Por Yasuhiko Genku Kimura
El proceso evolutivo del universo está caracterizado por lo que se ha denominado sinergia: el principio según el cual las características del comportamiento de todo el sistema en evolución no se pueden predecir partiendo del conocimiento de sus partes componentes, observadas independientemente de la totalidad, ya sea individualmente o en combinaciones parciales. Muchos expertos están de acuerdo en que el mundo occidental está en una revolucionaria “fase de transición” sin precedentes en toda la historia y sólo comparable remotamente con la Revolución Industrial. Aseguran que el principal motivador de esta transformación radical es la poderosa confluencia de varias tecnologías avanzadas y que la velocidad a la que se desarrolla esta transformación es incomparablemente mayor que la de la Revolución Industrial. Sin embargo, de acuerdo con el principio de sinergia, a pesar del avanzado conocimiento actual y de una capacidad de pronóstico mucho mayor que la que se tenía en el pasado, ningún experto puede pronosticar cómo será el mundo como totalidad en el futuro. Por lo tanto, las personas en todo el mundo sienten que el mundo se está volviendo cada vez más incierto y cargado de peligros desconocidos e inescrutables.
Afortunadamente, sin embargo, los seres humanos no somos solamente simples observadores sino también participantes concientes y cocreadores intencionales de nuestro propio mundo. Lo que llamamos el mundo comprende una red sinérgica de conversaciones que continuamente se están formando, reformando y transformando. Esto significa que la sustancia del mundo es una idea, la cual se forma, reforma y transforma a sí misma por medio de las conversaciones de la humanidad, organizándose sinérgicamente a sí misma como una red multidimensional evolutiva. Visto de esta manera, nuestro ambiente más inmediato, fundamental y significativo no es la biosfera o la fisiosfera sino la “ideosfera”, la esfera metafísica invisible pero inteligible de las ideas y la ideación, que es la sustancia material de la red evolutiva de las conversaciones que constituyen el mundo. Dentro de esta ideosfera es donde nos involucramos en la creación de nuestro mundo.
De esta manera, el principal motor del mundo no es la tecnología en sí misma sino la idea. La tecnología sólo es un instrumento de la idea, el primer motor, pero no el primer motor en sí mismo. La idea, y la idea únicamente, es lo que mueve al mundo. Esto significa que podemos mover el mundo con nuestro pensamiento, a través de la generación y propagación de ideas. Sin embargo, el problema es que la mayoría de los seres humanos permanecen como consumidores de ideas y no como productores. El modo dominante de participación de la gente en la conversación de la humanidad es siendo consumidores de ideas propagadas dentro de la red de conversaciones. Por eso a menudo son presas fáciles de promotores y distribuidores profesionales de ideas, tales como instituciones educativas formales o medios de comunicación, cuyas ideas pueden ser nocivos contaminantes del ambiente ideosférico y por consiguiente de los individuos que respiran mentalmente en ese ambiente.
Aunque hoy en día estamos ante una proliferación de variados movimientos ecológicos, pocos somos conscientes del ambiente más decisivo de todos: la ideosfera. En realidad, el movimiento ecológico como tal es un movimiento ideológico cuyo combate se libra dentro de la ideosfera. Por lo tanto, sin una transformación ideosférica con respecto al ambiente biosférico, no se podrá efectuar una verdadera transformación ecológica en la biosfera. Lo que más necesitamos para una transformación sistémica de nuestro mundo es un movimiento ecológico de la ideosfera, que aborde directamente la ecología de las ideas y la ideación en sí misma. Y para que este movimiento tenga éxito, esto debe ocurrir principalmente dentro de cada individuo que decida participar en él.
Porque el pensamiento ocurre dentro del individuo. No es el colectivo sino el individual –como parte integrante del colectivo– él único que puede pensar y generar las ideas. El tipo de transformación ideosférica al que me refiero es un fenómeno sinérgico que surge cuando un suficiente número de individuos llegan a ser pensadores auténticos e independientes, esto es, generadores de ideas, productores de diálogos y contribuyentes a la red de conversaciones que componen el mundo.
La configuración de la ideosfera a lo largo de la historia ha permanecido concéntrica, con autoridades externas en el centro rodeadas por círculos de creyentes y seguidores, donde una autoridad realiza el pensar para sus seguidores. Incluso hoy, en el científico y tecnológicamente avanzado mundo occidental, nuestro sistema educativo está, en su mayor parte, diseñado para producir adultos bien informados, adeptos intelectuales, profesionales de valor en el mercado, pero que no piensen. Por eso el filósofo Martín Heidegger dijo: “El tema de reflexión más importante en estos tiempos de máxima reflexión es que aún no estamos reflexionando”. Porque el auténtico pensamiento exige autoría propia, la que a su vez exige un auténtico conocimiento propio y ante el cual nuestra educación permanece totalmente silenciosa.
Como parte del impulso evolutivo que nos lleva a optimizar aquello que motiva nuestra transformación colectiva hasta una altura sin precedentes en la cultura y la civilización, la configuración ideosférica que requerimos para el siglo XXI es omnicéntrica, con centros independientes pero interconectados dentro de individuos soberanos intelectual y espiritualmente, que vivan y trabajen como su propias autoridades con respecto a la forma como piensan, conocen y actúan. Entonces, el pensar, saber y actuar de estos individuos auténticos se codesarrollará sinérgicamente mediante la configuración omnicéntrica de la ideosfera evolucionante. La Revolución de la Información que se está desarrollando con la omnipresencia de Internet es tanto la manifestación simultánea de esta configuración omnicéntrica de la ideosfera como su propio mecanismo.
