Somos pues, no tanto lo que hemos sido, ni únicamente lo que ahora somos,
sino, fundamentalmente, lo que cada uno espera y los demás confían que lleguemos
a ser.
Más que anclados en un pasado acabado, estamos colgados de
un futuro por hacer.
Si el futuro interviene en nuestro comportamiento, lo
hace sólo en la medida en que somos capaces de realizar una anticipación
cognitiva de las consecuencias de nuestros actos.
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