Los cabalistas consideran a las diez Sephiroth y a los Senderos como una unidad indivisible, para formar lo que se denomina “Adan Kadmon”, o el Hombre
Celestial. Podemos suponer que las Sephiroth son los principios cósmicos
operativos en el macrocosmos –universales-, y de acuerdo con esto, ya que “Lo
mismo que es arriba es abajo”, tienen su reflejo en el hombre como particulares.
En este capítulo se intentará correlacionar a las Sephiroth con los principios
que hay en el hombre, y nos esforzaremos en trazar correspondencias y
paralelismos entre diversos sistemas de psicología mística. Si el estudiante
recuerda perfectamente algunas de las importantes atribuciones dadas en los dos
capítulos anteriores tendrá muy pocas dificultades para comprender lo que sigue.
“¿Qué es el hombre? ¿Es simplemente piel, carne, huesos y venas?”
“¡No! Lo que constituye el verdadero hombre es el Alma, y lo que se llama la piel, la carne, los huesos y las venas, todo esto es simplemente un velo, una cubierta exterior, pero no del
Hombre en sí mismo. Cuando el hombre se pone en marcha, se despoja de todas esas
prendas con las que estaba vestido. Todos estos huesos y tendones, y las
diferentes partes del cuerpo están formados en los secretos de la Sabiduría
Divina, tras la Imagen Celestial. La piel tipifica a los cielos que son
infinitos en extensión, cubriendo a todas las cosas como con una prenda... Los
huesos y las venas simbolizan al carro divino, los poderes internos del hombre.
Pero éstas son las prendas exteriores, pues en la parte interior está el
profundo misterio del Hombre Celestial” (Zohar).
Esa cita del Sepher haZohar es la base sobre la que se ha construido un sistema coherente de psicología o pneumatología, que puede parecer realmente muy extraño a aquellos que no estén
familiarizados con las ideas generales sostenidas por el misticismo. Pero la
idea de un hombre interno que usa una mente y un cuerpo como instrumentos para
la obtención de experiencia y, de esa forma, autoconciencia, es inherente a cada
sistema místico que ha visto la luz del sol. Las clasificaciones de la
naturaleza del hombre usadas por las diversas escuelas de misticismo están
tabuladas en el esquema adjunto, usando a las diez Sephiroth como la base para
la comparación.
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En su análisis del hombre, los cabalistas encontraron que, mano a mano con el cuerpo físico, el hombre tenía una conciencia-deseo automática, o formadora de
hábitos, que le daba ímpetu y voluntad en ciertas condiciones. Se cuidaba de las
funciones de su organismo al cual raramente se prestaba atención consciente,
tales como la circulación de la sangre, el latir del corazón, y los
involuntarios movimientos del diafragma que producen la inspiración y espiración
de la respiración. También notaron la facultad e la razón y de la crítica, el
poder por el cual un hombre va desde las premisas a la conclusión. Y, por encima
y más allá de todo esto, estaba la entidad espiritual que usaba este cuerpo, que
utilizaba este deseo y esta conciencia racional.
Debería también estar bastante claro para el análisis corriente, que en el hombre aparecen estas tres “vidas” distintas. Para explicar el párrafo anterior en una forma ligeramente
diferente, podemos decir que hay: la vida del cuerpo, con su multitud de deseos
e instintos, y con toda la maravillosa maquinaria del cuerpo en funcionamiento.
Algunos cabalistas han denominado a este aspecto del hombre la “Nephesch”, el
alma animal –sin redimir-. Después está su personalidad –la “Ruach”, un “YO”
constantemente cambiante e inquieto, que conocemos y por el cual somos
conscientes de nosotros mismo. Finalmente, una conciencia superior,
trascendiendo a todas éstas y abarcándolas al mismo tiempo, es la “Neschamah”,
el Ego Verdadero.
La “Nephesch” fue parcialmente investigada por Freud, Adler y Jung, y además de todas las teorías, sus hechos observados concuerdan con la tradición cabalística. La “Ruach” ha
merecido la atención de los filósofos, y la “Neschamah” parece haber sido
tristemente olvidada.
