Doscientos años atrás, en su ópera La flauta mágica, Wolfgang Amadeus Mozart, en un tierno dueto entre Pamina y Papageno, expresa la esperanza utópica de la unificación de la humanidad a través del poder de la música.
Esta efusión lírica tiene lugar después de una concreta demostración del poder de la música para canalizar y desviar las emociones y amenazas agresivas de la acción destructiva en una danza liberadora. Me estoy refiriendo a la memorable escena donde el proscrito musulmán Monostatos y sus ayudantes, después de haber raptado a Pamina (la heroína) y a Papageno, abandonan sus crueles intenciones y se lanzan en una danza.
Este mensaje de La flauta mágica, sin embargo, no atraería tanto en la actualidad si Mozart no hubiese tratado también, en la misma ópera, las causas fundamentales del comportamiento agresivo que todavía prevalecen en nuestras sociedades, como lo hacía en los tiempos de Mozart: la exclusión, la humillación y la demonización. “¿No soy de carne y sangre?” –clama el proscrito musulmán en un aria plena de desesperación. Cuando Monostatos y Papageno se encuentran por primera vez, ambos piensan que el otro es el diablo mismo.
Mala utilización de la música
Una responsabilidad especial de los artistas por luchar contra la exclusión étnica descansa en el hecho de que la discriminación racial y la humillación con frecuencia se justifican sobre una base estética. Durante el Holocausto, los prisioneros de los campos de exterminio eran humillados y torturados para hacerlos lo suficientemente “inhumanos” como para ser aniquilados. Incluso la música se convirtió en un instrumento de humillación, cuando los prisioneros en los campos Nazi fueron forzados a tocar valses vieneses durante las ejecuciones.
El racismo, conforme ganaba ímpetu en Europa durante los últimos años del siglo XIX, era promovido no sólo por las ciencias biológicas, sino que encontró sus más ardientes promotores en las ciencias humanas y las artes. El lugar de las artes en la codificación y justificación de la estratificación social y étnica prevalecía en el movimiento eugenésico, defendiendo la “higiene racial”. Apelando a la sensibilidad estética, ellos trazaron una línea entre lo primitivo y lo noble, lo salvaje y lo culto, lo moralmente superior y lo degradado –una foto en blanco y negro del mundo revivida por las demagogias políticas de la guerra en el terror de la actualidad. Hitler, durante sus años como estudiante en Viena, heredó de los escritos (y de su encuentro con) del extremista de derecha Lanz von Liebenfels, la idea de la desigualdad racial como una justificación para la aniquilación de las razas “inferiores”.
En los conflictos recientes, desde la Guerra de Vietnam hasta la brutal campaña de Irak, el uso de la música como un instrumento de terror ha atraído la atención pública. Uno puede recordar el “bombardeo” musical de Sarajevo por Radovan Karadzic cantando canciones de guerra serbias a través de gigantescos altavoces situados en las colinas situadas encima de la ciudad sitiada. Y en sus campos de concentración, los prisioneros eran forzados a cantar canciones patrióticas serbias como otro instrumento de tortura. Los recientes relatos del uso de música alta para “ablandar” a los prisioneros en Afganistán e Irak cuentan su propia historia.
La música y la transformación de los conflictos
La Guerra de Vietnam se convirtió en un punto de gran importancia en la historia de la música. El gran medio movilizador de los movimientos masivos de todo el mundo contra la guerra fue la música, las canciones de protesta escuchadas en concentraciones masivas y campos juveniles, y en millones de hogares. La música también ha desempeñado un gran papel en la elevación del espíritu del pueblo vietnamita, como me dijo Madame Nguyen Thi Binh, ministra de asuntos extranjeros del Frente de Liberación Nacional (FNL por sus siglas en inglés) y ex vicepresidenta de Vietnam, durante su visita a Noruega en la época de las conversaciones de paz de París, durante el estruendo de los más pesados bombardeos, el pueblo estallaba en cantos.
La historia de la manera en que, a través de las épocas, los artistas han sido importantes para impedir y resolver conflictos destructivos, todavía está por escribirse. Se remonta hasta la antigüedad, cuando los artistas acompañaban a menudo a las misiones diplomáticas. Los relieves monumentales en las ruinas de la antigua Persépolis narran la historia de esta diplomacia musical. Se dice que la primera misión diplomática ante el emperador romano de la antigua Taprobane (Sri Lanka), incluía un trompetista. En la historia reciente de mi propio país, Noruega, Edward Grieg, un gran compositor nacional, se convirtió en una importante figura del movimiento que logró impedir la guerra contra Suecia por el tema de la independencia en 1905.
