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Enigmas: Mapamundi del almirante Piri Reis
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De: ☼TäRA☼  (Mensaje original) Enviado: 27/06/2010 17:20

UN MAPA DE LUGARES OCULTOS
OCTAVO ESCUADRÓN TÉCNICO DE RECONOCIMIENTO (SAC)
FUERZAS AÉREAS ESTADOUNIDENSES
Base Aérea de Westover
Massachussets

6 de julio de 1960

TEMA: Mapamundi del almirante Piri Reis
Destinatario: Profesor Charles H. Hapgood.
Keene College,
Keene, New Hampshire.

Estimado profesor Hapgood:
Su solicitud de que esta organización analizara ciertos rasgos insólitos del mapamundi Piri Reis de 1513 ha sido atendida.
Su afirmación de que la parte inferior del mapa representa la Costa de la Princesa Marta de la Tierra de la Reina Maud en la Antártida y la península de Palmer es razonable. Entendemos que ésta es la interpretación más lógica y probablemente más verosímil del mapa. El detalle geográfico que figura en la parte inferior del mapa coincide de modo asombroso con los resultados del perfil sísmico que fue trazado en la parte superior de la capa helada por la expedición sueco-británica a la Antártida en 1949. Ello indica que se había trazado el mapa de la costa antes de que ésta quedara cubierta por la capa de hielo. La capa de hielo en esta región presenta en la actualidad un espesor de aproximadamente 1,6 kilómetros.
No tenemos ni idea de cómo pueden conciliarse los datos de este mapa con el supuesto nivel de conocimientos geográficos en 1513.

Harold Z. Ohlmeyer
Teniente coronel, Fuerzas Aéreas de EE.UU.
Comandante

La carta de Ohlmeyer (1), pese al escueto lenguaje, constituye un bombazo. Si se trazó el mapa de la Tierra de la Reina Maud antes que ésta quedara cubierta de hielo, la cartografía original debió de realizarse hace muchísimo tiempo.
¿Cuánto exactamente?
Según la opinión convencional, la capa de hielo de la Antártida, su presente extensión y forma, posee una antigüedad de millones de años. Sin embargo, al examinarla con mayor detenimiento, esta noción presenta graves inexactitudes; tanto es así que no tenemos por qué suponer que el mapa trazado por el almirante Piri Reis presenta la Tierra de la Reina Maud según aparecía hace millones de años.
Las pruebas recientes más sólidas indican que la Tierra de la Reina Maud y las regiones vecinas que figuran en el mapa, se mantuvo desprovista de hielo durante un largo período, que posiblemente no finalizó hace unos seis mil años (2) Esta evidencia, que comentaremos en el próximo capítulo, nos exime de la gravosa tarea de explicar quiénes(o qué) poseían la tecnología para llevar a cabo una rigurosa exploración geográfica de la Antártida en, pongamos, dos millones de años antes de nuestra era, mucho antes de que apareciera nuestra especie sobre la Tierra. Por otra parte, dado que la elaboración de mapas constituye una actividad compleja y civilizada, nos obliga a explicar cómo pudo realizarse esa labor hace seis mil años, mucho antes del desarrollo d las primeras auténticas civilizaciones que son reconocidas por los historiadores.

Fuentes antiguas

Al tratar de explicarlo, conviene recordar los datos históricos y geológicos básicos:

