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De: ☼TäRA☼ (Mensaje original) |
Enviado: 29/04/2011 06:40 |
Se ha escrito tanto acerca del Grial que cualquier nuevo intento supone un exceso. Nuestro trabajo pretende vincular el tema del Cáliz Sagrado con el Santo Grial, en tanto que ambos son emblemas de un cristianismo ya depurado a través de muchas centurias de luchas a veces sangrientas y otras, intelectuales, aunque todas encaminadas a lograr el reposo de la fe.
La versión más difundida del Santo Grial lo identifica como la copa o vaso donde Jesucristo luego de transmutar el vino en su propia sangre, la ofreció a sus discípulos quienes bebieron formalizando la primera eucaristía de la cristiandad durante la celebración de la Última Cena(1). Y que fue José de Arimatea quien en el mismo vaso recogió la sangre y agua que manaban de la herida de Jesús como consecuencia del lanzazo del centurión Longino, propinada en el costado del moribundo(2). Hasta aquí la historia documentada en los textos del Evangelio. A partir de aquí, se entra de lleno en la leyenda, alimentada con el nombre de El Santo Grial.
Se cuenta que después de muerto Jesucristo, José de Arimatea y Nicodemo llevaron ese vaso a Gran Bretaña, y a partir de entonces dan comienzo las hazañas de los doce Caballeros de la Tabla Redonda, Merlín y los druidas, incluidos en la lista de los custodios del vaso sagrado. Lo cierto es que a partir de la última huella documental de los Evangelios, se pierde el rastro del Grial sin que alguien haya ha logrado descubrir su paradero, o asegurar haberlo visto. Sólo se habla de él. Es un hecho que a partir de entonces los episodios legendarios se multiplican. Se dice que de los druidas pasó a los cátaros y de éstos a los templarios y de ellos a los rosacruces y de los rosacruces a la masonería rosacruciana o francmasónica. Lo cierto es que la literatura que se ocupa de la búsqueda del Grial es ponderable por su cantidad, sin que haya una insignificante huella por donde adentrarse en una expedición seria hacia su búsqueda, por lo cual y pese a todo lo que se ha escrito, no se ha logrado progreso alguno.
Esta versión tan difundida y otras aunque menos, también conocidas, pretenden a través de distintas orientaciones, peregrinar en esa búsqueda, en la seguridad de que es posible, con suerte y buena información, dar con ese vaso sagrado, tan caro a los sentimientos y creencias cristianas. No obstante, nada se ha conseguido hasta la fecha. La presencia física del vaso sagrado sigue siendo un misterio o tal vez, un secreto guardado bajo siete llaves.
Asumida la cuestión en tales parámetros históricos, todo se orienta a una doble posibilidad: o se ha extraviado y como consecuencia de ello ni siquiera podría ser identificado aunque lo tuviéramos ante nuestros ojos, si se diera el caso, porque nadie conoce ni su tamaño, ni su aspecto formal, ni el material con el que está hecho, si está bien o mal conservado y toda otra circunstancia propia de un objeto manufacturado que permanece extraviado durante dos milenios. La otra posibilidad es que no esté extraviado sino escondido en lugar secreto para que nadie pueda acceder a él. En este caso, nadie sabe quien o quienes pueden ser los encargados de su enigmática custodia, aunque se han ensayado varias hipótesis fantásticas especialmente en el ámbito de la literatura de ficción. Más osada es la leyenda que asegura que el Santo Grial fue arrebatado al Cielo o transportado al Reino del Preste Juan(3).
Todo esto, si se considera al Grial como una reliquia físicamente aprensible. De que Jesucristo ofreció su vaso de vino transmutado en sangre para que bebieran sus discípulos, es algo indiscutible si se toma en serio la letra de los Evangelios canónicos. Que ese vaso de la Última Cena fuera el que recibió su sangre vertida en la cruz, tampoco es un hecho que merezca ser discutido. La cuestión es saber si ese vaso que sirvió para tan sagrado servicio, es el Grial verdadero y por lo tanto una reliquia exclusivamente cristiana, o si el vaso sagrado en cuanto tal, puede ser otra cosa. Esa “otra cosa” es nada menos que el símbolo de una traición primordial muy anterior al cristianismo y a todas las religiones. Para entrar en esta cuestión ardua, por cierto, es menester interpretar el simbolismo del vaso, lo que excede y mucho la realidad de los episodios históricos.
