En la isla del Sol se puede ver a la
Luna en el día. Aparece como un círculo vívido y traslúcido, entre las
bambalinas nubes, que contemplo (ilimitado y diluido...) mientras tropiezo con
cerdos dispersos, que a 3.800 metros de altura reemplazan como guardianes a los
perros. Voy a iniciar una
serie sobre viajes a lugares sagrados donde
todavía se gritan y susurran alternativamente los mitos fundacionales de las
culturas más importantes.
En Bolivia, al sur del Lago Titicaca, la historia legendaria de los incas empieza -según el rito fundacional-, en la roca central de esta isla del Sol (el
primero y el padre), donde
subieron al cielo los cuerpos celestes y se originó el universo; y debieron
tocar tierra por primera vez los adánicos Manco Cápac y Mama Ocllo.
Según los últimos estudios -en un libro de los arqueólogos Brian Bauer yCharles
Stanish, en el 2001- este lugar durante la época inca era el mayor
centro de adoración inca, al que venían peregrinos desde lo que hoy son Ecuador
y Chile. El cronista Bernabé
Cobo escribió en 1653 que
era "tan
célebre y famoso, que vivirá su memoria entre los indios todo lo que ellos
duraren".
Llegar a esta isla de 12 kilómetros de largo, y que fue también un centro sagrado tiahuanaco, es observar la destrucción
atrabiliaria que provocaron los extirpadores de idolatrías españoles y luego los
hacendados coloniales y republicanos. También expoliaron, a 8 kilómetros, a su
contraparte dual mítica: la isla
de la Luna, donde funcionaba el Iñak
Uyu, un estelar accllahuasi de fina mampostería, con figuras de
chacanas en bajorrelieve.
No obstante en ambas todavía perduran las más nobles construcciones arquitectónicas, la energía inveterada e increíble de los orígenes y dos
personajes que resguardan lo más puro de los ritos antiguos: Benito
Choque, el guardián de la Titikala,
la roca sagrada de la que brotó el cosmos, y Faustino
Ticona, uno
de los últimos yatiris (sacerdotes aimaras) auténticos.
Hay un libro publicado por la PUCP este año que se convertirá pronto en un clásico antropológico: "Adivinación
y oráculos en el mundo andino antiguo". Aquí Marco
Curátola investigó sobre el
gran oráculo de las islas del Sol y la Luna en un aspecto que había sido
desdeñado porque se consideraba influido por el catolicismo, pero hoy "los
testimonios documentales son tales y tantos que no queda la menor duda de que
los andinos --como muchos pueblos nativos de América, Oceanía, África y Asia--
desde tiempos prehispánicos tuvieron formas propias y específicas de confesión
de los pecados".
El lugar central para el original peregrinaje de confesión -que
servía para el control estatal del imperio- y la adivinación eran tres puertas
antes de la Titikala o "piedra del felino". Según los cronistas Sarmiento y
Murúa, la
última gran aparición de este oráculo de contrición fue cuando Huayna Cápac se
preparaba para reconquistar a las rebeldes culturas del Ecuador e hizo extremos
sacrificios para ganarse su favor y el éxito de su campaña.
¿Confesión de pecados? "Hasta
ahora vienen enfermos de todos los países a arrepentirse y sanarse", dice
Benito Choque, quien cuida la roca sagrada, "morada
del Sol y donde salieron sus dos hijos para fundar el imperio", de 5,5
metros de alto, en unos 80 metros de extensión, en medio de una plaza de piedra
volcánica de 35 metros y donde se ha encontrado un camino inca incólume.
A sus 66 años, Benito cumple la misma misión de sus abuelos: "De aquí salieron todas las estrellas y dicen las historias que hay un túnel desde
la piedra que llega al Cusco. Nadie creía pero hace cinco años llegaron los
submarinistas japoneses y encontraron entre los islotes de enfrente una ciudad
perdida bajo las aguas, con medallones y vasos de oro" (Las
fotos de estos hallazgos en el museo de la isla son espectaculares).
Los etnólogos han investigado los ritos antiguos a través del fuego, las pichcas o dados andinos, las entrañas de los animales y el trance. Y Faustino Ticona,
último heredero de la tradición aimara, lo confirma en laChincana
o Laberinto, un complejo arqueológico a 200 metros de la roca sagrada.
Diversos estudiosos europeos señalan que este era un centro demamaconas (mujeres
consagradas al Sol), pero Ticona lo niega: "Desde
mis antepasados sabemos que aquí no vivían mujeres, ellas estaban en la Isla de
la Luna, haciendo labores sagradas de la esposa del Sol. Este era un laberinto
donde los magos venían a graduarse en la noche, se internaban por sus puertas y
en cada una recibían conocimiento y pruebas, o se perdían y morían".
Por eso, los pobladores recomiendan leer las hojas de coca antes de entrar, "quien
no tiene buen corazón se muere aquí". Y
es que dentro de estos muros de caracol uno siente lo mismo que si se internara
en sus paredes intestinales y pulmonares; y pugnara por abrigar su propia luz.
El equinoccio, momento perfecto de equilibrio entre las fuerzas y concepciones masculinas y
femeninas, es celebrado en las dos islas, según Choque y Ticona. Hablar de la
isla de la Luna requeriría más espacio, más Sol y otro ‘post’.
¿Y, ustedes, sienten curiosidad por llegar hasta los lugares de los orígenes? Yo
lo hago porque busco con amor solitario y silente El país de la libertad: