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Reflexiones sobre el zen y la física moderna
Hasta principios del siglo XX, el acercamiento científico difundido en el mundo occidental se ha basado siempre en la observación de los fenómenos externos que nos rodean, seguido por un acercamiento lógico explicativo en forma de teorías o modelos. El ser humano ha observado al mundo como un objeto de estudio separado de su propio ser. La realidad del mundo ha sido percibida como una entidad regida por leyes inmutables hasta ahora desconocidas, por leyes que escapan a nuestro conocimiento en este momento, pero cuyo descubrimiento fue considerado inevitable y que dependía sólo de los progresos para alcanzar nuevos medios de observación. Muchas personas participan aún de esta opinión y creen que cualquier realidad puede ser conocida, siempre y cuando los telescopios o microscopios sean lo suficientemente poderosos. Este acercamiento científico tiene la enorme desventaja de mantener una separación entre ser humano y el universo que lo rodea; lo cual, representa la causa principal de los actuales problemas del mundo en materia de ecología y relaciones humanas. Esta forma de conocimiento se ha impuesto en el transcurso de los siglos a cualquier otra forma de conocimiento y especialmente en las civilizaciones occidentales ha opacado totalmente al conocimiento intuitivo y meditativo, más difundidos durante la Edad Media. Por otra parte, no hay que confundir conocimiento, ciencia y tecnología. Muchos consideran el acercamiento meditativo, y en particular el del zen, no científico. Es un acercamiento integral, es decir, abarca al mismo tiempo, a uno mismo y al mundo del que formamos parte, inmediato, espontáneo y directo. De cualquier manera, su base es fácil de comprender dado que nuestras células son similares a todas las células de nuestro mundo; es bien conocido que estamos constituidos por los mismos átomos que todo lo que se halla en nuestro universo visible. En ese sentido, la observación de uno mismo, de la vida que nos habita, es la observación de una parte de un todo, ésto nos lleva a abrirnos a un conocimiento más amplio, que es extiende a nuestro mundo.
Ambos acercamientos pueden considerarse ortogonales separados e imposibles de unir. Sin embargo, la física llamada moderna ha sufrido y continúa sufriendo, antes que otras ciencias, una revolución profunda, quebrantando las certezas que teníamos sobre las posibilidades de nuestro conocimiento, nosotros mismos como sujetos y nuestro mundo exterior como objeto de nuestro conocimiento. Ocurrió en particular con la llegada de la física cuántica, de la relatividad del tiempo, de nociones de espacio y de dimensiones de nuestro universo. Estos dominios de la física no fueron formulados precisamente por los Maestros zen de la historia, sin embargo, en muchos aspectos su profunda intuición en lo que concierne a la virtualidad del tiempo, la no-separación entre nosotros mismos y nuestro universo, se ve ahora iluminada de forma innegable por los nuevos acercamientos de la física desarrollados durante las últimas decenas de años.
El objeto de estas escasas líneas es simplemente sugerir que los dos acercamientos pueden ser no-contradictorios, sino más bien al contrario, complementarios, conocimiento inmediato e integral y conocimiento basado en la observación externa y la lógica. Además, a menudo, los resultados de ambos acercamientos son muy similares y conducen a la misma percepción global de nuestro universo. En ese sentido, reunirles, reconociendo siempre sus limitaciones propias, una debida a la verificación, otra debida a un acercamiento fragmentario, es en sí mismo interesante, cada hombre desea en el fondo de sí mismo integrar el mundo científico y, digamos, el religioso.
La física cuántica y el conocimiento intuitivo.
Evidentemente, aquí no se trata de abarcar todo el campo, sino de tratar de sugerir, y no de explicar por completo, el paralelismo entre la enseñanza de los antiguos Maestros zen y lo que ahora aparece admitido por todo el mundo en física cuántica. Para ello es inevitable recordar algunas nociones básicas de física cuántica. Estas nociones no son inmediatamente evidentes para aquellos que, como todos nosotros, vivimos en mundo macroscópico.
El mundo macroscópico que nos rodea está regido por las leyes de causas y efectos. En este mundo, la materia es la materia y las ondas, por ejemplo luminosas, son ondas. Por ejemplo, las olas, las ondas son los movimientos del agua, y el agua es simplemente agua. En cambio, en el mundo microscópico de la física cuántica, las cosas no son tan claras. Se rompe la dualidad a la que estamos acostumbrados en nuestra vida cotidiana. Del mismo modo, estamos acostumbrados a observar sistemas que interactúan, donde la información entre sistemas se transmite, por ejemplo, mediante luz o sonido. Sin embargo, la física cuántica ha demostrado que la dualidad entre ondas y partículas, digamos materia, debería ser superada. De igual forma, la observación de fenómenos inmediatos ha tambaleado nuestras convicciones.