Exponer el significado sagrado del vaso o copa de un punto de vista exclusivamente cristiano es posible mas, sería una interpretación parcial de una verdad que nace mucho antes que el cristianismo como de toda otra doctrina sagrada, cualquiera sea. Buscar el Grial en tanto que vaso que usó Jesucristo en la Última Cena es buscar un utensilio físico más próximo a la esencia de una religión que a la verdad perenne de la tradición sagrada. Hacerlo de este modo excluyente es reducir el significado a la explicación de un dogma y hacerlo de un punto de vista exotérico, propio de toda enseñanza religiosa, y especialmente más ligada al culto que al dogma. En este sentido, el Santo Grial se estaría buscando para ser exaltado a la condición de reliquia, sin importar su oculto simbolismo. Todo quedaría reducido a venerar el vaso en el que bebieron Jesucristo y sus discípulos, lo que es algo digno de respeto e incondicional aceptación, por lo que toda manifestación del culto promueve en el alma de los fieles de todas las religiones. Pero, éste es sólo un aspecto de la cuestión.
De existir tal vaso y ser encontrado alguna vez, concluiría con su hallazgo todo el misterio que hasta le fecha lo acompaña. Los cristianos y más propiamente los católicos, si fueran ellos quienes dieran con la reliquia, afianzarían aun más el ecumenismo de su religión, con un reclamo publicitario sin igual, y no cesarían las peregrinaciones al Vaticano que, se supone, sería el sitio apropiado para guarda y custodia de tan eximia reliquia. Siguiendo con la hipótesis cabe preguntar ¿qué significa desde el punto de vista de la verdad sagrada? O para ponerlo más fácil: ¿qué significado tendría para el propio cristianismo o catolicismo el Grial depositado en el Vaticano? Parece que ninguno, porque toda su importancia quedaría circunscrita a la importancia de su posesión y su veneración como objeto sagrado.
Considerado el Santo Grial como una reliquia; es decir, como un utensilio físico que sirve para beber, carecería en sí mismo de significado alguno, puesto que su importancia no sería otra que la de un objeto donde Jesucristo posó sus labios y en el que transmutó el vino en sangre. Sería algo similar a la Sábana Santa de Turín, que vale por el uso dado y no por lo que significa en un orden metafísico de manifestación de lo sagrado. La Sábana de Turín, sea auténtica o no lo sea, guarda sin embargo un significado sagrado que está relacionado con la trama y la urdimbre de los tejidos, asunto que ya hemos tratado en otro lugar(4). Y decimos que a nuestro interés resulta indiferente que haya sido o no el auténtico sudario de Jesucristo, porque su valor es para nosotros lo que significa y no la cualidad de la tela o el uso que en su momento se le haya dado. Del mismo modo que el Grial vale para nosotros por lo que significa dentro de un orden tradicional de lo sagrado, y no por haber sido un utensilio utilizado por Jesucristo, sin negar la importancia que como reliquia religiosa puede tener y de hecho la tiene, como hemos repetido varias veces para tranquilizar los arrestos agresivos de quienes se suponen únicos guardianes de la fe católica.
Si de lo que se trata es de buscar y hallar, de ser posible, el significado simbólico del Grial, es natural que comience a perder protagonismo su realidad física, y del mismo modo que lo hemos dicho respecto de la Sábana Santa, poco importa para estos fines, que exista, se haya perdido o esté oculto en alguna parte. Sólo nos importa lo que significa para el cristianismo así como para toda ciencia sagrada que busca desentrañar la razón de ser de algunos rastros de la Creación, que muestran a la vez que un rostro exotérico, otro no menos importante de carácter esotérico. Y con esto no se pretende disminuir un ápice la importancia y realidad plena de sentido de ciertos objetos destinados a la práctica del culto, pues su cualidad religiosa no los desmerece en absoluto, aunque ninguno de los objetos consagrados al culto asuma, en su realidad sensible, la espiritualidad inmanente de lo sagrado, sino sólo como una de sus manifestaciones terrenales.
Si como ya se ha dicho, “a pesar de los orígenes iniciáticos del Cristianismo, éste en su estado actual, no es ciertamente más que una religión, es decir una tradición de orden exclusivamente exotérico”(5), por mucho que se empeñen los teólogos católicos en buscar un significado propio de la tradición primordial, se quedarán anclados en su propósito para no caer en la redes de la excomunión, pues solamente las jerarquías eclesiásticas tienen la facultad de administrar la afirmación de los dogmas y la explicación “única” de lo que escapa del ámbito oscuro del “misterio divino” o del milagro(6). En definitiva, que los teólogos católicos y la Iglesia misma en la cabeza de sus jerarquías, han renunciado desde la Edad Media a la fecha, a indagar en los “misterios” de la ciencia sagrada, no se sabe bien si por soberbia o por humildad, habida cuenta su permanente rechazo a todo lo que sea judío, pese a necesitar de las raíces del Antiguo Testamento para proclamar como propia una cosmogonía ajena, y defender una moral extraída de no pocos principios de la ley mosaica(7).