Kjell Skyllstad enciende una lámpara por la paz en el Primer Festival de Música Multicultural en Sri Lanka en enero de 1999, junto con los ministros de educación y de cultura. El festival fue el resultado de un proyecto de cooperación de tres años entre la Universidad de Oslo y la Universidad de Kelaniya, Colombo.
Especial crédito se le debe dar a los músicos “mediadores” –músicos que se mueven entre dos culturas con la capacidad para mediar en las situaciones de conflicto. Entre estos, la función de Roma en Europa ha atraído recientemente la atención. El doctor Svanibor Pettan, en su estudio Gypsy Musicians in Kosovo: Interaction and Creativity (Músicos gitanos en Kosovo: Interacción y Creatividad) muestra cómo los gitanos, mediante su capacidad para presentar un repertorio multiétnico, se convirtieron en constructores de un puente musical en la estructura étnica diversa de la cultura de Kosovo. Él señala el triste giro de los eventos, cuando los gitanos se convirtieron en silenciosas víctimas de una guerra que ellos querían evitar por todos los medios. Muchos murieron durante la guerra, y más fueron forzados a huir a finales de la década de 1990.
En el sudeste asiático, la armonía social se promueve haciendo música en un contexto social que involucra a grupos de todas las edades. Por ejemplo, todos los pueblos de Bali tienen una reunión de asociaciones musicales todas las semanas, donde los residentes de los pueblos son alentados a interactuar musicalmente y cada uno introduce propuestas sobre cómo debe tocarse la música. Es este proceso de interacciones musicales, no el producto final, lo que es la esencia de la tradición, siendo cada ensayo en sí un concierto.
La educación musical formal en el sudeste asiático está, de la misma manera, orientada a la maximización de los beneficios sociales a través del uso de instrumentos especiales que producen una nota, el angklung. Los niños sólo son responsables de esa nota. El desarrollo de las habilidades musicales y sociales, entonces, radica en la integración con los demás ejecutantes. Las tradiciones musicales locales en las islas indonesias pueden ser incorporadas en programas de rehabilitación social. Algunos años atrás, grabé los tambores tradicionales de la isla de Lombok tal como fueron adoptados por un centro de rehabilitación de criminales jóvenes. Los duelos ritualizados de música y danza que se encuentran en Asia y Latinoamérica, como el Silat o la Capoeira, pueden servir al propósito de permitir el desfogue de la energía e impedir un comportamiento destructivo y agresivo.
Como un paralelo a la función de los músicos gitanos de Europa, un linaje especial de músicos de África occidental y portadores de cultura llamados griots o jallies, desde los primeros días del reino de Mali, han desempeñado el rol de importantes pacificadores por toda la región. En el este de África, las tradiciones ngoma señalan la propagación de las funciones de solución de conflictos de la música y la danza en las situaciones conflictivas.
[©2004 Chuck Pulin/Star File]
La súperestrella de reggae, Bob Marley, canta en el histórico concierto por la paz “One Love” en Kingston, Jamaica, el 22 de abril de 1978, que marcó una tregua entre el combativo Partido Laborista de Jamaica y el Partido Nacional del Pueblo. Bob persuadió al primer ministro Michael Manley (izquierda) y el líder de la oposición Edward Seaga para que se unieran a él en el escenario y estrecharan las manos. Por esto y otros esfuerzos él recibió la Medalla de la Paz de las Naciones Unidas
Los estudios de las culturas musicales de Sudáfrica, especialmente del pueblo de Venda, del musicólogo John Blacking, revelan cómo la música hace posible que los miembros de la sociedad se relacionen más íntimamente y que trasciendan su posición como individuos más que en las sociedades occidentales. La música que puede ser tocada por una persona se asigna para que sea tocada por todo un grupo. La estructura musical resultante, que bien puede ser llamada “polifonía democrática”, enriquece tanto la música como la situación social. Realza tanto la conciencia individual como la colectiva y genera una mayor energía humana. El importante educador musical Christopher Small relaciona el desarrollo de la música africana con la búsqueda de medios para manejar y contener los impulsos sociales perturbadores.
Terapia musical individual y comunitaria
La música está en el corazón mismo del proceso intercultural de unir a las personas. Desde los primeros días de la humanidad, las actividades musicales han sido desarrolladas como herramientas para el entrenamiento y el desarrollo de la capacidad humana para la comunicación, la interacción social y la interacción democrática en todos los niveles. El secreto de esta inusual capacidad de un medio artístico descansa en la innata y universal musicalidad del hombre.
