El Túnel misterioso que conduce al contacto con Dios, no es cruzado ni por la vista ni por los oídos porque no existe fuera del hombre está dentro de él. Todas las maravillas del universo, todos los misterios de Dios se encuentran encerrados en cada ser humano. El hombre en su búsqueda abre los ojos y mira cascarones, y se empeña en estudiarlos, y todo lo que ha hecho es construir un mundo de mentiras, un mundo de cascarones con ecuaciones. Conciencias que sólo explican las cosas por fuera. Y qué es lo que descubre el estudiante cuando aprende a cerrar sus ojos y abrir su visión interna? La sensación de estar vivo, el sentimiento de participar en la creación de Dios, una realidad que jamás podrá ser explicada en palabras, porque las palabras son las hijas de los conceptos, y los conceptos son las sobras de la realidad. Descubre que su verdadero nombre no puede pronunciarse. Descubre la fantasía del tiempo, esa gran ilusión, en la que los tristes humanos se ven envueltos, arrastrados desde hacimientos que no comprenden, hasta muertes que consideran inevitables. Triste paradoja de un hombr que siendo inmortal aprende a morir porque nunca miró hacia adentro. Pero el que viven en la luz interior no sabe de fantasías, no sabe de conceptos, vive, crece y mora en otra realidad que no se deja engañar por los sentidos, ni por los pensamientos, que no son otra cosa que archivos de recuerdos, fantasmas de pasados que no son válidos. La Luz que conecta al ser interior borra todo vestigio de maya e ilusión, Borra cualquier indicio que particularice al ser en una individualidad falsa, como su propios pensamientos. Y respira la unidad, respira la comunión, y viaja dentro de la maravillosa sensación de estar unido con el creador, de ser uno con todo el universo, y vive con la estrella, y vive con el mar, y vive en ese gran inconsciente que anima los cascarones humanos, y empieza a entender los porqués de los comportamientos de los hombres. Extracto de libro Comunicación Cósmica |