Puedo tocar el aire, cautivarlo en mis manos,
darle forma, amasándolo como pan invisible;
o pintarlo de blanco, suavizando las curvas
sobre la piel del agua, melancólico cisne.
Puedo escuchar palabras aún no balbuceadas,
que suenan en mi oído con timbre de violines,
percibiendo sus formas de nereidas desnudas
cabalgando tritones hacia mis arrecifes.
Puedo intuir caricias aún no desbloqueadas
de la piel emisora, donde intactas residen;
siento su roce experto, delicado y furtivo
como de mano mixta de cortesana y virgen.
Y aún no he visto tu rostro, ni me has manifestado
la intención de tu mente, por la que mi alma gime;
ni se anclan en mi cuerpo los temblores del tuyo,
ni sobre tu pantera se abalanza mi tigre.
Pues si a mi modo vivo mis propias percepciones,
si he irrumpido en tu fondo, tocando tus raíces,
se me resiste el acto de cosechar tus frutos,
y espacio y tiempo y modo se evidencian hostiles.
Los Angeles, 6 de abril de 2011