En 1951 una estadounidense llamada Henrietta Lacks fue examinada en el hospital de la Universidad Johns Hopkins. Analizaron las células de un punto rojo en su nuca, y éstas resultaron cancerosas; se reprodujeron con tanta rapidez que, a pesar del tratamiento, la señora Lacks murió ocho meses después a los 31 años de edad.
Hoy en día las células sobreviven y se utilizan para combatir una amplia variedad de enfermedades en todo el mundo. El ginecólogo del hospital fue el primero en interesarse en la señora Lacks. Intrigado por la extraordinaria tasa de reproducción de las células; envió una muestra al doctor George Gey de la Universidad de Johns Hopkins, estaba interesado en el cultivo de tejidos, ya que las células cultivadas en el laboratorio pueden estudiarse o usarse para desarrollar virus, para que las vacunas puedan ser probadas en ellos.
El cultivo de tejidos suele ser una tarea difícil, pues son pocas las células que pueden crecer fácilmente cuando se han extraido del cuerpo; en este caso las células eran tan vigorosas que todavía hoy siguen reproduciéndose.
Las células HeLA por Henrietta Lacks, se han usado en muchos experimentos médicos; uno de los primeros fue el cultivo del virus de la poliomielitis que por primera vez pudo desarrollarse con rapidez en el laboratorio, en vez de hacerlo lentamente en animales. Las células HeLa también son invaluables al investigar la síntesis de la proteína corporal y en la ingeniería genética.
Hoy no existe en el mundo un laboratorio de investigación de cáncer o centro de inmunización que no deba algo a la tenaz longevidad de las células HeLa. Y los científicos esperan que las células de Henrietta Lacks puedan conducirlos un día a la cura del cáncer. |