La proeza en estos tiempos es mantener la sonrisa, la actitud no violenta y la calma. No sólo mantenerla sino promoverla, hacer que se repita como un hábito: todos los días. Podemos culpar a los demás (pareja, hijos, progenitores, amigos…) o al mundo (bancos, jefes, desempleo, Gobiernos…) por nuestra situación actual, pero la verdad es que nadie vendrá a solucionarla por nosotros. Culpar, descalificar y mantenerse en un estado continuo de ansiedad no resolverá nada, querer que el estrés desaparezca por arte de magia tampoco funciona. Quejarse todo el tiempo de una manera compulsiva y sin orientación hacia un logro elegido sólo mete más presión. Viene bien tomarse un rato todos los días para estar en paz, para darse las gracias por lo que sí hemos logrado hasta ahora individualmente, como pareja o familia, darle su justo y válido lugar a las pequeñas acciones que hacemos para mejorar la situación actual. Paciencia. No por mucho madrugar, amanece más temprano.
La queja, mejor aún la crítica que se exterioriza luego de la reflexión y una toma de responsabilidad personal sobre la situación que vivimos, es algo válido y ayuda a mejorar cuando se hace con una actitud constructiva. Lo que paraliza es la queja a toda hora, sobre todo la queja mal orientada, culposa, ansiosa, destructiva. La queja constructiva pasa por tener recursos personales que nos permitan manejar la frustración, a mí me viene bien tener una “válvula de escape”. Puede ser una actividad como bailar, pintar o simplemente salir a caminar alrededor de la manzana cuando sientas que te “desbordas”, este sencillo acto te ayudará a tranquilizar la mente, bajar la ansiedad y a tomar decisiones en un estado de equilibrio personal.
Nadir Chacín