La división anterior se llama la triple clasificación del hombre, y es similar al concepto cristiano ortodoxo de Cuerpo, Alma y Espíritu. En esta relación se podría añadir todavía
otro principio postulado por la Cábala: la Neschamah de esta clasificación
correspondería al concepto hindú de Jivatma, el alma o el sí mismo condicionado.
En la misma filosofía tenemos el concepto de Paramatma, el Yo Superior (Self Supremo), habiendo un paralelismo en el texto zohárico llamado “Zureh”, un prototipo celestial,
espiritual y perfecto que nunca abandona su morada en el “Olam Atziluth” (ver
Capítulo Siete). Los zoharistas conciben al “Zureh” relacionado de alguna forma
con la “Neschamah” por lazos espirituales y magnéticos. Isaac Myers tiene unas
referencias muy interesantes que hacer a este respecto. Dice que por devoción,
la voluntad mágica elevará la Neschamah hasta su Zureh, uniéndose entonces. “El
alma superior prototípica se excita y, por influencia mística, se encadena entre
sí.” Esta idea cae dentro del misticismo de la Cábala, donde la doctrina del
éxtasis juega un papel determinante, y pertenece, por tanto, a un capítulo
posterior.
Los cabalistas tienen otra forma de ver la constitución del hombre –esta vez desde un punto de vista más práctico-. Está basado en lo que se llama la fórmula del Tetragrammaton, o el
atribuir las cuatro letras YHVH הוהי
a diversas partes del hombre.
La primera Sephirah, Kether, la Corona, no suele incluirse en este método particular; o, cuando lo está, se le llama simplemente Dios, o el objetivo de la vida al cual un hombre
aspira a unirse.
Y י se atribuye a Chokmah, y es denominada el Padre. En los sistemas hindúes
correspondería a Atma, el Sí Mismo. La Madre es Binah, la Shechinah Celestial, y
la primera Heh ה
es su letra. La Envoltura Causal sería el equivalente del Yoga. La siguiente es
el Hijo, que está en Tiphareth, pero, en realidad, el agregado hexagonal de seis
Sephiroth tiene su base o centro en Tiphareth. La letra del Hijo es la V
ו
–correspondiendo el concepto general al Sukshmopadhi, o el Cuerpo Sutil-. Ahora,
Malkuth, el Reino, es denominada la Virgen No Redimida, y es la Nephesch, el
Alma animal del Hombre, o el Sthulopadhi. Es la letra Heh
ה final.
El Hijo es el Augoeides, El que Brilla con Luz Propia, el Alma Espiritual del Hombre. Es también, de acuerdo con otro sistema, el Santo Ángel Guardián; y el objetivo de esta clasificación
particular es que la Virgen no redimida, la “Nephesch”, debe desposar al Novio
Celestial, el Hijo del Padre de Todo, que está en Tiphareth. Este proceso se
denomina el logro del Conocimiento y la Conversación con el Santo Ángel
Guardián. Es la boda alquímica, las nupcias místicas de la Novia y el Novio
Celestestiales. Esta unión hace de la Virgen una mujer embarazada (Aimah, que es
Binah), y a ella finalmente se une el Padre –y ambos, por esta razón, son
absorbidos por la Corona-. Esta aparente oscuridad puede clarificarse de forma
considerable: la Heh final es la Nephesch o subconsciencia. Normalmente, la
mente consciente de uno, Vau o el Hijo, está en conflicto terrible con el sí
mismo subconsciente, y el resultado es la confusión y desorganización de toda la
conciencia. El primer objetivo de una persona debe ser reconciliar el ego
consciente con la mente subconsciente, y situar el factor de equilibrio entre
dos. Esta idea es elaborada por Jung en su comentario a “El Secreto de la Flor
de Oro”, de R. Wilhem. Cuando esta fuente corriente de conflicto ha
desaparecido, o, como este viejo simbolismo dice, cuando Vau y la Heh final se
han casado, uno está en posición de obtener el Entendimiento, que es Binah, la
primera Heh, y la Madre. Desde el Entendimiento que es Amor, puede surgir la
Sabiduría. La Sabiduría es Y, el Padre, Chokmah. Con la unión en uno mismo de la
Sabiduría y el Entendimiento, puede adivinarse el propósito de la vida, y
también el objetivo previsto al final de la misma, y los pasos que conducen a la
consumación de la Unión Divina pueden establecerse sin peligro, sin miedo y sin
los conflictos corrientes de la personalidad.
