Preocuparse demasiado por las cosas es un símbolo de inmadurez
Preocuparse demasiado por las cosas es un símbolo de inmadurez. Cuando alguien se preocupa por algo se está anticipando a lo que «puede» ocurrir y a las consecuencias que «eso» que aún no ha sucedido puede tener en nuestras vidas. También hay que tener en cuenta la cantidad de problemas que generan las palabra que empiezan por el prefijo «pre». El análisis de estas realidades puede ayudarnos a reducir e incluso eliminar tanta «preocupación».
Muchas personas que admiten no ser felices lo achacan a que tienen muchas preocupaciones pero, en realidad, todos los humanos tenemos preocupaciones y algunos somos bastante felices a pesar de ellas. ¿Qué es en realidad «preocuparse»? ¿Cómo podemos librarnos de las preocupaciones?
La imagen quizá sorprenderá a más de uno, pero preocuparse es esencialmente un acto de inmadurez. La etimología latina de esta palabra no puede ser más explícita: pre-ocupare, «ocuparse antes». Es un acto de inmadurez porque se asemeja a comer de un fruto que aún no está maduro. Esto, nos explican los cabalistas, es lo que le ocurrió a Eva: seducida por un extraño bicho que los judíos españoles medievales denominaban «culebro», le hincó el diente a la famosa manzana antes de tiempo.
Los resultados son demasiado conocidos para que nos ocupemos (o nos preocupemos) de ellos: Adán tuvo que ponerse a trabajar; ella, a parir hijos, etc. Así aparecieron el sudor de la frente y de otras partes, con sus correspondientes jabones, desodorantes y champús, la liposucción, la inflación y muchas otras palabras que riman con «preocupación».
Pero muchas veces el problema no está en las palabras que riman con «ción», sino en las que empiezan por «pre»: prejuzgar, presuponer, pretender, predicar, premeditar, precipitarse, etc.
¡Cuántos problemas, cuántas preocupaciones no son sino el resultado de nuestros pre-juicios y nuestras pre-suposiciones! Y, ¿qué decir de las pre-tensiones, sino que auguran tensiones? Predicar y predecir, pre-dicere, ¿no es decir antes de tiempo?
¡Cuántas veces actuamos con pre-meditación cuando en realidad hubiera sido mejor que no actuáramos y nos dedicáramos a meditar!
Precipitarse es al fin y al cabo lo que hicieron Adán y Eva con la famosa manzana al hacer caso al primer experto en marketing y publicidad de la historia, el «facineroso culebro», como le llamaba Alfonso de la Torre en su Visión delectable de la Filosofía (1485). «Precipitarse», nos informa cualquier buen diccionario, quiere decir «caer de cabeza». Pero si ahondamos en esta etimología apasionante adivinamos que prae capio es, literalmente «poner primero la cabeza», cuando casi siempre para ser felices lo que hemos de colocar en primer lugar es el corazón.
Adán y Eva, como buenos naturistas, vivían desnudos en un paraíso en el que la palabra «preocupación» no existía.
Cuando pasó lo que pasó, tuvieron que recurrir al vestido y a todas las esclavitudes que comporta: lavar, planchar, almidonar, etc. A partir de entonces, sobre todo en el caso de la mujer, la humanidad ha dejado de «ir de corazón» para «ir de cabeza» o, si lo preferimos, «de cráneo», por culpa de trabajos que no dejan de recordarnos al famoso mito de Sísifo. «Se lava, se lava y nunca se acaba», cantará la publicidad del culebro.
«Vestido» se dice en hebreo Begued (dgb), palabra formada por la segunda, tercera y cuarta letra del alfabeto. De Begued vendrá el término catalán bugada, «colada».
Si reflexionamos en esta palabra nos damos cuenta enseguida de que falta la primera letra del alfabeto, la Alef (a). Ello nos indica que nuestros primeros padres perdieron la conciencia de Unidad, simbolizada por esta letra. Todas las preocupaciones, incluso las más nimias, son el resultado de esta pérdida.
Los cabalistas nos enseñan que el término hebreo para decir «preocupación», Daagah (hgad) arroja muchas enseñanzas acerca de las causas metafísicas de la preocupación.
En Daagah (hgad) nos encontramos con cuatro de las cinco primeras letras del alfabeto: la Alef (a), la Guimel (g), la Dalet (d) y la He (h). Salta a la vista que la letra que falta es la Beth (b). ¿Por qué la Beth (b)?, se preguntan los Sabios.
Porque la Beth (b) es la inicial de las dos palabras que se refieren a los dos cosas que nos pueden librar de la preocupación: Bitajón (wjfyb), «confianza» y Berajah (hkrb), «bendición». Pero confianza y bendición no pertenecen al dominio de la cabeza, sino al del corazón.
Juli Peradejordi