PRIMEROS PASOS EN EL SENDERO DE INICIACIÓN
Todo en el universo evoluciona, desde los propios reinos y especies existentes en la tierra
hasta el planeta y el sistema solar mismo, de ahí que debamos admitir lo que dice la filosofía
oculta de que el ser humano también lo hace gracias, principalmente, a las leyes de
“Consecuencia” y “Renacimiento”. El hombre lleva evolucionando, como tal, hace
aproximadamente unos ocho millones de años y desde entonces hasta ahora hemos pasado de
ser una especie de animales a lo que hoy somos, es decir, unas personas más o menos
sensibles y con cierta capacidad de razonamiento y discernimiento.
Es precisamente cuando se alcanza este nivel evolutivo cuando el mismo desarrollo
espiritual adquirido en sus pasadas vidas hace que la persona se convierta en un
“aspirante espiritual”. Todas las almas (personas) van evolucionando inconscientemente
vida tras vida, van elevando sus conciencias y haciéndose más espirituales pero llega
una determinada vida en la que se despierta el deseo y el anhelo de progresar más
rápidamente y, es entonces, cuando esa alma se convierte en un aspirante espiritual
que da sus primeros pasos hacia la iniciación.
Esta es la gran diferencia entre la evolución normal de la humanidad y la del alma que
“aspira” a desarrollar su espíritu de una forma consciente y voluntaria y es que el aspirante
debe tener un gran anhelo y un intenso deseo por alcanzar algo superior. Por consiguiente,
quien desee convertirse en un sincero y verdadero aspirante a la iniciación, no debe ser
indiferente o tener dudas respecto al esfuerzo a realizar sino que debe alcanzar sus
objetivos espirituales por medio del entusiasmo y del esfuerzo persistente por
muchos problemas y obstáculos que tenga.
Si bien, la humanidad evoluciona, en sentido general, por medio de unás líneas de ensayo lentas
y automáticas ideadas por las jerarquías creadoras superiores, por el contrario, el
aspirante espiritual y a la iniciación, debe hacerlo conscientemente y por métodos bien
definidos y claros en relación a su propio desarrollo y constitución individual. Pero sea
cual sea el método y las líneas de desarrollo, hoy dos aspectos que nunca deben faltar,
estos son el esfuerzo y la persistencia. Por tanto, si no hay un esfuerzo continuo y
persistente difícilmente alcanzará la iniciación el aspirante espiritual.
Para alcanzar la primera iniciación es necesario obtener contacto con algún Maestro, y para
conseguir esto hay que atraer su atención, lo que no se puede conseguir si no es por medio
de un desarrollo interno, lo que a su vez, solo se consigue por medio de un persistente y
paciente esfuerzo en el bien obrar. Cuando me refiero a ese “bien obrar” no me refiero
solamente al medio ambiente y a las personas que nos rodean sino también a nosotros
mismos, es decir, a los vehículos que utilizamos en cada vida para poder aprender y
evolucionar. Si no se purifican dichos vehículos no puede haber progreso espiritual,
por tanto es necesario saber qué vehículos son y cómo se les puede cambiar.
El primero y más familiar de los cuerpos es el físico, así es que, pensando principalmente en la
Ley de Consecuencia, deberemos cuidarle y alimentarle lo mejor posible, o sea, asimilando
comida sana, nutriente y libre de productos tóxicos y no derrochando energía innecesariamente
como, por ejemplo, con cada acto sexual. Por supuesto que no se debe fumar, beber alcohol
ni comer carne, puesto que esto último obliga a otros a matar a nuestros hermanos
menores los animales. El vehículo físico es imprescindible para poder renacer en cada vida,
así es que es de suma importancia su cuidado porque, aunque desperdiciamos la energía
creadora sexual porque quizás nos obsesione el sexo, resulta que en otra vida nos pasará
factura y naceremos con algún defecto físico o mental. Y aunque mucha gente nos quiera,
nos ayude y nos valore positivamente por lo bueno que estamos haciendo, los defectos
físicos o mentales de la próxima vida impedirán que evolucionemos como debería ser.
