LAS
TRES CLAVES DEL TANTRA
Acercarse al Tantra
supone viajar a través de una manifestación
muy especial del arte, la religión y la visión hindú
de la vida. Pero también significa un acercamiento
al gran misterio que albergamos en nuestro interior. «El
Tantra desciende del Origen hasta hacerse comprensible,
pero también puede ascender desde el mundo creado al «fin
último».
«Naga-bandha»:
la imágen representa simbólicamente la energía psíquica en forma de
serpiente. (Pintura a la tinta sobre papel, Rajastán siglo XVIII)
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La mayoría de los occidentales que
actualmente practican el hatha-yoga esperan un alivio o un
aumento de la vitalidad. Estas son ambiciones nada
desdeñables, pero algo modestas con respecto a las
ventajas que, según el espíritu de sus fundadores, esta disciplina puede
llegar a aportar. Es cierto que para cosechar todos
los frutos del hatha-yoga, no es una hora a la semana ni
incluso una hora al día lo que hay que dedicarle, sino
mucho más, en cierto modo, la totalidad de nuestro tiempo y
lo mejor de nosotros mismos. También
resulta prácticamente imposible encontrar a un
verdadero hatha-yogui en nuestros países. Incluso en la
India, este tipo de hombre, resulta cada vez más difícil de
hallar. ¿Acaso no hay un exceso de audacia o algo de
ingenuidad en proclamarse «profesor de Yoga» y reagrupar
después a estos profesores en ésta o aquella «federación» o en
ésta o aquella «escuela» en la que se impartirán
unas enseñanzas ciertamente útiles y adaptadas a las necesidades
de la sociedad moderna, pero de lo más alejadas del
espíritu de los antiguos yoguis? Aunque sin agresividad y sin polémicas,
esta es una realidad que debemos recordar, al menos para ahorrarles algunas
desilusiones a los alumnos. Existen dos formas principales
de concebir el hatha-yoga. Una, le concibe
como una mera o simple preparación
para abordar posteriormente el
raja-yoga (una fase previa preparatoria), es
decir, para
adentrarse en las técnicas de meditación y, la
otra, mucho más
acorde con el punto de vista tántrico,
digamos, le concibe como una vía específica
completa y bastándose a sí misma. En el primer caso, el trabajo
corporal se basará sobre todo en perfeccionar una
postura sentada, una sana «estable y agradable» que el
estudiante podrá conservar durante sus largas concentraciones
y, en cuanto a la práctica de la respiración, ésta se
reducirá a una regularización con objeto de que la respiración
no se convierta en un obstáculo para el que está
meditando. El segundo caso, el de los adeptos tántricos,
es algo muy distinto.
Vamos a dejar pues, a un lado
las innumerables posturas acrobáticas que suelen llenar los
manuales modernos,
ya que nos encubrirían otros misterios mucho
más profundos. Pero, un hatha-yogui auténtico es un hombre
que, esencialmente, sabe dominar tres energías: su
pensamiento, su respiración y su semen; en sánscrito, manas, prna
y vîrya. Además, para él, estos tres
son interactivos y prácticamente indisociables. El control de manas
conlleva la sumisión de prna y
de vîrya.. Y además, si se logra controlar el impulso sexual,
lo cual no implica
en absoluto una ausencia de placer, sino
una transmutación a un plano más sutil,
también se puede llegar a vencer la doble agitación del
pensamiento y de la respiración. Ahondemos
pues, en cada una de estas tres nociones y veamos de
qué forma
pueden llegar a interconectarse.
El triángulo superior simboliza la
esencia masculina y el inferior la esencia
femenina. Su unión se representa como un círculo con
el punto fundamental, el bíndu.
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MANAS
No es ninguna casualidad que en tantas
lenguas, una misma raíz man o men haya
servido para formar numerosas palabras que designan a la vez lo
«mental» y al hombre en sí mismo (y también la
Luna (Moon en inglés), astro que refleja la luz del
Sol). El mental oel pensamiento en
modo discursivo y formal, es
en efecto lo que constituye al hombre como tal, lo que, por
un lado lo distingue de los animales y, por otro,
de los dioses (un cristiano quizás diría de los
ángeles....), los primeros, los
animales funcionan de un modo
sensitivo e instintivo, los segundos de un modo intuitivo, en el
sentido informal y "supraindividual"
del término.
