas
veces ya sea nuestra mente o nuestro cuerpo se encuentran pesados y
somnolientos, sin ningún interés en la meditación. En esas ocasiones en
que, una vez sentados, sentimos poco interés en la práctica de
meditación, lo que nos conduce a un estado en el que estaremos
totalmente dispersos, soñando despiertos, por lo menos podemos decidir
pasarnos la sesión de meditación tratando de mantener una buena postura.
Sin importar el que nuestra mente sea incapaz de tomar un objeto de
meditación más sutil podemos, por lo menos, hacer un esfuerzo por
mantenernos despiertos y por sentarnos correctamente. Si persistimos
llevando la atención hacia nuestro cuerpo, teniendo cuidado de no
arquear o encorvar la espalda, este primer obstáculo de la "pereza y
letargo" se dispersará antes de terminar la sesión, siendo así capaces
de avanzar hacia una definitiva técnica de meditación.
Asimismo a través de la concentración en la postura es posible hacer
algo con respecto a su opuesto, el obstáculo de la "agitación y
ansiedad". La agitación física nos señala lo incómodo que hallamos el
sentamos quietamente; de una manera similar cuando la mente experimenta
ansiedad, no se encuentra en paz. Un método para contrarrestar la
agitación física y mental es simplemente el determinar mantenerse
sentado completamente quieto. Si no podemos hacer que la mente se
mantenga firme, si lo podemos hacer con el cuerpo, si así lo decidimos.
Entonces tomando como base la firmeza de nuestro cuerpo como el
principal objeto de nuestra práctica de meditación, la mente agitada
finalmente se tranquilizará y estará en paz.
La postura de meditación ideal
La postura que refleja o conduce a un estado de conciencia superior es
conocida, en la terminología tradicional del yoga, como asana. La asana
ideal de meditación es la postura de loto completo. También hay
diferentes variaciones que son casi igual de adecuadas. Entre las que
describiremos, sin duda, habrá una posición que para empezar nos
acomode, pudiendo mejorarla posteriormente de una manera gradual. Si nos
resulta difícil sentarnos con las piernas cruzadas, es casi igual de
adecuado sentarse en un banquillo pequeño de meditación. También puede
usarse una silla normal, pero teniendo en cuenta que por muy habitual
que nos resulte esta postura no sabemos sentarnos correctamente, hemos
de educarnos en la silla, lo mismo que para sentarnos en el suelo con
las piernas cruzadas.
Ajuste de la postura de meditación
Es útil aprenderse la técnica para el ajuste de la postura, dado que así
cada vez que nos sentemos a meditar, tendremos una forma sistemática de
evaluar nuestra postura. La mayoría de las veces no nos llevará más de
unos pocos minutos, aunque otras veces necesitaremos pasar un poco más
de tiempo.
Técnica para el ajuste de la postura
Escoger un banquillo o cojín y colocar las piernas, lo mejor posible, en
la posición elegida.
La pelvis deberá ajustarse de tal modo que el ángulo que forme sea más o
menos recto, sin llevarlo demasiado hacia atrás o hacia delante. La
posición correcta de la pelvis pone a estos huesos en un máximo contacto
con el cojín.
El mantenernos conscientes en estos huesos nos permite elevar la columna
vertebral ligeramente para así enderezarla, evitando la rigidez. Si
hacemos una respiración profunda uno o dos veces, nuestro pecho al igual
que la caja torácica se abrirá. Los brazos y hombros deberán relajarse,
acomodando las manos sobre el regazo, de tal forma que no ejerzan
presión alguna en la posición relajada de los hombros y brazos. Podemos
colocar una mano sobre la otra, como en el dhyani-mudra, o en cualquier
otra posición adecuada.
Para ajustar la posición de la cabeza deberemos damos cuenta de que el
cuello es una extensión de la columna. Si es necesario podemos mover la
cabeza hacia atrás y hacia delante hasta que se sienta equilibrada.
Deberemos sentir el punto en donde el cráneo encuentra equilibrio con la
columna vertebral, moviéndolo un poco hacia delante, de tal manera que
la mirada se encuentre dirigida hacia el suelo cerca de nuestro asiento,
tratando de relajar la cara, el mentón, la lengua y la garganta.
Finalmente tendremos que revisar cómo nos encontramos en esta postura,
especialmente, la alineación del tronco. Es necesario comprobar que no
existan faltas básicas como encorvamiento o arqueo de la espalda, y que
se haga cualquier ajuste que sea necesario. Sentarse derecho no
significa poner la espalda completamente derecha o tensa como el palo de
una escoba sino que debe estar bien erguida manteniendo la curvatura
natural de la espalda.
Sentirse bien en la postura no implica que la asana esté bien. Como
dijimos la postura conlleva un equilibrio y simetría de todo el cuerpo.
Sin embargo, no es posible asumir que la postura está correcta cuando se
sienta correcta. Con frecuencia lo que se siente correcto es tan sólo
lo que estamos acostumbrados a sentir. Entonces, si alguien nos pone en
una postura mejor nos suele resultar poco familiar e incomoda. Esto hará
que queramos regresar a la postura familiar, aunque sea incorrecta y
hasta dañina.
Aunque hayamos practicado la meditación por largo tiempo no debemos usar
como guía lo que se siente correcto o incorrecto, sino que debemos
aplicarnos criterios más objetivos, tenemos que ser serios en revisar
con detalle nuestra postura y aprovechar cuando asistimos a la
meditación en grupo para poner toda nuestra atención en esos primeros
pasos de la práctica en los que se nos insiste en revisar y relajar
conscientemente nuestro cuerpo.
Dolor
Si existe dolor, es signo de que la postura es incorrecta. Es obvio que
habrán incomodidades pasajeras, sensaciones de malestar, picores, quejas
y dolores que serán mejor ignorar pues sino nunca terminarán, y si no
decidimos aguantar y llevar nuestra atención a otra parte nunca
llegaremos a asentarnos. Estas molestias, como hemos dicho, están
conectadas frecuentemente con cierta agitación interna, así como con una
mente desasosegada que se incomoda y se obsesiona con molestias
menores. Si nos identificamos con dicha agitación no podremos ni
siquiera relajarnos y molestaremos a otras personas que se encuentren
meditando en la sala.
El ejercicio místico de Oriente
Es interesante notar la diferente manera de enfocar el ejercicio físico
en Oriente y en Occidente. En Oriente quienes se ejercitan en el dominio
de su cuerpo suele ser faquires o yoguis y en Occidente, atletas. En
Occidente se considera el ejercicio físico como una manera de
desarrollar el cuerpo, músculos y articulaciones; es una práctica que
implica un continuo sufrimiento y esfuerzo.
Hay poco reconocimiento de que el ejercicio físico además de ser una
obligación o un método de fortalecimiento corporal, pueda ser un camino
de meditación que conduzca a un crecimiento psicológico y espiritual.
Necesitamos imbuirnos de que la asana es un ejercicio corporal y un
ejercicio místico para la meditación.
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De: Thenard |
Enviado: 19/05/2010 21:01 |
Bhadrasana, la postura occidental
Si nos es difícil sentamos en el suelo, por falta de agilidad o porque
ya tenemos una cierta edad, está totalmente recomendado meditar sentado
en una silla. Es la postura del Budha del futuro, el Budha Maitreya, al
que se representa de este modo. Pero aún es este caso, aunque estemos
sentados en una silla, debemos mantener una postura correcta. La espalda
debe estar perfectamente recta, acercando un poco los omoplatos, lo que
permite desplegar el pecho y por otro lado disminuir la presión
habitual que se hace sobre los órganos internos, a nivel del abdomen,
como hígado y riñones.
Con el tronco y las piernas formamos un cuatro, las piernas separadas
cuelgan hacia abajo rectas, en algunas representaciones de Maitreya se
cruzan en equis por el tobillo, y las plantas de los pies bien apoyadas
sobre el suelo.
Las manos, brazos y cabeza en las mismas posiciones explicadas
anteriormente.
Cuando la espalda está erguida, la mente se encuentra más clara y
luminosa. Debemos pues vigilar el no estar encorvados hacia delante, ni
hacia atrás, ni hacia la izquierda o derecha, sino permanecer rectos.
El mentón está horizontal y ejerce una ligera presión hacia la nuez de
Adán o el cuello. En lo que concierne a los ojos, los dejamos
simplemente reposar, sin fijarse en nada en particular, sin cerrarlos ni
mantenerlos abiertos, simplemente semiabiertos de forma natural,
relajados, sin tensión artificial. La dirección de la mirada varía, sin
embargo, según el tipo de meditación que efectuamos. Sí ponemos en
práctica a la pacificación mental, shiné, los ojos se dirigen en la
prolongación de la mirada hacia el suelo.
Postura del león
Por la noche antes de acostarnos, la meditación nos prepara para el
descanso, nos desembaraza de todas las preocupaciones. Si nos entregamos
al sueño agitados física y psicológicamente, el sueño no será tan
reparador como debiera. De manera que aprovechemos las últimas horas del
día para recuperarnos efectivamente a través de la meditación.
Esta postura es muy propicia para seguir con nuestras practicas
esotéricas al acostarnos por la noche. Podemos concentrarnos en Morfeo.
Es urgente tener fe y saber suplicar. Nosotros debemos pedirle a Morfeo
que nos ilustre y despierte en los mundos suprasensibles. A esta altura
comienza a apoderarse del estudiante una somnolencia muy especial, y
entonces adopta la postura del león:
Acostado sobre su lado derecho, con la cabeza apuntando hacia el Norte,
recoge las piernas hacia arriba lentamente hasta que las rodillas queden
dobladas. En esta posición la pierna izquierda se apoya sobre la
derecha; luego coloca la mejilla derecha sobre la palma de la mano
derecha y deja que el brazo izquierdo descanse sobre la pierna del mismo
lado.
Posición flamígera o de estrella de cinco puntas
Asana. Acuéstese el estudiante sobre una alfombra. Abra sus brazos y
piernas a derecha e izquierda hasta quedar como una estrella de cinco
puntas. Relaje todo su cuerpo. No piense en nada, ponga la mente en
blanco. Concéntrese el estudiante en su Dios interno, comience a orar el
Padre Nuestro demasiado lentamente, pensando en el sentido de cada
petición, adormézcase hasta llegar al sueño profundo meditando en cada
palabra, en cada frase, adorando... adorando... adorando...
