Humorterapia
Risa Curativa
José Pellucchi es médico psiquiatra y trabaja en terapia intensiva, donde practica sus dotes histriónicas para "hacer que el paciente llene el vacío que le provoca la enfermedad" Una risa cada 8 horas
Confirman que las carcajadas son eficaces para aliviar el dolor y mejorar el pronóstico de los pacientes. Cada vez hay más médicos "clowns".
La mítica "Selecciones del Readers Digest" tenía razón:
la risa es un remedio infalible. Y si no, que lo confirme Margaret Stuber, profesora de Psiquiatría de la Universidad de California en Los Ángeles. La médica acaba de anunciar que los chicos que miran videos cómicos resisten mejor el dolor cuando sumergen la mano en agua caliente, según los resultados de un estudio auspiciado por el programa "Rx Laughter" (receta risa) y presentados en un encuentro de la Asociación Médica Americana.
Las bondades no se limitan a la analgesia. "Reír no reemplaza a los médicos, pero ayuda al cuerpo a relajarse y sanar", dice Stuber a NOTICIAS. "Mirar películas humorísticas podría transformarse, en el futuro, en un componente habitual de cualquier procedimiento médico." Según parece, en salud, el que ríe primero, ríe mejor. Doctor risueño
En tiempos donde la crisis hace escasear antibióticos y gasas en los hospitales, proponer la risa como terapia suena a inesperada bocanada de aire fresco. El fin de semana pasado se celebró en Buenos Aires el III Festival de la Carcajada, y uno de sus promotores, el payaso Nanny Cogorno, postuló que el humor "es casi tan necesario como la vitamina C: si no lo tenés, te acorta la vida".
El psiquiatra José Pellucchi (39) coincide, y tiene experiencia para respaldar sus argumentos. Actual médico de terapia intensiva en el Hospital Udaondo, inspirador del grupo cómico Los Rivas y coordinador del taller de teatro de la Facultad de Medicina (UBA), suele utilizar el humor y las carcajadas con sus pacientes grandes y pequeños.
En verdad, la circunspección no es el fuerte de Pellucchi: cuando era residente, sorprendía a los profesores recitando las historias clínicas con ritmo de rap. Ahora suele visitar a sus pacientes con una nariz de payaso o se "enrosca" la manivela de una camilla en la cabeza. "Yo quiero impulsar el 'patch-adamismo' en la Argentina", proclama Pellucchi, aludiendo al médico norteamericano Patch Adams. "Pero no para hacer cosquillas, sino para promover la sonrisa permanente y hacer que el paciente llene el vacío que le provoca la enfermedad."
El verdadero Patch Adams, popularizado en el cine por Robin Williams, sigue asegurando que "la mejor terapia es ser feliz", mientras recorre los Estados Unidos dictando conferencias y cursos para enseñar a superar traumas y angustias con el humor. La idea no es nueva
Desde el siglo XIII, numerosos médicos y filósofos han postulado que: las carcajadas enriquecen la sangre, mejoran la digestión o producen una "catarsis emocional". En las últimas décadas, los científicos comprobaron que la risa ayuda a levantar las defensas, regula la presión arterial y estimula la producción cerebral de endorfinas, unos analgésicos internos que provocan sensación de placer.
En la mañana del jueves 28 de febrero, Pelluchi interpretó, junto a un cirujano amigo del mismo hospital, una de sus performances artísticas. El espectador principal era Marcelo Benítez (25), internado en terapia por una afección del hígado. El brazo de uno de los médicos se prolongaba tres metros detrás de un biombo y terminaba en una marioneta hecha con una bolsa de suero y un guante de goma, mientras las enfermeras de la sala observaban entre divertidas y resignadas. Esa misma noche, entrevistado por NOTICIAS, Benítez lo recordaba muerto de risa: "Fue maravilloso, nunca me había pasado. En ese momento me estaban poniendo un catéter en el brazo y no lo sentí, fue como una anestesia local", asegura el paciente.
En su taller de teatro en la UBA, Pellucchi espera formar durante este año a por lo menos 40 médicos, estudiantes o voluntarios que luego distribuyan la alegría por los hospitales. "Va a servir a grandes y chicos. Estoy convencido de que podemos bajar el consumo de analgésicos y sedantes, reducir la aparición de úlceras por estrés y mejorar el pronóstico de los pacientes", enfatiza Pelluchi.
