Los chakras, el humano posible y Kundalini Yoga
Antes de comenzar, ser o terminar, el Universo estaba en un plano
metafísico suprasensorial conocido solamente por Dios. En el instante
del impulso de la creación, una pequeña vibración, un spanda, causó una
pequeña diferencia que provocó una cascada ilimitada de diferencias e
hizo el Universo tal cual lo conocemos ahora. Esa división original,
semejante a una gran explosión o expansión cuyo origen fue un punto que
está más allá de las dimensiones conocidas, vibró y se manifestó en el
mundo físico. La semilla del Universo se abrió y expulsó energía de
todos los tipos y frecuencias hacia todos lados simultáneamente. Al
principio, cada forma de energía podía comunicarse, transformarse y
conectarse con las demás. Esta "democracia" de la energía fue la versión
física de la Unidad Mística. A medida que los micromovimientos del
tiempo progresaban, el Universo fue congelándose rápidamente, cuajando,
solidificándose en diferentes formas, y las energías se separaron en
diferentes campos. Aún se mantenían conectadas en su esencia y con el
núcleo original, pero en relaciones más complejas, que aparentemente las
diferenciaban entre sí.
Al mundo de la ciencia física le ha tomado siglos de estudio reconocer
esas conexiones. La termodinámica, que estudia la transformación de la
energía de una forma a otra, ha descubierto por fin que la materia y la
energía son equivalentes. Ahora los científicos buscan el eslabón por el
que todas las fuerzas conocidas han evolucionado y siguen
evolucionando, la ley única que dio origen a todas las formas, el campo
unificado bajo esa ley única.
En la vasta red de energías universales, los seres humanos somos un
organismo complejo capaz de interactuar y comunicarse con muchos niveles
de energía. En el ámbito físico, tenemos las mismas limitaciones que
los objetos físicos. Nos derretimos y nos disipamos con el calor
excesivo, nos rompemos cuando una gran fuerza nos impacta, la gravedad
nos hace caer si no tenemos apoyo. Pero, a diferencia de las cosas, los
humanos somos capaces de comprender los niveles más sutiles del
Universo. Podemos existir, conectarnos, comunicarnos, obtener fuerza,
manifestarnos y pensar en esos niveles más allá de lo físico.
Somos como un chakra, un círculo o vórtice de energía que penetra varios
niveles de existencia. A diferencia de los exploradores externos de la
ciencia, que creen en un solo nivel de existencia, los exploradores
internos han encontrado, desde el principio de la humanidad, que el
Universo es, ontológicamente, en su Esencia misma, de múltiples niveles.
Nuestra falta de habilidad para comprender y relacionarnos con ese
Universo de múltiples niveles es como el dilema que enfrentan quienes
tratan de conciliar la idea de que un fotón puede actuar como una
partícula o como una onda, dependiendo de las circunstancias y del modo
en que es observado. Para el intelecto es más fácil y más seguro
clasificar la luz en uno de los dos conceptos, pero, experimento tras
experimento, se ha demostrado que el fotón no es onda ni partícula, que
puede ser uno u otro, uno y el otro, ninguno o ambos. Los experimentos
de la física en esos niveles nos llevan a una dimensión diferente de la
que hemos considerado normal. Sea lo que sea un fotón, puede serlo de
muchas formas. Sus fases o niveles de manifestación varían según el
observador y las circunstancias de la observación. Su naturaleza
individual depende del estado actual de todo el Universo mayor con el
cual está conectado. Su esencia real está más allá de nuestros sentidos,
pero existe.
Nuestra alma o esencia tiene esa misma relación con nuestra mente y con
nuestras experiencias cotidianas. Nosotros podemos ser como partículas u
ondas, como el hemisferio derecho del cerebro o como el izquierdo, pero
en esencia, somos más que esas clasificaciones y somos más de lo que
nuestros sentidos pueden captar.
El vórtice de energía que somos contiene subvórtices, centros de energía
que cruzan e interconectan los niveles de la existencia. Esos centros
pueden considerarse de diferentes maneras. Podrías imaginarlos de una
manera terrenal, como ruedas; de una manera acuática, como remolinos de
agua; área, como un torbellino de viento, o como filamentos etéreos de
lo divino que tocan los instrumentos de los sentidos y preservan las
puertas de nuestra vida interna. La aparente separación que percibimos
con todo lo que nos rodea está equilibrada por la íntima unidad que
compartimos con todo. Ambas afirmaciones son verdaderas y ninguna es
completa como un pensamiento acabado. Las prácticas espirituales nos
permiten ver esa conexión y nos guían para relacionarnos con todos los
niveles de nuestra existencia. Nos ayudan a no sentirnos fatalmente
atraídos, como si estuviéramos en trance permanente, hacia las
dimensiones inferiores de lo que es ser un ser humano. Los sentidos son
atractivos. El impulso o fuerza de manifestarse, reproducirse y sentir
es universal. Es una fuerza irresistible llamada maya. Un velo que
hipnotiza y crea una ilusión de realidad falsa. El flujo opuesto es la
transcendencia, la iluminación, la fuerza Kundalini de la conciencia.
