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Manly P. Hall
“La luz”, escribe Edwin D. Babbitt, “revela las glorias del mundo externo, y aun así es la más gloriosa de todas. Da belleza, revela belleza y es en si la más bella. Es la que analiza, la que dice la verdad y la que revela las imitaciones, ya que muestra las cosas tal cual son. Sus corrientes infinitas miden el universo y fluyen dentro de nuestros telescopios desde las estrellas que están a un millón de billones de millas distantes. Por otro lado, desciende hasta objetos inconcebiblemente pequeños, y revela, a través del microscopio, cincuenta millones de veces menos de lo que el ojo desnudo puede ver.
Como todas las demás fuerzas magnificas, su movimiento es maravillosamente suave;
pero también puede ser penetrante y poderoso. Sin su influencia vivificante, la vida humana, vegetal y animal deben perecer inmediatamente de la Tierra, y la ruina general debe tomar su lugar. Debemos hacer bien en considerar el potencial y bello principio de la luz y los colores que la componen, ya que si penetramos más profundamente dentro de sus leyes más internas, mas se presentara como una maravillosa fuente
inagotable de poder para vitalizar, sanar, refinar y deleitar a la humanidad.”
(Ver Los Principios de la Luz y el Color).
Como la luz es la manifestación física básica de la vida, que baña a toda la
creación con su resplandor, es muy importante darnos cuenta, al menos en parte,
de la naturaleza sutil de esta substancia divina. Aquello que es llamado luz, es en
realidad un modo de vibración que causa ciertas reacciones sobre el nervio óptico.
Pocas personas se dan cuenta de cómo estos están amurallados por las limitaciones de
las percepciones de los sentidos. No solo hay más luz de la que cualquiera haya
visto, sino que también hay formas desconocidas de luz que ningún equipo óptico podrá
registrar. Hay un sinnúmero de colores que no pueden ser vistos; también hay sonidos
que no se pueden escuchar, fragancias que no se pueden oler, sabores que no se pueden
probar, y substancias que no se pueden sentir. Por lo tanto, el hombre está rodeado
por un universo supersensible del cual el no conoce nada porque los centros de la
percepción del sentido que están dentro de el no han sido desarrollados suficientemente
para responder a los modos más sutiles de vibración de
los cuales ese universo está compuesto.
Entre los pueblos civilizados y salvajes, el color ha sido aceptado como un lenguaje
natural sobre el cual se formulan sus doctrinas religiosas y filosóficas. Según la
describe Herodoto, la antigua ciudad de Ecbatana, con sus siete paredes pintadas
según los siete planetas, revelaba el conocimiento de este tema que poseían los
Magos persas. El famoso zikkurat, o torre astronómica del dios Nebo, en Borsippa,
ascendía en siete grandes escalones o etapas, cada escalón estaba pintado en el color
clave de uno de los cuerpos planetarios. (Ver Magia Caldeana de Lenormant).
Es evidente que los babilonios estaban familiarizados con el concepto del espectro
en su relación con los siete Dioses o Poderes Creativos. En India, uno de los
emperadores Mogules hizo que una fuente fuera hecha con siete niveles. El agua
que salía de los lados a través de ciertos canales especialmente dispuestos, cambiaba
de color conforme descendía, pasando en secuencia a través de todas las sombras
del espectro. En Tíbet, el color esta empleado por los artistas nativos para expresar
diferentes estados de ánimo. L. Austine Waddell, al escribir sobre el arte budista delnorte, señala que en la mitología tibetana “Las complexiones blancas y amarillas usualmente tipifican estados de ánimo suaves, mientras que el rojo, el azul y el negro pertenecen a las formas fuertes, aunque a veces el azul claro, que indica el cielo,
significa solo algo celestial. Generalmente, los dioses están mostrados de blanco, los gnomos de rojo, y los diablos de negro; como sus parientes
europeos”. (Ver El budismo del Tíbet).
Al hablar a través de Sócrates, Platón, en Meno, describe el color como “una emanación de la forma, proporcionada a la vista, y sensible”. En el Theaetetus,el habla más detalladamente sobre el tema de esta forma: “Llevemos el principio que acaba de ser afirmado, de que nada existe en sí, y entonces debemos ver que cada color, blanco, negro, y todos los demás colores, salen del ojo reuniéndose con su movimiento adecuado, y que lo que llamamos la substancia de cada color no es el elemento pasivo o activo, sino que es algo que pasa entre ellos, y es peculiar a cada perceptor; estas seguro de que los diferentes colores son iguales para
cada animal ---digamos un perro--- como lo son para ti?”
En el tetractys pitagórico ---el símbolo supremo de las fuerzas y procesos universales--- se establecen las teorías de los griegos relacionadas al color y la música.
Los primeros tres puntos representan la triple Luz Blanca, que es la Esencia Divina que potencialmente contiene todos los sonidos y colores. Los siete puntos restantes son los colores del espectro y las notas de la escala musical. Los colores y tonalidades son los poderes creativos activos que, cuando emanan de la Primera
Causa, establecen el universo. Los siete están divididos en dos grupos, uno que contiene tres poderes y el otro, cuatro ---una relación que también se muestra en el tetractys.
El grupo más alto ---el de tres--- se convierte en la naturaleza espiritual del universo creado; el grupo más bajo ---el de cuatro--- se manifiesta como la esfera irracional, o mundo inferior.
En los Misterios, los siete Logi, o Señores Creativos, se muestran como corrientes de fuerza emanando de la boca del Eterno. Esto representa al espectro extraído de la luz blanca de la Deidad Suprema. Los siete Creadores, o Fabricantes, de las esferas
inferiores, fueron llamados por los judíos los Elohim. Los egipcios los llamaron Constructores (a veces los llamaban Gobernadores) y están retratados con grandes cuchillos en sus manos con los cuales tallaban el universo desde su substancia primordial.
La adoración de los planetas se basa en su aceptación como las encarnaciones cósmicas de los siete atributos creativos de Dios. Los Señores de los Planetas fueron descritos como moradores dentro del cuerpo del sol; ya que, siendo análoga a la luz
blanca, la verdadera naturaleza del sol contiene las semillas de todas las potencias de tonalidades y colores que manifiesta.