El segundo cuerpo que vamos a considerar es el cuerpo emocional o de deseos donde también
radican nuestros sentimientos. Al igual que el cuerpo físico en sus primeros tiempos era
diferente y de aspecto salvaje respecto al actual, también el cuerpo de deseos estaba asentado
sobre los peores sentimientos y deseos y no conocía los sentimientos, emociones y deseos
elevados con los que trabaja actualmente la humanidad. Así es que, es deber del aspirante
espiritual desarrollar los más elevados sentimientos y deseos a la vez que aborrece todos los
negativos que hasta ahora le han dominado. Para ello es aconsejable la práctica del
altruismo, la fraternidad, la devoción a Dios, la meditación sobre cosas elevadas y abstractas,
el servicio amoroso a los demás, la oración y el discernimiento sobre lo verdadero y lo falso.
Recuerde, los deseos y sentimientos bajos y negativos atan al mundo físico y al purgatorio
después de la muerte, pero los buenos elevan a las gloriosas regiones
espirituales que conocemos como cielos.
La voluntad es un aspecto del Espíritu y, por tanto, es su momento será, como en parte ya lo
es, un poder de gran valor para el desarrollo espiritual, sin embargo, tenemos otro vehículo
que, aun estando bastante menos evolucionado que el físico, es ya de gran valor
para nosotros, este es el cuerpo mental.
Un hombre se puede dejar dominar por el deseo de robar, o por la crítica, o por cualquier otro
vicio, pero si cuando le tienta ese deseo se pone a pensar en algo elevado, abstracto, o simplemente
a orar con devoción y concentración, conseguirá vencerle. Si persiste en ello conseguirá
eliminarlo de su vida porque, donde hay un pensamiento no puede haber otro a la vez, es
decir, si se está pensando en las matemáticas o meditando en el Sermón de la Montaña no se
puede estar pensando en robar o en la manera de ser de alguien para criticarla. No cabe
la menor duda de que aquí entra en juego la voluntad y, por muy poca voluntad que tenga, no
hay persona que no tenga la suficiente como para vencer a un mal deseo o sentimiento
por medio de la voluntad y el discernimiento.
Por consiguiente, la mente es el siguiente vehículo que el aspirante debe purificar y para ello
debe centrar su consciencia en sí mismo y no permitir que ande pensando en mil cosas a
la vez ni pensando en cosas de las cuales no seamos conscientes. Hay tres aspectos
respecto a la mente que se deberían analizar:
El primero es que no debemos dejarla suelta, sin consciencia de ella, porque eso sería como
una pérdida para la memoria, la observación, el desarrollo de la conciencia e incluso
el de la voluntad en su concentración.
El segundo es saber que si la utilizamos voluntaria y conscientemente desarrollaremos más lo
anteriormente dicho y su propio poder, o lo que es lo mismo, la podremos utilizar siempre para
el bien y para nuestro propio desarrollo.
El tercero trata de no utilizarla de manera concreta o específica en nada sino simplemente de
actuar observando lo que hacemos como si fuéramos el propio Espíritu que está utilizando sus
vehículos para experimentar y evolucionar.
La mayoría de la humanidad se encuentra aún en el primer grado de desarrollo, otros, menos, comienzan
a manejar su mente a voluntad o sea a crearse un futuro y mejor destino gracias al autocontrol,
pero el tercer aspecto no lo desarrolla casi nadie, si acaso algunas personas relacionadas
con la filosofía oculta, sin embargo, eleva al hombre al mundo del Espíritu.
Pero existe un cuarto vehículo que no he querido mencionar hasta ahora del cual se forma
el Cuerpo-Alma, el medio por el cual podremos ser conscientes en los mundos invisibles.
Este cuerpo es el vehículo etérico, está muy entretejido con el físico porque se relaciona con
su funcionamiento, vitalidad, memoria y consciencia pero, además, es el
vehículo que debe desarrollar el aspirante a la iniciación. La purificación de este cuerpo y
el aumento de los dos éteres superiores de los cuatro que está compuesto es imprescindible
por dos razones principales: Primera, para poder obtener la iniciación y, segunda para poder
ser conscientes en los mundos invisibles.