¿De dónde proviene el vocablo “Grial” y qué significa en sus orígenes históricos? Los autores y las enciclopedias que de ellos se nutren, convienen en reconocer que tal vocablo tuvo su origen en la Provenza y su significado es “vaso de boca ancha”, y en general, vasija. También se dice que proviene de la voz francesa “gréal” y ésta de la latina “cratalis” y ésta a su vez de la griega “cráter”, que significa “copa”. Lo cierto es que “graal” en provenzal es un cuenco para beber.
Existe, sin embargo, otra interpretación propiamente católica, atribuida al cisterciense Helinandus quien, en pleno medioevo venía a afirmar que la reliquia de la Última Cena no era propiamente un “graal” o “grasale” (vaso), sino un “gradale”, que significa plato ancho y poco profundo, donde un ermitaño allá por el año 717 habría escrito un libro conteniendo la sabiduría primordial(8). No da una explicación plausible acerca de cómo este ermitaño pudo hacerse con el contenido de la sabiduría divina, a no ser que se tratara del Arcángel San Gabriel, el Gran Comunicador del cristianismo pero, esto no es más que una conjetura nuestra. Y puesto que estamos en el terreno de las leyendas, hay que aceptarlas a todas o rechazarlas por igual. En este orden de ideas, también se ha insistido desde una posición no católica o más bien anticatólica, que en la talla de la sabiduría divina intervino Lucifer(9). Haya sido Lucifer en su caída, o el ermitaño misterioso, lo cierto es que el “graal” o “grasale” (en tanto que vaso) puede también ser concebido como un “gradale” (libro en el sentido de contenido de conocimientos, y en este caso, propiamente sagrados); y es algo que la leyenda acoge con amabilidad(10). En una piedra (esmeralda), en un plato (gradale), lo cierto es que la sabiduría sagrada ha sido trasmitida a los seres humanos y quienes la recibieron (cuando haya sido), fueron sus primeros custodios con la advertencia de transmitirla a otros que deberían cumplir idéntica misión.
No deja de ser extraña esta leyenda, al asegurar que la copa habría sido tallada por los ángeles sobre una esmeralda desprendida de la frente de Lucifer durante su caída, lo que según los esoteristas accidentales, recuerda a la perla frontal de la iconografía hindú, situada entre las dos cejas, y que equivale al tercer ojo de Shiva, representativo de la eternidad. Este sentido de eternidad vinculado desde el tercer ojo hindú hasta la esmeralda tallada, otorga al Santo Grial (en este caso, gradale) un sentido adecuado a la naturaleza divina de Jesús. El desarrollo de esta leyenda lo retomaremos más adelante.
Sirva lo dicho hasta este momento para evidenciar lo confusa, compleja y equívoca que resulta toda aproximación al conocimiento del Santo Grial en tanto que emblema singular del cristianismo.
Para los cristianos más ortodoxos, con toda razón y justicia, la cuestión se reduce a reconocer el Cáliz Sagrado como la única reliquia verdadera que Jesús utilizó en la Última Cena y que es el mismo donde José de Arimatea recogió su sangre durante su agonía en la cruz. Toda otra consideración es pura fantasía, ficción inaceptable. Lo que se lee en los textos canónicos es la verdad y lo que no está en ellos no está en la doctrina sagrada del cristianismo, y no pasa de ser fantasía, pura ficción y en todo caso, una herejía.
Ante esta actitud de firmeza dogmática, muy respetable pero a la vez irreverente con la sabiduría divina con la que se escribe la tradición única de la ciencia sagrada común a todas las religiones, se concluye con toda disquisición que pretenda enturbiar la categoría inmóvil de los dogmas cristianos o propiamente católicos, rechazando antes de emprender alguna reflexión, toda vinculación de la fe católica con leyendas pretendidamente cristianas a juicio de las jerarquías. Ese rechazo teñido de temor que impide un acercamiento hacia conocimientos que sin negar la integridad de los dogmas busca profundizar en el descubrimiento de una simbología cristiana que comulgue con otras doctrinas sagradas tan respetables como la católica, no está permitido por la Iglesia Universal. Lo que se consigue en todo momento es una negativa por respuesta. La fe está ya arraigada, reconocida y transmitida de tal modo que nada ni nadie lo puede cambiar so pena de cometer herejía.
En tal situación es imposible llegar más allá del conocimiento exotérico de suerte que, hallado el Grial, se habría dado fin a una búsqueda incesante, esforzada y a veces sangrienta, y se habría agotado la contienda intelectual. Pero, ¿acaso es el Grial el Cáliz Sagrado? ¿Son la misma cosa? La única respuesta posible es la afirmativa.
