En las profundidades de la Protohistoria, los supervivientes de la Atlántida nos legaron un misterio cuando construyeron Círculos Megalíticos y Avenidas de Menhires.
Gracias a la labor de los científicos e investigadores de la Nueva Era, hoy sabemos que algunas de estas construcciones antiguas generan un Campo Energético medible y una parte de ellas producen infrasonidos y ultrasonidos bajo la incidencia del Sol Naciente.
La razón por la que hacen eso es que las piedras utilizadas en su edificación tienen un elevado contenido de Mica y/o Cristal de Cuarzo.
Durante los años 60, un artículo aparecido en Khimiya i Zhizn, el boletín de la Academia Soviética de Ciencias, investigó la posibilidad de que la propia Tierra sea un cristal gigante.
Según esta teoría, un retículo cristalino, que proporciona una matriz para la Energía Cósmica, podría haber formado parte de la estructura original de nuestro planeta emergente. Más interesante todavía, esta estructura es visible en 12 bloques pentagonales que recubren la superficie del globo.
Los soviéticos cubrieron el Dodecaedro resultante en 20 triángulos equiláteros, y han afirmado que la estructura geométrica ha influido sobre fenómenos tan diversos como anomalías magnéticas, fallas terrestres, volcanes, yacimientos de minerales y petrolíferos, migraciones de aves, centros de ciclones, radiaciones solares e incluso el emplazamiento de civilizaciones antiguas. |