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2012: DISCO SOLAR Y LA CONFIRMACION DE LOS CIENTIFICOS
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Respuesta  Mensaje 1 de 1 en el tema 
De: ☼TäRA☼  (Mensaje original) Enviado: 07/11/2010 18:21
El cumplimiento de las detalladas predicciones que la antigua cultura maya hizo para el período que media entre los años 1992 y 2012 de
nuestro calendario plantea un profundo misterio y una pregunta
inquietante: ¿nos encontramos realmente viviendo el final de una era
cósmica y veremos dentro de siete años el amanecer de una con signo muy
distinto?

Los científicos no saben qué está sucediendo con el Sol. El 30 de enero
de este año, una sorpresiva tormenta solar alcanzó la Tierra con su
máximo de radiación sólo 15 minutos después de iniciarse la serie de
explosiones, cuando lo habitual son 2 horas. Según Richard Mewaldt, del
California Institute of Technology, fue la más violenta en los últimos
50 años. También ha sido la más misteriosa.
Los científicos creían que dichas tormentas se producían en la corona
solar por las ondas de choque asociadas a eyecciones de plasma. Sin
embargo, en este caso parece haberse originado extrañamente en el
interior del astro rey, según afirmó el profesor Robert Lin, de la
universidad de California.
Los astrónomos expresaron su perplejidad. El profesor Lin –principal
investigador del satélite Reuven Ramaty High Energy Solar Spectroscopic
Imager (RHESSI)– concluyó su declaración con una frase muy
significativa: «Esto significa que realmente no sabemos cómo funciona el
Sol».
En resumen: el insólito fenómeno del 30 de enero ha pulverizado los
modelos predictivos de nuestra ciencia.
Pero además, ¿por qué se produce una actividad tan intensa y anómala en
este momento? El pico de máxima actividad de nuestra estrella –en su
ciclo principal de 11 años– tuvo lugar en el año 2000.
En 2004 los físicos solares observaron una ausencia total de manchas,
algo que siempre anuncia la proximidad de un mínimo de actividad.
Dicho mínimo debía producirse entre 2005 y 2006, unos 4 años antes del
nuevo máximo, previsto para el año 2010 ó 2011, precisamente en vísperas
de la fecha para la cual los antiguos mayas profetizaron el final de la
era correspondiente al «Quinto Sol» y el comienzo de otro ciclo
cósmico, llamado «Sexto Sol».
¿Sabían algo los mayas que nuestra ciencia actual ignora? ¿Podrían
ayudar sus textos sagrados a los científicos, desconcertados por el
extraño e inquietante comportamiento del astro rey?
Y sobre todo: ¿por qué motivo prestó aquella antigua cultura tanta
atención a la actividad solar de nuestros días en tiempos tan remotos?

El calendario maya finaliza abruptamente el sábado 23 de diciembre de
2012, 5.125 años después de iniciarse la era del «Quinto Sol».

Según sus profecías, la causa física desencadenante es que el Sol
recibiría un rayo proveniente del centro de la galaxia y emitiría una
inmensa «llamarada radiante» que transmitiría esa radiación a la Tierra y
al resto del sistema solar. Este evento precedería al comienzo de un
nuevo ciclo cósmico.
Según su cómputo, habrían tenido lugar ya 5 ciclos de 5.125 años,
completando una serie de 25.625 años, período muy próximo al de «la
precesión de los equinoccios», conocido como «Año Platónico» o «Gran Año
Egipcio», correspondiente a un ciclo completo formado por las 12 eras
astrológicas (25.920 años).
Según los mayas, en la Tierra cada ciclo de 5.125 años habría sido el
escenario de la aventura de una Humanidad –«una raza» en su concepto– y
habría acabado con su destrucción, seguida por la regeneración que trae
el siguiente ciclo o «Sol». Al comienzo de éste se produce una
sincronización de la «respiración» de todas las estrellas, planetas y
seres.

