Más o menos motivada o inmotivada, la tristeza es un sentimiento que debe ser superado, que no debe instalarse de forma crónica en nosotros, pues su modo natural de operar es invasor, en oleadas que ocupan lugares cada vez más amtristezxaplios y profundos de nuestra vida emocional. Para ello, convendrá abordar los pensamientos que se esconden en el mismo núcleo de lo que nos entristece, cuestionar su validez y considerar alternativas más positivas. Al fin y al cabo, la vida es algo más que un libro de reclamaciones. No se trata de negar que es dura, sino de afirmar que también es luminosa y bella. (...)
La tristeza motivada por fracasos y decepciones se debe combatir aceptando serenamente el contratiempo, evaluando sus dimensiones y sacando conclusiones. Si el error es nuestro, deberíamos aprender a hacer las paces con nosotros mismos. (...) Cuando alguien hace del fracaso una ocasión habitual de endurecer y templar su personalidad, realiza entonces un descubrimiento de valor incalculable. En resumen: una de las claves de la buena educación sentimental es aprender a asumir el fracaso.
Otra estrategia eficaz para el alejamiento de las ideas tristes es la distracción, sin cometer la torpeza de caer en otras dependencias, como los teleadictos que necesitan dosis maratonianas ante el televisor. Otros remedios probados son el cambio de perspectiva con el que juzgamos nuestro problema; el no caer en el victimismo y la autocompasión; pensar que mucha personas sobrellevan bien situaciones peores; buscar el desahogo en personas realistas y prudentes.
En ocasiones, la tristeza, el pesimismo o la irritabilidad podrán ser efectos del cansancio orgánico motivado por un excesivo trabajo o cierto insomnio. La solución pasa por advertir la causa y descansar. Un descanso que quizá no deba consistir en no hacer nada, sino en ocuparse en una afición o en un pequeño trabajo doméstico que nos distraiga. Sin olvidar que somos sociales por naturaleza, y que hacer algo por los demás es una excelente terapia contra la pesadez de dar vueltas a las propias preocupaciones.
De la red
Dolly |