Los ojos deben estar cerrados para que las cosas del mundo físico no os
distraigan. El sueño debidamente combinado con la meditación resulta muy
indispensable para el buen éxito de la meditación.
Es necesario tratar de relajar totalmente todos los músculos del cuerpo y
luego concentrar la atención en la punta de la nariz, hasta sentir
plenamente el pulso del corazón en ese órgano del olfato, luego
seguiremos con la oreja derecha hasta sentir el pulso del corazón en
ésta, después continuaremos con la mano derecha, pie derecho, pie
izquierdo, mano izquierda, oreja izquierda y nariz nuevamente, sintiendo
plenamente el pulso del corazón por separado en cada uno de estos
órganos donde hemos fijado la atención.
El control sobre el cuerpo físico comienza con el control sobre el
pulso. El pulso del corazón tranquilo se siente de una vez todo en su
totalidad dentro del organismo, pero los gnósticos pueden sentirlo a
voluntad en cualquier parte del cuerpo, ya sea la punta de la nariz, una
oreja, un brazo, un pie, etc.
El control del pulso o control del segundo corazón, se logra totalmente
mediante la absoluta relajación de todos los músculos. Mediante la
atención podemos acelerar o disminuir las pulsaciones del segundo
corazón y los latidos del primer corazón.
El samadhí, el éxtasis, el satorí, se suceden siempre con pulsaciones
muy lentas, y en el maha-samadhi las pulsaciones terminan. Durante el
samadhí la esencia, el buddhata, se escapa de la personalidad, entonces
se fusiona con el Ser y viene la experiencia de lo Real en el vacío
iluminador.
Sólo en ausencia del yo podemos platicar con el Padre, Brahma. Orad y
meditad, para que podáis escuchar la voz del silencio.
Esta posición de la estrella pentagonal es formidable por su honda
significación, pero las personas que por alguna circunstancia no pueden
meditar en esta posición, entonces que mediten colocando su cuerpo en
posición de hombre muerto.
Savasana, postura de hombre muerto
Esta posición es especialmente aconsejable cuando nuestro cuerpo está
muy cansado. Bien hecha, nos recarga rápidamente de energía.
Cuando el cuerpo y la mente están constantemente sobrecargados,
disminuyen la eficacia en la ejecución de sus naturales cometidos. La
moderna vida social, la comida, el trabajo e incluso las denominadas
distracciones, hacen difícil la relajación al hombre civilizado de hoy.
No solamente le resulta difícil relajarse, sino que ha olvidado incluso
el medio de que se sirve la naturaleza para recargar el cuerpo durante
la relajación y el descanso. Incluso mientras descansan, la mayoría de
los hombres siguen gastando una enorme cantidad de energía física y
mental.
La mayor parte de la energía producida por el cuerpo se malgasta
innecesariamente. Por cualquier motivo se malgastan enormes cantidades
de energía en inútiles tensiones musculares.
No tiene ninguna utilidad aumentar la energía si va a ser malgastada sin
sentido; ya que si aumentamos la producción sin controlar el desgaste
inútil, habremos aumentado únicamente la magnitud de este desgaste. Por
lo tanto, antes de aprender cualquier ejercicio físico o mental, debiera
de aprenderse a observar la tensión muscular innecesaria y a relajarla.
Todos los ejercicios de yoga se basan en este principio.
Todas las acciones físicas llevan tensión a los músculos. En ocasiones
se observa esta tensión también durante el descanso, sin razón alguna.
Cuando alguien aprende a conducir un coche, pone en ello una tremenda
tensión física y mental. En sólo quince minutos se cansará, y los
músculos le dolerán. Por otra parte, cuando un conductor experimentado
conduce durante doscientos kilómetros, apenas siente fatiga, porque en
este caso sus músculos han estado relajados durante la conducción.
Aunque casi todos nosotros conducimos, solamente unos pocos saben
hacerlo con perfecta relajación. Lo mismo puede aplicarse a los campos
de las artes, pintura, música, etc. Todos los genios se relajan
consciente o inconscientemente durante su trabajo; por este motivo
resultan tan eficientes sus obras.
Antes de poder estudiar la relajación, es preciso conocer a su oponente,
la contracción. Cuando deseamos ejecutar una acción, para completarla
se suceden, una tras otra, cuatro cosas. En primer lugar, un pensamiento
se destaca en la mente; digamos, coger un libro de la mesa. Esta onda
de pensamiento se transmite al cerebro, y el cerebro envía un impulso a
los músculos necesarios para ejecutar la acción, junto con una cantidad
extra de energía pránica para estos músculos. El prana viaja por los
nervios motores, enriquece los músculos y los impele a trabajar juntos
en el mismo fin; finalmente, el libro está en las manos.
Todas las acciones, conscientes o inconscientes, utilizan cierta
cantidad de energía pránica. En la acción consciente, la mente
consciente envía un mensaje a la mente subconsciente que inmediatamente
obedece a la orden enviando el prana a la parte deseada. Cuando una
acción es automática, esto es, cuando la mente consciente no juega
ningún papel, la mente subconsciente asume todo el trabajo, enviando la
orden y finalizando el cometido. Si la cantidad de energía pránica
gastada es mayor de la que el cuerpo puede reponer, éste se siente
débil. Esto es un modo de gastar energía.
Otro modo de gastar energía sin ningún movimiento muscular es a través
de las emociones, tales como preocupación, aflicción, ansiedad, cólera y
avaricia. Nadie está libre de emociones y solamente unos pocos pueden
mantenerlas bajo control, al menos, dentro de un límite. Las emociones
descontroladas pueden consumir rápidamente el prana almacenado en el
cuerpo. Unos pocos minutos de cólera pueden costar más energía que un
día completo de labor física. Observad una persona encolerizada; ved
cómo todos sus músculos están tensos; notad su respiración irregular, su
ceño fruncido y sus ojos inyectados. ¿Hay alguna parte del cuerpo
inactiva durante esos momentos? Su corazón late con rapidez; la presión
sanguínea aumenta; el sistema digestivo se altera. La explosión
repentina de cólera produce un shock en el sistema nervioso. ¡Imaginad
cuánta energía se necesita para restaurar el orden en los distintos
músculos y órganos que estaban cooperando con las emociones! Este
fenómeno no se limita a la cólera; todas las emociones tienen su
influencia en el cuerpo. Para una persona que padezca de ansiedad y
preocupaciones, ninguna cantidad de tónicos, inyecciones, vitaminas, o
dieta equilibrada aportará solución a sus problemas.
Después de que la cólera, la preocupación y la tristeza han
desaparecido, todavía hay otro "demonio" esperando engullir energía: se
trata de la fatiga mental o tensión. Podemos comparar el desgaste de
energía pránica producido por la tensión con el desgaste de agua que se
produce al no cerrar un grifo y dejar que gotee hora tras hora. Del
mismo modo permitimos que nuestro prana gotee en una continua tensión,
lo que, a su vez, produce un desgaste y deterioro de nuestros músculos y
órganos internos.
Cuando nos excitan las emociones bajas, la mente mantiene los nervios en
constante acción y los músculos tensos, debido a estados mentales
desenfrenados y descontrolados. En primer lugar, se malgasta una enorme
cantidad de energía, debido a innecesarias actividades que no tratamos
de detener ni de controlar y, en segundo lugar, mantenemos a nuestro
organismo sometido a constante e inútil tensión.
Permitiendo estos estados mentales y emocionales, incluso descansando
los músculos están en tensión y cuando comenzamos la mínima tarea todo
el sistema de músculos entra en acción, como si fuéramos a realizar el
más extenuante de los trabajos. En tales condiciones, levantar un libro
puede precisar tanta energía como la que sería necesaria para levantar a
un hombre grueso; o escribir unas pocas páginas, producir tanto
desgaste como si se tratara de escribir todo el libro, debido a nuestro
constante desgaste de energía muscular. Observad cómo caminan algunas
personas. Los músculos de sus hombros, brazos, piernas y estómago están
innecesariamente tensos. También durante el sueño los músculos
permanecen tensos y continúan gastando energía, aunque no nos demos
cuenta de ello.
Gastamos más energía en tener los músculos continuamente prestos para la
acción, tensos, que en el trabajo útil realizado a lo largo de nuestra
vida.
Para regular y equilibrar el trabajo del cuerpo y de la mente, es
necesario aprender a economizar la energía producida por el cuerpo, lo
cual constituye el principal propósito de la relajación.
Hay que recordar aquí, que nuestro cuerpo produce normalmente en un día,
todas las sustancias y energía necesaria para el siguiente día. Pero a
menudo ocurre que todas estas sustancias y energías se consumen en unos
pocos minutos por medio del malhumor, cólera, irritación, etcétera,
cuando alcanzan cierto grado de intensidad. En ocasiones, un simple
rapto violento de cólera, puede destruir prácticamente todas las
energías del hombre.
Este proceso de erupción y represión de las emociones violentas se
convierte, a menudo, en un hábito regular, y el resultado es realmente
desastroso no sólo para el cuerpo, sino también para la mente.
Durante la relajación no se consume prácticamente energía o prana,
aunque algo se usa en mantener el cuerpo en condiciones normales,
mientras el resto se está almacenando y conservando.
Durante la infancia el niño se relaja naturalmente; algunos adultos
también poseen este poder de relajación. Tales personas son notables por
su resistencia, fortaleza, vigor y vitalidad. Muchos grandes hombres de
estado y sabios dependen de su poder de relajación, que les capacita
para soportar la tremenda cantidad de trabajo y responsabilidad que pesa
sobre sus hombros. Mahatma Gandhi y Swami Sivananda han sido algunos de
los mejores ejemplos más recientes.
Observad un gato agazapado delante del agujero de un ratón, en actitud
fácil y graciosa, sin ninguna tensión muscular o contracción, pero listo
para la acción. Aunque exento de toda tensión en los músculos, el
reposo del gato es un reposo vivo, que rara vez falla en el momento de
la acción.