Taraf de Haïdouks, de Rumania, una de las importantes bandas de gitanos del mundo. Ver
www.divanoprod.com [©Youri Lenquette]
Los procesos fisiológicos y cognitivos esenciales que generan composiciones y actuaciones musicales, pueden incluso ser heredados genéticamente y, por lo tanto, estar presentes en todo ser humano. Y la música es interpretada a través de las mismas facultades físicas que utilizamos para interpretar otros aspectos del sistema sociocultural en el que vivimos. Mediante la interacción musical, dos personas, dos grupos o dos naciones, establecen lazos de empatía que ninguna otra forma de trato social y cultural podría establecer, y crean formas que mantienen por siempre la impronta de la dinámica social en la estructura misma de la composición musical.
Incluso el origen de las avanzadas estructuras formales del concierto, la sinfonía y la sonata se encuentra en los patrones arquetípicos de la interacción social, y su desarrollo está íntimamente ligado a la dinámica social y especialmente a la función de la transformación de los conflictos. Las formas musicales extendidas despliegan, a su vez, una interacción de ritmos, melodías y contrastes armónicos. Los conflictos quedan expuestos en la llamada exposición, seguida por una solución en el desarrollo y una reconciliación en la recapitulación.
A veces los conflictos envuelven todo el trabajo, encontrando su solución en el final. El oyente queda involucrado en el flujo dinámico del proceso musical. No es estimulado sólo emocionalmente, sino que también es invitado y alentado a movilizar sus poderes imaginativos y sus capacidades cognitivas. Esto significa que el proceso musical motiva al oyente por una solución del problema, moviliza la disposición psíquica para reconocer y experimentar con relaciones, explorar posibilidades, predecir resultados y consecuencias, relacionar el todo con sus partes, y, por lo menos, a buscar soluciones alternativas.
En las sociedades que a menudo consideramos como “primitivas”, la armonía social y el balance ecológico se renuevan, y con frecuencia se restauran, a través de rituales sociales con una esencia simbólica y un repertorio de música y danzas terapéuticos. Es reconocido que los rituales tienen un gran potencial tanto para la preservación como la alteración de las normas y los valores de las sociedades.
Los conflictos son resueltos a través de una dramaturgia terapéutica con el objetivo de restaurar tanto el balance personal como el social dentro de la comunidad. Mis propias experiencias están especialmente vinculadas con la investigación del lugar de los rituales en terapias individuales y comunitarias en las áreas en conflicto del sur y el sudeste de Asia, con especial foco en Sri Lanka. La música y la danza desempeñan un importante rol en estos rituales, tales como las ceremonias de rehabilitación de Yak Tovil y Riddi Yaga, siendo esta última un ritual para mujeres infértiles.
Musicalidad comunicativa
En Europa un desarrollo más profundo de una “Comunidad de Terapia Musical” podría tener un porvenir similar Como en Asia, la Comunidad de Terapia Musical se practica aquí en escenarios inclusivos, no clínicos y abiertos, y está dirigido a entornos amenazados por la pobreza cultural y material, la injusticia, la violencia y los conflictos. Deriva su razón de ser de la visión de la música como un agente de socialización y las maneras en que la música funciona en la sociedad mediante lo que puede ser considerado como una musicalidad comunicativa. Esto establece la base para una función de paz. Christopher Small enfatiza el rol de la música como una función de relaciones.
Al discutir la función musical como un ritual social, Small ve al ejecutante como participando de una sociedad ideal que crean los intérpretes. El intérprete individual, asimismo, modela su relación personal con esta sociedad a través de la creación de estructuras musicales o formas de danzas.
Malo Sonko, Baba Kone y miembros del equipo Drum Café UK actúan en la Catedral de Southwark. Drum Café, que se originó en Sudáfrica, utiliza tambores en un equipo corporativo de construcción para unir a los pueblos y tender puentes en las divisiones. Ver
www.drumcafe.com Las experiencias de muchos países muestran cuán importante es hacer planes y previsiones para establecer y mantener lugares de reunión musical donde puedan realizarse estos procesos de comunicación intercultural.
