EL MIEDO Y EL AMOR
No me refiero a ninguna significación compleja como las que podemos encontrar en los diccionarios o en los tratados de las ciencias humanísticas.
Con estas dos palabras quiero que tengan en cuenta simplemente lo que sentimos cuando decimos: “yo tengo miedo” y “yo te quiero”.
Estoy seguro que todos alguna vez lo hemos dicho o lo hemos escuchado.
Creo que con estas dos simples palabras cubrimos la mayor parte de los sentimientos de los miembros de nuestra especie.
Todas las manifestaciones de la cultura han dedicado a estos dos sentimientos infinidad de referencias, especialmente en el arte: la literatura, el teatro, la pintura, escultura, el cine.
¿Quién no se ha identificado con los bellísimos párrafos de Romeo ante el balcón de Julieta? ¿Cómo no entender el miedo en los ojos de las Sabinas al mirar el cuadro donde Jacques-Louis David pintó maravillosamente su rapto?
Pero mucho mas íntimamente, todos tenemos grabados los sentimientos que aprendimos a tener con los distintos “cucos” que la inspiración de nuestros educadores los llevó, con las mejores intenciones, a enseñarnos cómo cuidarnos del peligro.
Pero también aprendimos a sentir agrado por la compañía de quién nos hacía sentir bien, con sus cuidados, aprobaciones y gratificaciones de todo tipo.
Así aprendimos a tener miedo y a querer.
Nuestra condición de mamíferos nos marcó el inicio de este par de sentimientos, pues el bebé humano nace tan frágil, que sólo puede subsistir con una sobreprotección por parte de su madre, y por muchos años.
El cuidado exclusivo de la madre condiciona la vida de su cachorro y el abandono, o cualquier forma de rechazo, es fuente de máxima angustia.
El amor nos salva la vida y el rechazo desata el miedo más grande, el miedo a la muerte.
Quizás esto nos ayude a entender las millonadas de monerías que hacemos desde la infancia, pero que perduran en la vida adulta, con tal de sentirnos queridos.
Creo que la industria de la seducción (del latín “seduccere”: hacerse amar.) es la más poderosa del planeta.
Buscamos siempre ser queridos. Cuando elegimos una corbata, un perfume, un peinado, una palabra, un auto, una sonrisa. Cuando diseñamos una escena frente al mar al atardecer, cuando servimos una copa de vino. Cuando apretamos una mano, rozamos unos labios o damos un abrazo.
Dejo a la inspiración de los lectores el catálogo con infinitas formas de ser querido.
Pero, ¿y el miedo?
Miedo es lo que sentimos cuando no nos sentimos queridos.
Romeo no tenía miedo al treparse al balcón pues se sentía muy querido por Julieta. Y a ella no le importaba mucho que la descubrieran sus padres pues amaba a Romeo.
Las Sabinas del cuadro de David, muestran el miedo en sus ojos, pues saben de sobra que sus raptores, los súbditos de Rómulo no las quieren.
El conocimiento de los complicados circuitos donde se ha grabado el miedo, en la vida de cada uno, nos permite protegernos o cuidarnos de tan desagradable sentimiento.
Pero ¡ánimo!, que el amor espanta al miedo como el ajo a Drácula.
Entonces, exploremos también los circuitos que marcan el camino en que cada uno aprendió a sentirse querido.
Queda sujeto a la inspiración de cada uno de nosotros las distintas formas de calmar los miedos con gotitas de amor.
Preguntaron al el sabio oriental: “¿Qué es el miedo?” Y respondió: “La falta de amor”.
Pero, “¿qué es el amor?”. Respondió: “No tener miedo”. Lic. Jorge Miguel Brusca |