Puedo añadir, simplemente de paso, que una fórmula mágica muy influyente se deriva de esta clasificación.
Hay otra clasificación, un poco más filosófica, que muchos prefieren. Se deriva, esencialmente, de “El Comentario a las Diez Sephiroth”, escrito en hebreo por Rabbi Azariel ben
Menaham, ya mencionado. Se distinguió como filósofo, cabalista y talmudista., y
fue alumno de Isaac el Ciego, el fundador de la Escuela Cabalista de Gerona. Su
comentario, antes mencionado, está escrito en forma remarcablemente lúcida y
académica, y la clasificación es extremadamente satisfactoria.
Su clasificación hacía del hombre una entidad que poseía seis aspectos diferentes. No debe creerse tontamente que Rabbi Azariel suponía que estas seis
divisiones del hombre podían separarse y cualquiera de ellas ser apartada. Las
seis divisiones son únicamente aspectos de “una” entidad cuya naturaleza es la
conciencia. El Hombre, como un todo, comprendiendo sus diversas funciones y
poderes y las Sephiroth son una Unidad Integral.
Rabbi Azariel caracterizó a la Tríada de Sephiroth de los Supremos como el denominado Hombre Inmortal. Kether es la Mónada, el centro no ampliado e indivisible de fuerza espiritual y
conciencia –la “Yechidah”, que se traduce por “el Único”, o el Sí Mismo Real,
que es el Peregrino Espiritual Eterno, que se encarna de vez en cuando “para
disfrutar entre los vivos”. Es el punto quintoesencial de conciencia, haciendo
al hombre idéntico a cualquier otra chispa de divinidad y, al mismo tiempo,
diferente en relación a su punto de vista individual. Algunos le llaman el Khabs
o la Estrella, del que se ha escrito: “Adora, por tanto, el Khabs y contempla su
luz derramada sobre ti.” Es el Atma de los hindúes, la Super Alma Universal, o
Sí Mismo en el corazón de cada ser, la Eterna Fuete de Vida, Luz, Amor y
Libertad.
En esta serie particular de correspondencias, a Kether se le atribuye el planeta Neptuno, que es el vicerregente, por decirlo de alguna manera, de la Noche, la personificación del
Espacio Infinito. Está, de esa forma, remoto, solo, perdido en sueños,
entresueños, aspiraciones y santidad –suspendido sobre las cosas cósmicas-,
lejos y más allá de las insignificantes cosas de la tierra. También se atribuye
aquí el más alto de los Chakras, el Sahasrara, que en el sabio iluminado se
compara a un hermoso loto de mil y un pétalos.
En su descenso hacia la manifestación y la materia, la Yechidah añade a sí misma un vehículo creativo de una naturaleza ideal, la Chaiah, que es la Voluntad o impulso creativo del
Punto-de-Vista-Original. Su título teosófico es Buddhi, el vehículo espiritual
directo de Atma. El término vedántico es Anandamayasoka, la Envoltura de
Bendición, y en el Raja Yoga es Karanopadhi, o el instrumento o vehículo causal.
Su chakra o centro de nervios astral es el Ajna, de dos pétalos, situado en el
cráneo, en o cerca de la glándula pineal, que algunos ocultistas afirman que es
un Tercer Ojo atrofiado, el órgano físico de clarividencia espiritual verdadera
o intuición. Su planeta es Urano, simbolizando el altruismo y el poder mágico
del hombre, capaz de maldades sin nombre, lo mismo que de bondades, pero vital y
necesario a su ser; además, está capacitado para la redención, y cuando es
redimido constituye el mayor poder posible para lo bueno.
El tercer aspecto de la entidad inmortal es la “Neschamah” o Intuición, la facultad para la comprensión de la Voluntad de la Mónada. En Teosofía, éste es el Supremo o Buddhi-Manas,
que, juntamente con el Atma-Buddhi, es el dios de alto y noble rango que se
encarna en las formas burdas de las razas tempranas de la humanidad para
dotarles de mente. Los Manasaputras tienen ambas relaciones, las de Mercurio y
del Sol. Los vedantistas llaman a este principio el Vijnanamayakosa, la
Envoltura de Conocimiento; y su correspondiente chakra en el yoga es el
Visuddhi, que se supone localizado en el cuerpo sutil, en la espina vertebral,
en un punto localizado en la laringe.
