La sabiduría antigua afirma que básicamente hay cinco clases de entidades que gobiernan legiones de fuerzas adversas, llevando a los hombres a la desarmonía y a la desintegración.
Esas clases son:
1. Aquella que rige las fuerzas que los incitan a la cólera, a las disputas, a las riñas y a las acciones inadecuadas.
2. Aquella que rige las fuerzas que insuflan en ellos acciones devastadoras y destructivas, rebeliones, combates y muertes, endureciendo sus seres.
3. Aquella que rige las fuerzas que instigan en ellos la codicia, la mentira, la simulación y la intriga, llevándolos a estar en falta con la Fe.
4. Aquella que rige las fuerzas que los impulsan a la impureza y a los placeres de los cuerpos.
5. Aquella que rige las fuerzas que los llevan a cometer injusticias, a sobornar y a dejarse sobornar.
Un ser, al llegar a cierto grado de liberación de las fuerzas involutivas, ya no puede ser vencido por ellas, y llega a tener en sí mismo el poder para dominarlas, como también para inducirlas a cumplir tareas ligadas al Plan Evolutivo.
Sin embargo, eso sólo es posible con aquellas fuerzas que pueden ser transformadas y transmutadas para volver a la corriente evolutiva, corriente de luz. Existen otras, que tienen que ser disueltas, a fin de que sus elementos se reintegren a aquella.
Muchas de esas fuerzas existentes en la esfera psíquica planetaria fueron generadas por la propia acción humana. Por fricción y por repetición de actitudes desarmoniosas, un individuo crea en el plano astral y etérico ciertos vórtices que, habiendo confirmado su movimiento, pasan actuar por cuenta propia, induciendo a otros a que actuen del mismo modo.
Diferentes son las entidades de la fraternidad oscura que usan la inteligencia para poseer a los hombres y, así, indirectamente comandar los juegos de fuerzas. Están ligadas al misterio del mal, que tiene sus raíces en el plano cósmico y que hasta hoy encontró en el planeta Tierra campo para su libre expresión.
El reconocimiento de esos juegos de fuerzas puede más fácilmente ayudar al estudiante a no dejarse mandar, y a contactar los planos de la luz y de la verdad que están siempre prontos a acogerlo.
No hay mejor remedio para lidiar con esas fuerzas que desidentificarse del propio ego, ya que no existe otra puerta que no sea ésa - el ego - por donde ellas puedan penetrar en el aura del individuo; todas las entradas, por increíble que parezca, derivan de esa única puerta. La gran y verdadera entrega que ha de ser realizada es, pues, la entrega del propio ego, algo que no se hace con manos humanas, sino por la acción de la Gracia. Por lo tanto, se debe cultivar esa desidentificación aliada con el buen humor y con una inquebrantable persistencia, pues podemos decir que son pocos los servidores de la luz que se revelan más persistentes que las fuerzas que los acosan.
Fuente: DE LAS LUCHAS A LA PAZ, de Trigueirinho |