Los yoguis utilizan tres métodos para alcanzar la perfecta relajación.
Estos métodos son a nivel físico, mental y espiritual. Ninguna
relajación es completa hasta que el hombre alcanza el grado de
relajación espiritual, que bien conocen los yoguis.
1. Relajación física. Todos sabemos que la acción es el resultado de un
pensamiento originado en la mente consciente o subconsciente. Cuando
deseamos ejecutar un acto, el pensamiento se genera en la mente, se
transmite al cerebro y, simultáneamente, el cerebro telegrafía el
mensaje a los músculos a través de los nervios, y aquellos se contraen.
Del mismo modo que detrás de la contracción muscular hay pensamiento,
también detrás de la relajación existe la vibración de un pensamiento.
Igual que enviamos un mensaje para contraer los músculos, otro mensaje
llevará la relajación a los músculos cansados. Este mensaje es conocido
como autosugestión, o sugerir la relajación a los propios músculos y
órganos.
2. Relajación mental. La constante tensión a que someten a la mente las
innecesarias preocupaciones y ansiedades, se lleva más energía que las
tensiones físicas. Durante la tensión mental se debe respirar lenta y
rítmicamente durante unos minutos, concentrándose en la respiración.
Poco a poco, la mente se calmará y se sentirá una sensación de ligereza,
como si nuestro cuerpo fuera una pluma. En este estado se experimenta
gran paz y bienestar.
3. Relajación espiritual. Sin embargo, tratando de relajar la mente, no
se pueden desechar completamente todas las tensiones y preocupaciones, a
menos que se llegue a la relajación espiritual.
Mientras el hombre se identifique a sí mismo con el cuerpo y la mente,
habrá preocupaciones, temores, ansiedad y cólera, que, a su vez,
comportan tensión. Los yoguis saben que, a menos que el hombre pueda
sustraerse a sí mismo la idea del cuerpo y se separe de su ego, no tiene
medio de obtener la relajación completa.
Así pues, en la relajación espiritual hay que sustraerse e identificarse
a sí mismo como el ser Todo-penetrante, Todo-poderoso, Todo paz y gozo,
que es la pura conciencia dentro de nosotros, porque todas las fuerzas
de poder, conocimiento, paz y fortaleza están en el alma y no en el
cuerpo.
El hombre ha sido presa de todas las emociones depravadas de la mente al
identificarse a sí mismo con la mente y el cuerpo, y el único medio
para liberarse de sus garras es asentar su naturaleza real: "Yo soy la
pura conciencia o Ser". Esta identificación con el Ser completa el
proceso de relajación.
Una postura muy recomendable para una total relajación es la de savasana
o postura del hombre muerto.
Después de tantos esfuerzos, que requieren las otras posturas para
siquiera ejecutarlas por unos instantes, la postura de hombre muerto
parece muy simple, pero realizarla como debe ser no es tan fácil y
también nos requerirá práctica y paciencia.
Tenderse como un cadáver es todo un arte y más para quien siempre está
en tensión. Estamos perpetuamente tensos, incluso extendidos en nuestro
lecho o en el sofá no nos relajamos debidamente. ¡Qué más durante
nuestras actividades! Raramente nos presentamos naturales, nuestro
semblante y nuestro cuerpo no es distendido.
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De: Thenard |
Enviado: 19/05/2010 21:01 |
Esta postura es también conocida con el nombre de kamalasana. Kamala,
como padma, significa loto. Cuando la asana es ejecutada, presenta el
aspecto del loto: de ahí el nombre más conocido de padmasana.
Muchos yoguis consideran que padmasana es la mejor asana para la
contemplación. Los Rishis Gheranda, Saudilya y otros, tenían en elevado
concepto a esta asana. La Padmasana es apropiada para personas delgadas y
jóvenes.
Siéntate con las piernas juntas y estiradas. Flexiona la pierna
izquierda y coloca el pie izquierdo sobre el muslo derecho, tan próximo
como puedas al abdomen, quedando la planta del pie hacia arriba.
Seguidamente, dobla la pierna derecha y coloca el pie derecho sobre el
muslo izquierdo, superponiendo, pues, la pierna derecha a la izquierda.
Los talones quedan juntos, muy cerca el uno del otro.
La columna vertebral y la cabeza deben mantenerse erguidas. Las manos
descansan sobre las rodillas o entre los talones, la derecha sobre la
izquierda. La rodilla y muslo derecho no deben separarse del suelo.
Dirige la mente al entrecejo y cultiva una actitud de interiorización y
quietud. Puedes mantener la postura varios minutos, evitando cualquier
esfuerzo excesivo.
Tus piernas quedarán literalmente anudadas (y te costará trabajo
desanudarlas). Los yoguis de la India cruzan las manos por detrás de la
espalda y cogen cada uno de los dedos gordos de los pies con los de las
manos. Pero es ésta una perfección poco accesible para un europeo.
Para poder realizar padmasana, generalmente se ha de comenzar con la
práctica del medio loto, que consiste en colocar sólo uno de los pies
sobre el muslo e introducir el otro debajo del muslo opuesto.
Efectos: Dota de extraordinaria elasticidad a las articulaciones y
nervios de las piernas; fortalece y tonifica las regiones sacra y
pélvica; favorece el plexo coxígeo y estimula el plexo esplénico;
estimula las glándulas sexuales aumenta los jugos gástricos; combate el
reuma y la artritis; mantiene el equilibrio de los diferentes elementos
orgánicos.
Resulta la postura más ideal para la práctica del pranayama y la
meditación; favorece la sublimación de energías; combate las
fluctuaciones mentales y hace posible la interiorización.
Siddhasana, la postura perfecta
Sigue en importancia a la padmasana, la siddhasana. Algunos elogian esta
asana al punto de considerarla superior a la padmasana, para el
propósito de la meditación. Si se lograse dominio sobre esta asana, se
adquirirían muchos siddhis (poderes siquicos). Muchos siddhas de antaño
la practicaron. Por ello se le llama siddhasana.
La palabra siddha según el Glosario Teosófico de Blavatsky significa:
santo, bienaventurado, afortunado; varón perfecto; ser humano que por su
alto grado de perfección, saber y santidad ha alcanzado una condición
semidivina; un ser semidivino, asceta, yogui o adepto dotado de poderes
extraordinarios; vidente, adivino; se da igualmente este nombre a una
jerarquía de Dhyn Chohans.
La palabra siddha en sánscrito, también, significa adepto, por eso a
esta postura también se la conoce como la "postura del adepto". También
se llama la "postura perfecta". Esta es una asana hermosa para la
meditación
La forma de realizar esta postura es la siguiente:
Siéntate en el suelo con la pierna derecha hacia la derecha y dobla la
pierna izquierda. Coloca el talón izquierdo, hacia atrás, junto al
perineo. La planta del pie permanecerá al lado de la cara interna del
muslo derecho. Seguidamente flexiona la pierna derecha y coloca el talón
junto al pubis. Los dedos del pie derecho se proyectan a lo largo de la
pantorrilla izquierda. Los tobillos quedan cruzados.
Mantén erguida la columna vertebral y apoya la barbilla sobre el
esternón. Aminora el ritmo de la respiración y efectúa con las manos el
jñana-mudra (símbolo de la sabiduría). Dirige la mente al entrecejo y
mantén una actitud mental de serenidad. Empieza por mantener la postura
de uno a varios minutos.
Efectos: Estimula el plexo sacro; abastece de sangre las regiones
coxígea, sacra y lumbar; dota de elasticidad las articulaciones de las
piernas y fortalece todos los músculos de las mismas; sirve de soporte
para la práctica de la concentración y la meditación.
La postura perfecta es una de las posturas más difíciles del yoga.. La
siddhasana es dura para un europeo que no se ha ejercitado en ella desde
la infancia (como sucede entre los hindúes). Se precisan semanas y
meses de esfuerzos perseverantes. Existe un ejercicio preparatorio para
poder llegar a realizarla bien
Comencemos partiendo de lo más fácil a lo más difícil. Describimos a
continuación otro método más fácil y detallado. Hay que sentarse en
tierra, derecho el busto y separar las piernas cuanto sea posible.
Se dobla la pierna izquierda y, ayudándose con las manos, se sitúa la
planta del pie pegando al muslo derecho, con el talón lo más cerca
posible del pliegue de la ingle. Es esto lo más dificultoso. A fin de
facilitar la operación, se puede colocar bajo las nalgas, hacia atrás,
un pequeño cojín, o mejor, una manta plegada. Resultará así más cómodo
mantener en el suelo la rodilla izquierda.
Se puede también situar el talón bajo el perineo (entonces la manta se
impone). De esa forma el pie queda casi enteramente bajo el muslo
derecho. Resulta un poco más duro. Con todo, algunos prefieren esta
forma de proceder.
Esto no es más que una preparación. Más adelante se ejercitará en poner
el pie derecho sobre la pierna izquierda. O, más bien, entre la pierna y
el muslo izquierdos, continuando el pie izquierdo bajo el muslo
derecho. La dificultad estriba entonces en mantener en el suelo la
rodilla derecha. ¡Es difícil, pero se consigue!
La postura secreta
El material necesario (en los comienzos), además de la manta o de la
alfombra en que se opera habitualmente, consiste en una almohada
bastante larga y un cojín o, mejor, una manta enrollada.
Hay que sentarse en la almohada y deslizar bajo las nalgas la manta
enrollada. Separar ampliamente los muslos.
Doblar la rodilla izquierda y posar la pierna izquierda delante, de
forma que el talón se coloque justamente en medio del cuerpo (bajo los
órganos) y que el tobillo esté delante de la región púbica (ligeramente
por debajo). Así, si se ha ejercitado en tomar la postura indicada en el
ejercicio anterior, será necesario que se modifique un tanto, que se
separe más los muslos, y situar el talón, hacia la derecha,
verdaderamente en el centro y ligeramente deslizado bajo el perineo.
Doblar entonces la rodilla derecha y posar el pie derecho sobre el pie
izquierdo, entrecruzados los tobillos. El talón derecho se encuentra
también en el centro (o un poco hacia la izquierda; cubre, en parte, los
órganos). La punta del pie derecho reposa en la pierna izquierda, o se
mete ligeramente entre la pierna y el muslo. Los dedos del pie izquierdo
pueden aparecer bajo la pierna derecha, por delante.