Esta Trinidad de la Mónada espiritual original, su vehículo creativo, y la intuición, forman una Unidad Integral sintética que, filosóficamente hablando, puede denominarse el Ego
Trascendental. Es una Unidad en una única forma, y sus atributos se resumen en
las tres hipótesis hindúes, más reales quizás en las Sephiroth, que las partes
del hombre de Sat, Chit, Ananda; el Ser Absoluto, la Sabiduría y la
Bienaventuranza.
“Más abajo” del hombre real existe esa parte de él que es perecedera –el denominado sí mismo inferior-. “Más abajo” e “inferior” se usan claramente en un sentido metafísico, y el lector no
debe imaginar que las partes del hombre enumeradas aquí están sobrepuestas unas
con otras como, por ejemplo, las capas de una cebolla. Todas están interpretadas
entre sí, y ocupan la misma posición por lo que se refiere al espacio exterior.
El aforismo de Madame Blavatsky referido a los cuatro mundos encaja aquí
perfectamente; estos diversos principios están en “coadunitio” pero no
consustancialidad.
Las Sephiroth superiores pueden ser consideradas como reales e ideales, y las siete inferiores como actuales, y el espacio en blanco, entre el concepto mental de ideal y actual,
puede considerarse que corresponde al Abismo, donde todas las cosas existen en
potencia –pero sin significado en sí mismas-. El Abismo es la fuente de todas
las impresiones, y el almacén, por así decirlo, de los fenómenos.
Más abajo del Abismo está la “Ruach”, el Intelecto, esa parte de la conciencia individualizada de una persona que se vuelve consciente de las cosas, las desea e intenta conseguirlas.
Es una “máquina” creada, desarrollada o inventada por el Sí Mismo para
investigar la naturaleza del Universo. Es esa parte de uno mismo que consiste en
sensaciones, percepciones y pensamientos, emociones y deseos. Blavatsky llama a
este pirncipio Manas, o mejor dicho, Manas inferior –ese aspecto del Manas “más
próximo” a la naturaleza kármica-, y en el Vedanta se conoce como el
Manomayasoka o la Envoltura Mental; el Raja Yoga incluye en él varias de las
características de la Nephesch, llamándole el Sukshmopadhi o cuerpo sutil. Su
chakra astral es el Anahata, que está en, o cerca, del corazón físico.
La “Ruach” comprende la cuarta, quinta, sexta, séptima y octava Sephiroth, cuyas atribuciones son respectivamente Memoria, Voluntad, Imaginación, Deseo y Razón.
La Memoria es la materia de la misma conciencia. Es, para usar una metáfora, el
mortero de la arquitectura de la mente, esa facultad integrante que combina
todas las diversas sensaciones e impresiones. La Voluntad es un principio
incoloro movido por, y comparable al, deseo. Es el poder del Sí Mismo Espiritual
en acción. En la vida corriente no es, como debería ser, el sirviente del
hombre, sino que le gobierna con una barra de hierro, obligándole a esas cosas
de las que él intenta huir.
La Imaginación es una facultad muy mal comprendida, la mayoría de las personas piensan en ella como una fantasía completa, usada mientras se sueña despierto. En realidad, sin
embargo, es la facultad reina, pues con la Voluntad es el importantísimo
principio usado en las operaciones de Magia o Cábala Práctica.
La Emoción o el principio teosófico de Karma (el “Ello” de Sigmund Freud), es ese elemento de deseo o emoción que puede ser totalmente dominado por la “Nephesch”, o controlado por la
“Neschamah”.
