Símbolo característico del Amor Puro, es también llamada LA PERLA DEL ALMA.
Se nutre de la Savia de Vida: El Amor de Dios. Y recibe de Sus Manos Benditas el rocío que le permite abrir sus pétalos y despojarse de las espinas, siendo su apertura el inicio del Canto más hermoso del alma al recuperar su Divino Origen.
La rosa blanca vive en tu corazón. Acaríciala suavemente, cúidala, riégala con el Agua de Vida. Verás que su aroma te envuelve y te lleva al éxtasis sublime del Abrazo con Dios.
La Rosa Blanca.....Símbolo esotérico utilizado por milenios por sociedades iniciáticas conocedoras de la sutileza de su simbolismo. Hoy te lo digo, porque me está permitido hacerlo.
En el Jardín de Dios, todas las flores son bellas y muy amadas, pero el misticismo de Su Mirada se centró en LA ROSA BLANCA, y la Bendijo diciéndole:
Tú, Hija Mía, destacarás entre todas, no porque seas la mejor, sino porque harás entrega de tus espinas al cuerpo de la tierra, enterrando tus penas y suavizando tu ser. Te despojarás así de la crueldad que te hiere y que te hace herir. Las raíces de tu tallo prenderán en la tierra virgen, mas tú, al oír Mi Voz, crecerás sin espinas alimentándote de la Verdad, y abrirás tus pétalos suavemente para que el aroma con el que Yo te doté pueda ser aspirado por aquellos que están a tu alrededor, que así anhelarán conocerte porque con tu belleza suave y tu aroma de Amor los envolverás y los atraerás hacia el Jardín del Amor.
¡Se tú esa ROSA BLANCA! ¡Despójate de las espinas!.....Ábrete con alegría y que la emoción de sentir el Amor te haga mostrar la verdadera Esencia de ese puro y noble sentimiento que te convertirá en esa flor amada y mirada por el Señor, haciéndote crecer en la Tierra Bendecida por el Cielo y alimentada y regada por el Amor de Dios.
¡Rosa Blanca! ¡Flor perfumada por el Aroma del Amor! ¡Caricia del alma que siente la suavidad de tus pétalos y goza con el canto alegre de tu ser! ¡Ábrete, Flor de Amor! ¡Encuentra la belleza de tu alma e ingresa al Jardín del Edén, donde te mecerás suavemente en los brazos de Dios, entregándole tu Ofrenda con la sencilla emoción de decir: ¡MISIÓN CUMPLIDA! ¡VUELVO A TU SENO!
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