1. El mapa Piri Reis, que es un documento genuino, no un fraude, fue realizado en Constantinopla en el año 1513 de nuestra era (3).
2. Se centra en la costa occidental de África, en la costa oriental de Sudamérica y en la costa septentrional de la Antártida.
3. Es imposible que Piri Reis adquiriera información sobre esta última región de un explorador coetáneo, porque la Antártida no se descubrió hasta el año 1818 de nuestra era (4), más de trescientos años después de que Piri Reis hubiera trazado el mapa.
4. La costa sin hielo de la Tierra de la Reina Maud que muestra mapa constituye un galimatías colosal, pues la evidencia geológica confirma que la última fecha en que pudo haber sido explorada cartografiada desprovista de hielo es el 4000 a.C (5)
5. Resulta imposible determinar la fecha más temprana en que esa tarea pudo realizarse, pero todo indica que el litoral de la Tierra de la Reina Maud permaneció en una condición estable, no helada, durante al menos nueve mil años antes de que la extensa capa de hielo lo cubriera por completo (6).
6. En la historia no existe constancia de una civilización que tuviera la capacidad ni la necesidad de explorar ese litoral en el período comprendido entre trece mil y cuatro mil años antes de nuestra era (7).

En resumen, el verdadero enigma del mapa de 1513 no radica en la inclusión de un continente que no fue descubierto hasta el año 1818, sino en la representación del litoral de ese continente en unas condiciones sin glaciación que concluyeron hace seis mil años y no han vuelto a producirse.

¿Cómo se explica esto? Piri Reis nos proporciona una respuesta en una serie de notas que aparecen escritas de su puño y letra en el mismo mapa. Nos dice que no fue el responsable de la exploración y cartografía original y reconoce que su papel fue sólo el de compilador y copista, pues el mapa se derivó de un gran número de mapas originales (8).
Algunos de estos mapas habían sido trazados por exploradores contemporáneos o casi contemporáneos, entre ellos Cristóbal Colón, quien en aquellas fechas había llegado a Sudamérica y el Caribe, pero otros eran unos documentos que se remontaban al siglo IV a. C. o antes (9).

Piri Reis no ofreció ninguna indicación respecto a los cartógrafos que habían realizado los mapas anteriores.
En 1963, sin embargo, el profesor Hapgood propuso una nueva e interesante solución al problema.
Adujo que algunos de los mapas primitivos que el almirante había utilizado, en especial los que se remontan al siglo IV a. C., tomaban como referencia unos mapas incluso más antiguos, los cuales a su vez se basaban en unas fuentes cuyo origen era aún más remoto. Según afirmó, existían pruebas irrefutables de que la Tierra había sido cartografiada de modo exhaustivo antes del 4000 a. C. por una civilización desconocida y no descubierta, que había alcanzado un alto nivel de desarrollo tecnológico (10):

Todo parece indicar [concluyó el profesor] que una información rigurosa fue transmitida de un pueblo a otro. Al parecer, los primeros mapas fueron trazados por un pueblo desconocido y transmitidos a otros pueblos, quizá por los minoicos y los fenicios, quienes, por espacio de mil años o más, fueron los más notables navegantes del mundo antiguo. Tenemos pruebas de que los mapas se guardaron y estudiaron en la gran biblioteca de Alejandría (Egipto), y que los geógrafos que trabajaban allí realizaron unas compilaciones de los mismos (11)

Desde Alejandría, según la reconstrucción de Hapgood, unas copias de esas compilaciones y algunos de los mapas primitivos fueron trasladados a otros centros de erudición, en concreto a Constantinopla.
Por fin, cuando Constantinopla fue ocupada por los venecianos durante la cuarta Cruzada, en 1204, los mapas acabaron en manos de marinos y aventureros europeos.

La mayoría de estos mapas correspondía al Mediterráneo y al mar Negro. Sin embargo sobrevivieron unos mapas de otras zonas, entre los cuales se contaban unos de las Américas y de los océanos Ártico y Antártico. Es evidente que los antiguos exploradores viajaron de polo a polo. Por increíble que parezca, la evidencia indica no obstante que un pueblo primitivo exploró la Antártida cuando sus costas estaban desprovistas de hielo.
Asimismo, también resulta evidente que poseían un instrumento de navegación para calcular las longitudes con una precisión muy superior a cualquier instrumento que poseyeran pueblos de épocas antiguas, medievales o modernas hasta la segunda mitad del siglo XVIII.
Esta evidencia de una tecnología desconocida apoya y da crédito a muchas otras hipótesis referentes a una civilización perdida en tiempos remotos. Los eruditos han desechado buena parte de esa evidencia como simple mito, pero aquí poseemos unas pruebas que no es posible rechazar. Ello requiere que todas las otras pruebas que se han presentado con anterioridad sean revisadas con un talante abierto (12).