Hemos considerado ya la facultad de razonar que tiene la “Ruach” en un capítulo anterior –“El Foso”-. En su “Océano de Teosofía”, William Quan Judge, uno de los antiguos fundadores de
la Sociedad Teosófica, y un cooperador de Madame Blavatsky, escribió que esa
razón y la fría facultad lógica no es sino el aspecto más inferior de Manas. Y
esto es obvio si tomamos como punto de referencia el Árbol de la Vida. La Razón
es únicamente la octava Sephirah. Las partes superiores de la “Ruach” son una
Imaginación que cuando se espiritualiza, junto con la Voluntad, se convierten en
esas dos facultades de suprema importancia para la Magia, como ya se ha dicho
antes. Pero son todavía “Ruach”. Sus equivalentes espirituales son “Chokmah” y
“Binah”, Sabiduría y Entendimiento; o Chaiah y Neschamah, el Self Verdadero
Creativo y el Self Intuitivo. La asunción de que la “Ruach” es el aspecto
inferior del Pensador se ha visto corroborada por la historia de la filosofía.
Para el análisis de la esencia del intelecto se muestra tan inaccesible como lo
es la naturaleza de los cuerpos externos, y algunos filósofos, observando este
hecho y la experiencia de que la mente no era sino una sucesión de estados de
conciencia y una aparición asociada de varias relaciones, consideraron que la
existencia del Alma no estaba probada –confundiendo la idea de un Alma con el
instrumento que la mente usa-. Hume y Kant demostraron su inherente naturaleza
autocontradictoria, pero el primero no percibió un principio integrante
permanente que actúa mediante las impresiones. Por consiguiente razonó –con su
Ruach, que es incompetente para discutir sobre tal punto, ya que su naturaleza
es autocontradictoria, que el Alma, no siendo una impresión o una sensación, ni
una entidad a la que se pueda señalar teniéndola allí para el análisis cuando se
hace una introspección, no existía; olvidando todo el tiempo, o no consciente
del hecho, lo que es el Alma, o como dirían los cabalistas, el Hombre Verdadero
por encima del Abismo, quien está haciendo la introspección y examinando los
contenidos de su propia Ruach.
La Ruach es el ego falso o empírico. Es esa parte de nosotros que se llama “YO”, y es justamente ese principio que no es “YO”. Sus modos cambian con el paso de los años. Más aún,
sus contenidos nunca son los mismos de un momento a otro. La destrucción del
atractivo cautiverio que la Ruach ejerce sobre nosotros, permitiendo de esa
forma que la luz de la Neschamah y los principios más elevados brillen para
iluminar nuestras mentes y nuestras vidas cotidianas, es una de las más
importantes tareas del misticismo. De hecho, la abnegación de este falso ego
(bitol hoyesh) es el logro esencial de todo el desarrollo espiritual.
Algunos cabalistas postulan una Sephirah llamada Daath o Conocimiento, que es el hijo de Binah y Chokmah, o una sublimación de la Ruach, que se supone que aparece en el Abismo en el curso
de la evolución del hombre como una facultad desarrollada. Sin embargo, se trata
de una falsa Sephirah, y el Sepher Yetzirah, anticipándose, nos avisa lo más
enfáticamente posible de que: “Diez son las inefables Sephiroth. Diez y no
nueve. Diez y no once. Comprended con Sabiduría y entended con cuidado.” Es una
Sephirah no existente porque, por alguna razón, cuando se examina el
Conocimiento vemos que contiene a sí mismo –como la progenie de Ruach- el mismo
elemento de autocontradicción, y estando situada en el Abismo, dispersión y, por
tanto, autodestrucción. Es falsa porque, tan pronto como el conocimiento se
analiza de forma crítica y lógica, se deshace en el polvo y arena del Abismo.
La unidad de las diversas facultades mencionadas, sin embargo, constituye la Ruach, que es denominada el Alma Humana.
El siguiente principio es la Nephesch, la parte densa del espíritu, el elemento vital que está “en rapport” con Guph, el cuerpo y el origen de todos los instintos y deseos de la
vida física. Es la parte animal del alma, ese elemento de ella que se pone, la
mayoría de las veces, en contacto con las fuerzas materiales del universo real
exterior.
La Nephesch es, en realidad, un principio dual; sus dos aspectos consisten en: a) lo que los hindúes llaman Prana, el elemento eléctrico, dinámico y vivificante que es la
vida; y b) el Cuerpo Astral (Tselem). Están considerados los dos, en la Cábala,
con el título de Nephesch, porque la acción del prana es desconocida e imposible
sin el medio del cuerpo astral. Hay una parte del Zohar que se refiere a las
prendas con las que el Alma o lo Incorpóreo se viste, y habla del cuerpo astral
en términos muy peculiares:
“Una túnica exterior que existe y no existe; es vista y no vista. Con esa túnica la Nephesch se viste y vuela, de una lado a otro del mundo.”