Cada uno de nosotros puede actuar en sincronía con el campo superior del
cual provenimos y con el cual vivimos. Podemos conectarnos con el campo
de energía original, que algunos llaman Dios o Espíritu. O podemos
correr un velo sobre esa realidad, pretender que estamos totalmente
solos y limitarnos a actuar dentro de lo denso, en la dimensión
inferior, en lo racional, definido y tangible. Los chakras o centros de
energía son un elemento central para regular cuán fuertemente pueden
cerrarse o abrirse esos velos. Determinan cuán robótica o libremente
podemos actuar; cambian el rango de nuestra percepción, nuestros
sentimientos y nuestras elecciones. Los chakras afectan el flujo y los
tipos de pensamientos que generamos, las energías que somos capaces de
reunir para actuar y manifestar nuestros pensamientos, la relación entre
la conciencia y el subconsciente en todos nuestros comportamientos. Al
abrir y equilibrar los chakras, nuestros sentidos se expanden y se
integran a una red sensible que puede vincularnos con el gran campo de
energía del cual venimos y al cual volvemos. Kundalini es la hebra del
Infinito que pasa a través del pequeño ojo de la aguja finita de la
creación.
Todas nuestras partes: el cuerpo entero, un órgano, una célula o una
molécula, vibran y se relacionan con ese gran campo. Cada parte crea una
combinación de energías de diferentes calidades, que puede ser la
semilla a través de la cual el Infinito puede alinearse y manifestarse.
Esto, que se ha sabido desde el principio de los tiempos, solía
denominarse magia, chamanismo o alquimia, pero nunca fue un pensamiento
oscuro o confuso. Es una forma de pensar que cruza varias dimensiones.
Es el arte y la ciencia de tener una conversación con el alma.
El único instrumento del ser humano consciente que puede reconocer y
decodificar estas interconexiones es el alma o la conciencia misma. La
ciencia ha desestimado en gran medida la validez de los maestros
espirituales que pueden guiarnos hacia ese despertar de lo
extraordinario en nosotros. Sin embargo, todos los maestros que han
explorado los campos internos del humano posible, concuerdan en su
trayectoria. Dicen que cada experiencia es única aunque contenga
características comunes con muchas otras experiencias y su proceso
manifieste diversas leyes generales. El campo infinito que representas,
en el que te fundamentas y manifiestas, es tan creativo, original y
complejo que ningún individuo se ha repetido ni se repetirá nunca;
ninguno de nosotros es el simple producto de un cortador de galletas
cósmico. Estás hecho con más amor, singularidad y potencial que eso.
Por no haber surgido de la experiencia directa, numerosas
clasificaciones intelectuales existentes sobre las etapas de la
experiencia son falsas, son distracciones que traicionan, por su misma
naturaleza, la humildad necesaria para acercarse al Infinito. No son
auténticas. La expresión más auténtica del Infinito es la vida de un
santo. El único registro real de los reinos conscientes superiores son
nuestras acciones y nuestra compasión. Cada palabra, cada acción, cada
éxito expresa la sintonía de cada individuo con la voluntad de Dios en
el proceso real de la experiencia de vida. Por eso son tan útiles y
poderosos las historias de vida de los santos y los recursos y técnicas
de elevación por ellos descubiertos. Apuntan exactamente hacia la Luna
aunque no sean la Luna misma. Te enseñan hacia dónde dirigir tu atención
y cómo abatir los velos del Ego. Transmiten metas, actitudes y
creencias que te ayudan a aplicar una sadhana, una disciplina para
lograr la autoiniciación y el despertar del Kundalini. Las puertas del
Yo se van abriendo a medida que los chakras se equilibran y despiertan
por medio del uso de técnicas específicas antes que por reglas generales
de vida.
Cuando Yogui Bhajan comenzó a enseñar en 1969 e inició sus comentarios
sobre los chakras, pidió a sus alumnos que estudiaran todas las
referencias sobre los varios símbolos relacionados con los chakras y que
se familiarizaran con ellos. Pero les advirtió también que, por ser él
mismo un maestro en esas escrituras, sabía por experiencia que tales
referencias te hacen dar vueltas y vueltas en círculos, al igual que los
chakras mismos. Por eso, para enseñar a sus discípulos a afirmarse
siempre en la experiencia directa, al final de cada plática les daba
siempre una kriya completa de Kundalini Yoga para equilibrar sus
chakras, despertar el Kundalini y fortalecer en ellos los diferentes
aspectos del cuerpo, la mente y el Ser.
Siguiendo la tradición de los grandes maestros, Yogui Bhajan insistía en
la importancia de asimilar las varias técnicas especiales que podemos
practicar como sadhana, en vez de pasar el tiempo discutiendo reglas
intelectuales que pueden componerse y recomponerse constantemente,
inventando para cada ocasión técnicas basadas en cada pequeño
conocimiento que se obtenga.
Como maestros de Kundalini Yoga, les decía -y les decimos nosotros a
ustedes ahora-, los aliento a leer todos los textos que deseen sobre
este tema, pero, por favor, considérenlos un "aderezo", tómenlos con un
grano de sal, porque finalmente lo más poderoso es y será su
experiencia, tu experiencia (tu sadhana), tu frecuencia de comunicación y
las enseñanzas que estás recibiendo.
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