Con cada persona que forma parte de nuestra vida establecemos un
acuerdo de almas. Esto significa que, mucho tiempo atrás, en el reino de
las almas, prometimos tener un encuentro especial, compartir la vida,
modelar la experiencia, completar otra alma, al unirnos con ella en esta
vida terrenal.Los acuerdos entre las almas son compromisos para el
crecimiento del alma en conjunción con otra. De esta manera, emprendemos
el viaje hacia un estado de conciencia y apertura total que los
místicos denominan “iluminación” .
Estos compromisos son el motivo por el cual, en ocasiones, sentimos
una extraña conexión con otra persona; otras veces, no entendemos que
alguien con carácter difícil forme parte de nuestra vida, o nos
preguntamos simplemente por qué recorremos la vida junto a alguien, como
si existiera un acuerdo tácito que a su vez puede terminarse abruptamente
Como miembros de esta comunidad de almas reunidas en la vida sobre la Tierra,
hemos acordado no sólo recordar a los demás sobre el estado puro
original, sino también realizar todo lo posible dentro de la existencia
humana, infinitamente cambiante, con el fin de asegurar el crecimiento
de nuestra propia alma y las de los demás.
Algunas personas vienen al mundo para ser bellas y fuertes, otras para ser
complicadas o raras; algunas para morir jóvenes y enseñarnos a través
de la desolación de tan terrible pérdida; otras, para vivir muchos años e
instruirnos mediante su sabiduría. Sin embargo, no importa cuál sea
nuestro rol, todos formamos parte de este gran destino espiritual que
principalmente consiste en recordar nuestra esencia eterna y dirigir
nuestros actos hacia la unión final.
Es así que a cada persona que conocemos, en situaciones buenas o terribles,
breves o duraderas y cada relación de la que formamos parte representan una
pequeña escena en el eterno conjunto humano, cuyo fines el desarrollo del alma.
Al advertir esto, uno podrá asombrarse y comprender que cada persona presente
en nuestra vida tiene un importante propósito: el de entrar en contacto con nuestra
alma y hacerla crecer; que cada relación existe para agudizar la conciencia de
nuestra alma.
Así, ya nadie nos resulta extraño, ninguna relación puede verse como un error o
un fracaso.
A la luz del Espíritu, comprendemos que estamos cumpliendo
nuestro rol, en miras a la realización de un plan perfecto y
eterno.
Liliana Calleja