El 11 de agosto de 3.113 a .C. los mayas fijaron el nacimiento del
«Quinto Sol» –la era actual– cuyo final llegaría en 2012. La Era del
Agua habría acabado con el Diluvio, la posterior a ésta con un diluvio
de fuego y la nuestra, llamada «del Movimiento», finalizaría con
violentos terremotos, erupciones volcánicas y huracanes devastadores.
La mitología de las culturas antiguas más diversas recoge la memoria de
inundaciones catastróficas que tuvieron lugar hace unos 12.000 años y de
misteriosas lluvias de fuego, hace algo más de 5.000 años, que
investigadores como Maurice Cotterell asocian a un gran cometa que rozó
la atmósfera terrestre.
La predicción maya también describe los 20 años anteriores al primer día
del «Sexto Sol» con cierto detalle. Este ciclo menor, que ellos
denominaban Katum, ya ha consumido casi dos tercios de su duración
total. Ello nos permite verificar hasta qué punto se han cumplido sus
profecías hasta este momento y, en consecuencia, decidir si su nivel de
aciertos merece suficiente credibilidad como para prestarles atención.
El último Katum –denominado por ellos «el tiempo del no tiempo»– habría
empezado en el año 1992 de nuestro calendario, después de un eclipse de
Sol que esta cultura pronosticó para el 11 de julio de 1991 y que se
cumplió puntualmente. En el concepto maya se trataría de un periodo de
transición, caracterizado por profundos cambios cósmicos, telúricos e
históricos.
Es curioso observar que en septiembre de 1994 se produjeron fuertes
perturbaciones en el magnetismo terrestre, con alteraciones importantes
en la orientación de las aves migratorias y cetáceos, e incluso en el
funcionamiento de la aviación.
En 1996, la sonda espacial Soho descubrió que el Sol no presentaba ya
polos magnéticos sino un único campo homogeneizado. En 1997 se
produjeron violentas tormentas magnéticas en el Sol. Y en 1998, la NASA
detectó la emisión de un potente flujo de energía proveniente del centro
de la galaxia que nadie supo explicar.
Otra fecha importante de las profecías mayas fue el eclipse total de Sol
del 11 de agosto de 1999, que también se verificó puntualmente. Según
el Chilam Balam –un libro sagrado maya–, siete años después del inicio
del último Katum (1999) comenzaría una era de oscuridad y las
convulsiones de la Tierra –seísmos, huracanes, erupciones volcánicas–
aumentarían sensiblemente.
El 11 de septiembre de 1999, sólo un mes después del mencionado eclipse,
una misteriosa explosión proveniente del espacio eclipsó durante horas
el brillo de algunas estrellas.Las radiaciones de ondas radio, rayos
gamma y rayos X multiplicaron su intensidad por 120. Astrónomos como
Richard Berendzen y Bob Hjellming, del Observatorio Radioastronómico de
Nuevo México (EE UU), calificaron este fenómeno como un enigma «digno de
una investigación detectivesca» .

El rayo y la llamarada radiante
Ante estos hechos objetivos cabe preguntarse: ¿podría ser esa misteriosa
e inexplicada radiación de 1999 el rayo proveniente del centro de la
galaxia que, según los mayas, alcanzaría al Sol antes del año 2012,
cuando se dispararan los fenómenos sísmicos? ¿No resulta también
evocador de «la llamarada radiante» que, según los mayas emitiría el Sol
después de recibir ese «rayo», la igualmente enigmática y anómala
explosión solar del 30 de enero de 2005, que ha dejado perplejos y sin
respuestas a los científicos?

El eclipse del 11 de agosto de 1999 que precedió a la fuerte radiación
proveniente del espacio del 15 de septiembre de 2005 inauguró un período
de cataclismos naturales.
El día 7 de ese mismo mes se produjo un terremoto de 5,9º (escala
Richter) en Grecia, con 218 muertos; el 8, inundaciones catastróficas en
China, con miles de muertos; el 17, un terremoto de 7,4º en Turquía,
con 15.000 muertos; el 20, un terremoto de 7,6º en Taiwan, con 2.000
muertos; el 22, una cadena de terremotos menos destructivos –entre 2º y
5,2º– en todo el planeta; el 30, un terremoto en Oaxaca (México),
seguido de grandes incendios debidos a explosiones de gas, con más de
100 muertos; y el 10 de octubre las lluvias produjeron 300 muertos y
500.000 damnificados en México.
No se trata de una lista exhaustiva de catástrofes ni mucho menos, sino
sólo de una muestra de algunos fenómenos muy destructivos, ocurridos tan
sólo en los dos meses que siguieron al eclipse de agosto. Incluir los
conflictos humanos que estallaron en esos dos meses y otras catástrofes
naturales requeriría un abultado volumen.
En este mismo número se recogen otros datos sobre el aumento
espectacular de los seísmos, erupciones volcánicas y meteoros violentos.
La comparación de la intensidad y la cantidad que estos fenómenos
tuvieron en los últimos años con periodos anteriores revela que
experimentaron un incremento espectacular en este periodo que los mayas
denominaron «el tiempo del no tiempo».
Después de la potente y anómala radiación emitida por el Sol el 20 de
enero de este año se han disparado las erupciones volcánicas, que ya
habían experimentado un incremento notable después del eclipse de 1999.
En todo 2004 se registraron 31 erupciones significativas.
Sólo entre enero y abril de 2005, se han detectado 21. Y si sumamos los
informes sobre nueva actividad de los volcanes que experimentaron
erupciones significativas desde 1999, la cifra asciende a 43 para los 4
meses iniciales de este año.