Las naciones del Oriente Medio y Asia Central comprometidos en un diálogo con la antigüedad griega hicieron una contribución fundamental a la terapia musical. En una de mis visitas a Uzbekistán, en el Asia Central, pregunté acerca de musicólogos de la región. Quedé sorprendido cuando alguien mencionó a Abu Ali Ibn Sina (Avicena en Shakespeare) como su gran músico. Nacido en Bujara (Uzbekistán) en el siglo X, este músico / filósofo / físico se convirtió en uno de los fundadores de la terapia musical del mundo árabe. Fue en las ciudades de Kufa, Faluya y Bagdad que se estableció la base para una ciencia y práctica de la terapia musical en el mundo árabe doce siglos atrás. Un importante científico de Bagdad, Al Kindi, en su monumental obra Kitab Al-Siysa, describió cómo las perturbaciones mentales podían ser corregidas mediante la música.
Y fue aquí que se estableció la forma musical de la suite (nauba en la tradición árabe), con su potencial de efectos terapéuticos y, a través de su dramaturgia musical, la dispersión de los impulsos agresivos. Yo mismo he observado a músicos Nobat (nauba) de la provincia de Kedah, en Malasia, practicando la curación en sus torres. Todos los viernes, madres con hijos que tienen alguna enfermedad incurable se acercan a los músicos reales sentados en el piso superior de la torre Nobat frente a la mezquita central. Mediante el poder de los instrumentos y el poder de la música, las madres esperan curas para sus hijos. Este género musical de la nauba fue transferido a Europa por el maestro de música de Bagdad, Zyriab en 722 d.C. a través del establecimiento de la famosa academia de música de Córdoba.
Curando las heridas de la guerra
Un importante campo operativo de la comunidad de terapia musical está confrontando las secuelas de los conflictos. Construyendo a partir de las experiencias de Irlanda del Norte, Julie Sutton editó recientemente Music, Music Therapy and Trauma (Música, terapia musical y trauma), tratando el trauma como un fenómeno tanto psicológico como social y cultural visto en relación con los contextos comunitario y político.
En la obra antes mencionada, Marie Smyth sugiere formas en las que los proyectos musicales podían ayudar a curar las heridas de los conflictos en Irlanda del Norte.
“La terapia musical como una actividad escolar integral en las sociedades divididas puede utilizar esos enfoques para contribuir con la reconstrucción de nuestra sociedad después de un período de devastadora destrucción y división, como las que hemos vivido nosotros. La terapia musical en Irlanda del Norte y otras sociedades divididas bien podrían brindar una oportunidad para explorar de manera creativa nuestras divisiones y contribuir en la medida de nuestra capacidad a entender y transformar esas divisiones en sociedades armoniosas en lugar de disonantes”.
Como conclusión, sugeriré algunas maneras para involucrar el sistema escolar en actividades de transformación de conflictos.
Cooperación para la paz
La educación para la democracia y para el desarrollo y la preservación de la sociedad civil dependerá del avance de la enseñanza construida sobre el principio de la cooperación. Los principios guía del aprendizaje cooperativo son vistos como una contribución a un desarrollo efectivo y simultáneo de las habilidades individuales y sociales: la interdependencia positiva, la responsabilidad individual, la participación igualitaria y la interacción simultánea. En un escenario multicultural, el aprendizaje cooperativo ha demostrado un gran potencial para la reducción o prevención de los conflictos. El hacer música, que no depende de la eficiencia verbal y que trasciende las barreras idiomáticas, es un medio ideal para introducir el aprendizaje cooperativo. En los conjuntos musicales los estudiantes intercambian ideas en una interrelación creativa que honra todos los principios mencionados antes.
El siguiente artículo introduce el proyecto Azra que fue iniciado en 1994 por el doctor Svanibor Pettan y este autor. Tuvo como objetivo observar los efectos psicológicos de un programa musical de interacción entre estudiantes de música noruegos y refugiados bosnios, basados en el éxito del proyecto Resonant Community (Comunidad resonante) que introdujo música de las culturas de inmigrantes a Noruega a las escuelas.
Estos y otros programas de los países nórdicos, muestran el gran potencial para la educación para la paz a través de la música, y ha influido en la programación de la educación en otros países tanto en Europa como fuera de ésta, incluyendo áreas de conflictos étnicos. A pesar de los reveses en la arena política, profesores y trabajadores de la cultura dedicados de todo el mundo, con frecuencia bajo circunstancias muy difíciles, se esfuerzan por hacer realidad el sueño de Mozart. Ellos necesitan nuestro apoyo.
El musicólogo Kjell Skyllstad es profesor emérito del Departamento de Música y Teatro de la Universidad de Oslo. Como activista e investigador de la paz ha estado comprometido internacionalmente en el estudio del potencial de la música en la prevención y solución de conflictos.
http://www.sgi.org/spanish/inicio/quarterly/0407/TemaPrincipal1.html