La única dificultad es la separación hasta el máximo, impuesta a los
muslos (de lo que puede sobrevenir algún dolor en el pubis, dolor que
será vencido después, ¡como los demás!).
Las manos se colocan sobre las rodillas. Es necesario que el busto se
mantenga bien derecho. Se puede, a fin de ayudarse, apoyar la extremidad
inferior de la columna vertebral contra un mueble.
Se mira fijamente ante sí, pestañeando lo menos posible. Se puede
igualmente doblar la cabeza y contemplar fijamente el talón o incluso el
ombligo. Es de rigor, absoluta inmovilidad.
La postura llamada perfecta en realidad es una variante de la postura
secreta. Donde es preciso deslizar el talón izquierdo bajo el perineo, e
incluso bajo el ano, y la planta del pie queda vuelta hacia arriba, y
en ella reposan el muslo y la cadera derechos.
Hay que sentarse entonces como en la postura precedente tomando el pie
derecho con la mano y colocándolo sobre la pierna izquierda; más
exactamente, se le mete entre la pierna y el muslo izquierdos, haciendo
que los dedos de los pies presionen la pantorrilla.
La manta enrollada bajo las caderas impide cierto “contoneo” y permite
permanecer sin demasiado sufrimiento, a caballo sobre el talón.
Notemos que el éxito de estas posturas representa una victoria, y que
toda victoria se paga. De unos a otros las dificultades varían mucho.
Dependen, evidentemente, de ciertas particularidades anatómicas: largura
o grosor de los muslos, adiposidad, etc. Pero más todavía de la
voluntad y de la imaginación. Por la noche, antes de dormir,
represéntate estas diferentes posturas y la manera de adoptarlas.
La postura porta-suerte o porta-ventura
Para algunos esta postura es más fácil de tomar que la postura secreta.
El pie izquierdo se coloca a lo largo de la pierna derecha, el talón
profundamente metido en el pliegue de la ingle (los órganos se sitúan
entre la pierna y el muslo, detrás del talón). Dóblate y siéntate,
tomando con la mano el pie derecho y ponlo sobre la pierna izquierda, la
planta al aire. Levántate.
La dificultad está en mantener las rodillas fijas en el suelo. Pero no
es insuperable. La almohada en que te sientas y la manta bajo las
nalgas, facilitan tomar con corrección esta postura.
La postura heroica
Una variante de la postura porta-ventura. Situado el pie izquierdo a lo
largo de la pierna derecha, se coloca el pie opuesto, la planta al aire,
sobre el muslo, apoyando el talón contra el abdomen.
Puede también ponerse el pie derecho bajo el muslo o bajo la rodilla
opuestos. Manténgase el busto bien recto.
Postura “heroica” que exige voluntad, pero que llega a ser muy
agradable, pasado algún tiempo de práctica perseverante. Al principio
durará un tiempo muy breve. Se aumentará progresivamente.
No hay que espantarse de eventuales dolores en las articulaciones. Estos
dolores son pasajeros.
Swastikasana, la postura de tobillos entrelazados o postura próspera
Swastika significa "próspero" en sánscrito. Cuando se ejecuta esta
postura el entrelazado de los tobillos da la apariencia de swastika.
Siéntate en una manta con cuatro pliegues. En esta postura se debe estar
sentado con comodidad y con el cuerpo recto. Estira las piernas al
frente. Dobla la pierna izquierda por la rodilla y coloca el talón
contra la ingle del muslo derecho de tal manera que la planta del pie
permanezca en estrecho contacto con el muslo. De modo similar, dobla la
pierna derecha y sitúa el pie contra la ingle izquierda. Inserta los
dedos del pie izquierdo entre la pantorrilla derecha y los músculos de
los muslos. Esta postura es muy confortable para la meditación. Coloca
las manos como en padmasana.
Sukhasana, la postura fácil o postura del sastre
Sukhasana es una postura fácil y confortable para realizar la
meditación, ya que lo más importante es que la cabeza, cuello y tronco
forme una línea recta. Esto se consigue normalmente cruzando las
piernas. Sin embargo, si es necesario, uno puede también sentarse en una
silla.
Siéntate en el suelo con las piernas juntas y estiradas. Flexiona la
pierna izquierda y coloca el pie izquierdo debajo del muslo derecho. A
continuación, dobla la pierna derecha y sitúa el pie debajo de la pierna
izquierda. Las piernas, pues, quedan cruzadas.
Sitúa las manos en las rodillas y mantén el tronco y la cabeza erguidos.
Puedes mantener la postura durante un tiempo indefinido, pero evitando
las molestias excesivas en las extremidades inferiores.
Esta postura es la más adecuada para la meditación para aquellas
personas que tienen muy rígidas las articulaciones de las piernas, y
para las de edad avanzada. Predispone para las otras posturas de
meditación. Dirige la mente al entrecejo y mantén una actitud mental de
interiorización y serenidad.
Efectos: Dota de flexibilidad a las articulaciones de las piernas, sobre
todo a la coxo-femoral, tonifica los nervios coxígeos y sacro, facilita
la relajación.
Samana, la postura del asceta
Siéntate en el suelo con las piernas juntas y estiradas. Dobla la pierna
izquierda y coloca el talón al lado de la ingle de la pierna derecha.
Seguidamente, dobla la pierna derecha y coloca el pie derecho a lo largo
de la pantorrilla de la pierna izquierda. Con la columna vertebral bien
erguida, las manos se colocan la una sobre la otra, a la altura del
plexo solar. La mente se dirige al entrecejo y la postura puede
mantenerse por tiempo indefinido.
Efectos: Dota de elasticidad a las articulaciones de la rodilla y el
tobillo; tonifica el nervio sacro; abastece de sangre la región pélvica;
resulta muy apta para efectuar las técnicas de yoga mental.
Ardha-padmasana, la postura de medio loto
Es esta una de las posturas más apropiadas para la meditación, mucho más
al alcance para la mayoría de las personas que la postura de loto, y
muy estable y firme.
Siéntate en el suelo con las piernas juntas y estiradas. Flexiona la
pierna derecha y coloca el pie sobre el muslo izquierdo. Dobla la pierna
izquierda e introduce el pie izquierdo debajo del muslo derecho. Mantén
el tronco y la cabeza erguidos. Las manos pueden colocarse en las
rodillas o la una sobre la otra junto al abdomen.
Mukthasana o guptasana
Estira las piernas. Dobla la pierna derecha por la articulación de la
rodilla y mantén el talón contra el hueso púbico, por encima de los
órganos. Dobla ahora la pierna izquierda y colocar el talón por encima
del derecho.
Vajrasana
Ponte de rodillas. Siéntate sobre los talones con la columna recta.
Una variante consiste separar las piernas a cada lado del cuerpo. Para
ello, sentado con las piernas juntas y estiradas, flexiona la pierna
izquierda hacia fuera y hacia atrás, colocando el pie izquierdo al lado
de la nalga izquierda. Después flexiona la pierna derecha hacia fuera y
coloca el pie derecho al lado de la nalga derecha. Las manos se sitúan
sobre las rodillas y el tronco y la cabeza permanecen erguidos. Si
sentarse entre las pantorrillas te resulta demasiado incomodo, únelas y
siéntate sobre ellas. Las rodillas deben estar juntas. Regula la
respiración y dirige la atención al entrecejo. Se puede realizar esta
postura varios minutos.
Efectos: ejerce un profundo masaje sobre la articulación de la rodilla,
dotándola de vigor y elasticidad, tonifica las regiones coxigea y sacra.
Fortalece los músculos de las caras altas de los muslos.
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De: Thenard |
Enviado: 19/05/2010 21:01 |
Dolor
Si existe dolor, es signo de que la postura es incorrecta. Es obvio que
habrán incomodidades pasajeras, sensaciones de malestar, picores, quejas
y dolores que serán mejor ignorar pues sino nunca terminarán, y si no
decidimos aguantar y llevar nuestra atención a otra parte nunca
llegaremos a asentarnos. Estas molestias, como hemos dicho, están
conectadas frecuentemente con cierta agitación interna, así como con una
mente desasosegada que se incomoda y se obsesiona con molestias
menores. Si nos identificamos con dicha agitación no podremos ni
siquiera relajarnos y molestaremos a otras personas que se encuentren
meditando en la sala.
El ejercicio místico de Oriente
Es interesante notar la diferente manera de enfocar el ejercicio físico
en Oriente y en Occidente. En Oriente quienes se ejercitan en el dominio
de su cuerpo suele ser faquires o yoguis y en Occidente, atletas. En
Occidente se considera el ejercicio físico como una manera de
desarrollar el cuerpo, músculos y articulaciones; es una práctica que
implica un continuo sufrimiento y esfuerzo.
Hay poco reconocimiento de que el ejercicio físico además de ser una
obligación o un método de fortalecimiento corporal, pueda ser un camino
de meditación que conduzca a un crecimiento psicológico y espiritual.
Necesitamos imbuirnos de que la asana es un ejercicio corporal y un
ejercicio místico para la meditación.
Para los místicos hindúes el cuerpo es la morada de Brahma. Estos sabios
eran conscientes de que, aunque el cuerpo se va deteriorando, sirve de
instrumento para alcanzar la realización, y por ello ha de mantenerse en
buen estado.
Las asanas purifican el cuerpo y la mente y tienen efectos preventivos y
curativos. Su número es incontable, responden a las diferentes
necesidades de los sistemas muscular, digestivo, circulatorio,
glandular, nervioso, así como de otros sistemas del cuerpo.
Ellas ocasionan cambios a todos los niveles, desde el físico al
espiritual. La salud es un equilibrio delicado del cuerpo, la mente y el
espíritu. Por la práctica de asanas las distracciones físicas y
mentales del sadhaka desaparecen, y se abren las puertas del espíritu.
Las asanas proporcionan salud, belleza, fuerza, firmeza, ligereza,
claridad de palabra y expresión, sosiego de los nervios y una alegre
disposición. Su práctica puede compararse con el crecimiento de un árbol
del mango. Si el árbol ha crecido sano y fuerte, su esencia se
encuentra en el fruto. De igual modo, la esencia destilada de la
práctica de asanas es el despertar espiritual del sadhaka.