De esta manera, la transformación de la ideosfera no significa la propagación de ningún conjunto particular de ideas, sino la transformación de la configuración de la ideosfera misma, pasando de la concentricidad hacia la omnicentricidad, donde cada individuo se empeñe en pensar auténtica e independientemente, en sinergia con los demás.
Los seres humanos nos encontramos mejor no cuando nos involucramos en la reflexión solitaria abstracta ni en nuestra transformación individual para nuestro propio bien sino cuando nos involucramos juntos en el acto de transformar el mundo. El acto de generación de ideas por medio del pensamiento auténtico y del compromiso sostenido en la conversación de la humanidad, si se realiza en el contexto de la búsqueda de verdad, belleza y bondad, conducirá a la poderosa acción moral que dará origen al Nuevo Mundo. Comprometerse en dicha acción moral y convertirse en cocreador del Nuevo Mundo es convertirse en un tejedor en el acto de tejer el mundo y en un constructor de historia en el acto de hacer historia.
No existe transformación individual completa separada de la transformación mundial verdadera. Porque el individuo es todo el mundo, porque el individuo es toda la humanidad. Así como nuestros pensamientos e ideas se entretejen en la tela del mundo, así se teje el mundo en la tela de nuestro ser. Saber que somos el mundo y que somos la humanidad es tener verdadera compasión. Vivir desde la compasión, desde este conocimiento de la identidad simétrica del individuo y del mundo, o del ser y la humanidad, es ser moral en el sentido más profundo de la palabra. La configuración omnicéntrica de la ideosfera permite al individuo experimentarse a sí mismo como el centro holográfico de todo el mundo, y exige que el individuo sea el agente responsable de la transformación de toda la humanidad.
Alineamientos más allá de los Acuerdos
Alineamiento es congruencia de intención, mientras que acuerdo es congruencia de creencias. El alineamiento es el nuevo principio organizacional de la configuración omnicéntrica de la ideosfera, mientras que el acuerdo es el antiguo principio organizacional de la configuración concéntrica. Dentro de la configuración omnicéntrica, la unión se logra como alineamiento de intención, a la vez que se fomenta la diversidad de visiones individuales. Dentro de la configuración concéntrica, la unidad se logra como un acuerdo en las creencias, a la vez que se pone freno a la diversidad de visiones individuales. El alineamiento exige lealtad a la autoridad propia del individuo. El acuerdo exige lealtad a la autoridad de las creencias originadas en una autoridad externa.
Los grupos basados en acuerdos entran en conflicto con otros grupos que no están de acuerdo con ellos. El desacuerdo frecuentemente se convierte en disputa sobre quién tiene la creencia “correcta”, y por lo general las disputas no se resuelven por medio de una argumentación lógica. En consecuencia, la ilógica de la fuerza penetra en el reino de lo correcto, muchas veces ocasionando violencia. Tristemente, todo esto es demasiado común en muchas partes del mundo y en muchos segmentos de la sociedad.
El alineamiento es una congruencia de resolución para el logro de un objetivo particular. Es un objetivo que está en el futuro, que es del futuro, cuyas variables desconocidas o impredecibles inevitablemente entran en las ecuaciones generadoras para su logro. Por lo tanto, inherente al alineamiento está el espíritu de búsqueda. El espíritu de búsqueda genera el diálogo abierto y evolutivo. Los participantes de una búsqueda aportan diversos puntos de vista mientras están unidos en la misma búsqueda. Cuando conjuntamente eligen un camino de acción, saben que su decisión es un acuerdo tentativo, susceptible de ser modificado, alterado o descartado en el camino. La pregunta no es “quién tiene la razón” sino “qué es lo mejor” para el cumplimiento de la intención compartida.
El alineamiento genera sinergia. Cuando los individuos están alineados en la búsqueda, su inteligencia colectiva a menudo genera resultados que están más allá de la inteligencia de cualquier individuo separado. Aunque la ubicación del pensamiento siempre permanece dentro del individuo, el impacto sinérgico del pensamiento de los otros lleva al individuo más allá del modo y límite normal de su pensamiento. Individuos con diferentes creencias pueden alinear su intención, convirtiendo sus diversos puntos de vista en un bien común. Ya no necesitamos ni nos podemos permitir las usuales políticas de opinión y dominación, de acuerdo versus desacuerdo, que están pervirtiendo la integridad de la unidad humana y poniendo en peligro el futuro de la raza humana. Lo que necesitamos, en cambio, es una nueva política de intención y alineamiento dentro de un universo abierto y omnicéntrico.
Cuando reflexionamos en el Kosmos y en nuestra interioridad, nos damos cuenta de la existencia de un Alineamiento Kósmico que une a cada ser en el universo. También nos damos cuenta de que humanidad es, en verdad, “humana-unidad” y que en nuestra intención común de paz, felicidad y prosperidad, ya estamos alineados kósmicamente. Si podemos despertar a la realidad de este Alineamiento Kósmico, entonces nos daremos cuenta de que con nuestro actual conocimiento y con nuestra inteligencia colectiva, la verdadera paz, felicidad y prosperidad global están a nuestro alcance.
El poder de transformación que poseemos es enorme. En lugar de temer a lo incierto, solamente necesitamos alinearnos concientemente con el Alineamiento Kósmico que existe eternamente en el Ser de nuestros seres.
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