Pese al firme apoyo prestado a estas teorías por parte de Albert Einstein (véase más adelante), y a que con posterioridad John Wright, presidente de la Sociedad Geográfica Americana, reconoció que Hapgood «había planteado unas hipótesis que exigían ser tomadas en cuenta y estudiadas», no se han llevado a cabo otras investigaciones respecto a estos anómalos mapas primitivos. Por otra parte, lejos de ser aplaudido por la importante aportación al debate sobre la antigüedad de la civilización humana, Hapgood, hasta su muerte, fue desdeñado por la mayoría de sus colegas de profesión, quienes fundaban el rechazo a su trabajo en lo que ha sido descrito como «un descarado e injustificado sarcasmo, que hace hincapié en datos insignificantes y factores no susceptibles de ser verificados, rehuyendo de esta forma los temas básicos» (13).
Un hombre adelantado a su época

El difunto Charles Hapgood impartía Historia de la Ciencia en Keen College de New Hampshire, Estados Unidos. No era un geólogo ni un especialista en historia antigua. Sin embargo, es posible que las futuras generaciones lo recuerden como el hombre cuya labor socavó los fundamentos de la historia del mundo, así como buena parte de la geología del mundo.

Albert Einstein fue uno de los primeros en darse cuenta de ello dar un paso sin precedentes y prologar un libro que escribió Hapgood l en 1953, unos años antes de iniciar su investigación del mapa Piri Reis:

Con frecuencia recibo cartas de personas que desean consultarme sobre ideas inéditas [observó Einstein]. Huelga decir que esas ideas rara vez contienen una validez científica. La primera comunicación que recibí señor Hapgood, sin embargo, me fascinó. Su idea es original, de una gran sencillez y, si demuestra ser cierta, de gran importancia a todo lo relativo a la historia de la superficie de la Tierra (14).

La «idea» que aparece expresada en el libro que escribió Hapgood en 1953 es una teoría geológica global que explica de forma elegante cómo y por qué grandes zonas de la Antártida se habrían mantenido desprovistas de hielo hasta el 4000 a. C., junto con muchas otras anomalías de la ciencia de la Tierra. En resumen, su argumento es el siguiente:

1. La Antártida no estuvo siempre cubierta de hielo y antiguamente su clima era más cálido que en la actualidad.
2. Tenía un clima más cálido porque en aquel período no estaba situada físicamente junto al polo Sur, sino aproximadamente tres mil doscientos kilómetros más al norte. Esto «la habría colocado fuera del círculo antártico en un clima frío o templado» (15).
3. El continente alcanzó su actual posición dentro del círculo antártico como consecuencia de un mecanismo que recibe el nombre de «desplazamiento de la corteza terrestre». Este mecanismo, que en ningún caso debe confundirse con fallas tectónicas o «deriva de los continentes», consiste en que la litosfera, la corteza exterior de la Tierra, «en ocasiones se mueve y desplaza el cuerpo interior blando, al igual que la corteza de una naranja, si estuviera desprendida, desplazaría la parte interior de la naranja en una sola pieza» (16).
4. Durante el supuesto movimiento de la Antártida hacia el sur que se produjo por el desplazamiento de la corteza terrestre, el continente se habría ido enfriando poco a poco, formándose la capa de hielo que se fue expandiendo de forma inexorable a lo largo de miles de años hasta adquirir sus actuales dimensiones (17).