Tomemos un primer ejemplo. La luz no existe en reposo, sino que es la propagación de una onda, obviamente, a la velocidad de la luz. Por lo tanto, no es material; no podríamos hacer una mesa con luz puesto que la luz no existe en reposo. Por otra parte, el electrón que es una pequeña partícula, en el sentido del vocabulario común y corriente, no es una onda. Sucede que la luz actúa al mismo tiempo como onda y como partícula, como un grano de luz. Los electrones, por lo tanto las partículas, se comportan igualmente como ondas y no como partículas. Entonces, ¿cuál es la realidad? ¿La luz es una onda o una partícula? Y el electrón, ¿es una partícula o una onda? Por lo tanto, este concepto de dualidad entre ondas y partículas debe superarse. Debería de inventarse una nueva palabra en el lenguaje, por ejemplo «parton». Es ciertamente comprensible hablar de materia en nuestra vida cotidiana, pero en el mundo microscópico materia y energía son el mismo fenómeno.
En física cuántica, la manera en la que observamos un fenómeno determina el estado en el cual éste se proyecta en nuestro mundo macroscópico. ¿Cúal es entonces la realidad fundamental de las cosas, si nuestra observación misma define, en el sentido de nuestro vocabulario, que la observamos, o bien como materia o como onda, sin consistencia material? Por tanto, se entrevé ya, que el único nivel de realidad al cual estamos acostumbrados debe ser superado, y un nuevo nivel de realidad debe surgir, en el cual éstas contradicciones puedan ser superadas, integradas, reunidas. Es difícil de concebir intelectualmente, la mente humana querría deducir que existe algo real que permanece escondido. Pero no es el caso. No existe un algo escondido y la naturaleza de las cosas está en esta aparente contradicción, cuando se la limita a un único nivel de realidad. Sin embargo, es posible de concebir una lógica que permita, no resolver las contradicciones, pero sí aceptarlas. Es otra dimensión lógica. Lo mismo sucede, de hecho, en nuestra vida cotidiana en la que tenemos que abrazar las contradicciones a las que nos vemos enfrentados.
A lo largo del tiempo, los Maestros zen han afirmado siempre que la materia es los fenómenos (el electrón la onda) y que los fenómenos son la materia (la onda el electrón). La naturaleza fundamental de todas las cosas, materia, fenómenos, es el vacío, llamado ku. Todas las cosas, todos los fenómenos, incluso los fenómenos de la mente, en esencia, permanecen en potencia en ku, provienen de ku y regresan a ku. En este sentido, no existe en nuestro universo más que fenómenos, no existe ningún noúmeno. La materia misma es un fenómeno y carece de existencia intrínseca; su propia esencia es ku. Ku, aunque no se pueda traducir literalmente, quiere representar en palabras, el vacío potencialmente habitado por toda energía o materia, que vienen a ser lo mismo desde la conocida ecuación de Einstein E=mc2. Hoy en día en física, se habla de vacío y de campo, lo que en esencia es la misma cosa. En física de partículas, cuanto más tratamos de comprender los fundamentos de la materia, más nos encontramos con lo que podríamos llamar el vacío. El vacío está habitado por campos interactivos que se materializan cuando son atravesados por un grano original, o por un grano de luz o por una perturbación energética. De alguna manera se polariza. Un campo es el concepto científico de ku, del que habla el budismo desde los tiempos más remotos. El concepto de partículas u ondas es reemplazado por el de campos. Del mismo modo que ku no puede observarse en sí mismo, tampoco los campos, sin embargo, se manifiestan de diferentes maneras según el método de observación, o según la manera en la que son proyectados en nuestro mundo macroscópico.
La esencia de esta nueva física ya estaba contenida en la intuición de los Maestros zen. Hoy en día, el acercamiento intuitivo y científico se están reuniendo; el uno inmediato, completo y expresado mediante imágenes; el otro la verificación mediante observaciones realizadas en nuestro mundo real de cada día. El acercamiento del zen ha sido el acercamiento directo e intuitivo a ku; el acercamiento científico, después de numerosas observaciones, deducciones y contradicciones ha resuelto, ha encontrado por otro camino el mismo concepto.
La interdependencia: interacciones y variables no locales.
