OBEDIENCIA Y RESPONSABILIDAD La obediencia realiza lo mejor en todas las cosas, de una forma perfecta y acabada. En verdad, la obediencia jamás perturba, ni crea obstáculo a nada. Quien obedece no descuida nada. Jamás se muestra preocupado, y ningún bien le hace falta. En la obediencia, la fortaleza. Siempre que el hombre, en la obediencia, deja a su ego y se despoja de sus pertenencias e intereses, Dios necesariamente penetra en él, porque cuando alguien no quiere nada para sí mismo, Dios lo quiere todo para ti. La perfección no consiste en conocer el orden de Dios, sino en sumergirse en él. ¿Qué puede existir que sea más caro que el cumplimiento de los designios del Altísimo? Dios prefiere en ti el mínimo grado de obediencia en todos aquellos servicios que piensas prestarle. Encontraréis vuestra recompensa únicamente en el cumplimiento de la Ley. Asumiréis la tarea para la cual encarnasteis, y juntos compartiremos la gracia de ser prolongaciones de la Mente única. Aquél que no sabe obedecer no puede acercarse a la Jerarquía. Es preciso realmente oír lo que vuestra conciencia interna os dice. Para eso son necesarias la humildad, la obediencia y la disposición a actuar. ¿Estáis escuchando mi llamado? ¿A dónde vais? ¿Me escucháis? ¿A dónde estáis? Aunque no escuchéis de dónde viene ese llamado, sentiréis esa presencia aunque no escuchéis la voz. En algún punto de camino, el individuo comienza a querer saber qué experiencia la Vida está haciendo en él, y coloca su voluntad al servicio de esa experiencia. Cuanto más determinados, menos confiemos en nosotros, pues es de Dios que nos ha de venir la confianza. El Señor nos favorecerá, y como siempre vendrá en nuestra ayuda para no ofenderlo. Fuente: Libros varios de Trigueirnho |