Otro interrogante es ¿por qué se inició en la Edad Media la leyenda del Grial cuando bastaba promover la búsqueda del Cáliz Sagrado. Y la respuesta quién sabe pueda estar relacionada con la simbología tradicional que no se amalgamaba convenientemente con un símbolo cristiano de algo más de un siglo de antigüedad en el momento en que se lanza la leyenda del Grial. Tal vez fuera, pensando con osadía, que se estimó necesario crear una leyenda o más bien un mito que excitara el espíritu de la cristiandad para explorar en ámbitos más ambiciosos, de lo que resultaría que la inserción de la leyenda del Santo Grial en el corazón del cristianismo, posibilitaría, en cualquiera de sus múltiples versiones, llevar al seno de la doctrina cristiana el conocimiento de una simbología capaz de atraerla al ámbito de la sabiduría sagrada evitando que permanezca aislada como una crisálida dentro de la cápsula rígida de sus dogmas. No obstante, y según se puede colegir, tal propósito no ha servido para alterar la actitud de las jerarquías católicas; muy por el contrario, se cataloga como herejía cualquier enseñanza que se desvíe en lo más mínimo del catecismo oficial.
Haya sido éste el propósito u otro(11), lo cierto es que los filósofos que trabajaron y trabajan con la intuición intelectual de cuño platónico, no se avienen a dejar al cristianismo apartado de la sabiduría divina de la que derivan todas las culturas, civilizaciones y religiones. Y las leyendas del Santo Grial sirven inmejorablemente a este loable propósito. Como se advierte sin dificultad, no se trata de poner objeciones ni levantar críticas a los dogmas del catolicismo, sino profundizar en su sentido sagrado.
No obstante lo dicho, lo cierto es que, en cierto modo, las leyendas del Grial han contribuido a sembrar confusión donde no la había. La historia del Cáliz Sagrado se quedaba corto para satisfacer este propósito, y para traspasar los lindes exotéricos, era menester asumir que el Cáliz es el Grial y que lo Sagrado de aquél equivale a lo Santo de éste. Aunque bien visto, lo del Cáliz Sagrado es historia pura, mientras que lo del Grial es pura leyenda.
Tócanos averiguar hasta qué punto es posible conciliar la historia y la leyenda para la hipótesis de que con esta conciliación se logre un progreso en la interpretación profunda del esoterismo cristiano.
Lo que primeramente debe ser dicho es que donde termina la historia del Cáliz, comienza la leyenda del Grial. En segundo lugar, que siendo la misma cosa con dos nombres distintos y dos orígenes diversos, nada impide que lo que resulte aplicable al Grial lo sea al mismo tiempo al Cáliz, en el bien entendido que la doctrina sagrada tradicional es el tronco desde donde se expanden las ramas de las singulares religiones que aglutinan a los seres humanos desde que perdieran la espiritualidad necesaria para tener el alma asida a la sabiduría perenne que les era accesible de modo directo sin la intermediación de los seres elegidos que aprendieron el lenguaje de los pájaros para establecer el puente de unión entre el Cielo y la Tierra; o sea, entre el Creador y sus creaturas.
Esa pérdida de espiritualidad condujo irremediablemente a buscar sustitutos de un Dios abandonado; un Dios desde el que se había huido a reinos más placenteros y menos exigentes: los del poder, el dinero, la perversión, el abuso, la prevaricación y el laicismo que programa la inmoralidad como régimen absoluto del ejercicio de la libertad. La sociedad sin Dios, cualquiera sea el Dios que haya sido abandonado por el hombre, es una sociedad empequeñecida y enferma, resbalando por la pendiente de la última etapa del ciclo cósmico que le ha tocado vivir en su historia al ser humano de nuestra actualidad.
Volviendo a la leyenda más extraña y completa del Santo Grial, se cuenta que una vez José de Arimatea y Nicodemo llevaran el Grial a Gran Bretaña se inicia un periodo donde las gestas de caballería y en especial las del Rey Arturo y los Doce Caballeros de la Mesa Redonda bordan un cúmulo de episodios míticos en los que la verdad y la apariencia, lo sagrado y lo profano, lo exotérico y lo esotérico de funden creando una atmósfera de misticismo heroico, inigualable y encantador. Habría que preguntar si el Cáliz será capaz de soportar en debida forma intelectual el sentido y profundidad de la simbología tradicional y si es así, el esfuerzo habrá servido para que el catolicismo adquiera mayor grandeza y recobre a través de esta simbología algún tramo del estado superior perdido a causa de la degradación de lo esotérico hacia la única verdad del exoterismo religioso.