Veamos un segundo ejemplo. Comencemos esta vez por el acercamiento del zen concerniente a la interdependencia. Esta interdependencia se concibe como inmediata y global. Esto se traduce por ejemplo, en la siguiente frase: una persona que practica zen modifica al universo entero. Comprender esta frase haciendo intervenir una interacción que se propaga en primer lugar, dentro de nuestro entorno cercano, y luego cada vez más lejos, está claramente justificado. Sin embargo, la frase también contiene una noción de inmediato y universal sin hacer intervenir ninguna interacción que se propaga poco a poco, como si nuestro universo entero fuera uno, unido y completamente interdependiente. A priori esto parece estar en contradicción con el hecho de que en nuestro mundo ninguna interacción puede propagarse a más velocidad que la luz. A esta tasa de velocidad serían necesarios millones de años para que la influencia de una persona que practica zazen se propagara hasta las fronteras de nuestro universo. Sin embargo, en física un nuevo fenómeno acaba de ser completamente verificado y establecido en los últimos meses, y prueba que un sistema unido en sus condiciones iniciales permanece unido, y que el cambio de un elemento, modifica inmediatamente a los demás sin que haya tiempo para que ninguna señal se propague de un elemento a otro
Se emiten dos partículas de luz provenientes de la desintegración de un átomo. Esas dos partículas de luz son enviadas en direcciones opuestas a través de kilómetros de distancia de fibra óptica. A pesar de estar separadas por kilómetros de distancia, su estado permanece unido, es decir que una modificación del estado de una de las partículas es inmediatamente observable en la otra sin que haya habido tiempo para que una señal se propague, a la velocidad de la luz, de una a otra. El fenómeno es inmediato, no existe separación espacial, el espacio es discontinuo. Es otro nivel de realidad. Por el momento, ningún formalismo matemático permite pasar de un nivel de realidad a otro. Pasar de las leyes del mundo cuántico a las del mundo macroscópico. Este experimento demuestra lo que presentían los Maestros zen cuando hablaban de la interdependencia entre todos los seres, en el amplio sentido de nuestro universo, de interdependencia inmediata, sin ninguna separación espacial. Por lo tanto, en nuestro universo se encuentran fenómenos que han permanecido durante mucho tiempo desconocidos para el mundo científico y que se aproximan a lo expresado desde el principio en el budismo.
Ambos acercamientos son pues complementarios, en el sentido que la intuición es ciertamente correcta, pero puede beneficiarse de la observación científica para ser verificada y proyectada como un fenómeno real en nuestro mundo visible. Se podría comparar este proceso a la proyección del mundo de Buda, fuente de intuición integrada, en nuestro mundo cotidiano, el mundo de la observación de los fenómenos físicos. Con este conocimiento, el progreso científico, siempre que conserve la modestia, puede llevar al ser humano a comprender la naturaleza profunda de las cosas. Como decía Buda: si les digo que tengo un diamante dentro del puño, tendrán que creerme. Si abro la mano, lo ven. En ese sentido, el progreso científico en la comprensión de nuestro universo facilita el hecho de abrir la mano, así todos pueden ver el diamante.
Otra dimensión de la realidad
Según el descubrimiento de Planck que es el fundamento de la física cuántica, la energía tiene una estructura discreta, discontinua. Su unidad fundamental es el quantum. Ésto supone una verdadera revolución. Estamos acostumbrados a un mundo continuo, hecho de relaciones de causas y efectos, de interacciones de un lugar a otro y de un tiempo lineal. Entonces, ¿cómo entender un mundo hecho de entidades discontinuas, los quantum?¿Cómo comprender la verdadera discontinuidad?, es decir ¿cómo imaginar que entre dos puntos no hay nada, ni objetos, ni átomos, ni partículas, simplemente, nada? ¿Cómo, a pesar de que la física no haya abordado realmente este tema y que el tiempo todavía se considere una variable continua, cómo se puede entender la relación entre el tiempo que transcurre y el instante? ¿Cuánto tiempo hay entre dos instantes? ¿Es el tiempo una sucesión de instantes? ¿Cómo conciliar a la vez el tiempo que fluye y la discontinuidad de los instantes? En la física se ha establecido una cojera: se conserva a un tiempo el espacio-tiempo de la física clásica y las leyes de la física cuántica . Realmente, es una cojera que acarrea muchos problemas de comprensión.