Entonces en cuanto al hombre, se trata de un
ser definido esencialmente por manas. Y
aunque la razón sea una facultad importante,
no es la única de este mental humano que abarca también la inteligencia,
la imaginación, la memoria y la volición (voluntad), así como un
fondo mucho más oscuro de tendencias pasionales, de diversas
atracciones y repugnancias, de deseos inconfesables y de
sentimientos rechazados. Vemos lo amplia que puede ser la
noción de manas, puesto que no
sólo se limita a la conciencia individual, sino que abarca
todo lo que la psicología y el psicoanálisis llaman
«subconsciente» o «inconsciente». Además, en el concepto hindú, mana
es un «sentido interno» (lo que los escolásticos llamaban sen-sorium
commune «sentido común» encargado
de examinar los mensajes facilitados por los cinco
sentidos externos y de transmitir sus órdenes a los órganos
motores. En el momento de la muerte, todas las facultades
de sensación y de acción se reabsorben en el manas.
Este se retira en el prna o «soplo
animador», el cual a su vez se retira en el jîvtma o
«alma viviente», principio central de la individualidad
humana, entendida en su sentido integral y que incluye
todas las extensiones sutiles (o «parapsicológicas»)
del ser. Observemos además que la misma reabsorción del
«sentido interno» se produce también, pero con el
regreso a la vida, en el sueño profundo y en el samdhi,
el éxtasis del yogui. En estos dos estados, uno acompañado
de torpeza y el otro de conocimiento, cesa cualquier
manifestación exterior de la conciencia individual, aunque
pueda subsistir una especie de conciencia orgánica, una
vaga sensibilidad corporal aparente, análoga a esos síntomas de dolor
que podemos observar incluso en alguien que está siendo
operado bajo anestesia completa. Pero la conciencia del
durmiente, al igual que la del hombre en profunda
contemplación, es transferida a un estado
supraindividual y, por tanto, supra-mental.
De
acuerdo con estas aproximaciones a una definición,
parece obvio concluir que el pensamiento
formal en ningún caso podría representar un instrumento adecuado para
sobrepasar la condición humana y acceder al conocimiento
trascendental. El mental es «algo que debe ser superado»
como expresa Nietzche (o
trascendido, para expresarlo mejor), no sólo porque,
generalmente, suele ser inestable, fluctuante e
incierto, sino sobre todo porque nos
mantiene en una esfera individual, nos
conduce siempre a la conciencia particularista del ego y tan sólo
puede funcionar oponiéndose y dividiendo
(sólo puede ser dual). El pensamiento es
siempre «pensamiento de algo». Mantiene siempre la perpetua
ficción de un «sujeto» que percibe un «objeto» o de
un «yo» que se opone a «otro». Sus pretendidas síntesis son
siempre provisionales y relativas. Su misma necesidad de
seguridad le empuja a obcecarse en sistemas e ideologías que no harán
más que reforzar la intolerancia casi fatal del ego. Por
ello toda ascesis yóguica pasa primero por una reducción de
la actividad mental, una especie de «neutralización» con
el fin de abrir la conciencia hacia a una visión menos
fragmentaria y menos egocéntrica de las cosas. Lo que caracteriza
al hathayoga en su modalidad tántrica es la fina
observación que ha hecho entre el dinamismo psíquico,
por un lado, y el dinamismo «neumtico», por otro.
El Yoni, símbolo de la feminidad y atributo
de la diosa Shakti. (Gouache sobre papel, Rajastán, s. XVIII) |
(Continuación de
MANAS)
Con una
minuciosidad que incluso puede llegar a hacernos sonreír,
los antiguos yoguis constataron las diversas formas en las que
nuestro estado mental, nuestras emociones y nuestras
acciones pueden llegar a afectar nuestro ritmo respiratorio
y a modificar notablemente la distancia alcanzada por nuestra
respiración en el momento de la expiración.
El angul o anchura del dedo
les servía de medida. He aquí, por ejemplo, una tabla
bastante clásica:
Estado normal
0 anguls
Durante una emoción 12 anguls
Cantando 16
anguls
Comiendo 20
anguls
Andando 24
anguls
Durmiendo 30
anguls
Durante el acto sexual 36
anguls
Durante un esfuerzo físico 36 anguls
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Estos mismos yoguis también habían observado que
el estado de meditación siempre iba acompañado por una
respiración muy suave y muy lenta, que podía llegar a
hacerse imperceptible o incluso cesar totalmente durante el
sa-mdhi. A pesar de esto,
no debemos imaginar que lo que intentaban era
obtener unos estados espirituales por medios
mecánicos, respiratorios o de otro
tipo. Esto sólo ha podido producirse en
algunas desviaciones «mágicas» a las cuales haríamos mal
otorgando demasiada importancia. Lo que estos maestros
habían alcanzado a comprender de una vez por todas era la
total vanidad de intentar dividir la Realidad, como hacemos
a menudo, en «espíritu» y en «materia». Esta última
siempre nos conduce a la primera, y viceversa. Así es
como yoguis que aparentemente han consagrado todas sus vidas a
perfeccionar sus cuerpos pueden, sin embargo ser
venerados como grandes «espiritualistas», mientras que
otros que parecen haberse limitado a seguir una ascesis
puramente interior, con un recurso mínimo a los sanas
y los prnyamas conocen a fondo, sin embargo,
todos los secretos del organismo humano y de la
«Naturaleza».