La introducción de los templarios viene a cuento de que, regresados a Occidente, haya sido por ósmosis o poniendo libremente la voluntad de aprender, recogieron de los infieles, leyendas y ritos de iniciación en los grados del conocimiento orientales.
Lo verdaderamente sorprendente de esta leyenda que pregona como prehistoria en alguna de sus vertientes, es que en la caída de Lucifer, fueron los ángeles quienes esculpieron en la esmeralda que se desprendió de su frente, los cánones de la sabiduría divina, y como se explicó antes, que esa esmeralda rememora el tercer ojo de Shiva, representativo del sentido de inmortalidad. Esa esmeralda (el gradale provenzal), fue confiado, después de la Creación, a Adán, y puesto que contenía esculpida sobre su superficie la sabiduría primigenia, Adán y su segunda mujer, Eva(12), eran poseedores de la ciencia infusa o, como suelen decir los esoteristas clásicos: “vivían verdaderamente en el corazón de Dios”. El episodio podría ser resumido de la manera siguiente(13): Adán en el Paraíso, viviendo en el corazón de Dios, estaba en la creación no manifestada, que es lo mismo que decir en la eternidad misma, pues de otro modo no se puede estar en el corazón de Dios. El “Árbol de la Vida” situado en el centro del Paraíso tenía muy cerca el “Árbol de la Ciencia del Bien y del Mal”.
Por un pecado de soberbia, presente en todas las religiones, culturas y mitos, Adán es expulsado del Paraíso y una vez fuera del Edén, es decir, en la creación manifestada, sintió vergüenza de su desnudez, y él y su mujer se cubrieron con hojas de higuera porque perdiendo la inocencia, la eternidad y la ciencia infusa, se vieron de pronto en medio de la creación ya manifestada y aquel Paraíso celestial que añoraban, lo siguieron deseando como un Paraíso terrenal. El vaso de la divinidad se le escapó del cuerpo y en su lugar comenzó a latir el corazón humano, terrenal e histórico, el que le generaba vida en cada golpe que la sangre lo habitaba y desabitaba y así hasta el día de su muerte. A partir de entonces y a causa de tal desplazamiento, el corazón humano intenta según las aptitudes de cada cual, ascender desde su realidad profana a los estados superiores del orden sagrado, en busca de su Dios perdido, para que lo retorne al Parash, Pardés o Paraíso, para vivir como in illo tempore, en el corazón de Dios.
Con la expulsión de Adán y Eva, el Grial quedó en el Paraíso, al que tuvo que ingresar Seth, el hijo de los expulsados, para recuperarlo. Tampoco se sabe si Seth halló el Grial con ayuda del Creador o sin ella; si lo encontró por casualidad o a causa de una esforzada búsqueda; ni se sabe el tiempo que estuvo en el Paraíso cumpliendo esta misión sagrada: la de devolver el Santo Grial a los seres humanos. Esta misión cumplida por Seth sirvió para restaurar, cimentar, establecer el orden primordial destruido a causa de la caída de Adán y Eva, lo que se colige del significado de la raíz del nombre Seth (Sheit) en hebreo, que significa “base, fundamento, cimiento”. La única diferencia entre el nombre bíblico y el nombre profano no es otro que la fonética, pues el bíblico lleva debajo de la letra shin, una “e” (tzeire), mientras que el nombre profano debajo de la shin lleva una “a” (kamatz). Así, Shet o Sheit para el personaje bíblico, y shat para el sustantivo base, fundamento, cimiento.
Devuelto al espacio y tiempo terrenales, el Santo Grial inicia su peregrinación a través de los polvorientos senderos de las Órdenes de Caballería, llegando a despertar los sueños de no pocos aventureros que están convencidos de ser asistidos por la suerte para hallar la reliquia perdida entre los sedimentos de los siglos azarosos de la humanidad.
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De: ☼TäRA☼ |
Enviado: 29/04/2011 06:41 |
Ha dejado sin embargo este retorno al seno de los hombres, una necesidad de comprensión que estará siempre ausente de la mente y el espíritu de estos aventureros que no tienen al alcance de sus aptitudes la posibilidad de sospechar siquiera que tal vez lo que buscan está en ellos mismos, puesto que el Grial en tanto que grasale es el corazón donde la sangre fluye insuflando vida. El símbolo del vaso, la copa, el cuenco o el cáliz, es la tarea que nos reclama de aquí en adelante, con lo cual se enlazaría perfectamente la leyenda del Grial con el icono cristiano del Sagrado Corazón.