Hemos visto que los conceptos clásicos de partículas de materia y ondas no son entidades cuánticas, muy diferentes de los objetos de la física clásica. Hay que colegir, pues, que bien sean a la vez ondas y partículas, bien que no sean ni ondas ni partículas. Debemos abandonar el dogma de la existencia de un único nivel de realidad. Los objetos cuánticos están sometidos a las leyes cuánticas, rompiendo las leyes del mundo macroscópico. Existen dos niveles de realidad: Una lógica simple donde una cosa y su contrario existen solamente de forma separada, debe ser superada. Por ejemplo, si uno permanece en el único nivel de realidad del mundo macroscópico, el mundo de la dualidad, las ondas y las partículas aparecen separadas, es una contradicción. La introducción de un nivel de realidad permite superar esta contradicción. Por ejemplo, en esta realidad ondas y partículas están de hecho unificadas y se llaman "quantum".
El surgimiento de un nivel de realidad donde las contradicciones son superadas, naturalmente conciliadas, es esencial. Desde siempre, éste nivel de realidad es parte de la esencia del conocimiento en el budismo. Durante zazen, la aparente dualidad entre cuerpo y espíritu se supera mediante una conciencia integrada cuerpo-espíritu. Este acercamiento intuitivo e integrado se convierte en un ingrediente esencial de nuestra forma de ver las cosas en la vida cotidiana. Vivimos, y en consecuencia, podemos decir que nuestro tiempo fluye, pero igualmente vivimos únicamente a cada instante. Si permanecemos en un único nivel de realidad, no podremos reunir ambos. Durante zazen esta contradicción desaparece, la conciencia del tiempo y del instante se unifican. Se trata de un acercamiento integrado al mismo tiempo de sí mismo y del mundo del que formamos parte, inmediato, espontáneo y directo. Un acercamiento en el que uno mismo y el mundo que nos rodea están reunidos, unificados. Por otra parte, ésto representa la única vía, la única esperanza para el ser humano, la esencia de la ecología, el respeto y la compasión por todos los seres.
El tiempo en la física y el instante.
Basta con hacerse honestamente esta pregunta para darse cuenta de que el tiempo es un concepto que vive en nosotros. El tiempo no tiene ser propio y no es por tanto mesurable en sí mismo. Es percibido en función de las cosas, en función de los acontecimientos, en función de un tema, de los seres humanos, por ejemplo. En física, el tiempo ha sido limpiado de todo lo que lo le hace importante para nosotros, su concepto se ha simplificado completamente, formalizado, matematizado.En física el tiempo carece, por ejemplo, de dirección; el pasado y el futuro no existen. Además, las ecuaciones de la relatividad general son simétricas con respecto a la variable tiempo. Éste es un tiempo extremadamente pobre en relación con el que vivimos y la ciencia tuvo que realizar un esfuerzo considerable a fines del siglo XIX para restablecer su irreversibilidad.
Hemos conservado en nuestras mentes este concepto de tiempo lineal que transcurre. Es real, es suficiente con observar el transcurso de la vida. Pero nuestra conciencia de un tiempo que transcurre de manera regular y universal ha cambiado profundamente en la época moderna.
En un capítulo del Shobogenzo, Uji, el Maestro Dogen habla del ser-tiempo. Innumerables escritos han hablan del tiempo, también en física, con la flecha del tiempo --la dirección del tiempo-- , porqué en nuestro mundo el tiempo se ve transcurriendo en un único sentido. Hasta estas últimas décadas el tiempo era considerado en las sociedades occidentales como una entidad absoluta. El tiempo, o más bien su medida, está exactamente definida. Sin embargo, por un lado, en el siglo XIII el Maestro Dogen habló del ser-tiempo, es decir, expresó el hecho de que fuera de los seres, de nosotros mismos en particular, o de forma más general de la presencia de materia, el tiempo no existe de manera absoluta. El tiempo está completamente unido a los seres. Por otro lado, ya en nuestro siglo, Einstein demostró que el tiempo es un concepto relativo, que depende del punto de referencia desde el cual lo observamos y de las masas presentes. El tiempo ha caído en picado de su pedestal de variable absoluta.
Uno de los grandes descubrimientos de Einstein fue establecer, en la teoría de la relatividad general, que el tiempo no es absoluto, sino que su observación se modifica por la presencia de masas en nuestro universo. En la nada absoluta (llamada kakunen musho en los textos zen), el tiempo no existe, primera cosa. En este sentido, hablar del principio de nuestro universo se refiriere únicamente a un concepto inexacto de tiempo absoluto y no de tiempo relativo, porque la distribución de las masas en el interior de nuestro universo está en constante cambio. En este sentido se podría decir que nuestro universo ha surgido de la infinidad del tiempo, que nuestro universo y su tiempo han nacido a la vez, como se acostumbra a decir. En el budismo el concepto de tiempo que separa el nacimiento del universo de su desaparición, es muy vago, y corresponde a la idea de kalpa. Por otra parte, siendo también un kalpa un parpadeo del ojo de Buda, es evidente que no tiene contenido real o mesurable de manera absoluta. De todas formas, ésto no impide, que en nuestra época, en nuestra vida, podamos hablar del tiempo transcurrido, medido, por ejemplo, por el desplazamiento de las agujas de un reloj.
