Coloca tu cuerpo en una posición cómoda, puede ser sentado o acostado. Luego trata de regular tu respiración, haciéndola más profunda y lenta. Relaja tu cuerpo lentamente, empezando por los pies y subiendo por tu cuerpo hasta llegar a tu cabeza. Escucha atentamente tu cuerpo y concéntrate en los latidos de tu corazón, haciéndolos más lentos y tranquilos. Cuando sientas que tu cuerpo está totalmente relajado, visualiza en medio de tu pecho una pequeña luz, puede ser blanca o azul, la que prefieras. Esta visualización debes acompañarla de sensaciones reales en tu cuerpo, como algo de calor producido por esta luz. Deja que tu pecho se llene de esta luz mientras se va formando una pequeña bola de energía compuesta por esta luz. Lleva esta luz por todo tu cuerpo, lentamente. Lleva esta esfera de luz a tus pies y tus piernas, luego llévala por tu vientre y tu corazón, pasa la esfera por tu cuello y por tu cabeza. Por último lleva esta esfera de luz de nuevo a tu pecho y visualiza como esta se divide en dos y pasa lentamente por tus brazos hasta llegar a tus manos. Allí la energía sale por la punta de tus dedos y se aloja en la palma de tus manos, formando dos esferas de luz dentro de ellas. Únelas, formando una gran esfera de luz. Mantenla allí unos instantes, siente como es su forma, su tamaño, siente si es fría o caliente, siente si tiene algún peso. Luego suelta esa energía al aire; siéntete liberado y ligero como una pluma.
Esta técnica también la puedes emplear para dirigir la energía para un objetivo en específico o para liberar tu energía en un ritual. |