Las antiguas tradiciones orientales que derivan de la tradición primordial, contienen referencias comunes relativas al vaso y en todas ellas se insiste en su clara representación del corazón, sea el humano o el divino. Y esta referencia tiene como denominador común al vaso sacrificial, habida cuenta que en todas las civilizaciones y religiones primitivas e incluso las más cercanas históricamente, eligen al vaso como receptáculo de la sangre obtenida por el sacrificio. Es el vaso no solamente la representación de la vida en tanto que centro del cuerpo, sino que también es el receptor de la sangre sacrificada que se ofrenda a los dioses para calmar su ira o agradecer sus bondades. El vaso deja de ser lo que físicamente es en cuanto receptáculo, para diluir su forma y cualidad en el significado del símbolo sagrado.
En este momento cabe tener presente el icono cristiano del Sagrado Corazón que muestra un Jesucristo con el corazón abierto del que resbalan tres gotas de sangre, que son iod, décima letra del alephbeto. Esta es una letra sagrada como que, por partida doble, junto a la vav, dan forma a la aleph, primera letra de las veintidós hebreas y cuyo valor numérico es veintiséis, número sagrado porque representa a Dios. La iod o yod, es la letra más pequeña de las veintidós y es además , indivisible, virtud de la que adolecen las otras veintiuna, que están compuestas con signos diversos. Por esa indivisibilidad y unicidad, la iod representa a la divinidad, en cuanto que es Única y por lo tanto, Indivisible. Lo Único ni se puede dividir ni duplicar; la Unidad sí que lo permite. Según el Zohar (Libro del Esplendor), la iod tiene una ligera saliente hacia arriba como quien mira a los Cielos, y una prolongación hacia abajo que mira hacia la Tierra; uniendo ambos extremo está su grueso cuerpo. Su valor numérico diez, es representativo de las diez generaciones que van desde Moisés hasta Noé, y las diez que van desde Noé hasta Abraham, y diez son, entre otras variadas referencias, el número de personas que se necesitan para el rezo colectivo.
Volviendo al icono del Sagrado Corazón, sangra tres aleph, (primera letra del alephbeto hebreo) consolidando la tradición judeo-cristiana pues, estando presente en el corazón de Cristo la letra sagrada de los hebreos, se enhebra el Antiguo con el Nuevo Testamento sin que entre ellos, al menos en la profundidad de los símbolos, exista rechazo por incompatibilidad. Lo que inició el cisma entre ambas religiones no fueron tanto las larvales diferencias dogmáticas cuanto las rituales que son, para la gente, las que a sus ojos son evidentes.
Otro aspecto a considerar es que el estar en el pecho no es la razón por la que se le considera como órgano central del cuerpo humano y divino, sino por la función que cumple como centro de la vida y de la sabiduría. Teólogos cristianos medievales pretendieron ver en el Arca de la Alianza el corazón de Cristo pero, lo más significativo es la oposición para algunos o para otros el complemento habido entre el corazón y el cerebro. Y en este sentido se dice que el hombre tiene en el cerebro su fuerza centrífuga y en el corazón su fuerza centrípeta. En una palabra, como si fueran dos polos del mismo ser, aunque complementarios que no opuestos o enfrentados. Uno extrovierte; el otro, ensimisma.
Sea por la unión de los complementarios o la resolución de los opuestos, lo cierto es que el corazón es mucho más que el vaso donde la vida mediante la sístole y la diástole se renueva y perdura renovando y moviendo la sangre que alimenta el cuerpo hasta su último rincón. El corazón es además el conservador de la vida cósmica, el santuario de la esencia del ser y el órgano humano capaz de elevar lo terrenal a sus más excelsos estados superiores con la condición de silenciar el movimiento especulativo del cerebro. Es el corazón y no el cerebro quien eleva al hombre por sobre su condición y por ello cuando el hombre “está descentrado” se asemeja a un ser extraviado, perdido y desplazado de su eje, que está plantado en su corazón por ser el centro del ser.
Un hombre debidamente centrado hallará en su corazón la esencia cósmica de la sabiduría. No es del caso desarrollar aquí las reflexiones acerca del complementarismo entre el corazón y el cerebro, ni su representación ligada al sol y la luna, respectivamente; solamente decir que esta representación simboliza más que dos elementos complementarios, dos elementos en régimen de subordinación. Si bien es cierto que el sol y la luna se complementan en el fenómeno de la fluidez del tiempo y otros de origen terrenal, también es cierto que la luna está subordinada cósmica y astronómicamente al sol, de quien depende para su manifestación nocturna. En este orden de ideas puede decirse que así como la luna es transmisora de la luz solar durante la noche, el cerebro es el transmisor del pensamiento nacido en el corazón en tanto que foco solar de sabiduría.