A esta altura de este estudio,
resulta fácil comprender cómo un estado mental descansado,
sin mencionar siquiera la serenidad, conlleva automáticamente
una respiración tranquila y armónica: cualquiera puede
comprobarlo a su nivel. Más problemática parecerá,
cuando se a abordada la conexión establecida entre el
dominio del pensamiento y de
la sexualidad. Cuando analicemos
la noción de vîrya, volveremos a
ello más detenidamente. Pero, ya a partir de ahora, debemos
comprender que el yogui tántrico, a diferencia del raja-yogui no
rechaza el deseo sexual, ya que, técnicamente, lo necesita para
sus operaciones iniciáticas. Pero de este deseo no
conserva más que su substrato energético puro, liberándolo de todo
elemento mental, afectivo o emocional que le haya sido
impuesto inúltilmente (por la educación, la
cultura, la moral...).
Este decantamiento le permite acceder a una dimensión
supraindividual y casi podríamos decir «arquetípica» de la
sexualidad. No hay nada menos intelectualizado que el
erotismo tántrico. No es por medio de un razonamiento ni
de una autosugestión artificial como en el maithuna
(la unión ritual) la pareja deja de ser hombre y mujer
para convertirse en «dios» y en «diosa». Precisamente
es por haber renunciado a su manas por lo que
pueden abordar la experiencia sexual con la mente
vacía, desembarazada de deseos
egoístas y de vana sentimentalidad. También es debido
a que el cuerpo con el que se realiza esta unión ha
sido «transfigurado», consagrado por algunos ritos e
impregnado de prna, lo que nos lleva
al segundo de los temas de este artículo.
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Diagrama que muestra los
sonidos seminales con que se controla el fluir de las fuerzas en
las venas sutiles. Detalle de una página de manuscrito de Nepal,
siglo XVIII. Tinta sobre papel,
6x25 cm
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PRNA
Si la noción de manas incluyó toda la
actividad psíquica del hombre tanto consciente
como inconsciente, el concepto de prna no es menos
rico y no sólo abarca la función respiratoria,
sino también todaslas demás funciones
vitales. En sánscrito, a éstas se les
llama vyus, literalmente, «vientos». Existen cinco
váyus principales y que, en resumen, corresponden a
la absorción del aire y de los alimentos, a la eliminación
de los deshechos, a la digestión, a la circulación
sanguínea y a la expresión vocal, así como un cierto número de vyus
secundarios que gobiernan fenómenos tan distintos como el
estornudo, la tos, el hipo, el bostezo, el erupto, el
parpadeo, los picores, etc. Debemos comprender que el yogui debe
adquirir la conciencia y más tarde el dominio, y no sólo
de la respiración, de este conjunto funcional. Sin embargo,
la respiración ocupa un lugar privilegiado porque es la
única función vital importante que, ya desde un principio,
el estudiante puede llegar a dirigir y modificar a
voluntad, al menos hasta un cierto punto. Además, ésta nos
da acceso directo a nuestro cuerpo sutil, sobre el
que debemos recordar algunas nociones, fácilmente
olvidadas.
El cuerpo sutil, a menudo asimilado a un
vehículo de fuego, no es ni un «doble» ni un «molde» del
cuerpo físico, como podemos leer a veces en muchas
obras ocultistas. Si escapa a la condición espacial, no
puede escapar del todo al tiempo: tiene su propia
«duración», creando el vínculo entre los diferentes estados
de manifestación individual del ser (simbólicamente entre
las «vidas sucesivas»). Es el que «transmigra», llevándose
con él después de cada «muerte», es decir, después de cada
final de ciclo de existencia, los residuos, las
huellas y los reflejos de las experiencias anteriores
contenidos en los manas, que ya hemos
estudiado. Y su disolución definitiva indica que el ser, si
todavía no está liberado de toda posibilidad de manifestación,
al menos ha conseguido librarse de la corriente de las
«formas» y de la necesidad de un «regreso» al plano
individual.
El cuerpo sutil es recorrido, irrigado y
vivificado por los ndis, flujos de energía, conductos luminosos o
canales que, por una parte, se pueden comparar
o identificar con los «meridianos» de la acupuntura china
y, según otro punto de vista, con las ramificaciones del
sistema nervioso. Este es un tema de lo más rico y
atrayente, aunque desgraciadamente deformado por la fantasía
de algunos autores.