La asana tiene una doble cualidad: la relajación y la atención. Nos
conduce a un estado de atención sin tensión y de relajación sin
embotamiento ni pesadez. Este estado hace que verdaderamente el cuerpo
se convierta en un vehículo para el despertar de la conciencia.
Con la práctica de la asana comienza la técnica del yoga propiamente
dicha. Asana designa la conocida postura que los Yoga-Sûtra (II, 46)
definen como “estable y agradable”. Lo importante es que la asana
proporciona al cuerpo una estabilidad armónica y a la vez reduce al
mínimo el esfuerzo físico. Se regulan los procesos fisiológicos, y se
permite de este modo a la atención ocuparse exclusivamente de la
conciencia.
Al comienzo, la asana es incómoda y hasta insoportable. Pero, después de
algún adiestramiento, el esfuerzo de mantener el cuerpo en la misma
posición se torna mínimo. Ahora bien, y esto es de importancia capital:
el esfuerzo debe desaparecer. la posición meditativa debe hacerse
natural; sólo entonces facilita la concentración. La postura logra la
perfección cuando desaparece el esfuerzo para mantenerla, de modo que no
haya ya movimientos en el cuerpo.
El asana como técnica característica de la ascesis india se encuentra
descrita en las Úpanishad y aún en la literatura védica, pero la
alusiones a ella abundan más en la Epopeya y en los Purna. Actualmente,
la asana desempeñan un papel de importancia creciente en la literatura
del Hatha-yoga.
El Maestro Samael nos aclara perfectamente las posibilidades del
Hatha-yoga:
"El Hatha-yoga resulta kinder cuando sólo atiende a las necesidades
físicas y practica gimnasia. Empero, el Hatha-yoga tántrico ya no es
kinder, es de hecho y por derecho propio escuela de regeneración, puesto
que se relaciona con el Maithuna y con todas sus shadanas tántricas o
sabias posturas mágico-sexuales"
(Gran manifiesto del tercer año de Acuario).
"Nosotros no condenamos los ejercicios yoguis. Estos son muy útiles y
coadyuvan en el desenvolvimiento interior. Empero, toda yoga que no
enseñe el Maithuna y las sadhanas tántricas blancas, está incompleta."
(El Matrimonio Perfecto)
En la mayoría de los tratados del Tantra y del Hatha-yoga se encuentran
listas y descripciones de asanas. El objetivo de tales posiciones de
meditación es siempre lo mismo: “La cesación absoluta de la perturbación
proveniente de los contrarios” (Yoga-sutra, II, 48).
Se obtiene entonces cierta “indiferencia” de los sentidos; la conciencia
ya no está perturbada por la “presencia del cuerpo”. Se llega a la
primera etapa, hacia la intimidad con la conciencia.
El yogui en el estado de asana puede compararse a una planta o una
estatua divina, en ningún caso podría equipararse al hombre a secas, que
por definición es móvil, agitado, arrítmico. En el plano corporal la
asana es concentración en un sólo punto; el cuerpo está firme,
concentrado en una sola posición. Pone fin a las fluctuaciones y a la
dispersión de los estados instintivos y mentales, la asana termina con
la movilidad y la disponibilidad del cuerpo, reduciendo la infinidad de
posiciones posibles que puede adoptar el ser humano a una sola postura,
arquetípica, iconográfica.
La meta inmediata que salta a la vista es la desidentificación o la
superación de la condición humana, que resulta del rechazo a conformarse
con las inclinaciones humanas más elementales. El rechazo a moverse, a
dejarse llevar por la impetuosa corriente de los estados mentales
continuará con toda una serie de “rechazos” de todo tipo.
Las asanas del Hatha-yoga
Las asanas representan las piezas claves del Hatha-yoga. Hay tantas como
imaginarse pueda, pero ninguna de ella resulta gratuita y todas, desde
las más complejas a las más simples, han sido personalmente verificadas
por los yoguis.
Todos ellos son beneficiosos aunque indudablemente una veintena de ellos
son los verdaderamente fundamentales. Las asana permite un triple
control: sobre el cuerpo, las energías y la mente. Hace posible el
conocimiento directo y vivencial (no intelectual ni analítico) del
propio cuerpo, sus grandezas y limitaciones, y se convierte en medio
para rescatar niveles más profundos de consciencia, experimentar el
placer de la neutralización sensorial. Tal es el estado de atención pura
que conlleva la asana, que permite la captación del aquí y ahora.
Con la asana el cuerpo se hace soporte de meditación, instrumento de
concienciación y aún escuela de vida, porque con esa atención directa
con que sentimos debemos proceder en la vida cotidiana. Hasta lo que
tiene de incómodo y doloroso la asana hasta su perfeccionamiento resulta
útil, porque fortalece la voluntad y el carácter. Desde niño habría que
comenzar a practicar las asanas.
Toda asana implica unos requisitos muy precisos (movimientos lentos al
hacerlo y deshacerlo, respiración pausada, mente fija en una zona del
cuerpo y otros), se combate con ellos esa impulsividad que bien lejos
está de la auténtica espontaneidad.
La asana colabora en la integración mente-cuerpo, es un medio para
potenciar la unidad psicosomática y proporciona un bienestar tal que por
ello el yoga físico gana continuamente en adeptos y practicantes desde
los primeros días de práctica. La asana es útil para combatir la tensión
acumulada a lo largo del día, es inductorio de relajación profunda y
renueva unas energías gastadas o mal empleadas. Si la asana es realizado
con plena atención pura, sus implicaciones son, desde luego, mucho más
vastas que las meramente fisiológicas.
La asana armoniza, trabaja sobre las energías, controla músculos y
nervios, restablece funciones, equilibra los principios vitales del
organismo, ejerce masaje sobre órganos internos, dota elasticidad la
musculatura y las articulaciones, abastece de sangre todas las partes
del organismo y reporta estabilidad psico-mental.
Debemos aclarar que los tratados normales de Hatha-yoga en Occidente
están incompletos, y por mucho que intenten presentarse como una
solución físico-espiritual son como un jardín sin flores puesto que les
falta la clave principal que el ser humano necesita para regenerarse,
les falta las asanas tántricas. Todas las asanas son técnicas
preparatorias y adquieren su verdadero objetivo cuando se complementan
con el Tantra.
Tipos de asanas en el Hatha-yoga
Asanas de meditación y acción sobre las piernas.
Asanas de flexión de la espina dorsal hacia adelante.
Asanas de flexión de la espina dorsal hacia detrás.
Asanas de flexión lateral.
Asanas de control abdominal.
Asanas de inversión.
Al ser posturas estáticas trabajan a niveles muy profundos y pueden ser
ejecutadas por toda clase de personas, cualesquiera que sean su edad o
su grado de salud o enfermedad. Es así, naturalmente, el ejercicio ideal
para gente mayor y enfermos. A través de la asana hay un mejoramiento
orgánico. Todo asana es preventivo de determinados trastornos y, además,
hace posible una saludable disciplina que robustece la voluntad y el
carácter. Las posturas de yoga son utilizadas en Occidente por su doble
efecto benéfico, a nivel físico y a nivel psicológico. Ciertamente, por
la relajación que ocasionan infinidad de personas con ansiedad y
angustia han encontrado un alivio en la práctica de las asanas.
Las asanas restablecen la armonía tónica básica, equilibran los impulsos
nerviosos (los tónicos y los inhibidores), perfeccionan y regulan las
diversas funciones del organismo, reactivan el funcionamiento de los
órganos internos, pacifican el sistema emocional.
No es posible pasar a exponer detalladamente cada aplicación fisiológica
de cada asana. Sólo ese intento llevaría más de un volumen.
Asanas de meditación y acción sobre las piernas
Las asanas de meditación son utilizados por todas las ramas del yoga.
Son los apropiados para la concentración, la meditación, la repetición
de un mantra y el pranayama. Todos ellos ayudan al recogimiento, al
repliegue de la atención mental, a la neutralización sensorial y a la
estabilidad psicomental. Exigen una respiración pausada y regular, la
mayor estabilidad posible del cuerpo, la relajación neuromuscular,
mantener la cabeza y el tronco, erguidos y una actitud mental de
quietud. Con la práctica, una asana de meditación se vuelve confortable y
puede ser mantenido con completa inmovilidad y total relajación
neuromuscular. Ello requiere, no obstante, práctica perseverante y
disciplina. Sólo la práctica hace posible el perfeccionamiento de una
asana.
Todas las tradiciones místicas han observado posturas de meditación. En
la India, y en Asia en general, se ha considerado que las posturas
yóguicas de meditación son las más adecuadas para interiorizar la mente y
conectarse con la conciencia. No hay nada de gratuito en tales
posiciones. Son el resultado de milenios de investigación y tales
esquemas corporales favorecen tanto la mente como las energías y aún el
propio cuerpo. Para llegar a dominar estas posiciones se requiere
asiduidad, paciencia y tener fe en que con un poco de esfuerzo uno puede
conseguir muchas de las asanas que iremos describiendo.
Se ha descrito que las asanas de meditación desencadenan los siguientes
efectos:
-Dotan de elasticidad los músculos, nervios y articulaciones de las
piernas, y mejoran el riego sanguíneo de las mismas.
-Aumentan el riego sanguíneo a la región pelviana desde las
bifurcaciones de la aorta abdominal, estimulando los nervios coxígeo y
sacro.
-Reducen considerablemente el consumo de anhídrido carbónico.
-Fortalecen el hueso sacro y tonifican las regiones sacra, coxígea y
lumbar.
-Enseñan a mantener la columna vertebral erguida, lo que permite una
respiración más libre y evita la opresión innecesaria sobre órganos
internos.
-Estabilizan las corrientes psicomentales.
Aunque las asanas no pretendan directamente ser técnicas terapéuticas,
en Occidente, sobre todo, se han utilizado para prevenir y corregir
muchos trastornos.
