Y Juan proclamaba: “Ya viene detrás de mi uno que es más poderoso que yo, uno cuyo calzado yo no soy digno de llevar; él los bautizara en Espíritu y fuego.”
Ha transcurrido la primera semana de Adviento con un llamado perenne a estar atentos y velar. Este domingo comienza del segundo llamado de esta liturgia y se presenta ante nosotros la figura de Juan, el Bautista, como modelo del precursor que prepara camino y llama a un cambio de vida y costumbres. En Juan sobresale la sencillez y la suficiente claridad como para no pensarse mayor que el mensaje que proclamaba y aquel al cual anunciaba. Reconocía que tan solo era mensajero y cuando alude al calzado que no era digno de llevar hace referencia al rito del pacto que le dispuso como precursor. Vemos entonces que a la evolución espiritual le antecede el entender y aprender el simbolismo de la vida del Cristo. Este aprendizaje permite que las puertas de nuestros corazones se abran al amor que emana de él, y tras el amor llega la sabiduría. Juan abrió camino y así nosotros somos llamados a restablecer el camino que nos conduce a nuestra verdadera casa; a preparar camino espiritual, a enderezar camino al revisar y enmendar nuestras actitudes, a rebajar las montanas de obstáculos que son nuestros defectos y a elevar los valles de nuestras virtudes. Somos llamados a quitar todo aquello que nos impide ver con claridad la llegada constante del Cristo y su continua presencia en nuestro quehacer.