A esta confirmación de las predicciones mayas debemos añadir otras.
Según dichas profecías, a partir del eclipse de 1999 se incrementarían
las guerras y la destrucción.
El cono de sombra de este eclipse se proyectó precisamente sobre Medio
Oriente, Irak, Irán, Afganistán, Paquistán e India, señalando un área
sacudida por los conflictos más sangrientos y la amenaza permanente de
una confrontación entre Paquistán e India, ambos con arsenal nuclear.
Al acercarse el 2012 una ola de calor aumentaría la temperatura del
planeta, produciendo cambios climáticos, geológicos y sociales sin
precedentes, con una rapidez asombrosa. Estamos inmersos en dicha
dinámica. El acelerado derretimiento de los glaciares en todo el mundo y
la aparición de zonas verdes en la Antártida es ya un hecho confirmado
científicamente. También anunciaron los cambios inesperados de la
actividad del Sol que los científicos están verificando.

Las profecías mayas pronostican la aparición de un cometa, con alta
probabilidad de un impacto contra la Tierra. Curiosamente, también en el
Apocalipsis de San Juan se predice la llegada de este cometa llamado
«Ajenjo» como signo del «Final de los Tiempos».
Otra coincidencia llamativa es que el 11 de agosto de 1999, no sólo tuvo
lugar el último eclipse total del milenio, sino la formación de una
configuración astrológica muy rara: la Gran Cruz Cósmica, formada en los
signos de Tauro, Leo, Escorpio y Acuario, por el Sol, la Luna y tres
planetas (AÑO/CERO, 102).

Esta Cruz también nos remite al Apocalipsis porque evoca a «los cuatro
vivientes custodios del Trono».
El primero es descrito como «semejante a un león» (Leo), el segundo
«semejante a un toro» (Tauro), el tercero «con semblante humano»
(Acuario, el Aguador) y el cuarto semejante a un águila (Escorpio).
Estamos ante un simbolismo complejo que encaja con las profecías mayas
del comienzo del «Sexto Sol»: una nueva era que, según su predicción,
supondrá «el final del tiempo del miedo» y una Humanidad renovada
cósmicamente, que construirá una civilización superior a la actual.
Esta convergencia de expectativas, independientes unas de otras, que
avalan las profecías mayas es otro hecho a tener en cuenta.
Resulta inevitable recordar a maestros como Sri Aurobindo que, junto a
su compañera Madre y su discípulo Satprem, promovieron una
transformación fisiológica, convencidos de que, en un ser humano
superior, debería producirse «el despertar» del cuerpo a nivel celular e
incluso de los átomos.
Aurobindo enseñó que se produciría «un descenso de la luz superior a las
partes más bajas de la naturaleza», que favorecería el acceso del ser
humano a un nivel de conciencia más elevado que el actual.
¿Podría este cambio ser activado o favorecido por ese gran evento
cósmico que anunciaron las profecías mayas? ¿Podría ese salto
vibracional del Universo, transmitido por el Universo al Sol y por éste a
la Tierra , estar impulsando «la gran transformación» que, según los
mayas, llegará definitivamente a nuestro planeta el sábado 23 de
diciembre de 2012?
En cualquier caso, todas estas profecías son muy elocuentes respecto a
dicho salto cualitativo en la evolución de la conciencia
El cambio cósmico crea las condiciones, pero la transmutación interior
sólo puede ser el resultado de una decisión libre y de un trabajo
interior individual.
En este final del último Katum del calendario maya el Cielo nos pone
ante una encrucijada: autodestrucción o transformación. Nos hallamos,
por tanto, en una especie de «tierra de nadie»: una fase definitiva que
ya no pertenece a la vieja era, pero tampoco a la que amanecerá dentro
de siete años, cuando se abra «la puerta» cósmica de un tiempo renovado.
En cualquier caso, nos parece evidente que los hechos corroboran las
profecías mayas lo suficiente como para tomarlas en serio y examinarlas
sin prejuicios a la luz de lo que sabemos del mundo. ¿La evolución
biológica y psicoespiritual responde a una programación cósmica
inteligente?
Este es, sin duda, el gran misterio que se nos plantea.

Fuente: Año Cero



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