Los 9 obstáculos en el camino del Yoga
Hay quien dice que el mundo es un laberinto y que nos movemos en él a
imagen y semejanza de ese otro laberinto que anida en nuestra mente. Por
eso la dinámica del mundo va tan veloz como el giroscopio de nuestros
pensamientos. Lo que encontramos en un lado es porque milimétricamente
está en el otro, el mundo es una disección cruel de nuestra alma.
En el fondo de ese laberinto está nuestra proyección aunque nadie sabe
lo que hay allí hasta que llega. En el centro del laberinto está la
salida, es cierto, o bien están las claves que nos permiten salir de él,
lo descubriremos. Pero claro hay que llegar hasta allí enfrentando
infinidad de peligros, los vericuetos de todo dédalo son los obstáculos
que hay que enfrentar y en cada enfrentamiento, en cada batalla aparece
una herida. Aquella primeriza imagen en el inicio del laberinto no se
corresponda ya con la que se tiene hacia la mitad, y no digamos a las
puertas de resolver el acertijo de vida que nos plantea el meandro de
caminos. Por eso decimos que a cada herida hay una pequeña muerte pero
también, por sus costados sangrientos, aparece una nueva vida
insospechada.
El laberinto será un conjuro de muerte y una posibilidad de vida. Entra
lo viejo para renacer lo nuevo, entra uno “inocentemente” para salir
siendo otro, tal vez más sabio. Todas las fecundas tradiciones han
enumerado unos pocos o muchos de esos obstáculos que de verdad se
encuentran en el proceso de búsqueda. Una tradición tan profunda y
antigua como el Yoga a través de su mayor compilador, el sabio Patanjali
con su Yoga sutras nos habla del reconocimiento de esos obstáculos que
se interponen en la práctica del Yoga. Para él la superación de esos
obstáculos se concreta en una práctica inteligente, permanente y sin
interrupciones, y una actitud de desapego que no busca las experiencias
extraordinarias que pueden aparecer precisamente con la práctica
intensa.
También, es cierto, nos lo recuerda que la presencia de personas que
hayan sufrido en la vida y hayan sacado una experiencia sabia de ésta,
nos ayuda a encontrar una dirección. Los maestros tienen esa habilidad
para ponernos en situación de un mayor aprendizaje, en definitiva para
darnos claves de superación de obstáculos, ánimos para seguir avanzando
en el camino, luz sobre nuestra sombra.
Primer obstáculo
Vydhi
Está claro que la enfermedad se puede interponer en nuestro camino y
práctica personal porque, de entrada, requiere de todas nuestras
energías para restablecer la salud. Una cosa será, claro está, una
enfermedad aguda, puntual o circunstancial, de otra crónica que se
despliega o se recrudece a lo largo del tiempo.
Sin embargo, el restablecer nuestra salud no implica necesariamente el
abandono de nuestra práctica. Ésta tendrá que cambiar y adaptarse a
nuestra condición física y psíquica y aportar soluciones para nuestro
vigor y bienestar.
Uno de los problemas en este obstáculo es la concepción previa que
tengamos de la enfermedad, si ésta es un error de funcionamiento en
nuestra fisiología, una somatización de nuestras tensiones psíquicas o
un desequilibrio energético en relación con el medio, entre otras muchas
concepciones. Ésta concepción puede ser cerrada o abierta. Por tanto,
saber utilizar a nuestro favor la propia enfermedad será un gesto de
sabiduría que ahondará en nuestra propia práctica.
En la medida que consideremos la enfermedad como una crisis depurativa y
veamos al Yoga también como una disciplina que posibilita la
purificación podremos estar en sintonía y así, un estado de enfermedad
sirva para entendernos mejor, y el Yoga para curarnos con más rapidez.
Segundo obstáculo
Styna
Nuestros estados mentales y sus fluctuaciones también pueden ir en
contra del desarrollo de nuestra claridad mental. Ese clima interior,
ese estado emocional a menudo sumergido bajo nuestra conciencia
cotidiana nos influye. Podemos sentir la pereza o la pesadez en hacer
algo, en continuar nuestra práctica de Yoga. Esa cualidad tamásica de la
mente se concreta en un estancamiento mental. Nos da pereza conectar
con nosotros mismos, con nuestra vitalidad, con nuestra capacidad de
acción. Estamos inmersos en un saco de ideas fijas que nos dan
seguridad, esa falsa seguridad en la que vive el ego, y perdemos de
vista la amplitud del horizonte en el que trascurre la vida. Es una
especie de letargo para la mente que no está dispuesta a luchar por
conseguir esos objetivos deseables y nobles de los que habla el Yoga.
Si pudiéramos visualizar la torre de seguridades en la que vivimos,
contemplar nítidamente los cimientos de esa guarida del ego, nos
daríamos cuenta de que la vida fluye en otro sitio, que la vida es
inmensamente más amplia y que en la intemperie, lejos de las falsas
seguridades, se vive muy bien.
Tercer obstáculo
Samsaya
A medida que recorremos el camino del Yoga nos encontraremos con
pendientes y recodos difíciles de transitar, cosecharemos, tarde o
temprano, un racimo de obstáculos, límites y errores a nuestro paso.
Samsaya es la duda y la incertidumbre que aparece cuando el camino se
pone difícil. Uno, tal vez, no está dispuesto a hacer más sacrificios, o
piensa que se ha equivocado de camino porque no lo tiene claro. Es
posible que aparezca otro camino que promete liberación con menos
esfuerzo, y evidentemente así no avanzamos.
La duda es una actitud que corroe nuestra esperanza. Es por ello que
tenemos que vencerla con fe y coraje.