Mientras el cerebro se sirve de la razón como instrumento humano de conocimiento, el corazón precisa de la intuición intelectual en el sentido platónico de la expresión, para subir a los estados superiores a los que resulta imposible acceder haciendo uso de una abstracción especulativa, tal como se explica en la filosofía clásica. Llevado el tema a la simbología de los animales, la luna que brilla a causa del sol expandiendo una luz indirecta, se identifica con la lechuza, ave nocturna, que representa la sabiduría lunar que es propia del cerebro, mientras que el águila que mira al sol, se identifica con la sabiduría solar, propia del corazón. Es una expresión conocida la de “la luz natural de la razón”, lo que viene a significar ni más ni menos que todo conocimiento está amparado por la luz; de donde resulta que lo lumínico equivale a conocimiento(14).
Con esto queda claro que el romanticismo yerra atribuyendo al corazón la misión de albergar los más puros sentimientos y de entre ellos, el que más: el del amor, convirtiendo la sabiduría en sensibilidad y trocando el conocimiento en psicología. En la poesía romántica y en su literatura en general, las palabras “amor” y “corazón” van de la mano con una mutua implicación del todo indestructible, desplazando hacia el cerebro la función propia del corazón como centro del ser. Este error conduce a la obtención de la luz del conocimiento lunar que es indirecto; es decir, un acceso a todo lo que está manifestado en la Creación mas, será imposible acceder a los estados no humanos, a los que se accede mediante una luz solar directa que irradia el corazón y que requiere, como ya se ha dicho, una intuición intelectual que no se afirma en los entes manifestados para ascender a tales estados superiores. Si bien toda metafísica implica un conocimiento no humano por estar situado más allá de lo físico, siendo una metafísica ontológica, necesita de toda necesidad servirse de los entes físicos para elaborar sus conceptos mediante la abstracción, lo que no ocurre con la intuición intelectual.
Con lo dicho se esclarece la idea de que el vaso es a la vez grasale y graduale, es decir: receptáculo de la sangre vivificante y depósito de la sabiduría primordial. El Grial y el Cáliz representan, pues, el mismo símbolo de instrumentos sacrificiales y símbolo de la sabiduría divina. Desde este punto de vista se puede sostener que, sea por el conducto de la Historia Sagrada plasmada en los textos canónicos del cristianismo, sea por mediación de las leyendas de las Órdenes de Caballería de modo especial, ambos símbolos concuerdan, son intercambiables y demuestran que cualquiera sea la cultura y religión a que se aplique, la unicidad de la sabiduría primordial nutre incuestionablemente a todas las versiones singulares, legendarias o históricas.
Creemos haber demostrado que no es vana la inserción de los dogmas del cristianismo en las aguas dulcificantes de la ciencia sagrada tradicional, ni inútil la profundización de sus dogmas descifrando la verdad oculta que en su simbología esotérica encierra. Y ello, sin atacar sus dogmas ni desmerecerlos, sin cometer herejía, por mucho que los inmovilistas lo proclamen y amenacen con anatemas. La verdad nunca está encerrada en un cofre cuya posesión sea privilegio de unos pocos, con desplazamiento de todos los demás. Es una y superable constantemente. Cada paso que se da hacia delante, la verdad se ilumina un poco más, y aunque la dirección sea la correcta, jamás se logrará la totalidad de la verdad, salvo aquellos que hubieran logrado situarse de nuevo en el corazón del Creador, del que una vez nuestros primeros ancestros fueron expulsados por cometer el pecado de soberbia.
NOTAS
1) Lucas 22, 7-20.
2) Juan 19, 31-38.
3) Ver el Cap. VIII del artículo El Santo Grial, de René Guénon, que integra una recopilación titulada Apreciaciones sobre el esoterismo cristiano, de René Guénon (Abd Al-Wahid Yahia), con Prólogo de Jean Reyor.
4) La Crucifixión, en la web “ATRIVM-Hacia la esencia del cristianismo”. Para una mayor información, transcribimos un párrafo de este trabajo, donde nos ocupamos del significado del tejido cósmico que está representado en la Creación manifestada, mediante el tejido artesanal de los seres humanos:
“La multitud de cruces que el tejido ha generado entre la urdimbre y la trama, va mucho más allá del simbolismo único de la cruz que, por lo demás, lo tenemos explicado. En este caso y en virtud de tal multitud de cruces, el tejido representa a la Existencia Universal por reunir a todos los mundos, a todos los seres manifestados y no manifestados que conforman la Creación y, ante la evidencia de que tal multitud sólo tiene fin en razón de la decisión racional o caprichosa del ser humano que va formando las cruces con urdimbre y trama, es apropiado pensar que esas cruces del tejido carecen por principio, de límites. Porque la limitación está ajustada a las necesidades del tejedor y no a la “esencia” celestial que el tejido representa. De un punto de vista divino, las cruces del tejido representan la Creación en su infinitud expansiva, mientras que desde el punto de vista humano significa la infinitud de sacrificios padecidos por los inocentes a manos de los perversos que gobiernan y ejercen el poder político, económico y espiritual en beneficio propio.”