Al orificio nasal izquierdo se le llama «lunar»,
femenino, negativo, yin en términos chinos, es
refrescante y «mental»; y, en líneas generales, corresponde
al sistema parasimpático. El orificio nasal derecho es
«solar», masculino, positivo, yang y cálido y
corresponde al sistema simpático. Cuando la circulación
del aire predomina en el orificio nasal izquierdo, la persona más bien
se siente propensa a reflexionar, a interiorizarse y a
concentrarse, pero cuando predomina en el orificio nasal derecho
es porque le ha llegado el momento de actuar. Una vez aclarado
esto, hay que decir que esta polaridad va alternando
de un orificio nasal a otro aproximadamente todas
las horas, excepto en algunas personas que casi siempre tienen el
mismo orificio obstruido, lo que puede conllevar trastornos bastante
graves o, al menos, servirle de diagnóstico a algún
terapeuta. Lo ideal, si lo que se pretende es un simple
equilibrio psicosomático sin ninguna referencia particular
al yoga, sería mantener una justa armonía entre los dos
polos con el fin de no ser ni demasiado introvertido
ni demasiado extravertido. La energía positiva debería
predominar durante doce horas y la energía negativa
durante otras doce.
Mediante una serie de ejercicios precisos y
codificados, de los que a este nivel no se debería de
exagerar los peligros, el aprendiz de yogui se esfuerza
por igualar el flujo del aire en sus dos orificios, lo que
hace que se le empiece a abrir el ndi central o «vía del
medio» y que, en el plano fisiológico, corresponde
parcialmente a la médula espinal. Pero esto no es suficiente. Prnyma
significa «control de la respiración» pero,
sobre todo, extensión, expansión de la respiración, que
llega a conseguir inspiraciones y expiraciones muy lentas, distintamente
ritmadas según los objetivos que se persigan. Los
verdaderos beneficios de esta
disciplina tan sólo se manifiestan
cuando somos capaces de mantener la respiración
durante algunosminutos, lo
cual requiere evidentemente pulmones y un corazón muy
fuertey salvo
raras excepciones, la vigilancia de un instructor
cualificado. Entonces es cuando el mental es capturado,
inmovilizado y reabsorbido. Si la experiencia
es bastante intensa, puede llegar a ocurrir que la
conciencia «se tambalee» hacia otra dimensión no objetiva supra-individual.
Pero si no se trata más que de una simple «habilidad
manual», el practicante, tras un período de
exaltación o de euforia más o menos prolongado,
volverá a caer, a veces con un profundo sentimiento de nostalgia,
en el mundo ordinario de la dualidad prnyma
sólo puede «reavivar el fuego» y hacer explotar la
«fortaleza» del ego si el terreno ha sido minado, un
profundo trabajo discriminatorio, un heroico esfuerzo del
intelecto para reconocer sus propios
límites y su congénita
impotencia. También aquí podemos darnos cuenta que si prna
da a dominar a manas, en realidad, su cooperación resulta
indispensable para poder llegar a una auténtica integración. El gran
peligro del prnyama, si no va acompañado por un agudo, discernimiento
del espíritu, es que podría atraer al neófito al
mundo de los poderes o al de la magia. Provoca la sensación
embriagadora de poder comunicar con la fuente misma de la vida y
ningún gurú, digno de este nombre, jamás debería
prestarse a enseñar los últimos arcanos a un ser
insuficientemente lúcido y purificado.
Si la
retención prolongada de la respiración tiene como resultado
el de anular la actividad mental y por tanto poner
en funcionamiento la conciencia del ego, también es una de
las técnicas utilizada en el maithuna por los
tántricos con el fin de impedir la expulsión del esperma.
Ello nos conduce a la tercera parte de nuestro estudio: vîrya.
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Por encima del mundo
y de la esfera terrestre, la energía cósmica pasa entre el planetario y
los chakras astrológicos, torres del reino de la Experiencia Pura, los
chakras de unión y felicidad.
Manas,
prna, vîrya: Vemos que estas tres
energías no forman más que una, que son los tres aspectos de una
sola Energía, aquella a la que los yoguis llaman
Shakti, la Diosa. ¿Hay que desconfiar de esta última? Sí,
seguramente, y toda la iconografía tántrica nos recuerda
la naturaleza aterradora de este Poder en el que, incluso
algunos sabios, han preferido no ver más que una peligrosa
ilusión: es Durga de pie sobre su león, Kli, con su collar de cabezas
humanas, pisoteando los restos del mundo. Aquel que desease
poseer a la Diosa sin antes haberla adorado, haberla
servido humildemente y ofrecido la totalidad de su aliento, de
sus pensamientos y de sus deseos, sería un loco.
Aunque esta vía de esfuerzo no resulte tan hermosa, finalmente, lo esencial,
depende de la gracia.
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