EL ANACORETA
Un hombre decidió dedicar su existencia a la búsqueda de llegar a unión con lo Supremo.
Para poder alcanzar su gran deseo se retiró del mundo, vivió en pobreza y ostracismo y empleó cada segundo de sus días en oración, meditación y santa lectura que le llevaron a momentos de gran exaltación.
Un día se encontró con que flotaba sobre su propio cuerpo físico, al que vio flaco, envejecido y mortecino. No comprendía qué significaba aquella visión y preguntó a lo Alto qué quería comunicarle por medio de ella. Ahí mismo se sintió absorbido hacia arriba y al cabo de pasar por un torbellino de vibraciones, se vio ante su Hacedor.
Sumido en un rapto de amor se arrodilló ante Él y exclamó:
––¡Oh, mi Rey Glorioso, benditos sean los Cielos, qué por fin te alcanzo!
El Rey le sonrió muy dulcemente, le abrazó y contestó:
––No es “por fin”, ¡siempre estuve contigo! –Transcurrió un tiempo que, sumido como estaba en tanta Bondad, al hombre le pareció instantáneo y por fin el Creador continuó hablando: ––Ahora que se han pasado una edad, dos edades y tres de ellas, ve de vuelta al mundo a cumplir con tu cometido.
El hombre se quedó helado y ante el horror de su próximo destino replicó angustiado:
––¡Pero, mi Dios!... He dedicado toda mi existencia a buscarte. Para llegar Aquí no cesé de orar, de meditar, de componer ritos tratando de atraer tu Luz y lo hice por muchos años, incansablemente, sin parar mientes en el agotamiento, el hambre, el sueño, el dolor del cuerpo y con todo... ¿he de volver al mundo que abandoné por Ti?
El Altísimo seguía sonriéndole condescendientemente y tras otros pocos instantes, que al mortal esta vez le parecieron una eternidad, añadió:
––¡Mi hijo amado!... Cierto es que me buscaste con denuedo, pero sin darte cuenta de lo cerca que estaba de ti a través de aquellos a quienes pudiste aliviar de mil maneras...
>>Estudiaste la Disciplina de la Quintaesencia y a pesar de aprender que el “obrero” usa su laboratorio en la oscuridad, es decir, de noche, pues durante el día hay que trabajar para ganarse el pan y ¡atención a estas palabras mías!, mira qué digo: “¡ganarse el Pan!”, tú no te afanaste en ello pues olvidaste que sólo de lo que se da... se recibe.
>>Escuchaste que Yo dije: “Ama a los que te hacen daño, perdona a los que te ofenden”. Sin embargo no te abrazaste a tu enemigo, no le brindaste tu casa, no le ofreciste pan y sal, no compartiste espacio con él para tratar de ahondar en el porqué de sus acciones ofuscadas, o, lo que es más valioso, tratar de hacérselas comprender a él mismo.
>>Leíste que Yo censuro a quienes no tienen simpatía por nadie que pueda retrasar uno de sus pasos, a quienes se enteran de que alguien llora su abandono y no le consuelan y a quienes niegan su compañía a un alma solitaria, pero a pesar de ello, continuaste sumido en tus plegarias y aislamiento, pidiendo por todo aquello que tú negabas a otras almas.
>>Aprendiste por las Enseñanzas Arcanas que hay que atraer la Luz para poder compartirla, pues por su medio la salud del mundo entero se iba a restaurar completamente. Acumulaste mucha Luz... y se quedó dentro de ti.
>>¿Ves?, el tiempo se te hizo corto sin qué lo notaras, ya que no llegaste a “discernir” que el recogimiento, la sapiencia y la espiritualidad, sólo alcanzan la debida Resplandescencia cuando la Caridad es expresada sin condiciones de ninguna clase.
>>Cuando al Amor se le mantiene “en movimiento”, es cuando es plenamente fructífero, por ello te envío de nuevo al mundo, hijo amado, así es qué ahora ve, haz... ¡y con ello aprende!