Para purificar los éteres de dicho cuerpo es imprescindible purificar los demás vehículos, es
decir, llevar una vida pura, de oración y meditación, de amor y de servicio desinteresado allá
donde se pueda. Sabiendo que el principal enemigo a vencer es el cuerpo de deseos, será
necesario desarrollar la voluntad, la persistencia, la paciencia y la confianza propia, si no
es así, este gran tentador aprovechará cualquier momento de debilidad en nuestra vida
cotidiana para remover los viejos sentimientos y deseos. Cuando el aspirante comienza
a hollar el sendero que le llevará a la iniciación le parece que todo son pruebas y tentaciones,
se puede poner nervioso y excitable y, cuanta más prisa tiene por purificar su cuerpo de
deseos, más difícil le parece andar el sendero. Pero llega un momento en que encuentra el
equilibrio, la calma y la paz interna necesaria para atender sus deberes y responsabilidades
a la vez que cumple sus obligaciones y ejercicios espirituales. Entonces, y aunque no
está libre de sutiles tentaciones y pruebas, la vida espiritual y la purificación
de sus cuerpos se hacen más asequibles.
El cuerpo etérico tiene una clave que es muy útil al aspirante espiritual, esta es la
“repetición”. Cuando se repiten a diario los ejercicios espirituales adecuados, cuando
se practica la plegaria, los rituales, etc., estamos creando un hábito cuyos efectos son
de suma importancia para el desarrollo de los dos éteres superiores de dicho cuerpo
etérico. Si, además de intentar hacer todo como si fuera para Dios e imitar la vida de
Cristo en los asuntos, cotidianos, se practica la concentración y la retrospección tal y
como se explica en el “Concepto Rosacruz del Cosmos” de Max Heindel los pasos
en el sendero serán agigantados. Es necesario analizarse y meditar sobre uno mismo
para ver cuáles son nuestras virtudes y defectos; es imprescindible tener la consciencia
puesta en los que se dice, se hace y se piensa para no cometer errores; es necesaria
la persistencia y la firmeza para obrar bien a diario y para vencer las tentaciones y
pruebas; es necesario, en definitiva, actuar como lo haría nuestro propio Espíritu
que está por encima de todos los cuerpos.
Pero el aspirante también debe aprender de las experiencias que, a diario, suponen lecciones
que ha de incorporar a su retrospección. Notará que “amigos” le darán de lado, que las personas
no son como él cree, que compañeros en el sendero le ofenden o traicionan y que, en realidad
se encuentra solo y así debe continuar hasta hacerse fuerte y maduro. Al principio del sendero
el aspirante se puede creer ser poseedor de una gran y maravillosa verdad e intentará
predicarla; otros alardearán de poderes que en realidad no tienen; otros les encantará
dirigir y mandar en los centros, grupos y reuniones; pero el verdadero estudiante deber
ser humilde y no buscar nada de eso sino solo servir al prójimo y practicar el silencio
de palabra y la observación de todo cuando ocurre a su alrededor.
La Verdad o conocimiento que se va adquiriendo, más los resultados de sus ejercicios y
oraciones deben guardarse y solo ser utilizados para dar ejemplo de vida y para predicar
allá donde haya personas que buscan esa enseñanza. Aún así se hará humildemente
olvidándose de uno mismo y no hablando de poderes en el caso de que se tengan. Llega
un momento en el que ya es muy difícil dar marcha atrás porque se han cumplido los
objetivos que se deseaban incluso antes de nacer. Entonces ya no se puede hablar de
una manera ante quiénes nos escuchan o buscan la Verdad y actuar de otra en nuestra
vida cotidiana. Entonces se siente la necesidad de vivir la vida espiritual, sin falsedades,
sin apariencias, sin egoísmos y tan solo porque siendo humildes y amorosos sirvientes
del prójimo se vive una felicidad interna que no se puede expresar.
Francisco Nieto