En otro lugar hay postulados inequívocos del cuerpo astral:
“En el Libro del Rey Salomón encontramos: Que en el momento del logro de la visión abajo, el Santo, bendito sea, manda un ‘deyooknah’, un fantasma o sombra fantasmal como el
retrato de un hombre. Está dibujado a Imagen Divina (tselem)... y en ese tselem
se crea el hijo del hombre... en este tselem se desarrolla, crece, y en este
tselem, de nuevo, abandona esta vida.”
El postulado del Cuerpo Astral aumenta con la consideración de que en el cuerpo físico hallamos un “algo” además de materia; algo cambiante, es cierto, pero indudablemente la
misma cosa desde el nacimiento hasta la muerte.
La Nephesch está en Yesod, la Luna, la base cuyo atributo es la Estabilidad en el Cambio. Este “algo” a lo que nos referimos es la Nephesch, sobre la cual el cuerpo físico es moldeado,
pues la Cábala considera al cuerpo impermanente y en una condición de flujo
perpetuo. No es nunca el mismo de un momento a otro, y dentro de un período de
siete años tendrá una serie de partículas completamente nuevas. Pero, a pesar de
esta constante liberación de átomos, etc..., hay algo que persiste desde el
nacimiento hasta la muerte, cambiando un poco su aspecto, pero permaneciendo lo
mismo, dando al cuerpo una apariencia más o menos consistente durante toda su
vida. Este doble astral o Cuerpo de Luz, como también se le llama, está también
compuesto de materia en un estado totalmente diferente de la del cuerpo físico;
es sutil, magnética y eléctrica. La Nephesch forma un vínculo entre el cuerpo y
la Ruach, y si intentamos dibujar en nuestras mentes la imagen de un hombre
desde su nacimiento hasta su muerte, incorporando a la imagen todos los rasgos y
peculiaridades de la niñez, madurez y senilidad, todo ampliado en el tiempo, ese
concepto expresará la idea de un cuerpo astral, o el Pranamayasoka del Vedanta.
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El principio de Guph, el cuerpo físico, se atribuye a Malkuth, el Reino, la esfera de los cuatro elementos, y es demasiado conocido para necesitar más
comentarios o descripciones. Solamente añadiré que la influencia predominante
del alma sobre el cuerpo, siendo el cuerpo interpenetrado y rebosante en todas
sus partes por el Hombre Real, y dependiente de él como la fuente de su vida,
son las implicaciones de las ideas del Zohar sobre el alma. El Sepher Yetzirah
hace un grupo elaborado de atribuciones del Árbol presentando las diversas
funciones físicas del hombre, pero éstas no son de mucha importancia para
nuestro propósito presente.
Me he abstenido de discutir aquí los diversos problemas y doctrinas de la llamada Cábala Doctrinal, como la Evolución del Universo y del Hombre, la Reencarnación, la Causalidad aplicada a
la Retribución porque, habiendo postulado originalmente la incapacidad de la
Ruach para tratar adecuadamente tales problemas, no sería útil dedicarse a una
exposición de estos puntos. Particularmente sería así teniendo en cuenta los
conceptos zoháricos y post-zoháricos de Gilgolem, la Reencarnación. Gran
cantidad de pensamiento suelto y de asunción injustificada caracteriza a la
literatura cabalística que se refiere a este aspecto de la doctrina esotérica, y
opino que, únicamente mediante un conocimiento profundo y bien asimilado de
filosofías comparativas y enseñanza esotérica, se puede conseguir cualquier
significado o satisfacción intelectual de, por ejemplo, “Gilgolem”, de Rabbi
Isaac Luria. En cualquier caso, esta doctrina y las otras ya mencionadas sólo
pueden ser resueltas y comprendidas por una persona que haya llegado a una
comprensión de su Verdadera Voluntad, conociéndose a sí mismo y sabiendo que es
una Entidad Inmortal, una Estrella que persigue su libre camino a través de los
cielos infinitos desde una eternidad a otra, no simplemente de forma racional,
sino como resultado del “esh ha Ruach”, la experiencia intuitiva y espiritual.