En la parte VIII de este libro ofrecemos más detalles sobre la evidencia que apoya estas revolucionarias teorías. Los geólogos ortodoxos, no obstante, siguen negándose a aceptar la teoría de Hapgood (aunque nadie ha logrado demostrar que sea incorrecta), lo cual plantea numerosos interrogantes.
Entre ellos, el más importante es el siguiente: ¿Qué mecanismo sería capaz de ejercer suficiente presión sobre la litosfera para precipitar un fenómeno de tal magnitud como un desplazamiento de la corteza terrestre?

No disponemos de mejor guía que Einstein para resumir los hallazgos de Hapgood:

En una región polar se producen continuos depósitos de hielo, los cuales no son distribuidos de forma simétrica alrededor del poio. La rotación de la Tierra incide sobre esas masas depositadas de modo no simétrico y produce un movimiento centrífugo que es transmitido a la rígida corteza terrestre. Cuando alcanza un cierto punto, ese creciente movimiento centrífugo provoca un desplazamiento de la corteza terrestre sobre el resto del cuerpo de la Tierra... (18)

El mapa Piri Reis (19) parece contener sorprendentes pruebas colaterales que apoyan la tesis de una glaciación geológica reciente en algunas zonas de la Antártida debido a un repentino desplazamiento hacia el sur de la corteza terrestre. Por otra parte, puesto que ese mapa sólo es posible que se trazara con anterioridad al 4000 a. C., sus implicaciones respecto a la historia de la civilización humana son impresionantes. Antes del 4000 a. C. se supone que no existía ninguna civilización.

Pese a cierto riesgo de una simplificación, el consenso académico es, a grandes rasgos, el siguiente:

• La civilización se desarrolló en primer lugar en el Creciente Fértil de Oriente Medio.
• Este desarrollo comenzó con posterioridad al 4000 a. C. y culminó con la aparición de las primeras auténticas civilizaciones en Sumer y Egipto hacia el 3000 a. C., seguida poco después por las del valle del Indo y China.
• Aproximadamente mil quinientos años más tarde, la civilización surgió de forma espontánea e independiente en las Américas.
• A partir del 3000 a. C. en el Viejo Mundo (y aproximadamente en el 1500 a. C. en el Nuevo), la civilización fue «evolucionando» de modo sistemático hacia unas formas cada vez más refinadas, complejas y productivas.
En consecuencia, y sobre todo en comparación con nosotros, todas las antiguas civilizaciones, y con ellas sus obras, deben entenderse como esencialmente primitivas (los astrónomos sumerios consideraban el cielo con una mezcla de asombro y respeto poco científica e incluso las pirámides de Egipto fueron construidas con medios «tecnológicos primitivos»).

La evidencia del mapa Piri Reis parece contradecir todos esos argumentos.

Piri Reis y sus fuentes

En su época Piri Reis fue un conocido personaje, cuya identidad histórica está hoy bien establecida. En calidad de almirante de la marina de los turcos otomanos, participó, a menudo en el bando victorioso, en numerosas batallas marítimas que se libraron en torno al siglo XVI. Asimismo, era considerado un experto en los territorios del Mediterráneo, además de ser el autor del célebre libro sobre navegación titulado Kitabi Bahriye, en el cual ofrecía una exhaustiva descripción de las costas, puertos, corrientes, bajíos, lugares de desembarco, bahías y estrechos de los mares Egeo y Mediterráneo. Pese a su ilustre carrera, cayó en desgracia ante sus superiores y fue decapitado en 1554 o 1555.
Las fuentes de Piri Reis, es decir, los mapas en los que éste se basó para trazar su mapa en 1513, probablemente se guardaban en la Biblioteca Imperial de Constantinopla, a la que el almirante gozaba de acceso. Dichos mapas (que podrían haber sido trasladados o copiados en unos centros de erudición aún más antiguos) ya no existen, o, cualquier caso, no han sido hallados. No obstante, fue en la biblioteca del viejo Palacio Imperial de Constantinopla donde se halló el mapa Piri Reis, pintado sobre un pellejo de gacela y enrollado en un polvoriento estante, en fecha tan reciente como el año 1929 (20).

