DE 1 A 7 AÑOS
Corresponde a la más tierna infancia, es el periodo en el que se adquieren los principios fundamentales de la educación. Es en el transcurso de este ciclo, que el niño comienza a conocerse a si mismo por medio de los contactos constantes que recibe de su entorno familiar y de su medio ambiente. Aprende a andar, a hablar, a controlar su cuerpo y a adaptarse a sus necesidades físicas, lo que contribuye grandemente a la extensión de su campo de consciencia. Es cuando se hace más sensible a las impresiones psíquicas, ya que su sensibilidad interior no está todavía sujeta a la influencia de la educación escolar basada ante todo en el despertar de las facultades puramente intelectuales.
DE 7 A 14 AÑOS
En este ciclo el niño reacciona con más fuerza ante sus instintos y ante los impulsos de una personalidad que esta despertando. Pero no tiene todavía verdadera consciencia de sus posibilidades físicas, intelectuales o espirituales. Es en el intervalo de este ciclo cuando se establecen las estructuras psicológicas y mentales que desarrollará a continuación. En numerosos países, este periodo corresponde al aprendizaje de las enseñanzas escolares básicas.
DE 14 A 21 AÑOS.
En el tercer ciclo, es cuando se producen los cambios físicos y psicológicos más espectaculares. Marca el paso de la infancia a la adolescencia. El cuerpo se desarrolla cada vez más conforme a lo que será en la edad adulta, y la personalidad del adolescente tiende a afirmarse por elecciones cada vez más determinadas. Es en este período de transición en el que pueden surgir conflictos afectivos con los miembros del núcleo familiar, conflictos que surgen sobre todo debido al hecho de que el adolescente está a la búsqueda de su propia personalidad.
DE 21 A 28 AÑOS.
En este ciclo, tiene lugar una evolución fuertemente basada en la estructura emocional que se ha establecido durante el ciclo precedente. Los fundamentos del carácter quedan prácticamente establecidos y el adolescente hace su entrada en el mundo de los adultos, con todas las responsabilidades que ello supone. A lo largo de este cuarto ciclo, la vida del individuo toma una orientación que exige una responsabilidad total por su parte y una gran aptitud para hacerse cargo de su destino.
DE 28 A 35 AÑOS.
En este ciclo, el individuo llega a su madurez física, mental y emocional. Su potencial de imaginación y de creación está en el más alto nivel. Por ello, es un período muy favorable para poner en práctica los proyectos importantes. Es más, al referirnos a la vida de los Grandes Maestros del pasado, podemos darnos cuenta de que es en el transcurso de este ciclo cuando la mayoría de ellos han alcanzado "la Iluminación Cósmica" o han empezado a cumplir su misión entre los hombres.
DE 35 A 42 AÑOS.
En este ciclo, se produce frecuentemente una revisión de las elecciones decisivas que fueron tomadas en los años precedentes. El individuo se interroga sobre su pasado y toma consciencia de la relatividad de la vida terrenal. Los proyectos que se refieren únicamente a su bienestar cotidiano ya no le satisfacen, ya que aspira a descubrir nuevos valores. Cuando aún no se ha alcanzado, es a lo largo de este ciclo cuando muchas personas se interrogan más profundamente sobre la dimensión espiritual de la existencia humana.
DE 42 A 49 AÑOS.
En este ciclo asistimos a una disminución gradual de los procesos regeneradores del cuerpo físico. El deseo y la necesidad de descansar empiezan a hacerse sentir. El individuo aspira a quedarse más tiempo tranquilo y experimenta a menudo un nuevo interés por el estudio de un tema desconocido. Este ciclo está generalmente marcado por una atracción inesperada hacia las ideas filosóficas y los grandes hechos de la sociedad.
DE 49 A 56 AÑOS.
A lo largo de estos siete años, la actividad mental del ser sustituye definitivamente su actividad física. Esta disminución de la vitalidad orgánica es compensada por un crecimiento de la vida interior. Es generalmente durante este período, cuando el individuo elige la orientación que va a dar a los años que le quedan por vivir. En otros términos, reflexiona sobre lo que hará en la vejez.
DE 56 A 63 AÑOS.
Es proceso iniciado en el ciclo precedente, continúa de forma más acentuada en este ciclo, el potencial de las fuerzas regeneradoras del cuerpo continúa debilitándose, pero este debilitamiento físico no se traduce necesariamente a una mala salud. Por otra parte, su sensibilidad a las impresiones psíquicas no cesa de desarrollarse, alentándole a dedicarse con más intensidad a la espiritualidad.
DE 63 A 70 AÑOS.
En este ciclo, ve concretarse las elecciones hechas en los dos períodos anteriores. Este ciclo presenta grandes similitudes con el primer ciclo de la existencia terrena. Predomina la actividad espiritual. Si el individuo ha dado una dirección mística a su vida, en este período de siete años, puede tener experiencias interiores que vendrán a concretar sus aspiraciones.
DE 70 A 77 AÑOS.
A partir de este ciclo, cada nuevo período de siete años ve la acentuación del declive corporal hasta su última fase. Paralelamente, el alma se prepara para su transición y aprovecha todas las ocasiones para sensibilizar al individuo de su dimensión espiritual. El problema de la muerte y del más allá se agudiza, ya que se convierte en una realidad que es imposible enfrentar. A partir de esta edad, Pitágoras consideraba que el “hombre ya no forma parte de los vivos”. Naturalmente, esta consideración es alegórica y significa simplemente que el ser empieza a sentirse alejado del mundo material y de sus conciencias