5) René Guénon, en un artículo titulado Cristianismo e iniciación, reunidos con otros bajo el nombre de Apreciaciones sobre el esoterismo cristiano, con Prólogo de Jean Reyor, traducción castellana, en ed. Obelisco, Barcelona 1993.
6) Ver en la Sesión VI, el Proemio del Decreto sobre la Justificación, del
7) El “Ama a tu prójimo como a ti mismo”, considerado como el más importante mandamiento de Jesucristo, ha sido dado a Moisés por YHVH, y está grabado en Levítico/Vayikrá 19, 18: No tomarás venganza ni guardarás rencor contra los hijos de tu pueblo sino que amarás a tu prójimo como a ti mismo. Lo ordeno. Yo, El Eterno.
8) Acerca del graal y el gradale, se puede consultar la obra Rey del Mundo, cap. V, El simbolismo del Grial,
9) Ver la Corte de Lucifer, ed. Círculo Latino, y la Cruzada contra el Grial, ed. Hiperión, ambas de Otto Rahn.
10) En nuestra obra Teología cátara, próxima a ser lanzada por la "Editorial Bajo los Hielos", tratamos este asunto:
“Si hasta aquí la interpretación del simbolismo no conduce más que a agigantar la idea que del vaso o copa se tenía en el conocimiento profano, también se debe reconocer que más allá del juego de palabras que encierran las voces Grial y Graal en tanto que vaso y libro, respectivamente, constituyen la posibilidad que sea el Libro y no el Vaso, quien contenga los secretos de la tradición hermética que los elegidos trasmiten a través de la historia. En esa piedra (una esmeralda) que la leyenda asegura se desprendió de la frente de Lucifer tras su caída, es donde se habría tallado en lenguaje divino el contenido de la sabiduría tradicional que seres humanos elegidos custodian a través del tiempo como monopolio de la comunicación divina con la especie humana. Esta leyenda bíblica abona la teoría del poder que proporciona la piedra a quien la posee, y explicaría la búsqueda incesante del Grial o Graal, en todos los tiempos, por personas extrañas y agrupaciones pintorescas.”
11) Nos dice René Guénon, comentado una obra de Arthur Edward Waite titulada The Holy Grail, its legends and symbolims, que no siendo discutible que la leyenda del Grial sea cristiana, ello no impide que sea al mismo tiempo otra cosa, y que “quienes tienen conciencia de la unidad fundamental de todas las traciciones no verán en eso ninguna incompatibilidad”. En el Cap. VIII, El Santo Grial, de la recopilación Apreciaciones sobre el esoterismo cristiano, prologado por Jean Reyor.
12) Según cuenta la tradición talmúdica, la primera mujer de Adán fue Lilith, una pelirroja de fuerte personalidad, quien disgustó a Adán por no querer soportarlo encima de ella, proponiéndole que sería ella la que en el acto sexual aplastaría la espalda de Adán, lo que enfureció al hombre, por lo que al no lograr su propósito decidió abandonarlo y marchó a vivir a orillas del Mar Rojo, cuyas riberas eran del mismo color de sus cabellos, compartiendo sus días con seres monstruosos y aunque los enviados para convencerla de que regresara al Edén pusieron todo su empeño en la delicada misión, jamás lo hizo y YHVH hubo de proveerle a Adán otra mujer de carácter más dócil, a quien llamó Eva.
13) El relato completo se puede leer en el Cap. IX El Sagrado Corazón y la leyenda del Santo Grial, de René Guénon, en la ya mencionada colección de algunos de sus artículos reunidos bajo el título de Apreciaciones sobre el esoterismo cristiano, ed. Obelisco, 1993.
14) Sobre el tema, ver la obra de René Guénon Símbolos Fundamentales de la Ciencia Sagrada, Cap. LXXI, Compilación póstuma realizada y presentada por Michel Vlsan.
p. 50, de René Guénon. Y del mismo autor: Símbolos fundamentales de la ciencia sagrada, pp. 23 y 74.
Por : Narciso Lué
Revista Bajo los Hielos Nro. 18
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