Cada una de estas asanas de meditación nos enseñan a prestar atención, a
permanecer presentes en lo que estamos haciendo. Las asanas sólo pueden
realizarse correctamente si ponemos atención en cada paso que
realicemos. A continuación describiremos las asanas más importantes. Son
posturas muy sencillas aunque su ejecución, dada nuestra poca
flexibilidad, nos resulte bastante dificultosa. A veces, las diferencias
de una a otra postura son mínimas. La forma de entenderlas es, más que
siguiendo la descripción a nivel mental, animándonos a ejecutarlas
físicamente, en el grado que podamos.
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De: Thenard |
Enviado: 19/05/2010 21:02 |
Empezaremos a reconocer que sentarse para la meditación es toda una
ciencia y un arte cuyo objetivo, muy importante, es permanecer inmóvil y
derecho, con la espina dorsal recta, de manera que nuestro cuerpo
descanse relajado pero firme y alerta.
Todo el que lo haya intentado, sabe lo difícil que resulta algo tan
simple como mantenerse sentado inmóvil y relajado. A los pocos minutos
nuestra mente se distrae con pensamientos variados y la posición nos es
molesta, nos movemos cada poco.
Por tanto no es de extrañar la importancia que en el Zen dan al zazen.
El ejercicio básico del Zen consiste en sentarse en relajación y dejar
que se aquiete la mente. A eso se le llama zazen (“za" = sentarse). El
zazen es algo así como permitir que un vaso de agua arcillosa se vaya
aclarando. El agua se hará más clara por sí sola si dejamos de removerla
durante un tiempo. La calma interior requiere quietud. En particular,
los practicantes del Zen han descubierto que la mejor manera de
controlar la mente es controlando el cuerpo. Cuando el cuerpo está
completamente inmóvil la mente también se va aquietando.
El zazen formal se hace en postura sentada. Budha llegó a la Iluminación
mientras estaba sentado. De las cuatro posturas, yacente, sentados, de
pie y en movimiento, se considera la postura sentada como la más
apropiada porque podemos permanecer quietos y vigilantes durante un
periodo prolongado sin que ello nos fatigue. La espina dorsal erguida
permite un estado de vigilancia y facilita que la energía fluya a través
del cuerpo. La postura tradicional, la de loto completo, en la que cada
pie se apoya sobre el muslo de la pierna contraria, es muy estable y
equilibrada.
Cuando alguien comienza a sentarse a meditar, al principio, y aunque tan
sólo lo haga durante quince o veinte minutos, se encuentra con todo
tipo de incomodidades físicas que producen distracción. Y a eso se añade
el hecho de que la mente parece incapaz de permanecer concentrada en
una sola cosa. Cuando nos quedamos quietos y vigilantes, la mente tiende
a reaccionar, tratando al máximo de volver a conquistar una posición
predominante y de control, entonces el practicante ha de limitarse a
seguir quieto y a observarla con desapego.
Con toda la importancia que tiene, el trabajar tan sólo con la mente no
es suficiente. Antes debemos saber trabajar y dominar el cuerpo. Debemos
aprender las posturas de meditación que son las más cómodas y eficaces
para este fin. Si no adoptamos la postura correcta, uno podrá ignorar
las quejas corporales hasta un punto, sin embargo, con frecuencia la
incomodidad física demandará nuestra atención antes de que hayamos
podido concentrarnos y, a menos que hagamos algo al respecto, no seremos
capaces de continuar con nuestra práctica. Además, si no existe firmeza
y quietud en la postura no se puede realizar correctamente ninguna
técnica de respiración rítmica (pranayamas). Uno se da cuenta de que
sólo cuando se ejecutan correctamente las asanas, la respiración
pranayámica se instala fácilmente.
La mayoría de los occidentales, al principio, encontramos difícil
sentarnos con las piernas cruzadas, y en las clases de meditación para
principiantes rara vez se trata el tema de la postura con detenimiento.
Esto hace que se desarrollen ciertos malos hábitos que luego costarán
corregir y que nos van a incapacitar para proseguir con éxito los
siguientes pasos de relajación de la mente, concentración, etc. Cuando
nos sentemos a meditar, debemos aprender, como punto inicial, a dirigir
la atención al cuerpo físico, hacia la asana, ésta es la primera base
necesaria y el punto de partida para la práctica de meditación. No es
posible meditar sólo con la mente. El cuerpo y la mente conforman una
sola unidad. La toma de conciencia de nuestro cuerpo nos ayuda a
desarrollar una buena postura física, ésta, a su vez, nos ayuda a que
entremos en el mundo de la meditación.
Características de una buena postura de meditación
Una buena postura de meditación es la que proporciona la mejor posición
posible para la relajación física y la concentración de la mente. En
dicha posición, debemos ser capaces de sentarnos completamente quietos
por tanto tiempo como deseemos. Para relajarnos por completo, el sistema
corporal deberá ser capaz de funcionar con un mínimo gasto de energía,
al mismo tiempo, la mente tendrá que estar alerta y serena, para lo que
es mejor mantener el cuerpo vertical. La posición sentada es la mejor,
ya que el esfuerzo que las piernas realizan es mínimo. Los brazos y las
piernas deberán encontrarse equilibrados, para evitar cualquier tipo de
tensión.
Para meditar podemos sentarnos en una silla normal, sin embargo, es más
fácil pasar un tiempo considerable inmóvil sentándonos en el suelo con
las piernas recogidas cerca del tronco; esto minimiza el gasto de
energía de los músculos y facilita la circulación sanguínea.
Los problemas con la postura
El problema que surge más frecuente al sentamos en una postura, en
particular por un periodo largo de tiempo, es la incomodidad física.
Tarde o temprano empiezan a dolernos las rodillas, o comenzarnos a
sentir punzadas en el cuello y la espalda. Dichas molestias, en un
principio, pueden estar relacionadas con la falta de práctica por no
estar acostumbrados a sentamos quietos en el suelo. Sin embargo con
frecuencia la causa de los dolores es simplemente la tensión, dado que
los músculos se encuentran tensos o estirados cuando deberían estar
relajados. Dicha tensión puede deberse a una postura mal equilibrada,
que pone demasiada presión en ciertas áreas, o puede tener sus causas en
nuestro estado emocional y mental. Por ello, todo meditador debe tener
siempre en cuenta, durante todo el día, los dos primeros pasos de la
meditación: yama y niyama. Sino cuando nos sentemos a meditar nuestro
estado físico, mental y emocional estará demasiado alterado, disperso o
lleno de mil y un preocupaciones que nos estorbaran continuamente.
De todas formas, si simplemente mantenemos el cuerpo más erguido, sin
encorvar la espalda, relajando el cuello y la cabeza, hallaremos que
podremos mejorar nuestro estado mental. La relación entre el cuerpo y la
mente, o entre la postura y las emociones también tiene un lado
positivo: un estado emocional agradable naturalmente se reflejará
favorablemente en la forma en que nos sentamos y movemos y viceversa.
Así que al ejercitarnos con una asana, nuestro caos mental inicial se
calma, tenemos mayor claridad, empezamos a sentir más ligero el cuerpo y
más relajados y las constantes incomodidades que nos distraen se
reducen gradualmente. Entonces nuestra espalda empezará a enderezarse,
nuestro pecho a abrirse y nuestros brazos y hombros a relajarse. Es
importante que por lo menos nos demos cuenta hasta que grado nuestro
cuerpo normalmente se encuentra tenso y hasta qué grado esto nos
influye. Una espalda más derecha y un pecho más abierto nos harán sentir
más naturales y comenzaremos a adquirir un conocimiento intuitivo de lo
que puede ser una buena postura de meditación.
La postura como un método de meditación
La postura, además de servir como una importante base para la salud
física y para la práctica de meditación, puede ser vista como una
especie de meditación en sí misma. Una buena postura de meditación puede
ayudar a contrarrestar algunos de los obstáculos más comunes de la
meditación. La tradición budista habla específicamente de 5 obstáculos
(nivaranas), éstos son: 1. Deseo de experiencias sensuales. 2. Odio. 3.
Pereza y letargo. 4. Agitación y ansiedad. 5. Duda e indecisión.
Observemos por un momento el obstáculo de la "pereza y letargo". Algunas
veces ya sea nuestra mente o nuestro cuerpo se encuentran pesados y
somnolientos, sin ningún interés en la meditación. En esas ocasiones en
que, una vez sentados, sentimos poco interés en la práctica de
meditación, lo que nos conduce a un estado en el que estaremos
totalmente dispersos, soñando despiertos, por lo menos podemos decidir
pasarnos la sesión de meditación tratando de mantener una buena postura.
Sin importar el que nuestra mente sea incapaz de tomar un objeto de
meditación más sutil podemos, por lo menos, hacer un esfuerzo por
mantenernos despiertos y por sentarnos correctamente. Si persistimos
llevando la atención hacia nuestro cuerpo, teniendo cuidado de no
arquear o encorvar la espalda, este primer obstáculo de la "pereza y
letargo" se dispersará antes de terminar la sesión, siendo así capaces
de avanzar hacia una definitiva técnica de meditación.
Asimismo a través de la concentración en la postura es posible hacer
algo con respecto a su opuesto, el obstáculo de la "agitación y
ansiedad". La agitación física nos señala lo incómodo que hallamos el
sentamos quietamente; de una manera similar cuando la mente experimenta
ansiedad, no se encuentra en paz. Un método para contrarrestar la
agitación física y mental es simplemente el determinar mantenerse
sentado completamente quieto. Si no podemos hacer que la mente se
mantenga firme, si lo podemos hacer con el cuerpo, si así lo decidimos.
Entonces tomando como base la firmeza de nuestro cuerpo como el
principal objeto de nuestra práctica de meditación, la mente agitada
finalmente se tranquilizará y estará en paz.
La postura de meditación ideal
La postura que refleja o conduce a un estado de conciencia superior es
conocida, en la terminología tradicional del yoga, como asana. La asana
ideal de meditación es la postura de loto completo. También hay
diferentes variaciones que son casi igual de adecuadas. Entre las que
describiremos, sin duda, habrá una posición que para empezar nos
acomode, pudiendo mejorarla posteriormente de una manera gradual. Si nos
resulta difícil sentarnos con las piernas cruzadas, es casi igual de
adecuado sentarse en un banquillo pequeño de meditación. También puede
usarse una silla normal, pero teniendo en cuenta que por muy habitual
que nos resulte esta postura no sabemos sentarnos correctamente, hemos
de educarnos en la silla, lo mismo que para sentarnos en el suelo con
las piernas cruzadas.