El concepto de tiempo desaparece a nivel cosmológico ya que no existe ninguna referencia exterior a nuestro universo visible para medirlo. Es pues un concepto interno a nuestro universo. El concepto de la medida de tiempo transcurrido entre la aparición y la posible desaparición de nuestro universo no tiene significación en sí mismo, se podría hablar tanto de miles de millones de años o como de fracciones de segundos. Por otro lado, dentro de nuestro universo, la medida del tiempo no es absoluta.
Dogen decía lo mismo con otras palabras. Nuestra observación del tiempo depende de dónde estamos, depende y está ligado a nuestro ser. Dogen primero se dio cuenta de que el tiempo no era un concepto absoluto; más tarde ésto fue observado y demostrado por la física. Pero también, el conocimiento de la relatividad del tiempo por las observaciones de la física permite así mismo al ser humano darse cuenta de la relatividad y la impermanencia de todas las cosas, el mundo ya no se percibe como una entidad fija, exterior a nosotros. Negar la impermanencia de todas las cosas es, ciertamente, una fuente de sufrimiento para el ser humano. Por otro lado, los conceptos fundamentales de la física cuántica nos permiten ver a todas las cosas como en un constante cambio, en una interacción mutua, unidas unas a otras, como los seres humanos lo están los unos a los otros y al mundo en el que viven.
El universo.
El budismo antiguo habla a cerca de multitud de universos que aparecen y desaparecen a través de innumerables kalpas. Como si cada uno de esos universos fuera semejante a una burbuja que crece, explota y desaparece, seguido de otras burbujas. Nosotros sólo podemos conocer nuestra propia burbuja, lo cual no excluye que existan otras que permanecen desconocidas para nosotros, otros universos separados por siempre por la frontera de la nada.
Por tanto, el budismo antiguo ha hablado siempre de una multitud de innumerables universos, mientras que la ciencia occidental sólo habla de nuestro universo. ¿Cómo comprender este hecho? Aunque se trate de nuestra percepción cotidiana, no vivimos en un universo hecho de líneas rectas. Einstein demostró en su teoría de la relatividad general, que la geometría de nuestro universo se curva por la acción de las masas o de la materia, presentes. Por lo tanto, vivimos en un universo curvo. Los conceptos de espacio y materia están vinculados; el espacio no existe, o no tiene ningún significado sin la presencia de la materia, Entonces, la nada es un concepto inconcebible para nosotros ya que no tiene ni tiempo ni espacio. Nuestro universo, aunque nos parezca ingenuamente infinito, encuentra su límite natural en el vago punto donde cesa la influencia de las masas que lo componen. En ese sentido, puede ser percibido como finito o infinito, porque este límite es vago. Por otra parte, nuestro universo visto en su totalidad podría considerarse un inmenso agujero negro.
Nada se opone a la presencia de universos múltiples e incontables, cada uno completamente ajeno al otro, carentes de conexión espacial o temporal entre sí. Separados por la nada, aunque, de hecho, el concepto de separación no tiene ningún sentido, porque no puede ser medido por nada. Los universos están aislados. Hablar de distancia entre ellos no significa nada ya que no existe ninguna geometría común. El ser humano sólo puede conocer o aprehender al universo en el que vive, que ha generado sus propios átomos y sus propias células, como las de su cerebro, por ejemplo. Eso no le impide sospechar que su universo no es el único, aunque de hecho, para él mismo su universo es único. Los otros universos permanecen por siempre desconocidos para él; en este sentido, el suyo es único.
Cuando se habla de universo, es importante saber si se está hablando de nuestro universo o del conjunto de todos esos universos sin conexión. A la vista de estas consideraciones, es probable que el ser humano pueda comenzar a percibir una infinidad mucho más inmensa de lo que lo consideró hasta ahora. Se dice que el universo del zen es infinito. Este infinito ha sido presentido desde los tiempos más remotos. A partir de nuestro siglo, esta percepción puede ser enriquecida por la lógica científica. Esta percepción nació en primera instancia de la intuición generalizada del mundo de Buda.
El tercer milenio, y en particular el siglo XXI, será testigo de la unificación progresiva de la ciencia y del denominado mundo religioso, de la comprensión integral de nuestro universo, llendo ambos de la mano. Esa fue la predicción del Maestro Deshimaru..
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