De por si, en este complicado mundo,
es difícil mantener la sonrisa durante el tiempo que dura un café.
Los que somos de naturaleza curiosa
y nos gusta estar al tanto de lo que sucede alrededor,
descubrimos mil motivos para borrar cualquier tributo a los gestos faciales
de la fortuna y fruncimos el ceño para acompañar los nuevos
y sombríos conocimientos recientemente adquiridos.
Vivimos en época de vacas flacas y en el cielo no vemos
mas que nubarrones alargados... interminables.
No obstante, recurriendo a la épica,
a todas aquellas historias que nos emocionaron a lo largo de la vida,
sabemos que estos momentos tan cruciales
son los que marcarán el devenir de nuestras vidas.
La abundancia no quiere saber nada de cambios, de riesgos,
y solo cuando el agua se acerca hasta el cuello uno empieza a pensar seriamente
que ya nada será igual, que lo que ayer parecía imperturbable
y natural no era mas que el decorado de una película de vaqueros almeriense.
Sin embargo, la penumbra es tan sombría, tan persistente, y tan pegadiza,
que resulta inimaginable como bordar sobre los labios
aquella sonrisa facilona que nos duraba un poquito mas que el café.
No sabemos de donde sustraer la energía,
de donde robar la esperanza.
El futuro está pintado en blanco y negro
y no da pista alguna sobre el cambio de guíon
que tantas
y tantas personas esperan.
Y dentro, en nuestro interior, en el nucleo donde
yacen los arrestos que nos ayudan a continuar en el día a día,
no hay asomo de la esperada erupción del optimismo.
Optimismo.
Optimismo.
Palabra enigmántica.
Aunque, nada mágica.
Pero necesaria.
Y este es el momento de recuperarla, de buscar su significado
y de poner en practica sus virtudes. Este es el momento.
No obstante.... ¿Dónde está? ¿Alguno de vosotros lo sabe?
Optimismo, optimismo, optimismo....
|