Ajuste de la postura de meditación
Es útil aprenderse la técnica para el ajuste de la postura, dado que así
cada vez que nos sentemos a meditar, tendremos una forma sistemática de
evaluar nuestra postura. La mayoría de las veces no nos llevará más de
unos pocos minutos, aunque otras veces necesitaremos pasar un poco más
de tiempo.
Técnica para el ajuste de la postura
Escoger un banquillo o cojín y colocar las piernas, lo mejor posible, en
la posición elegida.
La pelvis deberá ajustarse de tal modo que el ángulo que forme sea más o
menos recto, sin llevarlo demasiado hacia atrás o hacia delante. La
posición correcta de la pelvis pone a estos huesos en un máximo contacto
con el cojín.
El mantenernos conscientes en estos huesos nos permite elevar la columna
vertebral ligeramente para así enderezarla, evitando la rigidez. Si
hacemos una respiración profunda uno o dos veces, nuestro pecho al igual
que la caja torácica se abrirá. Los brazos y hombros deberán relajarse,
acomodando las manos sobre el regazo, de tal forma que no ejerzan
presión alguna en la posición relajada de los hombros y brazos. Podemos
colocar una mano sobre la otra, como en el dhyani-mudra, o en cualquier
otra posición adecuada.
Para ajustar la posición de la cabeza deberemos damos cuenta de que el
cuello es una extensión de la columna. Si es necesario podemos mover la
cabeza hacia atrás y hacia delante hasta que se sienta equilibrada.
Deberemos sentir el punto en donde el cráneo encuentra equilibrio con la
columna vertebral, moviéndolo un poco hacia delante, de tal manera que
la mirada se encuentre dirigida hacia el suelo cerca de nuestro asiento,
tratando de relajar la cara, el mentón, la lengua y la garganta.
Finalmente tendremos que revisar cómo nos encontramos en esta postura,
especialmente, la alineación del tronco. Es necesario comprobar que no
existan faltas básicas como encorvamiento o arqueo de la espalda, y que
se haga cualquier ajuste que sea necesario. Sentarse derecho no
significa poner la espalda completamente derecha o tensa como el palo de
una escoba sino que debe estar bien erguida manteniendo la curvatura
natural de la espalda.
Sentirse bien en la postura no implica que la asana esté bien. Como
dijimos la postura conlleva un equilibrio y simetría de todo el cuerpo.
Sin embargo, no es posible asumir que la postura está correcta cuando se
sienta correcta. Con frecuencia lo que se siente correcto es tan sólo
lo que estamos acostumbrados a sentir. Entonces, si alguien nos pone en
una postura mejor nos suele resultar poco familiar e incomoda. Esto hará
que queramos regresar a la postura familiar, aunque sea incorrecta y
hasta dañina.
Aunque hayamos practicado la meditación por largo tiempo no debemos usar
como guía lo que se siente correcto o incorrecto, sino que debemos
aplicarnos criterios más objetivos, tenemos que ser serios en revisar
con detalle nuestra postura y aprovechar cuando asistimos a la
meditación en grupo para poner toda nuestra atención en esos primeros
pasos de la práctica en los que se nos insiste en revisar y relajar
conscientemente nuestro cuerpo.
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De: Thenard |
Enviado: 19/05/2010 21:02 |
Savasana (postura cadáver) puede efectuarse extendido o sentado. La
posición más recomendable para obtener un grado profundo de relajación
física y psicomental es la de decúbito dorsal, boca arriba. Seleccione
una superficie firme. Debe evitar una superficie excesivamente dura o
blanda. Puede utilizar una manta doblada en cuatro, una alfombra o una
moqueta. Extiéndase y trate de colocar su cuerpo lo más cómodo posible.
Cuerpo relajado, brazos estirados a lo largo de los costados y pies
tocándose por los talones, con las puntas de los pies abiertas, hacia
los costados, en forma de abanico. La mandíbula inferior debe quedar un
poco caída, de tal manera que, aunque los labios sigan en contacto, se
separen los dientes superiores de los inferiores. Cierre los párpados,
pero evitando cualquier presión sobre ellos. Sitúe la cabeza en el punto
de mayor comodidad, evitando tensiones en el cuello. Regule la
respiración y trate de hacerla serena y uniforme.
Dirija la mente a los pies y a las piernas, y siéntalos. No se trata de
pensar, sino de sentir, de percibir. Sienta los pies y las piernas.
Afloje todos los músculos de los pies y las piernas. Flojos, muy flojos,
abandonados, más y más abandonados. Ahora tome consciencia del estómago
y del pecho. Todos los músculos del estómago y del pecho deben sumirse
en un estado de laxitud y abandono. Asimismo, revise los brazos, la
espalda y los hombros. Todos los músculos de estas zonas se van poniendo
flojos, muy flojos, completamente flojos, relajados, más y más
relajados. Sienta el cuello. Los músculos del cuello blandos y suaves,
sin tensión ni rigidez. Ahora revise atentamente las distintas partes de
la cara. La mandíbula inferior, ligeramente caída, floja y suelta,
abandonada; los labios, fláccidos; las mejillas, blandas; los párpados,
relajados, profundamente relajados; la frente y el entrecejo alisados,
sin tensión.
Todos los músculos del cuerpo flojos, sueltos, abandonados, más y más
abandonados, más y más abandonados. La respiración lenta, pausada,
uniforme, y todos los músculos del cuerpo en un estado de profunda
relajación, profunda relajación.
Persista en relajar más y más, insistiendo en sentir y aflojar las zonas
que experimenta todavía tensas. A medida que espira, aflójese más y
más, más y más. Las palabras mentales no son necesarias. Lo importante
es ir tomando consciencia del cuerpo y sumiéndolo en relajación. Trate
día a día de profundizar, como si también quisiera relajar los órganos
internos. Sienta su cuerpo por zonas y en conjunto. Vigile la
respiración, la lengua, los ojos. Acentúe más y más la relajación. Cada
vez que el aire salga de los pulmones, abandónese más y más. Es como si
la respiración respirara por uno mismo y nos dejáramos mecer por ella y
nos sintiéramos más flojos y más abandonados. Es como una ola que va y
viene, nos envuelve, nos relaja.
Cuando el cuerpo esté relajado, tiene que tratar de ir silenciando su
mente, sin pugnar directamente con ella, sin crear tensión ni conflicto,
ignorando los pensamientos intrusos. Debemos parecer un cadáver, sin
pensamientos, sin molestias. Cuanto más se relaja el cuerpo y se hace
pausa en la respiración, más se acalla y serena el contenido mental.
Puede dedicar a la práctica de relajación de veinte a cuarenta minutos.
Antes de abandonarla, debe respirar varias veces profundamente,
proponerse salir de tal estado e ir moviendo las diferentes partes del
cuerpo poco a poco.
Nunca debe abandonarse la relajación de manera precipitada. No se
preocupe en absoluto por fenómenos que puedan presentarse durante la
relajación y que son síntomas de un excelente grado de aflojamiento,
fenómenos tales como sensación de peso y liviandad, de calor o frío,
pérdida del sentido del tiempo o del espacio, sensación de caída
abismal, pérdida de consciencia de un miembro o todo el cuerpo,
sensación de desdoblamiento o despersonalización. No tiene absolutamente
nada que temer. Al contrario, dé la bienvenida a tales fenómenos si se
presentan, porque son signo de progreso en la relajación. Evite las
interrupciones.
Efectos: Elimina la tensión física y mental, previniendo así contra
todos aquellos trastornos que se derivan de ella y que son muy
numerosos. Previene o ayuda a combatir neurosis funcionales y
neurastenia, insomnio y estados de irritabilidad, fatiga, agotamiento,
fobias, trastornos emocionales, tics, espasmos diversos, perturbaciones
cardiacas, determinadas úlceras, depresión y otras alteraciones físicas y
psicológicas.
La relajación neutraliza las tensiones generadas por la sociedad actual.
Neutraliza las influencias deteriorantes del mundo circundante:
ayudándonos a recogernos y tranquilizarnos, permitiéndonos una
renovación interior; es fuente de energías y protege contra tensiones y
conflictos externos; estabiliza la acción cardiaca y es método eficaz
para prevenir el infarto de miocardio y colaborar eficazmente en la
recuperación de aquellas personas afectadas por el mismo; aumenta la
capacidad de resistencia y rendimiento del organismo; previene o combate
diversos trastornos psicosomáticos, como asma, úlcera, estreñimiento,
aerofagia y otros; colabora en la inhibición de los procesos
psicomentales y descansa profundamente el centro mental; aumenta la
capacidad de concentración y colabora en el desarrollo de la atención
pura; facilita la toma de consciencia del propio cuerpo, desarrolla el
autocontrol, intensifica los procesos de interiorización, colabora en la
reconciliación con uno mismo y ayuda a superar conflictos internos;
resulta especialmente útil en situaciones difíciles, como pueden ser una
larga convalecencia, momentos de máxima tensión, un accidente, una
guerra, etc. Tiende a combatir la angustia en todas sus formas.
En todas las asanas una vez que hemos conseguido una buena relajación
del cuerpo y de la mente hemos de mantenernos en un estado de lucidez,
de alerta-percepción a la vez que nos vamos impregnando de sueño. Sin
cierta dosis de sueño, las meditaciones resultan muy intelectuales y
arruinan el cerebro. El sueño debidamente combinado con la meditación
resulta muy indispensable para el buen éxito de la meditación.
Para finalizar, podemos comentar, que obviamente las asanas o posturas
de meditación no son algo exclusivo de la cultura oriental.
Para hacernos una idea, vamos a mencionar unas pocas asanas propias de
otras culturas.
Runas nórdicas
Si analizamos las prácticas de las runas nórdicas podremos evidenciar
que en ellas existe pranayama, oración, meditación y cierta postura
sagrada. Hay muchas runas, aconsejamos leer el libro "Curso esotérico de
magia rúnica".