Cuarto obstáculo
Pramda
Pramda es prisa, y la prisa y la impaciencia es uno de los males de
este mundo que va tan y tan rápido, aunque no se sepa adónde. Tenemos en
nuestro inconsciente la idea, nos lo repiten hasta la saciedad en la
publicidad, que todo es fácil, tener un coche, una casa, lo que sea. Se
nos enmascara el otro lado de la moneda, que todo requiere un esfuerzo y
que ese esfuerzo da unos frutos pero siguiendo las leyes de la vida,
con sus procesos, sus ritmos, sus tiempos, y no la ley de ego que lo
quiere todo ahora.
Si queremos alcanzar rápido una meta podremos conquistar, las paradojas
de la vida, retrocesos. Lo tenemos en la experiencia cotidiana cuánta
más prisa tenemos más nos tropezamos, más errores tenemos y más lentos
en definitiva vamos.
Sólo podremos vencer esa impaciencia cuando confiemos en que, por el
hecho de estar en el buen camino, con constancia y con corazón, todo
será hecho.
Quinto obstáculo
lasya
También se convierte en un obstáculo la falta de entusiasmo. Uno puede
tener todo a su favor, medios, conocimiento, personas con experiencia
pero si falta el entusiasmo todo queda en la superficie, algo aguado,
sin sustancia.
Cuando uno se resigna a una realidad dada, a lo que ya se ha conseguido y
se deja llevar por la inercia pierde fuerza en su camino. Es cierto que
muchas veces aflora la fatiga tras un desmedido esfuerzo pues uno no ha
calculado bien sus fuerzas y tira la toalla en el primer round.
El entusiasmo es un pozo inagotable de energía, es una curiosidad sana
por el florecimiento que conlleva una práctica, una disciplina. De
alguna manera es ponerle un cachito de corazón a eso que uno quiere
hacer, a su compromiso.
Sexto obstáculo
Avirati
Avirati es la distracción, y fundamentalmente esta distracción viene de
la mano de los sentidos. Lo que vemos y oímos del mundo se vuelve tan
poderoso que perdemos de vista nuestro rumbo. El mundo, lo sabemos, es
tentación, infinidad de caminos cada uno más y más prometedor. Los
sentidos son los medios de esta visión del mundo que nos vuelve
dependientes.
En definitiva la distracción es una debilidad por la que pasa el
individuo en la que hay confusión, confusión entre lo circunstancial y
lo esencial, entre el tener y el ser.
Cuando queremos ver sólo la parte placentera de la vida y caemos en un
exceso de complacencia perdemos fuerza en nuestro camino, no vemos
claro. Por eso hemos de contemplar la dimensión creativa de nuestra vida
que requiere de una dirección pues en la mente dispersa, distraída o
torpe no se enciende ninguna luz.
Séptimo obstáculo
Bhrntidarsana
A menudo, en nuestro camino, tenemos una falta de criterio para ser
ecuánimes en nuestro verdadero progreso espiritual. Nuestra ilusión nos
hace interpretar ciertos avances como culminación de un camino, algunos
poderes como consagración de nuestro desarrollo espiritual, y no es
cierto. En general somos víctimas de un orgullo sutil difícil de
desenmascarar. Creemos ver a Dios mismo cuando apenas hemos subido un
par de peldaños. Es aquí donde se impone la humildad, una humildad que
se gesta con la conciencia de la propia realidad, con la validación de
las medidas de control que tiene todo linaje y con los resultados que
encontramos en nuestro hacer. Ya lo decía un gran ser, por sus actos los
conoceréis.
Esta arrogancia es una visión ciega sobre uno mismo y sobre el misterio
de la vida por donde transitamos. Nos imaginamos en un pedestal cuando
en realidad estamos atados a la noria del deseo persiguiendo una vulgar
zanahoria.
Octavo obstáculo
Alabdhabhûmikatva
Es cierto que a veces uno echa una mirada hacia atrás y ve
orgullosamente todo lo que ha progresado pero también uno puede mirar
hacia delante y ver todo lo que le queda por progresar, entonces aparece
el desánimo. Descorazonados por todo lo que falta uno es incapaz de dar
un paso más, cuesta horrores caminar en nuestro sendero marcado porque
cada paso tiene el peso del tiempo, del tiempo futuro. Es precisamente
el ego el que vive en ese tiempo lineal que va del pasado al futuro sin
apenas detenerse en el presente, un tiempo que habla de causas y
efectos. Y, sin embargo, la vida nos dice que no pensemos en nuestra
rentabilidad, que cada momento es un fin en sí mismo. Pues la meta no
está en un futuro sino en el eterno presente.
Eso es precisamente lo que congela los ánimos, no ver todavía tierra
firme cuando ya estamos cansados de navegar. La falta de perseverancia
nos bloquea cuando todo parece que no avanzamos, auque internamente se
esté cociendo un proceso fértil de crecimiento espiritual.
Noveno obstáculo
Anavasthitatvni
En este último obstáculo cabe la tentación de echar todo a perder.
Cuando todo lo anterior ha ido dejando poso y la motivación ha perdido
consistencia, uno puede ir marcha atrás, de golpe entrar en una
regresión y perder lo conquistado. El problema no está tanto en esos
momentos, que los hay, donde uno toma un respiro, se da un tiempo de
asueto y logra reflexionar sobre los pasos andados. Anavasthitatvni es
la falta total de confianza que nos hunde en un pozo oscuro del cual es
cada vez más difícil salir.
Sin confianza no hay apertura y sin apertura uno no ve más que su propia
proyección, sus propios miedos.
Julián Peragón
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