LA SANACIÓN curación desde la conciencia. El Alma es aquello que en ti permanece, lo que nunca muere, es lo que ve por tus ojos, lo que acaricia en tu caricia, lo que sueña con tus sueños. Es el habitante interior. Vamos a empezar a reconocer que tenemos dos esencias, y nos vamos a dedicar a ellas. Vamos a asumir esto como una hipótesis. Una es el Alma en su propio plano. El Alma es la cualidad de la vida. Es lo que se esconde detrás de nuestra apariencia. Es el Ángel de la guarda, el Ángel solar, el Ángel de la Presencia, el Señor del sacrificio o el Señor de la Presencia. Ha sido denominada de muchas maneras, con muchos nombres y apellidos, según nuestra concepción religiosa. El Alma es aquello que en ti permanece, lo que nunca muere, es lo que ve por tus ojos, lo que acaricia en tu caricia, lo que sueña con tus sueños. Es el habitante interior. Es aquello que utiliza tu instrumento, es el músico que pulsa las cuerdas de tu guitarra o de tu violín. Es aquel que emplea el potencial de tu carácter o de tu personalidad. Es aquel que emplea la materia prima de tu temperamento. Así que preguntémonos si hay alguien que habita en nosotros, que mira por nuestros ojos. ¿Miran los ojos? No, mira el cerebro. ¿Mira el cerebro? No, mira tu mente. ¿Mira tu mente? No, mira el Alma a través de tu cuerpo mental que utiliza el cerebro y utiliza los ojos. Así que ya no nos identificamos con los ojos ni con la retina, ni con el cerebro, ni siquiera con la mente, sino con ese observador que hay en nosotros. Llamémoslo así: el observador. Tenemos un mundo que percibimos afuera a través de los sentidos y para percibirlo hacia afuera tenemos que hacer un viaje exterior, proyectarnos a través de los sentidos. Pero tenemos un mundo que se percibe adentro y ese mundo que se percibe adentro implica un viaje interior. Así que hay dos tipos de viajes: un viaje hacia fuera y uno hacia adentro. El viaje hacia fuera lo llamamos el viaje de los sentidos, nos exteriorizamos a través de los sentidos, y el viaje hacia en el interior, que llamamos el camino de regreso, es el viaje del sentido. El viaje del sanador es uno que va de los sentidos al sentir. Y el sentido sintético es el Alma. El Alma es el sentido, es aquello que da sentido a los sentidos. Es aquello que nos permite llevar hacia el centro toda periferia para poder observar, sentir, resonar, y poder reconocer. Digamos que esos dos viajes están determinados también a través de los dos senderos por dos vías: una la del conocimiento. A través del ojo de la razón y de los sentidos viajamos hacia el exterior, hacia el mundo externo, hacia los libros, las bibliotecas, los razonamientos de otros, hacia la experiencia del conocimiento directo y entonces obtenemos el conocimiento. Pero ese conocimiento es todavía externo, no es un atributo del ser, sino es algo que se nos agrega desde afuera. Pero llega un momento en que el conocimiento se mastica, se asimila, se hace carne, proteínas, sangre, se hace un modo de vivir y ese viaje interior del conocimiento al "reconocimiento" al volver a conocer lo externo adentro de nosotros, es el viaje hacia la Sabiduría. Ese es el viaje del aprendiz. Cuando miramos al mundo hacia fuera, estamos en un sendero que es el de la ignorancia y nos repetimos y dependemos y negamos nuestro libre albedrío y nuestra libertad. Dependemos de autoridades, de conocimientos externos, de protocolos externos. Pero cuando emprendemos un viaje hacia adentro masticamos, rumiamos, volvemos a pensar el mundo, lo recreamos y en ese recrearse nos reconocemos, nos volvemos a conocer nosotros en un mundo que ya no está afuera, sino en un mundo interno. Construimos un universo interior, entramos en el territorio de la creación, volvemos a crear la vida. No una vida repetida en la rutina, dirigida por leyes externas, sino una vida que se inventa dentro, dirigida por leyes maravillosas que son las leyes de la conciencia. Las leyes de la conciencia son las leyes del Alma. Entonces miremos: hay un mundo exterior, un mundo de apariencias, el mundo del entorno físico que está regido por unas leyes que son las leyes de la física. Pero hay un mundo interior, el mundo del sujeto, un mundo que se encuentra en el centro de sí mismo, un mundo en que el conocimiento se vuelve reconocimiento, y el reconocimiento se vuelve una sabiduría viva. Ese mundo interior es el de las leyes de la conciencia. Ese es el viaje del sanador. Para sanar nos introducimos en el mundo del sujeto. En un mundo subjetivo, no por ello menos real. Nosotros andamos confundidos porque creemos que lo subjetivo es irreal, es más real y más profundo que todo lo real. En ese mundo del sujeto surge la conciencia. La conciencia nace del observador. Cuando el observador está en el centro, quien observa es el Alma y el Alma es tu esencia. Y en el Alma tu puedes descubrir lo que es bueno, lo que es la voluntad, lo que es el plan de tu vida, lo que es bello, el sendero del místico, y lo que es verdadero, el sendero de la genuina inteligencia. Aquella que te permite descubrir una realidad que no está desligada de ti sino que es parte de ti. Digamos que ese va a ser el movimiento que vamos a tratar de emprender. Pero podríamos decir que todo eso es filosofía y la filosofía sin una tecnología no tiene sentido. La filosofía nos hace entrar en reacción de fuga. Cuando una cosa es muy bonita o muy transcendental, pero está muy lejos del vivir cotidiano, entonces terminamos alejándonos de ella. Es como cuando Dios es demasiado lejano, castigador o perfecto y transcendental, el resultado es que lo tememos y nos alejamos de Dios, pero nunca le tendríamos amor. Pero, ¿qué tal si tuviéramos un Dios más cercano de nuestro corazón, si tuviéramos una filosofía más cercana de la vida, si pudiéramos llevar todas estas cosas a la vida cotidiana? En realidad, se trata de que todo esto lo podamos traducir en términos de la vida cotidiana. Para ello vamos a construir una personalidad entre todos, porque no la hemos construido. JCP |