El Chac Mool azteca
El Chac Mool del México azteca es maravilloso. Realmente el Chac Mool
existió; fue un adepto encarnado, uno de los grandes Iniciados de la
poderosa civilización serpentina del antiguo México y de la gran
Tenochtitlán.
El sepulcro del Chac Mool fue hallado y sus restos encontrados. Así está
fuera de toda duda de que el Chac Mool existió realmente. Si se observa
la figura en que está acostado el Chac Mool, veremos que está acostado
en la misma posición en que se acostaban los Iniciados egipcios cuando
querían salir en cuerpo astral pronunciando el mantram FA-RA-ON. Empero,
algo curioso aparece en el ombligo del Chac Mool: es una escudilla o
recipiente como para recibir algo. Realmente el plexo solar es
maravilloso y el Chac Mool le dejó a la humanidad una gran enseñanza.
Es necesario saber utilizar la energía solar depositada en el plexo
solar. Conviene que los aspirantes se acuesten en decúbito dorsal, los
pies sobre la cama, rodillas levantadas. Es claro que al poner las
plantas de los pies sobre la cama, las rodillas quedan levantadas,
dirigidas hacia el cielo, hacia Urania.
El aspirante en esta posición se imaginará que la energía del sol
penetra por su plexo solar haciendo vibrar y rotar de izquierda a
derecha como las manecillas de un reloj cuando lo miramos de frente.
Este ejercicio puede hacerse una hora diaria. El mantra básico de este
centro magnético es la vocal U. Esta vocal se puede vocalizar alargando
el sonido así: UUUUUUUU. Un plexo solar bien despierto anima a todos los
chacras del organismo maravillosamente.
Giros de los derviches
También existen determinadas posturas de meditación que no son
estáticas. Por ejemplo, de la cultura musulmana son muy conocidas las
danzas de los derviches. Reshad Feild, describe una escena del ritual
giratorio de los derviches, de la siguiente manera:
“Comenzó a girar, muy lentamente primero, sus brazos cruzados sobre el
pecho. Poco a poco los giros se hicieron más rápidos; luego fue
extendiendo los brazos mientras el ritmo aumentaba y el sonido del
tambor se hacía más intenso… Estaba en perfecto equilibrio, con la
cabeza levemente inclinada hacia atrás y a la izquierda. Sus ojos
relucían... En el momento de mayor intensidad, el derviche detuvo su
girar de manera repentina. No parecía estar mareado. Simplemente se
detuvo, cruzó los brazos sobre el pecho e hizo una profunda reverencia.”
Cuando los giros se hacen más rápidos el derviche despliega los brazos, y
los mantiene abiertos, la mano izquierda palma arriba para recibir la
gracia de Dios y la derecha palma abajo para pasarla a la tierra.
Mientras gira, su mente se concentra en meditación en Dios y en su girar
está en calma completa con una firme intención dirigida siempre hacia
Dios.
Las inclinaciones y postraciones
Otro aspecto a mencionar son las inclinaciones y postraciones, muy
típicas durante las liturgias de los diferentes cultos.
El pranayama egipcio, precisamente se caracteriza por sus postraciones
al final del mismo. Concretamente después de realizar seis pranayamas
completos, (inhalación-retención-exhalacion por las dos fosas nasales),
el devoto se arrodilla en tierra. Coloca las palmas de las manos en el
suelo tocándose entre sí los dedos pulgares. Inclinado hacia delante,
postrado en tierra, con la cabeza hacia Oriente, apoya su frente sobre
el dorso de sus manos, al estilo egipcio. Esta posición se acompaña de
la mantralización, por siete veces consecutivas, del mantra RA.
En el culto católico, los monjes de diferentes órdenes han observado,
tanto durante el culto como durante sus oraciones privadas o
meditaciones, toda una serie de posturas místicas como son las
inclinaciones, genuflexiones (de rodillas), postraciones, giros, etc.
Asanas principales de la iconografía hinduista y budista
Las asanas yoguicas, las podemos ver en la rica iconografía hinduista y
budista. Deidades, budas y santos son representados en las posturas más
variadas, en correspondencia a la enseñanza de la que son transmisores.
Las principales asanas iconográficamente son, por orden alfabético:
-Alidhasana (también llamada ardhaparyanka), o postura tensa que se
adopta al disparar un arco, soportando todo el peso con la pierna
derecha (cuando se hace con la izquierda, se llama pratyalidhasana o
natyasana).
- Ardhapadmasana o “de medio loto”, se denominan así a todo un conjunto
de posturas en las que no se cruzan totalmente las piernas; por ejemplo,
sentado sobre el suelo con las piernas dobladas y pegadas pero sin
cruzarse, o semidobladas formando un rombo.
-Bhadrasana o “virtuosa”, más popularmente conocida como “la europea”,
"la occidental"; cuando el personajes aparece sentado en un tronco o
cualquier otro asiento, con las piernas colgando relajadamente, las
rodillas separadas y los pies abiertos o cruzados por los tobillos.
Característica del Budha Maitreya.
-Lalitasana, relacionada con el erotismo, aunque es una postura
relajada, sentada con una pierna doblada sobre el asiento y la otra
colgando; cuando la figura se encuentra en el suelo, una pierna se
pliega hacia el hombre y la otra se dobla en el suelo (cuando el
personaje es un noble o se sienta sobre un trono, se llama rajalilasana o
“postura real”).
-Padmasana, o “postura del loto”, propia de los personajes en
meditación, con las piernas entrecruzadas horizontalmente de manera que
las plantas de los pies miren hacia arriba. Paryankasana, parecida a la
anterior, pero que indica la naturaleza esotérica de la divinidad, pues
sólo se ve una pierna, mientras la otra permanece oculta bajo la ropa.
-Pratyalidhasana, que indica desapego por lo material; es un postura
erguida, cuando el personaje está de pie con la pierna derecha
ligeramente flexionada.
-Sopashryasana es la postura sentada en cuclillas, con los tobillos
cruzados, en la que los ascetas pasan mucho tiempo, para lo que se atan
las rodillas al cuerpo con un trozo de tela patta.
-Yogamaharajalilasana o “gran postura real de yoga”, en la que las
posiciones estáticas y dinámicas se combinan.
Palabras del Dalai Lama
Todos los grandes meditadores de cualquier época nos darán exactamente
los mismos pasos que hasta ahora hemos ido explicando, basándonos en las
más antiguas tradiciones hinduistas y budistas. Por ejemplo, a modo de
resumen y sin especificar una postura concreta, el XIVº Dalai Lama,
máximo jefe espiritual y temporal conocido actualmente en el budismo,
Tenzin Gyatso, al hablar de la meditación nos recuerda:
"En primer lugar, observad vuestra postura: disponed las piernas en la
posición más cómoda; colocad la columna vertebral tan recta como una
flecha. Colocad las manos en la postura del equilibrio meditativo: a
cuatro dedos por debajo del ombligo, la mano izquierda abajo y la
derecha encima, y los pulgares tocándose para formar un triángulo. Esta
colocación de las manos tiene conexión con el lugar donde se genera el
calor interno en el interior del cuerpo.
Con el cuello inclinado ligeramente, dejad que la boca y los dientes
estén en su posición normal, con la parte superior de la lengua tocando
ligeramente el paladar, cerca de los dientes superiores. Dejad que los
ojos miren relajadamente hacia abajo; no es necesario dirigirlos hacia
la punta de la nariz, pueden dirigirse hacia el suelo delante de
vosotros, si os parece más natural. No abráis los ojos demasiado ni los
cerréis con fuerza; dejadlos entreabiertos. A veces se cierran ellos
solos; esto está perfectamente bien."
Palabras de Swami Sivananda
Una vez que hemos elegido una postura para nuestra práctica, es
interesante retirarse a una habitación tranquila. Hemos de adoptar una
postura de meditación o asana que dará estabilidad a nuestro cuerpo y
nos ayudará en nuestro objetivo de recogimiento espiritual. Con nuestro
cuerpo de aliado, nuestra mente ha de fijarse en Brahma, en el Ser.
Solamente entonces seremos constantes en la práctica de la meditación y
nos sentiremos dichosos.
Aquellos que lleguen a meditar cuatro o cinco horas de un tirón, pueden
tomar dos asanas. Después de dos horas se puede cambiar de asana.
Si somos principiantes debemos empezar por mantener una asana correcta y
una mente centrada por diez o quince minutos y luego iremos aumentando
el tiempo. Practicando diariamente, en un año se puede dominar una asana
con la que permanecer concentrados un par de horas.
El cuerpo obtiene un descanso real con estas asanas. Cuando la asana se
vuelve estable, no sentirás el cuerpo. Cuando has alcanzado el dominio
sobre la asana ni el frío ni el calor te molestaran.
Hay que sentarse en la asana con el estomago vacío, se puede tomar una
pequeña taza de leche o te antes de hacer asana.
No se puede practicar la meditación sin una postura firme.
Si el cuerpo es inestable, la mente también será inestable. Hay una
conexión íntima entre el cuerpo y la mente. No se debe mover el cuerpo
lo más mínimo. Hay que ser firme como una estatua o una roca.
Si se mantiene el cuerpo, la cabeza y el cuello erecto, la espina dorsal
también estará derecha. Y así, si estás establecido firme en tu
asiento, en una asana, entonces se pueden realizar con facilidad los
ejercicios de pranayama. No serás vencido por el sueño.
¡No más palabras! Retírate a una habitación solitaria. Cierra tus ojos.
Ten una profunda y silenciosa meditación. Siente su presencia. Repite su
nombre, OM, con fervor, alegría y amor. Llena tu corazón con prema
(amor divino), destruye los pensamientos, caprichos, fantasías y deseos
cuando se lean en la superficie de la mente.
Interioriza la mente vagabunda y fíjala en el Señor. Entonces la
meditación será profunda e intensa. No abras los ojos. No te muevas del
asiento. Fúndete en él. Bucea profundamente en los rincones de tu
corazón. Sumérgete en el brillante Atman. Bebe el néctar de la
inmortalidad. Disfruta ahora del silencio. ¡Hijo del néctar!
¡Regocíjate! ¡Paz! ¡Silencio! ¡Gloria!
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