¿Legado de una civilización perdida?

Tal como un perplejo Ohlmeyer reconoció en su carta a Hapgood en 1960, el mapa Piri Reis describe la topografía subglacial, el perfil auténtico de la Tierra de la Reina Maud en la Antártida debajo del hielo. Este perfil permaneció por completo oculto a la vista del público desde el 4000 a. C. (cuando estaba cubierto por la capa de hielo que se iba extendiendo) hasta que fue revelado de nuevo a resultas de un exhaustivo estudio sísmico de la Tierra de la Reina Maud que realizó en 1949 un equipo científico de reconocimiento sueco-británico (21).
De haber sido Piri Reis el único cartógrafo con acceso a esa anómala información, sería un error conceder excesivo crédito a su mapa. Como mucho, podríamos decir: «Quizá sea importante, pero a lo mejor no es más que una coincidencia.» No obstante, el almirante turco no fue el único que se hallaba en posesión de esa información geográfica en apariencia increíble e inexplicable. Sería inútil especular más de lo que lo ha hecho Hapgood sobre qué «corriente subterránea» habría transportado y preservado dicha información a lo largo de los siglos, transmitiendo fragmentos de la misma de cultura en cultura y de una época a otra. Sea cual fuere el mecanismo de transmisión, el hecho es que muchos otros cartógrafos conocían estos curiosos secretos.
¿Es posible que esos cartógrafos, acaso sin saberlo, hubieran participado en el valioso legado científico de una civilización desaparecida?

NOTAS

1. Carta reproducida ene1 libro de Charles H. Hapgood, miembro de la Royal Geographical Society: Maps of the Ancient Sea Kings, Chilton Books,
Filadelfia y Nueva York, 1966, p. 243.
2. Ibíd., pp. 93-98, 235. El período duró desde aproximadamente el 13000 a. C. hasta el 4000 a. C., según, por ejemplo, los hallazgos del doctor Jack Hough de la Universidad de Illinois, apoyados por expertos de la Carnegie Institution, Washington D.C. John G. Weiphaupt, un especialista en sismología y gravedad y geología planetaria de la Universidad de Colorado, sostiene también la tesis de un período relativamente desprovisto de hielo al menos en ciertas zonas de la Antártida. Junto con otros geólogos, Weiphaupt sitúa este período en una franja más estrecha que Hough y los demás, entre ei 7000 a. C. y el 4000 a. C.
3. Ibíd., prefacio, pp. 1,209-211.
4. Encyclopaedia Britannica, 1991, 1: 440.
5. Maps of TheAncient Sea Kings, p. 235.
6. Ibid.
7. Los historiadores no reconocen ninguna «civilización» anterior al 4000.a.C
8. Maps of the Ancient Sea Kings, pp. 220-224.
9. Ibíd., p. 222.
10. Ibíd.,p. 193.
11. Maps of ¿be Ancient Sea Kings (edición revisada), Turnstone E Londres, 1979, prefacio.
12. Ibíd.
13. Ibíd., prólogo. Véase también F. N. Earll, prólogo a la obra de Hapgood: Path of the Pole, Chilton Books, Nueva York, 1970, p. VIII.
14. Del prólogo de Einstein (escrito en 1953) al libro de Charles H. good: Earths’s Shifting Crust: A Key to Sorne Basic Pro blerns of Earth Sc
Pantheon Books, Nueva York, 1958, pp. 1-2.
15. Maps of the Ancient Sea Kings, edición de 1966, p. 189.
16. Ibíd.,p. 187.
17. Ibíd., p. 189.
18. Prólogo a Earth’s Shzfring Crust, p. 1.
19. Maps of the Ancient Sea Kings, pp. 209-211.
20. Ibíd., p. 1.
21. Ibíd., pp. 76-77 y 23 1-232.


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