Contagio
La risa es contagiosa, pero hay una idea que se está volviendo más contagiosa aún: la de formar grupos que apliquen la risa como terapia. En Brasil, los "Doctores de la Alegría" recorren, dos veces por semana, seis hospitales de San Pablo. En Colombia, los miembros de la "Fundación Doctora Clown" hacen terapia de la risa a 120 niños por semana. En Alemania, los "Clown Doktoren" se dedican a hacer música y pantomimas para chicos internados. En los Estados Unidos, el proyecto "Rx Laughter" convoca a pediatras, psiquiatras y profesionales del entretenimiento para estudiar los beneficios de las carcajadas. "Si todo marcha bien, pensamos montar una red de comedias en los hospitales", se entusiasma la directora del proyecto, Sherry Dunay Hilbe (43). "Cuando era niña, aliviaba la angustia de los exámenes mirando espectáculos cómicos. ¿Por qué no funcionaría en los enfermos?", se pregunta.
En la Argentina, los esfuerzos son menos articulados pero más empeñosos. Una decena de integrantes de "Clowns para el Mundo" recorre periódicamente distintos hospitales de la provincia de Buenos Aires. "Los chicos lo reciben con avidez, como arena al agua", grafica el director, Marcelo Katz (36). En el Hospital de Niños Gutiérrez, los propios profesionales se disfrazan ocasionalmente para divertir a los pacientes. En el Hospital Materno-Infantil de San Isidro, donde el futuro humorista y pediatra Meiji alguna vez metió un maniquí en la cama (ver columna), integrantes del Servicio de Salud Mental montaron un taller de juegos y risas para enfermos crónicos.
No hace falta estar internado para beneficiarse del jolgorio. Los actores Mir-tha Manno (40) y Eduardo Delauro (45) crearon la Escuela de Automejoramiento de la Risa y la Salud, y en tres años dictaron cursos para enseñar a reír y cambiar la actitud mental a cerca de 250 personas. "Trabajamos la carcajada como si fuera un ejercicio actoral, y muchas veces logramos que nuestros alumnos revirtieran patologías como depresión, fobias, artritis, diabetes o incluso cáncer", arriesga Delauro, quien acaba de llevar sus clases a la República Dominica ("Ya sé, suena como vender naranjas en Paraguay, pero la gente alegre no necesariamente es risueña", justifica).
El método que preconizan -"risa holística"- incluye tres carcajadas diarias de por lo menos 10 segundos, "al levantarse, a media tarde y antes de acostarse". Así como los medicamentos genéricos causan el mismo efecto que los patentados, las risas forzadas -según Delauro- producen en el organismo las mismas respuestas hormonales y nerviosas que aquellas espontáneas, disparadas por un chiste o situación cómica. Los estudiantes más avezados pueden descostillarse de la nada durante un minuto y medio. "La risa es innata en el ser humano, y, mediante el reentrenamiento, logramos recuperarla y hacerla más natural", dice Delauro.
Dos ex alumnas, María del Rosario Olivera (46) y Laura Mollo (45), le dan gracias a la risa. "Reír me ayudó a superar momentos críticos. Cambié los pensamientos negativos y también me curé una alergia", afirma Olivera, maestra de Reiki y ahora también terapeuta de la risa. "Tenía una sensación permanente de desgano, una especie de abulia, y comenzar a reír produjo efectos casi inmediatos en mi estado de ánimo, y también en el de mi familia. Me di cuenta de que la risa disuelve lo agrio", agrega Mollo, auxiliar de kinesiología e instructora de yoga, quien también adora tentar a los alumnos mientras practican sus posturas.
Perdurar
Aunque hay críticos de la risa como elemento terapéutico (ver columna), los especialistas aseguran que cualquier actividad lúdica, incluido solazarse ante el ranking de "Todo x 2 pesos", sirve para modular los circuitos del cerebro involucrados en la sensación de dolor. "Reír ayuda a expresar la parte sana de uno y sobrellevar la enfermedad", aseguran las médicas Rosa Germ (49) y Verónica Dussel (37), de la Unidad de Cuidados Paliativos del Hospital Garrahan, donde hay salas de juego y televisores proyectando dibujos animados en muchas de las habitaciones.
Mary Poole, una aforista norteamericana que precedió por varias décadas al inefable José Narosky, sentenció una vez que "el que ríe, perdura", y perduró más su frase que todo el resto de su obra. Es que la memoria, como la risa, puede ser efímera, pero sus efectos son vitales a largo plazo.
Marcelo Abreu (11) es misionero y el año pasado lo operaron de urgencia por un tumor de cerebro en el Garrahan. Ahora recibe periódicamente extensas sesiones de quimioterapia. Le divierten las comedias, aunque también lo hacen reír las películas de ciencia-ficción y terror, sobre todo las más malas. "Cuando las miro, ni me doy cuenta que la quimio me hace picar el brazo", asegura Marcelo, mientras le hace la señal de la victoria a la fotógrafa. Suelta una carcajada, y con ese gesto, aunque no lo sepa, le está escapando más a la muerte.
Fuente:
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